Coreografía final
Desde las 16:45 la Selección Argentina juega ante Brasil en busca de otro batacazo continental. En los pies de Sole Jaimes está la ilusión. En sus pies, en su metro ochenta, en su experiencia brasileña. Ante otra final, Maia Slipczuk imagina -con admiración indisimulable- como sería marcar a la letal delantera entrerriana en una coreografía de final inalterable.
Por Maia Slipczuk para La tinta
Me gustaría hacerte marca personal, encontrarte en la cancha interminable de fútbol once, jugar pegada, molestarte. Me gustaría tenerte bien cerca y escucharte con la camiseta de la Selección Argentina puteando en portuñol. Intentar seguirte el ritmo cuando despegues corriendo, como lo hacías a Buenos Aires cuando tenías quince y dejaste familia, casa y vida entre ríos para probarte en los clubes grandes. Te esperaría a un brazo de distancia y mientras pedís la pelota de espaldas al arco estudiaría tus movimientos rápidos, picantes, de años de potrero jugando descalza. Me gustaría que amagues, gires, busques la pared, quedar de garpe, sentirme chiquita al lado de tu metro ochenta, de tus piernas larguísimas. Pensaría que vos también te sentiste chiquita cuando agotaste la guía telefónica buscando que Boca te conceda una prueba, y eso me daría envión para volver a buscarte.
Gritaría que me releven, cortaría en diagonal y te encontraría de frente, ahora sin pelota, pidiendo que vuelva el pase. Me plantaría. Aún sabiendo que la pelota te va a encontrar y que si la cuidás poniendo el cuerpo me dejás sin opciones. Me plantaría en frente tuyo y te miraría. Morena la cara, los ojos, el pelo. Me detendría a apreciar tu expresión concentrada, la seguridad de haber llegado a este partido habiendo ganado cientos en el Santos, el cansancio de dos días viajando desde China, los brazos en alto pidiendo que te miren.
– ¡Aqui, mirá!
Y Banini, que llegaría desde el mediocampo limpiando a mis compañeras, te vería como te vieron Boca, la selección sub-20 y los clubes de Brasil.
– ¡Aqui, sola!
Reanudaría la jugada, y seguiría la coreografía de final inalterable. Me ganarías en velocidad y vería desde atrás el nueve negro sobre la camiseta albiceleste y tu definición despacito y por abajo. O el sombrero a la arquera desde afuera del área. O el derechazo que haría temblar el travesaño. La trayectoria de la pelota no sería lo importante, porque de todas maneras te alejarías corriendo, con las dos manos detrás de las orejas mientras el relator grita que fue gol. Golazo de Sole Jaimes. Las jugadoras te rodearían para felicitarte, y yo miraría para otro lado sin saber cómo decirle a mi equipo que quisiera estar ahí abrazándote.
*Por Maia Slipczuk para La tinta / Taller de escritura y lectura sobre fútbol “La música de los domingos”