Dólar, ajuste y FMI: anotale un punto al shock

Dólar, ajuste y FMI: anotale un punto al shock
9 mayo, 2018 por Redacción La tinta

Por Santiago Buraschi para La tinta

Unas semanas agitadas

Parece que hubieran pasado dos años. Pero no, todo pasó en apenas un par de semanas: dos semanas de mucho movimiento y bien importantes en la dinámica actual de las luchas en Argentina. Mientras escribo esto, las repercusiones de la vuelta del Fondo Monetario Internacional (FMI) a Argentina explotan y empieza a pandir el cúnico.

Primero, el Banco Central vendió en una semana (entre el 23 y el 27 de abril) 4343 millones de dólares para impedir, sin mucho éxito, que la moneda estadounidense se disparara. Después, y como si fuera poco, a comienzos de la semana pasada, en una especie de “regreso de los muertos-más-vivos-que-nunca”, apareció dando consejos de manejo de crisis Domingo Cavallo.

El jueves empezó a explotar la bomba: los grandes jugadores entraron a la cancha y el dólar se disparó a $23. La respuesta del mejor equipo de los últimos 50 años fue casi instantánea: el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, subió la Tasa de Política Monetaria a 40% y el Ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, anunció recortes en la obra pública y una reducción en la meta del déficit fiscal del 3,2% al 2,7%. En la Facultad de Ciencias Económicas, donde los eufemismos están a la orden del día, le dicen “combinación de política fiscal y monetaria contractiva”. Ajuste contra lxs trabajadorxs capaz le quedaba mejor. “Los mercados” salieron a aplaudir rabiosos la medida.


Como frutillita del postre, este martes Macri volvió a mencionar las siglas malditas, al comunicar que la Nación estaba gestionando un auxilio financiero con el FMI. Sí, todo eso en 15 días. Un ¿pasado? más presente que nunca.

Son tiempos intensos, interesantes para la reflexión y, por supuesto, para arremangarse. ¿De qué se trata todo este lío? ¿Qué pasa con “la economía”? ¿Le hacemos caso a Forbes y al Indio y nos subimos a los botes? Aquí haremos algunos aportes, intentando rescatar una idea central: en la tensión constante entre shock y gradualismo que atraviesa el macrismo desde su asunción, las últimas dos semanas consisten un punto a favor del primero, un paso adelante del capital frente al trabajo. Es momento de sumar cada vez más fuerzas para ponerle freno al avance del ajuste.

El dilema de la política económica: Shock vs. Gradualismo

Vamos a partir de algo que parece una obviedad, pero no lo es tanto. Como dice el dicho, si tiene cuatro patas, mueve la cola y ladra, entonces es un perro. Por más que salten y pataleen los paladines de la economía ortodoxa y desde el gobierno intenten cubrirlo con giros del lenguaje, el programa económico del macrismo es una herramienta para el ajuste. Es decir, un programa que busca aumentar las ganancias de los sectores empresarios para incentivar la llegada de las inversiones (esa lluvia sí que tarda) y, para eso, necesita avanzar fuertemente sobre las condiciones de vida del conjunto de la clase trabajadora. Los aumentos de las tarifas, la reforma jubilatoria y los techos a las paritarias que producen caídas en el poder adquisitivo son, quizás, las muestras más claras de esa estrategia.


Sin embargo, esto que para quienes estamos sufriendo los efectos de las políticas económicas es evidente, no parece ser tan claro para muchos sectores. Es que, en su estrategia ajustadora, el macrismo no está yendo tan profundo como le gustaría. Es decir, no está aplicando el shock que la economía necesitaría para arrancar.


Esto sucede porque estos programas no ocurren en el aire, sino en el marco de un conjunto de luchas que les marcan la cancha, como quedó en evidencia a fines del año pasado. El gobierno, fortalecido por el resultado de las elecciones legislativas, creyó que tenía la espalda para dar un golpe fuerte sobre la clase trabajadora y preparó un paquete integral de reformas: Reforma Previsional, Reforma Tributaria y Reforma Laboral. La primera en ser puesta a prueba fue la Reforma Previsional, y los efectos están a la vista. Si bien logró aprobarla finalmente, la resistencia expresada en la calle por distintos sectores de la sociedad le obligó al macrismo a pagar un alto costo político. Aunque la Tributaria se aprobó casi en silencio, el gobierno debió postergar el tratamiento de la Reforma Laboral, el punto neurálgico del ajuste.

En este marco, toma más fuerza la idea del gradualismo, como método de conducción del ajuste. El gradualismo es izado como una bandera de pragmatismo político por el gobierno, como una virtud propia de una administración que escucha a la gente, que sabe adaptarse al escenario. Sin embargo, la verdadera cara del gradualismo es otra. Es una estrategia que surge como un producto de los límites que las luchas sociales le van poniendo al plan de ajuste que está en el corazón del actual programa económico.

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Así como el kirchnerismo, el gobierno macrista es hijo del 2001 y, en consecuencia, hay ciertos cables pelados que no puede tocar, o que corre mucho peligro si lo hace. El gasto social (apuntado por muchos como el principal problema del país), es evidentemente uno de ellos, y por ello el gobierno tiene extremado cuidado con él. Tocó un cable pelado con la Reforma Laboral y le dieron un par de patadas. Volver a pedir auxilio al FMI es otro de esos cables.


Shock y gradualismo difieren, entonces, en temporalidad, pero no en esencia. Las dos son maneras de implementar un plan de ajuste contra la clase trabajadora, aunque con distinta intensidad y velocidad.


Las idas y vueltas del gradualismo

Después de diciembre, entonces, el gradualismo tuvo que ganar terreno en el manejo del ajuste. Aquí hay dos cuestiones para tener en cuenta. En primer lugar, en el escenario del ajuste gradual, el trabajo logró defenderse con cierto éxito del avance del capital. Un ejemplo de esto es que el tratamiento de la Reforma Laboral se siguió postergando. En segundo, al no afectar fuertemente al déficit fiscal, el éxito del gradualismo depende exclusivamente de la capacidad de conseguir financiamiento externo.

Estos dos elementos fueron quitándole vida útil al gradualismo y poniendo nerviosos a distintos sectores, que lo relacionan con la tibieza de quienes comandan la política económica para tomar decisiones “duras pero necesarias”. Acá sirven de fuente de inspiración las redes sociales de los economistas ortodoxos, como por ejemplo el twitter de José Luis Espert, donde vienen militando el ajuste vía shock más que TN. Pero ellos son sólo algunos (seguro los menos peligrosos) entre los nerviosos. Y la paciencia se les está acabando.

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Este es telón de fondo en el que, en estas semanas, se desarrollaron los hechos que describimos antes. Como señalaba Sebastián Soler en una nota publicada hace unos días, explicaciones para el “dólar récord” puede haber varias: la suba de las tasas de interés en Estados Unidos, el impuesto a la renta financiera, el boom de los créditos UVA que potencia la demanda, la sequía que afecta el volumen de las divisas liquidadas por el sector agrícola, entre otras. Sin embargo, las causas de esta “corrida” son más profundas, y se relacionan con las limitaciones que está presentando el programa económico del gobierno, con la ya mencionada tensión entre shock y gradualismo.

Como se evidencia en la difundida nota de Forbes, los sectores más concentrados están perdiendo la paciencia ante la estrategia gradualista. Quieren acción en serio, quieren shock. Así como los sectores populares tienen a la organización y la movilización como sus formas de intervención en la lucha de clases, el capital también tiene sus herramientas para marcar la cancha. Y cuenta con las facilidades de un gobierno que hace un culto de la “libre movilidad de capitales”.


Así, los grandes inversores, protagonistas de esta corrida, jugaron su carta y presionaron con fuerza sobre el dólar, llevándolo a pasar los $23. Sumarle un poroto al shock frente al gradualismo parece ser el eje de esta nueva ofensiva. Y el gobierno les anotó el poroto al día siguiente: suba de tasas y reducción del gasto público. La estrategia ortodoxa clásica para “generar un buen ambiente para las inversiones”. Y están que saltan de la alegría.


Para profundizar ese rumbo, este martes Macri anunció que se iniciaron negociaciones para pedir un “auxilio financiero” al FMI. La historia de estos acuerdos, en Argentina y en el mundo, es bien conocida: préstamos con la condición de desarrollar distintas medidas que profundicen el ajuste sobre la clase trabajadora. Nuevamente, como a finales del año pasado, el gobierno y los grupos económicos han tomado la ofensiva.

Sin embargo, los sucesos de diciembre nos recuerdan que no hay que ser pesimistas de antemano. Es importante, como en aquel momento, fortalecer la unidad para dejar en claro que recurrir al FMI es otro cable pelado, y que puede dar patadas.

*Por Santiago Buraschi para La tinta.

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Palabras claves: ajuste, deuda externa, Dolar, economia, Federico Sturzenegger, FMI, Nicolás Dujovne

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