Los trabajos de base barrial en el contexto de la dictadura

Los trabajos de base barrial en el contexto de la dictadura
23 marzo, 2018 por Redacción La tinta

Conocer historia es imprescindible para quienes quieren protagonizar cambios profundos. Quienes hemos tenido el privilegio de conocer algunas revoluciones podemos advertir que el conocimiento previo de los revolucionarios nunca fue completo. Algunos andaban flojitos en cuestiones de política internacional, otros en cuestiones de género, no faltaron tampoco los que hubieran sacado notas muy bajas en economía, o en cuestiones de la valoración de la Naturaleza, pero en todas las revoluciones que conocí, los hombres y las mujeres que las lideraron, tenían un conocimiento riguroso de la historia nacional y de su continente. En otras palabras, los analfabetos en historia no hacen revoluciones.

Por Guillermo Cieza para Marcha

Sobre el valor de la historia

Conocer la historia ayuda entre otras cosas a poder encontrar hilos de continuidades con fenómenos y categorías políticas que aparecen como surgidas de un repollo. Pongo un ejemplo para explicar lo anterior. En 1994 la extraordinaria irrupción del movimiento zapatista pone en agenda en el pensamiento político y académico el concepto de “prefiguración”. Esto significa empezar a poner en practica aquí y ahora los valores y la formas de relación entre nosotros y nosotras de la nueva sociedad que estamos proponiendo. La prefiguración propone una relación entre la práctica cotidiana, el presente y la nueva sociedad, el futuro.

En realidad el gran mérito del zapatismo fue sacar de los sótanos de la historia algunas ideas, darle un mayor desarrollo a su sustento teórico y una carnadura social. Sin apelar a ese nombre las prácticas y la idea de prefiguración la podemos encontrar en la tradición cristiana, muchos siglos antes, en comunidades que se proponían crear el Reino de Dios en la Tierra. Esta idea fue recuperada por la Teología de la Liberación en los años 60. También la podemos encontrar en el pensamiento anarquista, de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Y podemos reconocerla en el pensamiento del Che, cuando se propone crear hombres y mujeres nuevos en el camino de hacer revoluciones. Esta idea y práctica de prefiguración va a estar presente en los asentamientos territoriales desarrollados en nuestro país durante la última dictadura que hoy es uno de los temas que vamos a abordar.

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Lo que habíamos aprendido en la resistencia

Desde principios de siglo, cuando se instalaron las primeras fábricas y se organizaron los primeros sindicatos, el eje de la resistencia popular fue sindical. En escenarios diferentes, fueron asalariados organizados en Sindicatos los que resistieron en la Forestal, la Patagonia o la Semana Trágica en Buenos Aires. Fueron trabajadores organizados desde lo sindical los que protagonizaron el 17 de octubre del 45, la resistencia peronista y el Cordobazo. Fueron los trabajadores los que organizaron las interfabriles y protagonizaron la resistencia a los planes de ajuste durante el gobierno de Isabel Perón, el pico de luchas obreras más importante de nuestra historia.


Todo ese acumulado de experiencia estaba presente no solo en dirigentes u organizaciones políticas, sino en el activismo de base de una de las clases obreras más combativas del mundo. Por eso concluimos que, cuando llegó la dictadura, si algo sabíamos como pueblo era resistir desde las fábricas.


Y todos esos saberes se expresaron en los primeros años de la dictadura. Ha sido poco estudiado, pero en todo el período 76-79, con dictadura, con sindicatos ilegalizados, con miles de activistas asesinados, o detenidos, se mantuvo la conflictividad sindical. Esas luchas mas subterráneas, menos abiertas, que apelaban a métodos que permitían enmascarar los conflictos y proteger a sus dirigentes, fueron persistentes, alcanzando un nuevo pico de conflictividad en 1979, donde la referencia fue la lucha de los trabajadores de Peugeot, cuya planta estaba ubicada en ruta 2, cerca de la rotonda de Alpargatas.

La caída de esas luchas, que se organizaban fábrica por fábrica, se produjo porque a la situación represiva se agregaron los efectos de la política de desindustrialización que impulsó la dictadura. Hubo cierres de miles de empresas y achicamiento de las plantillas en las empresas que quedaron abiertas. Ese fue un proceso que afectó cuantitativa y cualitativamente a los trabajadores. Porque cuando en una fábrica donde trabajaban 600 operarios quedaron 300, no solo hubo menos trabajo y más desocupados, también quedaron los 300 trabajadores que menos defendían sus derechos. Hubo un proceso de selección de los trabajadores. Primero echaron al delegado combativo, después al activista, y después al trabajador que simplemente manifestaba su disconformidad porque se le reducían salarios o les cambiaban las condiciones de trabajo.

En otro terreno de lucha que nuestro pueblo tenía alguna experiencia era en el ejercicio de la violencia política. Esta acumulación de saberes tenía antecedentes más remotos y nos retrotraían a las luchas de independencia y a las innumerables hechos de resistencia armada con que se trató de combatir a la organización del Estado Nacional, con una perspectiva porteñista, subordinada a los grandes intereses de comerciantes, prestamistas y terratenientes y dependiente del imperio británico. Se había prolongado el ejercicio de la acción directa por parte de los trabajadores anarquistas, después con la resistencia peronista y finalmente con quienes no solo se propusieron realizar acciones armadas, sino organizarlas, darle una estructura permanente, con perspectiva de ejércitos populares.

Concluyo también, que al llegar la dictadura nuestro pueblo algo sabía del ejercicio de la violencia política, pero con las organizaciones armadas desmanteladas y todo el poder represivo del Ejército, La Marina y la Aviación actuando en la calles, no había posibilidad alguna de dar batalla.

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La experiencia territorial no había estado ausente en la historia de la resistencia de nuestro pueblo, pero me animo a proponer que ese era el lugar donde había menos experiencia acumulada. Es posible que me falte información, pero lo que sí conocí bastante bien que fueron las experiencias territoriales de La Plata, Berisso y Ensenada, se caracterizaron por ser prácticas incipientes y muy centradas en la agitación. En la zona a partir del 22 de agosto de 1972, la Masacre de Trelew, se generó una enorme movilización estudiantil, que combinada con los efectos políticos de un eventual regreso de Perón, provocaron que miles de estudiantes se volcaron a los barrios, produciéndose un explosivo crecimiento de organizaciones territoriales. Pero ese periodo de auge duró menos de un año, hasta la masacre de Ezeiza (20 de junio de 1973) y después fue replegándose, al perder puntos de apoyo en el gobierno, y por el terror que creaban los crímenes de la Triple A.

Concluyo entonces que al empezar la dictadura, era muy poco lo que sabíamos de organización territorial, de trabajo de base en los barrios populares, y en una situación que nos había cambiado la cancha, ese terminó siendo el escenario más favorable para intentar la resistencia.

Iglesia y dictadura

Debajo de la gran sotana de “La Iglesia católica” han vivido durante siglos distintas interpretaciones y líneas de acción evangélica y pastoral. En la década del 60 los vientos de cambio que agitaban al mundo impactaron en la Iglesia y permitieron la llegada de Juan XXIII, y su pensamiento renovador, que se expresó con mucha fuerza en el Concilio II. El viraje progresista promovido desde el Vaticano generó nuevos alineamientos en nuestro país.

Intentando una caracterización de trazo grueso podemos identificar en la década del 70 tres grandes corrientes:

-Una línea religiosa que podemos caracterizar como tradicionalista, que se oponía a la políticas reformistas impulsadas por el Concilio II y que era totalmente funcional a la dominación de los poderosos y del capitalismo. Ubico en esta línea a grupos ideologizados como el Opus Dei, o los de Tradición Familia y Propiedad, pero también a algunos obispos, curas y monjas que sin mucha precisión ideológica pensaban a la iglesia como una institución perfecta, que no precisaba hacer ninguna reforma, y frente al hecho de que su institución se veía sacudida por los cambios en el mundo y en el país, empezaron a aferrarse cada vez más a su relación con las fuerzas armadas, a quienes veían como reserva moral de los valores occidentales y cristianos. Este camino facilitó que en el vicariato castrense hiciera pie una secta integrista católica francesa llamada Cite Catholique, vinculada los crímenes en la guerra de Argelia.

-Una línea religiosa que podemos caracterizar como conservadora, que no se oponía frontalmente a los cambios impulsados desde el Vaticano, pero trataba de demorarlos y administrarlos tratando de preservar el control de las jerarquías. Dentro de esta línea que era mayoritaria en la Iglesia Argentina, y donde había plenos acuerdos en temas como la defensa del celibato, la oposición al divorcio y el repudio a la homosexualidad, existían diferencias. Mientras algunos consideraban que podían seguir haciendo su trabajo pastoral ejerciendo una fuerte influencia política e ideológica en las clases propietarias y los dirigentes políticos de turno, otros manifestaban que los cambios en el mundo obligaban a centrar la preocupación en los agentes de esos cambios, que eran los humildes. A estos se los debía incluir, asistir y educar en el marco de un proyecto de capitalismo humanizado asentado en la Doctrina Social de la Iglesia. Desde esas perspectivas diferentes, unos median sus logros por la cantidad de ricos y funcionarios de gobierno que concurrían a sus misas, visitaban sus confesionarios y contribuían a sus colectas. Otros valoraban a los barrios populares como un campo de batalla donde disputar con las sectas evangélicas asociadas al capitalismo salvaje y con la subversión marxista asociada a la Teología de la liberación.

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-Por último la línea religiosa que apoyaba entusiastamente las reformas conciliares, que incluía expresiones muy avanzadas como las de la Teología de liberación, con mucha influencia de religiosos brasileños como Helder Cámara, arzobispo de Recife, Presidente del Consejo de Nacional de Obispos de Brasil y de la Conferencia Episcopal Latinoamericana. Esta línea planteaba que no se trataba solamente de asistir a los pobres y garantizarles que les llegaran los sacramentos, sino que se trataba de problematizar la pobreza y el sistema que la generaba; promovían la organización comunitaria para empezar a crear el reino de Dios en la Tierra. En nuestro país el grupo de sacerdotes afines a las ideas de la teología de la liberación se expresaron en 1967, con la adhesión a un documento de 18 obispos brasileños, enviado por Helder Cámara, que fue recibido por el obispo de Goya Alberto Devoto, y que empezó a ser trabajado con el cura Miguel Ramondetti y otros sacerdotes para  terminar siendo firmado por 270 religiosos.

En los años 70  los “tradicionalistas” que venían de bendecir a la dictadura de Onganía, desconfiaron de Perón, si bien lo apoyaron su enfrentamiento con la izquierda. Jugaron sus mejores cartas tratando de estrechar lazos con las fuerzas armadas apoyándose en los servicios de los Vicarios Castrenses Tortolo y Bonamin.

Los “conservadores”, cuya principal figura era el arzobispo de Córdoba, Raúl Primatesta, acompañaron la gestión del gobierno peronista, pero progresivamente fueron acercándose a los tradicionalistas y a sus vínculos militares. El sector conservador más preocupado por la disputa de los barrios populares estrechó sus vínculos con una organización de la derecha peronista denominada Guardia de Hierro (1) que se presentaba como Guardianes de la Fe peronista (ni yanquis, ni marxistas) y habían convertido en biblia política al texto La Comunidad Organizada, un texto firmado por Perón, pero presuntamente escrito por Oscar Ivanisevich, un hombre de ideas derechistas, que dejó un penoso recuerdo como Ministro de Educación. Ese grupo mantuvo una estrecha relación con el gobierno de Isabel Perón, que entre otros favores le entregó la conducción de la Universidad de El Salvador. En ese grupo figuraban el obispo de Avellaneda, Quarracino, y el Provincial de los Jesuitas, Jorge Bergoglio.

Finalmente quienes apoyaban las reformas conciliares crecieron en influencia, incorporando a su corriente a algunos de los nuevos obispos promovidos por el Vaticano. Pero además en el seno de esa corriente se dio el fenómeno de que algunos sacerdotes se ligaron a organizaciones revolucionarias y al desarrollo de organizaciones territoriales. Ejemplifica este proceso la Revista Cristianismo y Revolución, que surgida desde cristianos nacionalistas fue volcándose progresivamente a posiciones del peronismo de izquierda y promoviendo el diálogo entre el cristianismo y el marxismo. Antes del golpe, ese sector aporta los primeros mártires: Gerardo Ferrari, vinculado a las FAP; y Carlos Mujica, vinculado al movimiento villero.


Al producirse el golpe militar se produjo una fuerte conmoción en la iglesia, porque había distintos posicionamientos. Había 40 obispos que apoyaban el golpe y 18 obispos (los mas conocidos: Angelelli, Hesayne, De Nevares, Zaspe, Iriarte, Laguna) que se oponían y denunciaban los secuestros y torturas. Finalmente en 1977 se consensuó un documento que apoyó al golpe, conteniendo alguno de los reclamos de los obispos en minoría.


Volviendo a las tres líneas mencionadas anteriormente, tanto los “tradicionalistas” como los “conservadores”,  apoyaron el golpe militar, con algunos matices. Hubo una amplia mayoría que se sintieron fuertemente identificados con las orientaciones oligárquicas liberales de Videla y Martínez de Hoz. Sin embargo el grupo vinculado a Guardia de Hierro se sintió más cercano de Massera y su proyecto de salida nazional-populista. (2)

La línea más cercana a la teología de la liberación fue ferozmente reprimida. Para la mayoría de ellos su destino fue el asesinato, la desaparición o el exilio. Hay más de una docena de religiosos asesinados o desaparecidos.

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Los movimientos territoriales en resistencia a la dictadura

Si hacemos un plano del epicentro de las grandes luchas de los trabajadores en los últimos 70 años, podremos advertir que la zona Sur del conurbano, al igual que el Gran La Plata (en particular Berisso y Ensenada) se repiten como zonas de gran acumulación de experiencia obrera. Desde allí arrancó el 17 de octubre del 45; desde allí partió la enorme Columna Sur que reivindicaba la Patria Socialista el 20 de Junio de 1973, allí hubo un gran desarrollo de las coordinadoras interfabriles.

A esa experiencia acumulada, para explicar el origen de los asentamientos, debe sumarse el hecho que más de trescientas mil personas que fueron desplazadas de la capital por la construcción de las autopistas, terminaron en el conurbano Sur. Y también confluye la circunstancia de que esa zona era territorio pastoral de uno de los pocos obispos que se oponían a la dictadura, Monseñor Novak, que amparaba a algunos curas sobrevivientes de la teología de la liberación.

Pero esta historia difícilmente puede estar completa si no hacemos referencia al cura Raúl Berardo, a cargo de la Parroquia Nuestra Señora de Itati, de San Francisco Solano. Como él mismo lo dice en un reportaje, primero llegó una vecina con necesidades urgentes de vivienda, preguntándole por un terreno baldío y él le dijo que las tierras eran de Dios, después otra y otra.

En noviembre de 1981 terminaron por organizar un asentamiento de 20.000 personas, que se denominó El Tala. Pero no se trataba solamente de ocupar tierras. En los asentamientos se intentó crear una organiza­ción en la que estuvieran presentes algunos valores de una sociedad distinta a la que planteaba la dicta­dura.

Sobre como se organizaban estos asentamientos me remito a citar algunos testimonios de sus protagonistas

“Nos dimos una orga­nización por delegados de manza­na, subdelegados de manzana y ayudantes, que no tenían tiempo de duración. A su vez, estos delegados elegían una comisión interna dentro del barrio que, de la misma forma, eran elegi­dos en asamblea de delegados. En la comisión interna no había pues­tos ni cargos, nadie era presidente ni secretario (en esto nos diferen­ciamos de los compañeros fomentistas) porque pensamos que de esa formase podía evitar algún tipo de caudillismo, que de última pudiera llegar a claudicar cuando llegara la etapa de negociar con las autorida­des. Cada una de las comisiones internas de los cinco barrios elegían a cuatro compañeros como miem­bros de una instancia organizativa superior: la comisión coordinado­ra”.

“Acá ya había un orden, para que no se convirtiera en villa. Se medían 11 pasos de frente por 30 pasos de fondo. Desde el primer momento la gente no quiso hacer villa. Querían el terreno para ellos; que no vivían dos o tres familias en un mismo terreno. No querían salir de una villa para meterse en otra”.

La respuesta del gobierno de la dictadura a los asentamientos fue represiva. Se movilizaron fuerzas policiales que crearon un enorme cerco que impedía entrar agua, alimentos y medicamentos. En diciembre de 1981 se produjo el fallecimiento de 14 niños por diarrea estival. En febrero la situación de los asentados se agravó por una inundación. Solo se recibía alguna ayuda del obispo, algunos vecinos y una militancia que empieza forjar en la zona en apoyo al asentamiento. Finalmente mandaron las topadoras que fueron enfrentadas por los asentados, con las mujeres y los niños adelante. En esa militancia que se fue formando se destaca la participación de un joven que pertenecía a la Parroquia de Berardo, y que sacaba una publicación llamada Latinoamérica Gaucha. Este joven llamado Agustín Ramírez, que fue uno de los dirigentes del asentamiento San Sebastian, fue asesinado en 1988, en un crimen donde estuvieron involucrados los Servicios de Inteligencia y la policía.


Raúl Berardo siguió acompañando los procesos de asentamientos que se masificaron en los primeros años de la democracia, y en el seno de las prácticas prefigurativas que se generaron en los asentamientos y la militancia popular que lo acompañó, aparecieron los talleres de educación popular inspirados en la práctica y reflexión pedagógica de Paulo Freire, y la revalorización de una perspectiva de género, que se concretará años después en la Red de mujeres de Zona Sur, una de las primeras expresiones del feminismo popular.


Años después, Berardo fundó el Movimiento de Vida Comunitaria (Movico), a partir de la reflexión de que si era necesaria la lucha, esta no era suficiente para generar conciencia. El movimiento se propuso aportar creativamente a la formación de nuevos hombres y mujeres y organizaciones nuevas, y una nueva sociedad construida desde lo pequeño. En el Movico se generan pequeñas estructuras para que los pobres se puedan organizar y trabajar, que forman parte de una organización descentralizada. En ese proyecto se expresan algunas de las ideas centrales de Berardo como su propuesta de que la economía no debe ser el centro de un proyecto de sociedad sino el hombre y la mujer, la reivindicación del horizonte socialista y su preocupación por cuidar el planeta.

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Continuidades

Los asentamientos que se expresaron contra la dictadura tuvieron su continuidad en la gestación de los movimientos de desocupados de Zona Sur a fines de los 90 y en particular con la Coordinadora Aníbal Veron. El MTD de Solano nació a partir de la convocatoria del cura Alberto, párroco de la Parroquia de Nuestra señora de Itatí (la misma en que estuvo Berardo). Las asambleas barriales de los MTD se construyeron  en los barrios populares que habían creado los asentamientos. Uno de los lugares de reunión de la Coordinadora Aníbal Verón, era la casa de Francisca, la madre de Agustín Ramírez. Ella y los hermanos de Agustin, participaban en el MTD Solano.

Desde el punto de vista de las prácticas prefigurativas como el ejercicio de la democracia de base, la valoración de la formación, las practicas autogestivas existen fuertes hilos de continuidad entre los asentamientos de zona sur y los mejores aportes del movimiento piquetero.

*Por Guillermo Cieza en Marcha.


1) Guardia de Hierro fue fundada en  1961, por Alejandro “ el Gallego Alvarez”. En 1972 se fusiona  con el Frente Estudiantil Nacional (FEN) de Roberto “Pajarito”Grabois, que venía abandonando la izquierda para acercarse a la ortodoxia del peronismo y fundan la Organización Unificada del Trasvasamiento Generacional. Pajarito Grabois es el padre de Juan Grabois. Los hijos no tienen la culpa, ni necesariamente heredan los posicionamientos de sus padres. Pero si algunas relaciones, como las de Bergoglio, hoy Papa Francisco. De este origen (Guardia de Hierro-FEN) provienen Jose Luis Manzano, Jose Octavio Bordon y el secretario de Comercio del kirchnerismo Guillermo Moreno.

2) Cuando el gobierno de Isabel Perón entregó la conducción de la Universidad de los Jesuitas, su máxima autoridad, Jorge Bergoglio, designó como rector a Salvador Piñon, un civil, perteneciente a Guardia de Hierro. Estas autoridades sobrevivieron al golpe de Estado y en 1977, entregaron el Honoris Causa a Emilio Massera. Hoy Piñon es funcionario de Macri, miembro de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU). Hay distintos trabajos que se ocuparon de investigar la vinculación de  Bergoglio con Guardia de Hierro y de esta organización con el proyecto de Massera. Estos temas tuvieron mucha difusión en medios del kirchnerismo, cuando Bergoglio, era opositor al gobierno. Quien mejor describe lo que sucedió despues que fue elegido Papa es la dedicatoria del magnifico texto sobre el vicario castrense Bonamin“ Profeta del Genocidio”, de Lucas Bilbao y Ariel Lede. Dice “A Horacio Verbitsky por su coherencia, un bien escaso desde el 13 de marzo de 2013”. 

Palabras claves: Dictadura Cívico-Militar, Guillermos Cieza, organizaciones sociales, peronismo, Teología de la Liberación

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