Por qué esto no es democracia

Por qué esto no es democracia
14 marzo, 2018 por Redacción La tinta

En su reciente libro «¿Por qué?» José Natanson vuelve a calificar al macrismo como una nueva derecha democrática. El debate se abre otra vez.

Por Lucas Villasenin para La tinta

¿Qué fue de la democracia?

Para empezar a hablar de democracia casi todos recurrimos a la distinción de sistemas de gobierno de Aristóteles que, a diferencia de la monarquía y la aristocracia, define a la democracia como el gobierno del pueblo (de los más, de la mayoría o de la multitud según la traducción). Pero no hace falta historizar demasiado el concepto para darnos cuenta de que el uso que hacemos del mismo es evidentemente moderno. Ya no sólo por la revolución francesas y su ideario, sino porque su pretendida aplicación acompañada por su consenso en el llamado mundo «occidental» es muy reciente en la historia.

Aburriría mucho pelear por el uso del concepto en otras épocas para hablar sobre la democracia y el macrismo. Por eso, vamos al grano. El concepto de democracia en el siglo XX fue apropiado por el liberalismo económico y asociado al sistema político que acompañaba a la economía capitalista en oposición a las experiencias comunistas. En parte, esto se dio así no solo por el mérito de los ideólogos liberales sino porque la mayoría de quienes reivindicaron una alternativa al capitalismo asumieron a «la democracia» como «burguesa». A ella le contraponían la «dictadura del proletariado». Si bien tradiciones de izquierda reivindicaban la democracia frente a las dictaduras «capitalistas» que todos conocemos el campo de disputa ideológico se trazaba en esos planos.

Caída la URSS, la concepción liberal siguió en pié. La crisis de las izquierdas llevó entre otros cambios a la reivindicación de la democracia en clave autonomista. La «democracia» existente (liberal) no era reivindicable porque era representativa. Y, de manera antagónica y exclusiva, se reivindicaría a una «democracia directa» sustentada en la movilización y la participación con la aspiración ideal de que fueran permanentes.

jose-natanson-kirchnerismo-macri-hegemonia-democraciaEn todos los casos, con las izquierdas «viejas» y «nuevas», la democracia a secas no dejaba de ser un significante en manos de los liberales (ahora reconvertidos en «neo»).

¿Qué pasó con la democracia?

La crisis del neoliberalismo en América Latina y los cambios políticos en las primeras décadas del siglo XXI modificaron el panorama del debate. Los sistemas políticos llamados «democráticos» en las últimas décadas del siglo XX no pudieron dar respuestas a una ciudadanía cada vez más harta de gobiernos que sometieron la soberanía popular al poder de minorías. Las rebeliones y los nuevos gobiernos se caracterizaron principalmente por redefinir el campo de disputa de la democracia que hasta el momento se había circunscripto a los planos de la gobernabilidad y la institucionalidad.

Incluso, proyectos tirados al tacho de basura de la historia como el «socialismo» emergieron como sinónimos de radicalizar la democracia. Así lo definiría el mismo Hugo Chávez, quien es un caso testigo para el debate que damos. El líder bolivariano en vida junto con las fuerzas que lo apoyaban participaron de 18 procesos electorales (de los cuales ganaron 17) y respetaron todas las legalidades del sistema político republicano pero los ideólogos liberales y sus representantes políticos se cansaron de desconocer su legitimidad democrática.

Pero, además de respetar la institucionalidad y el sistema político republicano, los procesos de cambio asumieron una nueva concepción de la democracia. Quien aporta a repensar este concepto sin limitarlo a las instituciones es Álvaro García Linera que asocia la democracia a las banderas de la justicia, la igualdad y la participación.

Dejando de lado la asimilación a la democracia como «burguesa» o a la inviabilidad de una democracia sin representación como proponían antaño las izquierdas, en Europa se tomó nota de este cambio en América Latina. Así es que Podemos con su irrupción en 2014 para las elecciones europarlamentarias establece en su programa 6 ejes diversos para los cuales propone la misma solución: «construir democracia».

Su líder, Pablo Iglesias, reafirma esta concepción antagónica a la «democracia» limitada a la institucionalidad cuando escribe en su libro Disputar la democracia: «Hay que decirlo claramente: la lucha por la democracia ha sido siempre el proceso de socialización del poder». La lucha democrática consiste en dar una batalla para terminar con el poder de las minorías y eso se hace construyendo conciencia del poder con el que pueden contar esas mayorías. Así lo expresa otro podemista, Íñigo Errejon, en Construir Pueblo cuando dice: «la afirmación «somos el 99%» no tiene valor estadístico, sino performativo: interpela a una mayoría muy heterogénea para unificarla por oposición al 1% de superricos».

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Un buen libro con un gran error

Según Natanson, el macrismo no es como la dictadura por ser democrático ni como el menemismo por darle otro rol al estado y mantener a grandes rasgos la política social heredada. También acierta en asumir que la forma de dominación neoliberal está más cerca de la psicopolítica que propone el filósofo surcoreano Byung Chul-Han que de la biopolítica de Michel Foucault y el panóptico de Jeremy Bentham. Necesita más controlar las mentes que la violencia masiva.

Continuando el debate abierto el año pasado con su artículo El macrismo no es un golpe de suerte busca desarmar la idea del cantito «Macri basura / vos sos la dictadura». Tiene razón, el cantito ha perdido efectividad política (si es que alguna vez la tuvo). ¿Es el macrismo una dictadura con las connotaciones que tiene esta palabra en Argentina? No.

«¿Por qué?» cumple el objetivo de ser un libro útil para intentar comprender por qué el macrismo logró una eficacia política poco predecible años atrás. La rigurosidad investigativa y reflexiva merecen ser reconocidas. Pero al atribuir al macrismo el adjetivo «democrático» su autor comete un error.

La caracterización del macrismo como «democrático» surge de señalar que ha accedido al gobierno a través del voto popular y respeta a grandes rasgos el sistema institucional. ¿Es autoritario, reprime, persigue, viola leyes, etc.? Según Natanson, sí. No sería una excepción cualitativa de los gobiernos que se sucedieron desde 1983.


El error de su caracterización no parte de ignorar o legitimar lo socialmente excluyente, represivo o mafioso que el macrismo es o puede ser. Su error es priorizar oponer a la democracia y a la dictadura como sistemas de gobierno con las connotaciones que esto conlleva en Argentina. Esto es válido solo para quien continua circunscribiendo la democracia a las instituciones de un sistema de gobierno a contramano de las mejores enseñanzas que dejan las luchas anti-neoliberales en el último tiempo.


El discurso de Natanson hubiera gozado de legitimidad entre quienes se opusieron al neoliberalismo en las décadas de los 80´o los 90´ cuando la «democracia» se asociaba aún a «gobernabilidad». Es equivocado sostener en la actualidad que «la democracia no implica una orientación ideológica determinada». Hoy la democracia más que un sustantivo o un adjetivo para adosar a una caracterización es una concepto político sustancialmente en disputa. Así lo asumen incluso quienes apoyan al gobierno. «La marcha por la democracia» del 1A del año pasado así lo demuestra.

Quienes nos oponemos al macrismo tenemos que apostar por radicalizar el concepto de democracia, algo antagónico a lo que ellos defienden.

El neoliberalismo y sus gobiernos pueden ganar por el voto popular y respetar más o menos la institucionalidad pero no pueden ser democráticos al concentrar el poder en una minoría. Por eso, esto que llamamos macrismo no es democracia. Nuevo ciclo neoliberal o radicalizar la democracia son los caminos antagónicos para nuestro país y el continente en la actualidad.

*Por Lucas Villasenin para La tinta.

Palabras claves: Cambiemos, democracia, José Natanson, Mauricio Macri

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