CEO x CIA. La paranoia al poder

CEO x CIA. La paranoia al poder
13 abril, 2018 por Redacción La tinta

Por Adrian Dubinsky para la Agencia Paco Urondo

El exhombre fuerte de la política exterior norteamericana ha sido expulsado por el presidente del Norte fiel a su estilo: con un voleo en donde la espalda pierde el nombre. Si bien nunca había sido un hombre de su riñón y habían tenido sus roces, la última gira que había emprendido parecía fortificar su posición con respecto a la política a desarrollar hacia América Latina y el mundo. Rex Tillerson había hecho críticas con respecto a la salida del Acuerdo Climático de París, la suba de tarifas al ingreso de acero y aluminio, el abordaje sobre un pacto nuclear con Irán y había incurrido en algún epíteto descalificador nunca comprobado, pero muy eficiente como cualquier chismo de oficina: habría llamado estúpido al jefe.

Con respecto a lo que siempre consideró su patio trasero, la política pro-muro sobre el río Bravo llevaba en sus entrañas la guerra total contra el gobierno de Maduro, la falta de apoyo a los tratados de libre comercio en favor de tratado bilaterales leoninos, y la reimplantación de la doctrina Monroe para disputar el predomino geopolítico y económico de la región: “América para los americanos” … del Norte, podríamos agregar. El discurso que alerta contra el supuesto imperialismo chino no es otra cosa que la versión remozada del cuco comunista de la guerra fría, un títere agitado anunciando catástrofes mientras derrama miseria y muerte en prácticos paquetes económicos impuesto a los países genuflexos.

A pesar de las diferencias que pudiesen haber tenido, T-Rex, como le llamaban al exCEO de Exxon (con la sangre en el ojo por la política petrolera del Chavismo), parecía cumplir con eficiencia la domesticación y el ofrecimiento de vasallaje que salió a cosechar en su reciente gira por el hemisferio, que a ojos vista parece haber rendido sus frutos; ni bien llegó a Perú, logró que el grupo de Lima en su conjunto se alineara con el mentón en el pecho e improvisase un paso de baile poco heterodoxo en la diplomacia internacional: desinvitar a una cumbre de la OEA a un miembro pleno que acababa de ser invitado por el presidente Kuczynski, quien se había lucido hacía poco con un indulto a Fujimori; y esto no es dicho al pasar: en la política internacional no hay puntadas azarosas a la hora de coser el corsé.

Con respecto a la política exterior en Medio Oriente, Trump no parece haber cumplido con lo dicho en campaña, pero a pesar -una vez más- de no estar de acuerdo, durante el Secretariado de Estado de Tillerson, Mr. Trump trasladó su embajada en Israel a Jerusalén: una mojada de oreja a los palestinos y a parte del mundo árabe, una bravuconada que preanuncia, más temprano que tarde, un recrudecimiento de la violencia en la zona. Con respecto a Siria, terminó reculando en ojotas. No sabemos si esto lo ha hecho por voluntad propia, o la flamante irrupción de Rusia en el conflicto, sumado a la fanfarronada de Putin al afirmar que tenía las suficientes armas como para garantizar la paz en el mundo, ha equilibrado el tablero le guste o no a Trump. Por otro lado, con respecto a la situación en la península coreana, encontró su entrada a la autopista entre los exabruptos de Trump y un trabajo de ingeniería diplomática por debajo, más los buenos oficios de China y la propia voluntad de los coreanos. Todo indica que una cumbre entre Kim Jong-un y Trump está cercana.

La relación con Europa parece estabilizarse una vez lograda la reelección de Merkel y el mantenimiento del Status Quo tras las elecciones en Italia. Si bien el encuentro del año pasado entre la jefa de Europa y el presidente-magnate hizo sonar algunas alarmas, la sangre no llegó al río. Trump le exigió a Alemania una mayor colaboración económica argumentando que invertía mucho en la protección de los países miembros de la OTAN -lo que los erige en gendarmes del orbe- y cacareando sobre el déficit comercial que Estados Unidos tenía con respecto a Alemania. A pesar de la fea foto del final de aquel encuentro en el que Trump pareció desairar a Merkel, que le pedía sottovoce que se dieran la mano para la prensa, la sociedad aún es firme, sobre todo mientras existan “monstruos” fuera del castillo; y cuando no haya monstruos, los inventarán. El civilizado europeo parece ir aceptando al cowboy espamentoso. A pesar de la clásica postura económica norteamericana en tiempos de crisis -neoliberalismo hacia afuera y proteccionismo hacia dentro- las relaciones con el mundo en la era Trump continúan, y podrán ser criticadas o alabadas, pero sí se puede afirmar que son lo más aproximadas a lo que Trump ordena a sus empleados de la Casa Blanca. Ahora la pregunta es la siguiente: si Tillerson seguía al pie de la letra sus dictados, ¿por qué lo reemplazaría? Y si Trump hace lo que quiere, ¿por qué no lo reemplazó por su yerno, Jared Kuschner, quien, hasta ahora, según las malas lenguas, fungía como canciller en ciertas partes del mundo como Arabia Saudita, Israel o China?

Uno puede imaginar que Trump se maneja a su arbitrio, pero lo cierto es que no es así, y ha ido aprendiendo que es necesario hacer política de Estado en lugar de la mucho más sencilla política empresarial. Eso quiere decir que podía caerle muy mal Tillerson a pesar de su dedicación y eficiencia de Ceo, pero que no es removido por un capricho presidencial. Muchos diarios afirman ahora que era una crónica de una salida anunciada, pero más allá de que lo haya sido o no, lo que debemos analizar para saber hacia dónde va la política exterior norteamericana es ver por quién lo ha reemplazado; ante la fagocitación de Rex consumada, deberíamos discernir cual es el objetivo del cambio que efectúa en los vestuarios. Imagínense que si el hombre de un apodo tan ominoso como T-Rex (Tyranosaurus rex), es sustituido por Mike Pompeo, un ultra derechista del Tea Party del cada vez más derechoso Partido Republicano y hasta ahora jefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), lo que viene no es justamente una política de “Buen vecino”.

Una vez hecha las preguntas, las primeras respuestas ensayadas dan pánico. Si saca a un tiranosaurio del mundo del establishment económico para poner al súper agente 86 y su pandilla, todo indica que estamos ante una Armada Brancaleone paranoica y desquiciada. Por otro lado, no hay que olvidar que las medidas proteccionistas al acero y al aluminio también son un guiño comercial al complejo militar-industrial norteamericano.  La operación es sencilla: Paranoia + Complejo Militar-Industrial = Más guerras .

Para trazar un perfil sucinto del jefe de los espías, podemos comenzar con sus declaraciones de agosto del año pasado con respecto a la situación en América Latina: “Hay una serie de cosas que uno no debería categorizar como de segunda categoría, aunque no estén en las noticias todos los días. Ciertamente, los riesgos políticos en Sudamérica son una de ellas”. Si a ello le sumamos que es quien le ha susurrado al oído a Trump el libreto acerca de la realidad política de Venezuela, y que se ha referido a la posibilidad de una intervención armada en dicho país, podemos concluir que las sanciones, el bloqueo comercial y el hostigamiento al pueblo venezolano (no hostigan a Maduro, sino al pueblo venezolano) a través de la injerencia directa e indirecta comenzaran a incrementarse. Para dar una muestra del nivel de paranoia y falsedad de este hombre al referirse a la actualidad venezolana transcribo lo siguiente: “Venezuela podría convertirse en un riesgo para Estados Unidos […] Los cubanos están ahí; los rusos están ahí, los iraníes, Hezbolá están ahí. Esto tiene el riesgo de llegar a un lugar muy malo, por lo que Estados Unidos debe tomarlo muy seriamente”.

En el mundo de la hipercomunicación y las criptomonedas, quien viene a seguir con la tarea de Tillerson es, nada más ni nada menos, que un curioso que se halla a la derecha del Tea Party y que ha pegado la vuelta al abanico político convirtiéndose en un reloj anfetamínico en busca de expansión. Parece que a Estados Unidos se le han diluido las veleidades de un mundo globalizado para sustituirlas por las pesadillas de un Estado Mundial Policial. El control ya no es necesario hacerlo sobre países (bueno, sobre algunos aún sí), sino sobre la política interna de los mismos. Generar una doctrina mundial en seguridad es el paso siguiente para reencausar sus anhelos de potencia hegemónica única. Quizás, vaya a saberlo, mientras Rusia y China perfeccionaron su arsenal militar, EEUU mejoró su sistema de espionaje, y si manejas a quien aprieta el botón, qué te importa quien tiene el botón más grande.

* Por Adrian Dubinsky para la Agencia Paco Urondo

Palabras claves: Estados Unidos, Mike Pompeo

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