Nuevas narrativas, mismas opresiones
En abril pasado se desarrolló en Rosario el «10º Foro Internacional de Periodismo Digital» y el «5º Encuentro Internacional de Narrativas Transmedia». Las reflexiones y aportes desde miradas feministas fueron escasas, pero compartimos dos proyectos de narrativa transmedia que van contra la corriente.
Por Redacción La tinta
En el marco del 10º Foro Internacional de Periodismo Digital organizado en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Rosario, se celebró también el 5º Encuentro Internacional de Narrativas Transmedia. Investigadoras, emprendedores, docentes universitarias, intelectuales, de Córdoba, Rosario, Buenos Aires, diferentes ciudades de Brasil, Uruguay, España, Ecuador, Chile, Colombia y México presentaron algunos de los proyectos en los que vienen trabajando desde hace años.
Así, en la presentación de Fernando Irigaray, pudimos conocer la experiencia de “re-creación” del Museo Histórico de San Lorenzo, y el enriquecimiento que diferentes narrativas interactivas producen en la propuesta al público. También conocimos de la creación de “kits para docentes” diseñados a partir de investigaciones realizadas en numerosos países del mundo, a fin de proponer otras pedagogías ante el consumo de tablets, celulares, y demás pantallas de estudiantes-adolescentes; presentado por el destacado Carlos Scolari.
En el marco del Foro no hubo espacios en los cuales se trabajara periodismo con una mirada feminista, o una problematización temática incorporando miradas de género. Llamativamente, dado un contexto nacional e internacional donde de diferentes maneras estas miradas aparecen y son discutidas. Sin embargo, se presentaron al menos dos proyectos transmedia que queremos compartirles. El “Proyecto Quipu”, uno de los varios que presentó el español Arnau Gifreu; esta propuesta forma parte de un relevamiento sobre narrativa transmedia que el investigador está realizando en Latinoamérica. Por otra parte, el “Proyecto Julieta Capuleto” presentado por uno de sus impulsores, el brasileño Vicente Gosciola.
Proyecto Quipu: registro vivo de memoria colectiva
“Un quipu es un antiguo sistema de contabilidad Inca. Hecho a base de cuerdas y nudos, este servía para guardar información en una cultura predominantemente oral”.
Apenas se ingresa a la web del proyecto puede leerse que: “272.000 mujeres y 21.000 hombres fueron esterilizados en los ´90 en Perú”, detrás del texto, las montañas y familias campesinas trabajando la tierra, suenan los pájaros y algunos de los audios del proyecto. Se puede elegir inglés o castellano, y hacer click en “empezar a escuchar”.
El Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar bajo el cual estas personas fueron esterilizadas forzosamente se desarrolló en el segundo mandato presidencial de Alberto Fujimori durante los años 1996 al 2000. La inmensa mayoría formaba parte de comunidades indígenas, y entre ellas la mayor proporción de afectadas fueron mujeres.
Después de 20 años, los relatos de estas personas habían quedado ocultos u olvidados, con este proyecto se estimuló el acercamiento de dispositivos tecnológicos y humanos para que el deseo de contar lo que habían vivido pudiera ser relatado y oído. Así nació Quipu, un repositorio virtual de testimonios orales, que fue armado a partir de una línea telefónica puesta en funcionamiento especialmente para el proyecto. Sus voces se fueron juntando y pueden ser escuchadas a partir de este proyecto que se denomina “documental interactivo”.
En la introducción se oye un resumen del proyecto: aparece varias veces la voz del entonces Presidente Fujimori presentando el Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar. También las voces de algunas activistas de derechos de las mujeres que relatan cómo fue la difusión del Programa desde el gobierno y cómo llegaba a las comunidades: difundían por la radio y por todos los lugares. Al tiempo comenzaron a llegar las primeras denuncias, cuentan, y entonces se escucha:
“Aló, soy de Pampaconga”,
“Yo también fui afectada por el tiempo de las violencias en que hicieron las ligaduras”
“Me trajeron al hospital así por engaños”
“(Nos decían) no les vamos a dar alimentos porque están llenándose de hijos como las conejas”
También se escuchan los relatos del encuentro de estas mujeres, 20 años después: “Compañeras ¿qué queremos? ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!” gritan al unísono.
Los ejes de los relatos son: el programa de esterilización, las operaciones, la vida después y en busca de justicia. Se puede elegir un recorrido propio sobre qué escuchar y cuándo escuchar, si bien la oralidad es la protagonista. las voces están acompañadas por videos de las mujeres y sus territorios. También -y ahí su rasgo de interactivo- se pueden dejar mensajes a las mujeres que dieron testimonio.
Proyecto Julieta Capuleto
El proyecto Julieta Capuleto nace de El Colectivo We Love, formado por un centenar de colaboradores en todo el mundo, que hacen base en Sao Paulo y New York. Es una propuesta que se remonta al clásico de William Shakespeare: Romeo y Julieta, y propone “deconstruir la óptica prejuiciosa de la sociedad contemporánea”.
A partir del terrible diagnóstico de la sociedad brasileña, “con 600 muertes en seis años, Brasil es el que más mata travestis y transexuales», recrean la narrativa clásica en lenguaje audiovisual con una Julieta que vive bajo la piel de una mujer transgénero, y que enfrenta diariamente las miradas opresoras de una mayoría “lgbtfóbica”.
La historia se filmó en 2017, en actos, y fue transmitida en vivo desde la cuenta de los propios personajes. Además, en simultáneo, permitían la participación de los usuarios de la red por medio de reacciones y comentarios. Comenzaron la “novela” mediante el video de la protagonista, y a lo largo de los episodios ella fue atravesando diferentes situaciones de discriminación y violencia. La búsqueda de la propuesta era interpelar al público en reflexión y participación en las redes: “Cuando nos encontramos con una escena de transfobia en una live y el escenario se forma bien delante de nuestros ojos, el choque se vuelve inevitable. La historia lleva a los espectadores a un estado de reflexión sobre la propia postura al presenciar un acto de intolerancia. Se percibe el poder de una relectura bien hecha”, relatan.
*Por Redacción La tinta.