Crianzas violentas

Crianzas violentas
11 abril, 2018 por Redacción La tinta

Los casos de abusos sexuales a varones menores de edad en clubes de fútbol de diferentes puntos del país, invitan a reflexionar sobre las tramas de violencias a las cuales niñas, niños y adolescentes se ven expuestos.

Por Redacción La tinta

Algunos años atrás, en una de las conversaciones que pudimos tener con Raquel Gutiérrez Aguilar a propósito de una de sus visitas al sur americano, la pensadora señalaba dos cuestiones sobre las cuales reflexionar: quiénes y cómo están haciéndose cargo de los cuidados de las personas mayores; y cómo estamos criando a niñas y niños. El recuerdo no es exacto, pero la inquietud en relación a la segunda cuestión pasaba por hacernos algunas preguntas ¿cómo pensamos la transmisión y construcción de valores en los pequeños que están bajo nuestros cuidados? ¿cómo respetamos el derecho que tienen sobre sus cuerpos? ¿estamos criando de maneras violentas?

Hace tiempo que desde esta sección de La tinta, nos inquieta pensar sobre las infancias, desde múltiples preguntas que creemos es necesario hacernos como adultxs: qué transmitimos y permitimos en relación a la sexualidad de niñas y niños; qué espacio les damos para la reflexión y expresión; cómo cuidamos a los menores de los diferentes tipos de violencia a los cuales pueden estar expuestos: discusiones de pareja, gritos e insultos en los programas de televisión de la tarde, fotografías casi pornográficas en kioscos de diarios, portales de internet, navegadores de celulares que usan; el acceso a alzarlos, acariciarlos, besarlos de adultos a los cuales desconocen o con quienes no tienen la suficiente confianza; el tirón de orejas o de pelo ante alguna ´macana´ que se mandó; la pedofilia a la que pueden estar expuestos; las redes de trata que pueden funcionar en contextos disímiles, incluso en las ligas menores de los clubes de fútbol más conocidos del país.

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Los casos de abusos

“Desde Corrientes a Buenos Aires
un señor lo vino a buscar
cuando estacionó su auto
vino el barrio a saludar:
chau Cachito, chau, vas a ser campeón,
desde aquí te alentaremos por la televisión.
En la noche del debut
Corrientes estaba prendido
y un solo grito se oyó
cuando el correntino entró:
Vamos Cachito, vamos, debes ser el campeón,
desde aquí te alentaremos por la televisión.
(…)
Llora, Corrientes, llora
la derrota de su campeón.
El jueves llega Cachito
en el micro de las dos,
y ese señor del auto
no aparece por Corrientes
porque dice que es suficiente
el dinero que ganó.
Y ese señor del auto
no aparece por Corrientes
porque dice que es suficiente
el dinero que ganó.”
Fragmento de Cachito, el campeón de Corrientes. León Gieco.

La noticia sobre los varones menores de edad del club Independiente abusados sexualmente que se dio a conocer la última semana lastima, la herida se profundiza, no son los únicos casos. Dos varones menores que vivían en la pensión de River, así como los jugadores de Independiente, denunciaron frente al psicólogo a cargo haber sido sometidos a intercambios sexuales por dinero. En el mismo club, una jugadora de voley de juveniles se suma a la lista de víctimas. No son casos recientes, según declararon ocurrieron entre 2004 y 2008, pero quedaron silenciados.

En La Pampa, un adolescente de 14 años rompió el silencio y le contó a su madre. Denunció que Héctor “Patilla” Kruber, entrenador de 67 años de las divisiones infantiles del Club Deportivo Mac Allister (fundado por el ex futbolista y actual secretario de Deporte de la Nación, Carlos Mac Allister), invitaba a sus jugadores de 13 y 14 años a dormir desnudos para mejorar el rendimiento, les ofrecía masajes de relajación, y hubo intentos para que los menores le practiquen sexo oral. Se agrava, además, cuando se asume que las denuncias de abusos contra Kruber son como un secreto a voces en la capital pampeana, hace más de 20 años.

Desde muchas voces involucradas en el fútbol se insiste que en Argentina hay escasos precedentes por casos de abuso sexual de menores en el fútbol, pero se olvidan de nombrar el caso de Héctor ´Bambino´ Veira, el técnico condenado por intento de violación a un menor de 13 años. O el caso de H.S., un juvenil de 15 años, que vivía en la pensión de El Porvenir y contó que el entrenador les pegaba con un cinturón y los obligaba a untarle crema en distintas partes del cuerpo. También contó que se encerraba en una habitación con otros chicos que luego salían llorando. Este caso fue investigado por la periodista Verónica Brunati, quien dijo que después de las amenazas que recibió por el joven, la madre y ella misma, el caso quedó silenciado: “el tribunal de Florencio Varela, Minoridad de Lanús, AFA, todos callaron. Los chicos fueron devueltos a sus casas en Chaco sin que nadie continuara con la investigación”, escribió Brunati en Facebook.

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Los casos no se detienen ahí. Cincuenta chicos del Club Molinos de Puerto Vilelas, Chaco, viajaron a Buenos Aires para probarse en Banfield. Les dijeron a catorce, todos menores de edad, que habían quedado seleccionados y que tenían que regresar para instalarse en una casa de La Matanza. Un dirigente del Club Molinos, identificado como H.B., y un pastor evangelista, nombrado como A.C.F., les prometieron un alojamiento con seguridad, cocina, camas y heladeras nuevas. A los padres les pidieron mil pesos para el alquiler y la comida. A.C.F. quedó como el responsable del grupo. Cuando llegaron al lugar, los jóvenes vivieron en una casa embarrada y con los cables sueltos, el pastor les incautó sus teléfonos celulares y, además, dormía con dos adolescentes, que a su vez debían vigilar al resto. Les habían prometido jugar en Banfield, pero nunca fueron a Banfield. No hacían nada en todo el día. Una noche, después de que uno de ellos le bajó los pantalones a otro en broma, A.C.F. le mostró los genitales a uno de los jóvenes en el baño. Hombres desconocidos entraban y salían de la casa. Una vecina que vio los movimientos extraños, les ofreció llamar a la policía, pero recién cuando apareció un pariente de uno de los chicos pudieron escapar. Consiguieron, entonces, volver a Chaco y denunciar lo que había sucedido.

Insisten en decir que en Argentina prácticamente no existen casos de abusos a menores de edad en el fútbol, pero a la luz de las situaciones nombradas pareciera que los antecedentes existieron y existen, solo que han transitado senderos de silencios. El factor común que observamos es que las víctimas son menores de edad en situación de vulnerabilidad: de familias humildes, lejos de sus seres queridos, sin dinero, haciendo todos los esfuerzos a su alcance por cumplir el sueño del fútbol, que es profesional-personal pero también es, en muchos casos, el salvavidas que podría sacar a flote a todo su entorno. Como en tantas otras situaciones, las posibilidades de elegir son más estrechas o condicionadas para quienes están en contextos desfavorecidos.

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Las violencias sobre niñas, niños y adolescentes

“-Estoy enterada de tu problemática.
-No es un problema, profe.
-¿Querés que te llame por este nombre?
-No, quiero que me llame por el anterior y este me lo puse al pedo. Me tratan como si me fuera a romper. Está todo bien mientras me trates bien, porque soy humano. Voy a cambiar de cuerpo, no soy un extraterrestre”
Agustín González Guillet, adolescente trans de la ciudad de Córdoba. Entrevistado por La tinta en 2017

Son muchas las normas que protegen a niñas, niños y adolescentes. La Declaración de Ginebra de 1924 sobre los Derechos del Niño y la Declaración de los Derechos del Niño adoptada por la Asamblea General el 20 de noviembre de 1959, reconocida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en particular, en los artículos 23 y 24), el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (en particular, en el artículo 10). La Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) es el tratado internacional de la Asamblea General de Naciones Unidas, fue promulgada en 1989 y a ella adhirieron más de 180 países. Es una de las normas internacionales que las leyes nacionales deben, en teoría, respetar. Esta normativa reconoce los derechos humanos básicos de los niños, niñas y adolescentes. Los cuatro principios fundamentales de la Convención son:
La no discriminación
El interés superior del niño
El derecho a la vida, la supervivencia y de desarrollo
La participación infantil.

Asimismo, algunos de los múltiples derechos que la CDN establece son: a tener un nombre, a jugar, a aprender, a ser bien tratado y no sufrir violencia, a gozar de buena salud, a acceder a la educación, a expresar lo que piensan y sienten, entre otros. También se aclara en la Convención, que niñas, niños y adolescentes son personas que deben ser especialmente cuidadas.


Si pensamos en tramas de violencias, estamos diciendo que son hilos, a veces invisibles, que existen, tensan, anudan la vida de lxs infantes. Estamos pensando que muchos de los lugares o muchas de las personas con las cuales niñas, niños y adolescentes comparten su cotidianidad los exponen a situaciones de violencia. En las escuelas, en los servicios de salud, en los hogares, en el club, en las calles.


Pensamos en algunos ejemplos. La Ley de Educación Sexual Integral (ESI – Ley 26.150), sancionada en 2006, a partir de la cual surgió el Programa Nacional de Educación Sexual Integral que establece que estudiantes de todos los niveles educativos reciban educación sexual, con perspectiva de género y puedan gozar de una sexualidad libre y responsable. La aplicación del programa aún hoy, 12 años después, no existe en todos los establecimientos, ni en todas las provincias. Todavía hoy, docentes y autoridades se resisten a la aplicación de la normativa. ¿Qué implica que estudiantes no puedan acceder a la ESI? Significa que se reduce el conocimiento y disminuyen las posibilidades de elección, de autocuidado y de libertades. Significa estar cercenando de manera deliberada sus posibilidades, significa violentarlos.

Seguimos. Tomamos las estadísticas de la Casa del Encuentro, la ONG que comenzó a realizar el registro de los casos de femicidios de Argentina cuando el Estado, de provincias o nacional, no lo hacía. Como decimos otras veces, los femicidios son casos extremos de violencias, pero está demostrado arduamente, que no se dan de manera aislada. Hubo una cadena de violencias que derivó en esta situación de muerte. Los hijos e hijas estuvieron ahí, asistiendo a cada uno de estos actos. ¿Qué pasa con esas crianzas? Según el relevamiento de la Casa del Encuentro, entre 2008 y 2016, 2919 hijas e hijos se quedaron sin madres porque fueron víctimas de feminicidio. Según ese mismo relevamiento, 1859 son menores de edad. Infancias descuidadas, infancias rotas.

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Quizás lo hayan olvidado, pero hace menos de un año un adolescente de 13 años fue linchado por un grupo de adultos en la vía pública de la ciudad de Córdoba. El joven había robado un celular y las personas a su alrededor decidieron golpearlo como represalia. El menor tuvo que ser hospitalizado. El castigo fue violento, incluso puso en riesgo su vida. También está el caso de Facundo Burgos, el niño de 12 años que murió de un balazo en la nuca en la mano de la Policía de Tucumán. ¿Qué pasa cuando quienes deben velar por la salud y el bienestar de otros responden con violencia? ¿Qué alternativa ofrece la baja de la edad de imputabilidad? ¿Los niños, niñas y adolescentes que cometen delitos dejan de ser personas a las cuales debemos criar y cuidar? Es una frase trillada, pero no es con violencia como puede disminuirse lo violento de los vínculos y de las crianzas.

Historias como la de Agustín González Guillet, el adolescente trans que consiguió que se aprobara su tratamiento hormonal en un ámbito de la salud pública, el cambio de identidad con DNI y la aceptación de su nombre autopercibido en la escuela; es un relato que sorprende por lo respetuoso que fue el camino que lo llevó hasta ahí. Claro que hubo resistencias, dificultades, imposiciones de tiempos que no eran los suyos; pero -lamentablemente- su historia asombra porque familiar e institucionalmente la decisión de Agustín fue respetada. Es decir, asombra porque un adolescente trans no atravesó muchas de las violencias que otros niños, niñas y adolescentes trans deben atravesar por elegir una identidad que se aleja de la heteronorma. Dice Susy Shock que las infancias travas son huérfanas de normas estatales, y que por eso decidió editar “Crianzas”, un libro que hable de ellas. Dice su autora “este libro surge el día en que Marlene Wayar nos contó de su infancia y chocamos contra el mundo trava”. Por eso, agrega, es inevitable hablar del prólogo a su cargo, en donde se pregunta quién piensa en las y los niños, para llegar a la conclusión de que quienes piensan en ellas y ellos en nuestra sociedad son las industrias de consumo, pero que lo que no existe es una industria de cuidado, de acompañamiento y de amorosidad.

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Adultos y adultas responsables

No es novedad que las normas, escritas y aprobadas, que no estén acompañadas de cuidados integrales desde las instituciones y de redes comunitarias de contención, son letra muerta. Pero es necesario pensar, de una vez, que los casos de abuso en el fútbol no son los únicos ni son aislados. Hay múltiples antecedentes que dan cuenta de que hay más casos de abusos en las ligas de menores futbolistas que los que han sido publicados en los medios, y se puede intuir que si el caso del club Independiente podría cambiar de carátula a la de ´trata de personas´, hay detrás un ejercicio sistemático y organizado de esta práctica. El caso del Club Molinos de Chaco, así lo refuerza.

Los casos de violencia nos explotan en la cara. Por suerte chicos y chicas empezaron a hablar, o a decir más. Así como el “no nos callamos más” llegó a los movimientos feministas, a las mujeres, a lxs trans, también es importante que llegue a las infancias y adolescencias. Es imprescindible, además, que podamos escuchar. Las verdades supurando nos llenan de preguntas y de responsabilidades. A nosotras, a vos, a aquel, al mundo adulto. No son respuestas que se debe exigir -solamente- al movimiento feminista, al que tanto se ha reclamado en los últimos días. En ese sentido, hacemos nuestras las reflexiones de Luciana Peker en Anfibia, respecto a los menores futbolistas abusados: “El machismo nunca ayudó a los varones desclasados de la masculindad hegemónica. El feminismo sí. El 99 por ciento de los abusos sexuales denunciados son cometidos por varones y el 1 por ciento por mujeres, según datos del Observatorio de Violencia de Género de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, a partir de la información de la Superintendencia de Políticas de Género del Ministerio de Seguridad bonaerense, del 2016, que contabilizó 6443 varones denunciados y 169 mujeres denunciadas. Los varones también son víctimas. Nunca en la misma medida que las mujeres que sufren el abuso en ocho de cada diez casos. Pero, como se devela en el caso de Independiente, sufren sometimientos sexuales. Un 13 por ciento de los agredidos sexualmente son chicos: un 12 por ciento menores de edad y 1 por ciento mayores. La abrumadora diferencia entre sub 18 (817 pibes abusados solo en el 2016 en la Provincia de Buenos Aires) y mayores (106) muestra que se tiene que estimular que los hombres puedan animarse a denunciar si sufren violaciones o son obligados –en la cárcel, las comisarías, los clubes, la familia y la calle- y que, también, los más chicos son los que más sufren la prepoteada de quienes usan el poder del cuerpo, la jerarquía, el uniforme, la puerta de entrada a pases, botines o trabajo para hacer del sexo un territorio del desterrado de placer y consentimiento”.

Pensamos en violencias a las que los menores están expuestos y el abanico de posibilidades es amplio y extenso. No es solo en los clubes, es en las familias, en las escuelas, en las iglesias, en los hospitales, en las academias, en las calles. La pregunta es qué hacemos las personas adultas para brindar cuidados sin desconocer sus libertades y autonomías, creando espacios y prácticas no violentas que los acompañen en sus procesos de crecimiento. Criar sin violencia no es responsabilidad de las familias ni de las madres, es una responsabilidad colectiva.

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*Por Redacción La tinta.

*Fuentes: Tiempo Argentino, Anfibia, La Casa del Encuentro (CDN) y La izquierda diario.

Palabras claves: abuso infantil, Crianzas, niñez

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