¿Con qué sueñan los antiaborto?
De la fortaleza de los feminismos como fuerza opositora a la paranoia oficial, de los argumentos de los antiderecho que hurgan en una concepción religiosa de la vida a aquellos que se preocupan por la «seguridad demográfica», un repaso por la nube de sentidos que arrastra el debate por la legalización del aborto.
Por Agustina Paz Frontera para Latfem
Los debates avivados por el acontecimiento público de trascendencia histórica —la discusión en la Cámara de diputados de los proyectos de legalización y despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo—, desbordaron los diques de contención de las especialidades. A plena luz del día, en una esquina ignota, puede haber dos cualquieras preguntándose cuándo empieza la vida y qué cosa es una persona. El Presidente mismo alude a la vida como fundamento ulterior de toda política y nos deja preguntando de qué habla.
Ponerse a filosofar o echar mano a argumentos de la ciencia médica cuando de lo que se trata es de convertir en ley la salvaguarda de un derecho humano parece la jugada desesperada de quien ve tambalear su centralidad y privilegio; aquel que descubre que el mundo que habitó toda la vida estaba hecho de porciones de verdad que empiezan a parecerse a la mentira, busca maneras más o menos delicadas de defenderlo de la amenaza.
Ser una amenaza hermana la lucha feminista, que hoy tiene como gema el reclamo por la legalización del aborto, con otros sistemas de pensamiento y de práctica que también son amenaza para los mismos grupos. A esos grupos las activistas los llamamos anti-derechos, ellos se llaman a sí mismos pro-vida. En este contexto, los feminismos aparecen ligados a otros espacios de resistencia al modelo macholiberal y aunque existen instancias de transversalidad y unidad, en muchas ocasiones la ligazón aparece instalada como sospecha por los medios de construcción de sentido del oficialismo. En las redes circulan varios memes que hacen alusión a esa sospecha paranoica de que al fin y al cabo todxs somos lo mismo: kirchneristas, mapuches, troskos, anarkos, gays, feminazis, docentes y drogadictos aborteros con capucha.
¿Por qué la exigencia de aborto legal es una amenaza? Una de las novedades que trae el proyecto de la Campaña respecto a la legislación vigente en Argentina desde 1921 es que sólo con el consentimiento de la persona gestante el Estado debe garantizar la interrupción del proceso sin que sea necesario que la persona explique sus motivos.
Así lo señaló en la plenaria de comisiones Natalia Gherardi (ELA), en su intervención del jueves 12 de abril: “Lo que debe debatir el Congreso es la eliminación de la actual necesidad de explicitar las razones para solicitar la interrupción, bajo amenaza de sanción penal. Las mujeres siempre tenemos motivos para abortar, la pregunta es si los tenemos que dar”.
Más allá de que los motivos sean indiferentes a la ley, hay una racionalidad por debajo de la elección que resulta bien clara a los ojos de las feministas y bien demonizada por parte de los anti-derechos. Se trata de la búsqueda del buen vivir. De alguna manera quien decide abortar lo que pone en primer lugar es su deseo de vivir una vida digna de ser vivida, tanto para sí como para terceros, incluido el proyecto de persona que es el embrión. Quien aborta defiende la libertad de decidir qué hacer con la vida y reconoce que la gestación y la maternidad o la paternidad requieren de ciertas disposiciones que no está en condiciones de prestar.
El terreno al que los anti-derechos llevan la discusión nos pone en la necesidad de discutir qué es una vida, qué no, cuándo comienza un sujeto, desde cuándo el sujeto tiene derechos y qué jerarquía tienen los mismos. La diferencia radical entre anti-derechos y quienes defendemos el derecho a abortar quizás radique en la distinción entre una vida desnuda, simple biología y una vida social, nombrada, histórica. En un sentido similar, el sociólogo francés Luc Boltanski diferencia, respectivamente, entre los “seres por la carne” y los “seres por la palabra”, estos últimos adquieren una condición humana plena en la medida en que son confirmados por la adopción que realiza la madre en el embarazo. Es la persona gestante la que mediante una decisión libre singulariza a esa vida, a través de la palabra y el nombre propio.
La alusión al valor de la vida como fundamento para negar el derecho al aborto desconoce la mortalidad materna (3035 personas gestantes murieron en la Argentina por abortos desde el retorno de la democracia), la vida que carga con el saco de células. Es por esas vidas que la escritora Claudia Piñeiro, a favor de la legalización, en su intervención del jueves 12 de abril, luego de agradecer a Macri haber dado la posibilidad de debate, le dijo: “No diga que está por la vida, porque yo también estoy por la vida”.
Piñeiro forma parte de un colectivo de escritoras formado a instancias del debate en torno al aborto, que entregará una carta solicitando a diputadas y diputados que voten el proyecto de ley presentado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y que ya ha recogido un centenar de firmas. Con la misma modalidad operatoria se agruparon las actrices, quienes enviaron representantes al debate en plenaria de Comisiones: Verónica Llinás, Griselda Siciliani y Carla Peterson. Se habían agrupado por rama productiva ya las artistas y las cineastas y la semana que viene harán una lectura las poetas y una carta las arquitectas y lxs docentes, siempre con la intención de expresarse en el marco de las vindicaciones feministas. Las comunicadoras, periodistas, fotógrafas y trabajadoras de prensa en general, se agruparon desde la articulación NosParamos también para construir una foto colectiva y dar cuenta así de la transversalidad del pedido de legalización. Esta adhesión implica una novedad porque se trata de un apoyo de la sociedad civil por fuera de los marcos institucionales y las identidades políticas duras.
Con las manifestaciones de los 3 de junio (Ni Una Menos) y los paros de los últimos 8 de marzo, el movimiento feminista ha demostrado un marcado sesgo opositor al neoliberalismo representado en la esfera local por el gobierno de la Alianza Cambiemos. El día del Paro Internacional dos ejes atravesaron las consignas: el rechazo al ajuste y la exigencia de aborto legal. Es de esperar que hoy, por una alquimia nada compleja, inclinarse por una de las dos consignas implique inclinarse también por la otra.
Así las cosas, aquellas y aquellos que en las esquinas discuten acerca de la vida y concluyen que el aborto debe legalizarse y aquellas y aquellos que proclaman por la legalización en la plenaria de comisiones de los días martes y jueves, constituyen una amenaza a ese viejo orden de cosas que, decíamos, siente crujir sus cimientos.
Estamos en un procesos de cambios. Pero encontramos líneas de continuidad. Lo que resulta una constante es la capitalización por parte del movimiento feminista de las conflictividades políticas. El feminismo hoy tracciona más activismo que ninguna otra fuerza. El aborto, el pañuelo verde, las apariciones mediáticas de feministas de reconocimiento popular y masivo han despertado tal nivel de adhesión que las calles se llenan de jóvenes con cada convocatoria feminista y, tan es así, que pocas y pocos parecen ser los que se excusan en no quedar pegados a la oposición al macrismo por adscribir al ideario feminista.
“No se nace feminista”, es una consigna que se ha hecho remera. “No se nace y punto”, dicen algunxs. Un chiste cuenta que va una señora llevando un carrito con un bebé adentro, alguien se le acerca en el supermercado y le pregunta: “¿Qué es? ¿Nena o nene?”. Entonces la que empuja el carrito responde: “No sé, todavía no habla”. Lo que el feminismo que descree de las determinaciones biológicas y la señora del chiste intentan decir es que el corte ontológico se da cuando se ingresa al mundo del sentido y para eso es necesario que alguien te señale como alguien. No hay persona antes del contacto afectivo con otrx: “Lo que humaniza al embrión es el deseo materno que anhela que ese embrión sea un hijo. No simplemente un organismo vivo sino una persona que cuidará y amará”, señaló Martha I. Rosenberg, una de las fundadoras de la Campaña, cuando expuso sus argumentos a favor de la despenalización y legalización del aborto en el Congreso de la Nación.
Una pintada callejera en el centro porteño dice “Mauricio Macri la pija que te escupió”. La frase es una reelaboración del hit del verano, que primero fue tomada por las feministas pro trabajo sexual y reconvertida en “Mauricio Macri la yuta que te parió” y ahora aparece asignando la responsabilidad de la existencia de Mauricio Macri al contenido de los genitales de su padre. “La Argentina llena de metáforas gestacionales”, dijo el escritor Alejandro Modarelli al respecto. En la pintada seminal continúa apareciendo una matriz de determinismo biológico de la identidad, continúa siendo asignada a los genes y a la concepción la posibilidad de vivir como persona de tal o cual manera, sólo que la pintada pasa ahora la responsabilidad del otro lado del binomio.
En “La gorra no se hereda”, el especial de El Cohete a la Luna sobre hijas e hijos de genocidas, hacíamos también referencia al problema de la filiación identitaria mediante la gestación. En muchas de las entrevistadas aparecía la idea de desafiliarse de los padres —incluso hay quienes lo hicieron legalmente—, de que no hay correspondencia entre la vida que llevaban sus padres genocidas y la vida que ellas y ellos eligen. En resumidas cuentas, que la identidad no es definida por la biología, sino que es un proceso siempre incompleto de autopercepciones, relevos, nombres, etc.
¿Qué tendrá que ver? Tiene que ver con lo que se entiende por vida y lo que se entiende por persona. Para los anti-derechos, un cúmulo de células embrionarias ya es un hijo, un “bebito”, para ellos ese saco siempre debería tener un nombre propio.
La legalización del aborto implica que el Estado a través de los médicos de prestación pública o privada garantice el derecho de las personas gestantes a decidir qué hacer con su vida, con su cuerpo y con la vida en latencia que cargan en sus úteros. El proyecto de ley presentado por la Campaña implica también despenalizar el aborto, es decir que toda aquella o aquel que se haga un aborto o lo practique no podrá ser criminalizado.
El diputado del PRO Daniel Lipovetzky, como presidente de la Comisión de Legislación General, la comisión cabecera de las cuatro que deben dar dictamen para que la propuesta llegue al recinto, es el maestro de ceremonia de los debates de los martes y jueves. Ante la prensa, Lipovetzky dijo: “Lo que hay que preguntar a los ciudadanos es si están de acuerdo con que una mujer vaya presa por interrumpir un embarazo. Y estoy convencido de que la mayoría dirá que no. Entonces hay que cambiar la ley”. Esta declaración de Lipovetzky nos da una pista acerca de la posición de mínima del macrismo: van por la despenalización. En el mismo sentido, casualmente, el canal TN ha segmentado las noticias con la volanta Despenalización del aborto, como puede verse en el graph utilizado en la entrevista a Lucila Szwarc, de la Campaña. La despenalización implica que el Estado no criminaliza a quienes abortan pero no garantiza que los abortos se realicen de manera segura y gratuita.
Otro paraguas que la derecha antiderechos ha comenzado a abrir es la objeción de conciencia. El proyecto de ley de objeción de conciencia fue enviado por el Gobierno a la Cámara de Diputados en junio pasado y estipula que “toda persona tiene derecho a invocar un deber religioso relevante o una convicción religiosa o moral sustancial como razón para negarse a cumplir una obligación jurídica”. También las personas jurídicas podrán alegar la “objeción institucional o de ideario”. Según dice el diario La Nación, “de hecho, muchos legisladores a favor de la despenalización del aborto proponen incorporar, en el texto, un capítulo sobre la objeción de conciencia. Uno de ellos, Sergio Wisky (Cambiemos), propone en su proyecto que el profesional de la salud pueda ejercer este derecho ‘siempre y cuando no se traduzca en dilación, retardo o impedimento para el acceso a esta práctica médica’”.
Un universo de sentido que comenzó a circular en los debates de esquina que son casi los mismos que los debates del prime time de la TV tiene que ver con la idea de nación/desierto y la familia como sustento de la identidad nacional. Hay un sentido común que asocia la grandeza de la patria con la cantidad de habitantes y con la prevalencia de la familia nuclear tradicional como garantía de “valores”. “En Argentina se estima que se realizan entre 400.000 y 500.000 abortos al año”, explicó en su intervención el médico, que realiza abortos, Mario Sebastiani. Hay quienes deslizan que sin esos 500.000 abortos anuales la Argentina tendría la Patagonia poblada y que no haría falta la mano de obra migrante para los trabajos esclavizantes. El doctor Oscar Botta, médico y Director Ejecutivo de PROFAMILIA, subrayó en su intervención del 10 de abril los motivos demográficos de su oposición a la legalización del aborto y expuso que “el aborto criminal atenta contra nuestra seguridad demográfica”, que “si la familia es la base de la sociedad, el vínculo conyugal debe ser protegido, no atacado con estas leyes” y para concluir, como si fuera poco, que “el aborto constituye una desaparición forzada de personas”.
El debate continuará hasta mediados de junio, cuando la esquina quede en manos del universo de sentidos del mundial de fútbol y el prime time siga hurgando en las cuentas kirchneristas, contando pibas muertas como si fuera la lotería nacional y hablando de lo lindas y rapiditas que son las parejas de los futbolistas.
*Por Agustina Paz Frontera para Latfem