Crónica de una intervención entre empujones, insultos y portazos
Barrionuevo llegó a la sede del PJ en un clima de mucha tensión y rodeada por la policía, mientras Gioja permanecía dentro del edificio. Las sospechas de la dirigencia peronista y el rol del sindicalista cercano al gobierno.
Por Martín Piqué para Tiempo Argentino
El debate interno que vive el peronismo ingresó este martes en una fase de convulsión lisa y llana. La intervención judicial ordenada por la jueza federal en lo electoral María Servini de Cubría desencadenó una jornada llena de nerviosismo, empujones y acusaciones cruzadas. El titular nacional del PJ, el sanjuanino José Luis Gioja, decidió resistir el ingreso del interventor designado, el gremialista Luis Barrionuevo. Gioja permaneció acuartelado durante largas horas en sus oficinas. Así pudo mantener el control de la histórica sede partidaria de Matheu 130, barrio porteño de Once. Esto era clave para la determinación que se tomó entrada ya la tarde, que consistió en apelar la orden judicial y convocar al local central del PJ a una sesión extraordinaria del consejo nacional del justicialismo.
Un momento de extrema tensión se vivió a las 20:45, cuando Gioja intentó retirarse del edificio de Matheu. En la puerta lo esperaba una guardia nutrida de periodistas. El sanjuanino empezó a contar cómo seguiría el conflicto cuando los efectivos de Infantería de la PFA impidieron -de modo bastante violento- la continuidad de una suerte de rueda de prensa informal. Cuando la cuestión se tranquilizó, Gioja retomó el diálogo con la prensa: allí informó que a primera hora del miércoles los abogados del PJ presentarián una apelación ante el propio juzgado electoral de Servini. El diputado y titular del PJ contó que tras dialogar con los medios regresaría al local de la calle Matheu para trabajar en la apelación pero que no permanecería allí “toda la noche”, como llegó a circular en un momento.
La noticia de la intervención del PJ causó un fuerte impacto en toda la dirigencia del peronismo. La primera reacción de muchos, digerida ya la sorpresa inicial, fue atribuirle a la Casa Rosada la autoría intelectual de la decisión de Servini. “Así como en Brasil quieren proscribir a Lula, en Argentina quieren sacar al PJ de la cancha, justo cuando está avanzando el proceso de unidad”, fueron las palabras que citaron, de modo casi calcado, dirigentes de matices diversos pero que comparten el sesgo opositor al macrismo.
El mapa actual del peronismo, se sabe, lo muestra tensionado entre dos polos que se diferencian por el tipo de relación con el gobierno de Macri. Una rama quiere fortalecer la impronta opositora y articular desde allí una alternativa electoral que pueda ganarle a Cambiemos. El otro sector advierte que el PJ debe contribuir a la gobernabilidad y, para eso, sugiere excluir al kirchnerismo.
La primera sospecha –que circuló como un eco generalizado- fue adjudicar a Cambiemos la iniciativa de la intervención. Se tomó la noticia como parte de una estrategia para ‘embarrar’ al peronismo ante la opinión pública. Sobre todo en un contexto en el que el oficialismo muestra una declinación en las encuestas, en especial a partir del tarifazo. “Cambiemos sabe que el año próximo no podrá superar, como mucho, el 43% de los votos. Por eso necesita dividir al peronismo, para sacarle 10% de diferencia al segundo”, analizó en diálogo Tiempo un miembro del organigrama partidario.
Pero la acusación a la Casa Rosada no fue la única interpretación de una jornada difícil. Muchos dirigentes pusieron el foco sobre el vínculo matrimonial que une a Barrionuevo con la diputada Graciela Camaño, operadora clave de Sergio Massa en la Cámara Baja. El viernes pasado, en Gualeguaychú, un grupo de legisladores encabezados por el senador Miguel Pichetto anunció el lanzamiento de un nuevo polo peronista. Allí estuvieron Camaño, jefa del bloque del Frente Renovador, y sus pares José Ignacio De Mendiguren, Daniel Arroyo y Marco Lavagna. Por el randazzismo asistió Florencia Casamiquela.
El ingreso a escena de Barrionuevo
Otra de las escenas tensas de la jornada se produjo cuando Barrionuevo llegó a la puerta del búnker partidario. Escoltado y a los empujones, el secretario general de Gastronómicos apareció en la sede del PJ junto a un grupo numeroso de miembros de su sindicato. “No venimos a enfrentarnos con nadie, pero el interventor soy yo y asumo la responsabilidad”, declaró en la puerta.
Sus seguidores –que eran alrededor de 50- cantaron la marcha peronista y se fueron por orden del propio Barrionuevo, mientras José Luis Gioja seguía adentro del edificio. El sanjuanino mandó a avisar que sólo el líder gastronómico tenía permitida la entrada. Se reunieron y quince minutos después Barrionuevo estaba otra vez en la vereda.
“Estado de acefalía”, repitió cuando le preguntaron cuál era la situación del partido. Sin embargo, el propio Gioja aseguraba que él, como presidente, tiene cinco días de plazo para impugnar la decisión de la Justicia y que seguía siendo la máxima autoridad nacional. Enseguida trascendió que Gioja apelariá la intervención ordenada por Servini ante el juzgado de la propia magistrada.
Alegando su condición de titular del PJ nacional, el diputado y ex gobernador de San Juan resolvió no abandonar la sede de Matheu 130. A partir de la tarde, luego de que Barrionuevo anunciara desde los medios que estaba yendo hacia el local central del peronismo junto a una escribana, un grupo de militantes sub 35 se presentó en la sede partidaria. Querían apoyar a Gioja y evitar que el barrionuevismo tomara por la fuerza el edificio.
Eran Nicolás Rodríguez Saá, sobrino de Alberto y Adolfo, ex director de la Casa de la provincia de San Luis en Buenos Aires; Juan Manuel Valdés, de la agrupación Reconquista, y Joaquín Ribera, de La Simón Bolívar, entre otros. La idea era acompañar a Gioja en el trance difícil. El acompañamiento creció con la llegada de Gustavo Menéndez, intendente de Merlo y titular del PJ bonaerense; Leo Nardini, jefe comunal de Malvinas Argentinas; la diputada Cristina Álvarez Rodríguez y su par mendocino Guillermo Carmona, entre otras personalidades.
*Por Martín Piqué para Tiempo Argentino.