«En la Iglesia no existe un dogma que abogue a favor o en contra del derecho a decidir»
Marilú Rojas Salazar es una investigadora, teóloga mexicana y católica. Incansable luchadora por una reforma de la Iglesia Católica en donde se reconozca a las mujeres el derecho a decidir y a la ciudadanía. Investiga la Biblia desde una mirada no hegemónica, y así se encontró con mujeres, lecturas y pensamientos invisibilizados por la Iglesia. Visitó la Argentina para aportar su mirada al debate en torno a la Legalización del Aborto. El lunes 14 de mayo estuvo en Córdoba y la actividad se desarrolló en el CISPREN a cargo de las Católicas por el Derecho a Decidir (Córdoba).
Por Delfina Saab para La tinta
Marilú propuso un breve recorrido por el mundo bíblico, las verdades y los mitos del aborto que implica a las mujeres del Abya Yala y del mundo. La palabra “aborto” no aparece ni una vez en la biblia: nuevamente la discusión gira en torno al discurso patriarcal.
El mandato de la masculinidad: tres principios básicos
Marilú comienza el conversatorio definiendo el mandato de la masculinidad –aquello heteronormativo que surge a partir de las conquistas en el siglo XVII, propio de una sociedad colonizada en sus territorios, pueblos, culturas y saberes- y para definirlo retoma a Rita Segato: “Esta paisana afirma que el mandato de la masculinidad no es un término social, sino teológico”, y lo fundamenta en tres principios básicos que el hombre tiene que demostrar: el proveer, el proteger y el preñar”.
Entonces, definido el mandato de masculinidad bajo estos tres principios, explica cada uno afirmando que no se cumplen y que están alejados de la realidad. “Cada vez es menos posible que los hombres puedan proveer (asociado con el emprender, trabajar, tener). Esto es por el mismo capitalismo neoliberal que nos quita empleos dignos y la posibilidad de trabajar; esto se aleja de la mujer porque se cree que no puede hacerlo, cuando desde el feminismo entendemos que son las principales proveedoras de vida”. El segundo principio tampoco se cumple: “El hombre no puede proteger a su propia especie, a los de su hogar». Aquellos que dicen “pero a los hombres también nos están matando, deben dar cuenta que no somos las mujeres que estamos aniquilando su vida, sino la propia masculinidad (grupos militares, pandillas) porque ahí también hay un mandato: tener que demostrar que contra otro pueden. Aquí y en este sentido me refiero al poder”.
Por último, el preñar “es el eje de la masculinidad hegemónica: la capacidad de tener hijos”. Marilu entiende que el no querer aceptar una ley sobre el derecho a decidir que afecta única y exclusivamente a las mujeres y a su reproducción merece reflexiones: primero, entender que es una decisión de estado y segundo, que tiene que ver con el ceder –posiciones- de los hombres. Seguimos ese modelo –patriarcal- que a través del derecho, nos da permiso/ no nos da permiso para tener hijos/no tenerlos, y es en este sentido que las instituciones deciden por nosotras cuando deberían estar a nuestro servicio.
Hablamos de que el derecho es “a decidir”, porque somos ciudadanas, porque la lucha es por el derecho a la información y a la salud pública; a decidir -poder decir- sobre nuestras cuerpas, placeres y deseos. La calle hoy tomada por el movimiento que representa esta lucha nos envuelve a todas con ese pañuelo verde en las mochilas, las muñecas y los hombros. En esta lucha caminamos todas -sin distinción de géneros, raza, cultos- porque argumentos sobran.
Marilú intenta demostrar que el mandato de la masculinidad es teológico, ligándolo a los principios que mencionamos antes, y de una manera práctica. Principalmente refiere a la metáfora del DIOS PADRE, DIOS HIJO Y ESPÍRITU SANTO. “Éste último es una categoría transgénero para nosotros, porque «ruaj» y «shejiná» son conceptos femeninos y traducidos en hebreo significan fuerza femenina, divina, de útero, de la raíz, de la residencia, de la fuerza de dios, de lo sagrado. Pero cuando a estos conceptos los traducimos en latín se traducen masculinizados y este pasar de lo femenino a lo masculino es redefinir el mandato de la masculinidad”.
Estas ideas de DIOS = HOMBRE se afirman en el mandato que justifica la negación de nuestra capacidad para poder tomar decisiones que impliquen corporalidad, deseo y genitalidad, negación que realizan los hombres, la iglesia y el estado.
Lo que nuestros pueblos nos dejaron
En La antigüedad muchas mujeres abortaban y no era una preocupación del mundo bíblico. El aborto no existe expresado en palabras de la dogmática cristiana. “Lo mismo sucede con la palabra homosexual, no existe en la biblia porque es un concepto recién acuñado en 1864/65; el concepto lesbianismo también se acuña recién en 1906. En nuestras antiguas sociedades, los pueblos del abya yala, tuvieron la fortaleza de fluir los géneros. Había variedades de placeres y experiencias que con la llegada del colonialismo se desprendió pasando a ser condenados, enmarcados en categorías de la vergüenza”, afirma Marilú.
Adentrándonos en el mundo moderno aparece también lo que oímos, vemos y sentimos algunas mujeres que abortamos. La compañera mexicana lo menciona como la conciencia culpígena: la culpa. “Como cuando alguien nos dice que Cristo murió por nuestros pecados en la cruz”.
A ésta conciencia culpígena hay que transformarla, convertirla en otra más crítica de género, permitiéndonos cambiar la conciencia de la ideología de género instaurada en nuestro continente este último tiempo. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo hacer consiente críticamente ello que creemos sabido? Sin ir más lejos, los grupos fundamentalistas religiosos se encargaron de hacer una campaña en torno al género, la llamada “ideología de género”. La muestran con un éxito impresionante. ¿Pero esto es así? ¿Es exitoso? ¿Qué entendemos por ideología? ¿Qué están desconociendo estos fundamentalistas?
“La teoría de género (como contrapartida a la ideología) es aquello que tiene argumentos filosóficos, psicológicos, sustentados en estudios, entre otras cuestiones. La ideología de género no es más que una idea, una creencia, es lo que pienso yo, lo que piensas tu, lo que suponemos”.
La teoría es la filosofía posestructuralista. La ideología ha sido asociada a los conceptos de comunismo/capitalismo y a la idea que surge desde la caída del muro “de que no existen ya ideologías o que éstas son malas para las sociedades”; cayendo en que el capitalismo es “neutral” como si la política debiera ser sólo organizar intereses y entre ellos lograr un equilibrio cuando no es así. Distinguir estas dos hace que nos encontremos con los argumentos fundamentales para apostar por derechos, para defendernos y aunarnos en este sentido. Así pasaríamos de la conciencia culpígena a la crítica, para evitar que se aprueben leyes sin conciencia colectiva de comunidad y de pueblo.
Marilú se sincera y aclara: “Esto que pasa con la homosexualidad, el lesbianismo, la disidencia/diversidad sexual, son temas que la biblia no toca, al igual que el aborto. No es un tema que la biblia toque. Y la teología se estudia a partir de los argumentos bíblicos y lo que dice esta. Entonces esta ciencia no puede a venir a decir sí o no en relación a esto –el aborto- porque simplemente no lo ha estudiado (más allá de las discusiones que pueda haber en la iglesia, que necesariamente son políticas)”.
La mujer hemorroisa
Marilú se detuvo a leer a algunos evangelios y resaltó que “cuando algo es mencionado más de una vez en la biblia, es porque genera curiosidad, importancia y hasta a veces preocupación”. Los textos bíblicos Mateo 9- 2022; Marcos 5-2534; Lucas 8-4348 hablan de una mujer que sangra. No dicen la razón de su sangrado, es una mujer que no conocemos ni aparece su nombre. Solo menciona que tenía 12 años de sangrado y llegó a tocar el manto de Jesús, quedando así sanada por la fuerza de él. Esta es la versión de Marcos. La versión de Mateo varía, agregando que Jesús le dijo: “Ten ánimo hija, tu fe te ha salvado”.
“Para nosotras esto es un argumento para el derecho a decidir, porque ella tenía sangrados constantes y decide juntar fuerza para curarse tocando a Jesús. El sangrado puede tener miles de interpretaciones: por su útero enfermo, por tumores… ¿Pero por qué no pensar que tenía un aborto mal realizado o pérdidas de un supuesto embarazo?”. En este texto Jesús le ha dicho que se ha salvado por su fe: nunca hablo de culpas ni de sentires, mucho menos la condenó por su edad, su sexualidad o condición: si era una prostituta, por ejemplo.
La conciencia culpígena se traduce en actitudes de condena y reproches de las personas más conservadoras y/o fundamentalistas, de la misma iglesia católica y hasta a veces de algunos grupos políticos hacia las mujeres que deciden abortar. Pero estas mujeres que están detrás de todo esto sufren, su andar cotidiano se envuelve en una gran culpa pensando en el “qué dirán”. Es hora de transformarlo.
¿Iglesia vs. Feminismo?
Hacer una historización muchas veces es necesario para entender coyunturas del momento, desacuerdos, contradicciones, decisiones políticas, sea del rango que fuere. Existe hoy una controversia contra el aborto y el derecho a decidir y el discurso de la iglesia católica tiene, justamente, un trasfondo histórico.
A partir de 1968 surgen algunas tensiones en el mundo católico. La declaración del papa Pablo Sexto: una encíclica llamada “Humanae Vitae” que se encargó de regular la natalidad, el aborto, los métodos anticonceptivos -entre otras cuestiones relacionadas a la sexualidad humana- tiene una curiosa aparición, porque viene de la mano con el proceso de emancipación de las mujeres: la primera ola del feminismo que se caracterizó por la lucha por el voto, los derechos sexuales y reproductivos, los derechos civiles y la lucha por tomar el espacio público. La iglesia católica aparece como reguladora de la vida sexual de las mujeres; aparece a “organizar” las decisiones de éstas y su forma de estar en el mundo justo con la revolución de las mujeres cuando se vuelven protagonistas y salen a las calles, al espacio público.
Ahora bien, más allá de lo planteado históricamente, Marilú insiste con una preocupación que la lleva a estudiar todo esto que nos ha contado, y tiene que ver con la censura del cuerpo. “Somos herederas de una teología sin cuerpo, de lo espiritual, de una teología del alma, de lo espiritual. Hedonofóbica, por el miedo al placer; Somatofóbica, porque nos da miedo el cuerpo; Homofóbica /Lesbofóbica, porque nos da miedo la diversidad sexual. Y todas las fobias que nos podamos imaginar, generadas a partir de los miedos por la otredad”.
Citando a una compañera Holandesa, Marilú nos comparte una idea de cierre, nos habla de las redes, de cómo van tejiendo entre todas un telar que les permita sentirse vivas, porque el enemigo es grande y está bien marcado.
“El patriarcado se asienta en dos sistemas: el capitalismo neoliberal y el cristianismo, estos se enamoraron, se casaron en una boda profana y su hija es la violencia. Ésta se instala en el imaginario de las sociedades, sobre todo de las conservadoras para castigar a las mujeres que se adueñan de su cuerpo, que gozan de su corporalidad, que no obedecen al sistema patriarcal. Estos dos sistemas que confabulan, que se instauran apareciendo así la violencia para que no sea el capitalismo/cristianismo los que castiguen a las mujeres, sino los propios ciudadanos”.
En la iglesia no hay una doctrina que abogue a favor o en contra del derecho a decidir. Tampoco existe el concepto de pecado ni de aborto. “No existe la palabra aborto, y pecado en hebreo significa desviar el camino, equivocarse o errar. Es San Agustín, con una tendencia de la filosofía maniquea, quien asocia la sexualidad con pecado. Pero es éste santo, no Jesús de Nazaret. Existieron discusiones que los habitantes –ciudadanos miembros- de esa institución instalaron pero que nosotras, las teólogas feministas hoy venimos a deconstruir”. Que quede claro: el aborto no es un dogma, las católicas también quieren decidir sobre sus cuerpos. ¡Aborto sí!
*Por Delfina Saab para La tinta / Foto de portada: M.A.F.I.A.