Muchas más: feminismo en y desde el arte

Muchas más: feminismo en y desde el arte
20 marzo, 2018 por Gilda

El tema estalla. En el almacén, en las aulas, en la mesa familiar, sobre el escenario y hasta en los programas de farándula las injusticias hacia las mujeres nos queman las manos. A pocos días del paro internacional del 8M, cuatro artistas cordobesas nos ayudan a pensar qué está pasando con el feminismo en el mundo del arte y cuentan cómo sus obras aportan nuevas miradas y preguntas sobre el machismo, las violencias y los silencios que llevan siglos moldeando nuestra cultura.

Por Lucía Maina para Un Rato

Nos encontramos en el Pabellón Brujas de Ciudad Universitaria. Sin darnos cuenta, el peso histórico del tema que nos convoca retumba en nuestro punto de encuentro. Hablamos sobre arte y feminismo entre las paredes bautizadas con el nombre que identificó a las miles de mujeres perseguidas, asesinadas e incendiadas cinco siglos atrás. Una campaña del terror contra las mujeres en Europa no igualada por ninguna otra persecución, tal como la describe la pensadora italiana Silvia Federici.

Pero ahora estamos en los primeros meses del 2018 en Córdoba, Argentina, y un optimismo puebla las voces de la conversación que compartimos con Vivi Pozzebón, Ana Yukelson, Sofía Menoyo y Sabrina Moreno. Cada una de ellas ha sumado desde el arte su aporte al feminismo de nuestro tiempo, ese que en estos días parece invadirlo todo.

Desde el grupo De Boca en Boca hasta su participación actual en Tamboreras Ensamble, a lo largo de los últimos veinte años Vivi Pozzebón ha sido una de las máximas promotoras de bandas de música formadas por mujeres en Córdoba. Su canción «Madre baile», que reivindica a la creadora del cuarteto cordobés Leonor “la Leo” Marzano, es uno de sus mayores aportes a una cultura marcada por el silenciamiento de las figuras femeninas.

Ana Yukelson es dramaturga, profesora universitaria y fue decana de la Facultad de Artes de la UNC. Su última obra de teatro, Cuerpo de mujer, peligro de muerte, trata sobre los femicidios en Córdoba. Bajo la dirección de Cheté Cavagliatto y con un equipo de 26 artistas, además de periodistas del colectivo Ni una Menos, escribió esta obra documental que recupera los femicidios ocurridos en la provincia en los últimos años. La producción, estrenada el año pasado, ya se presentó por los principales teatros de la ciudad.

Sofía Menoyo es artista visual, forma parte de la colectiva Hilando las Sierras e investiga la relación entre arte y feminismo, tema que también aborda en sus obras individuales. Desde su grupo, llevan más de diez años trabajando temáticas como el aborto y el femicidio en intervenciones y performances en el espacio público. Además, participa de la comisión artística en la organización del Paro Internacional de Mujeres del próximo 8 de marzo.

Sabrina Moreno forma parte de Diverses Audiovisuales, grupo que hoy reúne a unxs setenta realizadorxs y trabajadorxs y que nació originalmente bajo el nombre Mujeres de Medios Audiovisuales Córdoba -en consonancia con un espacio similar en Buenos Aires- para luchar por la igualdad de condiciones laborales en el ámbito del cine. El año pasado realizaron el cortometraje Se incendia. Dirigido por Sabrina y con un equipo de 35 trabajadoras, fue la primera producción cordobesa realizada completamente por mujeres.

—¿Qué implica ser mujer en el mundo del arte? ¿Perciben en sus ámbitos laborales y en sus profesiones la presencia del machismo que hoy se está cuestionando desde diferentes lugares?

—Vivi Pozzebón (V): Creo que en el arte a veces vivimos dentro de una burbuja, en el sentido de que te relacionas con gente que te respeta mas, también por el tiempo que hace que estás trabajando, en mi caso hace 20 años que estoy en Córdoba haciendo música. En mi contexto de compañeros o compañeras músicas artistas no lo vivo tanto. Yo me enfrento más con la cruel realidad cuando voy por los pueblos. Ahora, por ejemplo, he salido mucho con Tamboreras Ensamble, que es un proyecto donde somos todas mujeres, y he ido a un montón de carnavales en La Rioja, en el interior de Córdoba, entonces ahí siento el choque. Porque al ser diez mujeres que estamos en un escenario tenemos que lidiar, por ejemplo, con una persona que nos hace sonido, que generalmente son hombres, y esto de que te dicen “¿cómo me van a decir ustedes lo que tengo que hacer a mí que soy un hombre y que se como se hace?”.

—Ana Yukelson (A): Coincido en que en el ámbito del arte y de mi trabajo convivo con gente que todo lo contrario: reivindica los derechos de la mujer, trata de combatir la cultura machista o por lo menos de reflexionar sobre nuestras prácticas culturales, de irlas modificando. Sin embargo, en la producción escénica uno ve cosas que tienen que ver con la cultura machista que se ha dado durante siglos. Si una se pone a pensar cuántas dramaturgas mujeres hay o cuántas directoras de escena hay, o que han trascendido lo suficiente, uno ve que cuantitativamente son menos que los hombres. Y también pasa que en el rubro escenotécnico hay muchas mujeres que se dedican y encuentran un mundo complejo: a pesar de que están ocupando lugares en los teatros o en los circuitos independientes, hay una tensión que se produce sobre ese saber que antes estaba muy concentrado en los hombres. Obviamente que implica valorar el trabajo de la mujer en igualdad, por lo menos de la misma calidad, sin cuestionar que sea mujer u hombre. También podríamos hablar de quienes no son hombres y mujeres, de travestis, lesbianas. Entonces no alcanza con ocupar esos lugares y reivindicarlos. Se trata de no cuestionar la sexualidad en el campo laboral. En el campo del trabajo hay una reflexión sobre cuestionar estas etiquetas pero no alcanza, porque la práctica muestra otra cosa.

—Sofía Menoyo (So): Para mí fue un recorrido. Por ejemplo, cuando cursé en la universidad como estudiante ya había una incomodidad, porque además hice la carrera de escultura que para las Artes Visuales es de las más masculinas. De hecho, en mi tesis de grado cuento una anécdota de un varón que en una muestra me felicitó porque le sorprendía que una mujer también supiese soldar. En ese momento yo me sentí halagada, pero después una va reflexionando sobre esas cosas que son machismos y microviolencias dentro de la formación. Cuando terminé de cursar me encuentro con la colectiva Hilando las Sierras, y empiezo a repensar con otras nuestros lugares e incomodidades y a revisar un montón de cosas que para nosotras eran naturales. Estábamos en esta ilusión de simetría, de que éramos tratadas por igual, que la violencia era solamente cuando nos acosaba un docente o nos maltrataba verbalmente. Quizás las Artes Visuales sean uno de los espacios más hostiles todavía en ese sentido, porque se juega mucho el valor de la obra como objeto, el lugar del genio creador, y además las Artes Visuales son más individualistas.

—Sabrina Moreno (Sa): Si bien en Córdoba debo reconocer que hay un poquito más de lugar para las mujeres, el cine es muy jerárquico y muy machista. En roles como fotografía, sonido u otras áreas por fuera de la dirección, es muy difícil ser mujer porque no sos vos quien trae el proyecto, lo trae el o la guionista o director, que es quien te tiene que convocar. Entonces cuando nos juntamos con el grupo de Mujeres Audiovisuales, ahora Diverses Audiovisuales, empezamos a ver cuántas de nosotras estábamos preparadas para esos roles y no los podíamos ocupar y por qué; por qué se llamaba antes a un camarógrafo que a una camarógrafa. Asimismo, en la carrera de cine más del 50 por ciento de lxs estudiantes son mujeres y, sin embargo, cuando terminan vemos a más compañeros varones trabajar y entre las mujeres son muy pocas las que continúan trabajando en eso.

—Todas de alguna manera han trabajado el tema de la mujer y del feminismo desde su actividad artística o desde alguna obra en particular. ¿Cómo es trabajar esta temática? ¿Cómo perciben la respuesta del público, que se percibe que está pasando con el feminismo a nivel social desde la reacción a sus creaciones?

—V: En mi caso con el tema de “la Leo” fue tremendo, fue muy buena la recepción del público. Es más, para mí también fue descubrir que ella era la creadora del cuarteto, siendo el cuarteto súper machista y que nunca ha habido una mujer dentro del cuarteto; recién ahora está habiendo algunos grupos que incluyen instrumentistas. Porque en ese momento Leo era la hija del señor que tocaba el contrabajo y después fue la esposa del señor que tocaba… O sea, nunca se le dio el lugar a ella. Imaginate si hubiera sido un tipo el que lo hizo:  ¡Hubiera sido San Leo! Tuvieron que pasar como 40 años para que los mismos cordobeses descubriéramos que la Leo fue la mujer del Cuarteto Leo.  Entonces hice una canción reivindicando el origen del cuarteto y que haya sido una mujer y la verdad que la gente la tomó mucho. Después siempre estoy reivindicando a la mujer y a la mujer como hacedora del arte, en la elección del repertorio, al buscar temas de otras autoras, como Violeta Parra, y también en las temáticas de mis canciones. Yo arriba del escenario sé, y cada vez soy más consciente, que también estoy dando a otras mujeres ese poder de que si yo estoy ahí, ellas también pueden.

—En tu caso, Ana, imagino que fue desde un lugar más duro en cuanto a la temática del femicidio que trabajaste en tu última obra…

—A: Sí, Cuerpo de mujer, peligro de muerte fue un proyecto sobre los femicidios en Córdoba al que me convocó Cheté Cavagliatto. La verdad que como proyecto de arte político fue un desafío, porque convocaba a mujeres de la danza, la actuación, la música, artistas visuales; además de la parte técnica, intervinieron periodistas, escritoras. Y en principio era una indagación sobre cómo nos movilizaba este tema políticamente como mujeres, de generaciones muy diversas, de 70 años hasta chicas muy jóvenes. Y había posturas diferentes, culturalmente esta concepción se nos fue modificando; una a la otra, fuimos aprendiendo de micro violencias, de cosas que se habían naturalizado y cómo empezarlas a cuestionar hasta llegar a trabajar sobre el tema de los femicidios. En mi caso, escribir la obra no fue fácil: cómo tocar este tema delicada pero contundentemente sin dejar de decir lo que una siente, cómo trabajar el material documental sin revictimizar a las propias víctimas. Y cómo no subestimar al público, que ya venga a ver algo digerido porque la meta fue compartir con el otro esta cruda realidad.  Nosotros desde el arte no tenemos ninguna respuesta, tenemos más bien una reflexión, muchas preguntas. También en muchos momentos, mientras hicimos las funciones, sentimos la presencia de estas mujeres:  cada vez que a una actriz le toca decir el nombre de una de ellas para nosotras tiene un peso, del conocimiento sobre su historia, que obviamente nos conmueve.

En las funciones hemos recibido cosas muy diferentes, desde un silencio absoluto, que no se cortaba con nada… Me acuerdo de que en la función del Teatro Real, ese silencio era tan abrumador que Josefina, una de las actrices que cierra, se quebró, lloró en escena en un lugar que no estaba buscado. Y eso permitió que el público catalizara esa tensión que muchos espectadores nos señalan: de esto ya conocemos por los medios pero es abrumador escuchar las cifras, los casos, verlos en esa condensación. También buscamos ir a un público que habitualmente no va al teatro, entonces tuvimos la presencia de las chicas de AMMAR, la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, por ejemplo, o de las chicas del colectivo Mumala, y poder intercambiar. Ellas mismas nos hacían preguntas porque es una realidad que vivían todo el tiempo, pero verla en un tratamiento artístico generaba un distanciamiento que las hacía verlo de otra forma. Así que hay como una sensibilidad que hace que nadie salga igual y un lugar de asumir cierta circunstancia política: el ir ya es un acto político, el hacerlo es un acto político artístico.

—So: La producción artística que nosotras hacemos desde la colectiva Hilando las Sierras, donde la mayoría somos artistas visuales, está más en el espacio público. O sea que nuestros públicos están en la calle y ha sido muy mágico como se ha ido transformando el espectador o transeúnte. Porque hubo momentos, por ejemplo con el tema del aborto en 2007, 2008 y hasta en el 2010, en que era totalmente hostil, teníamos que armar todo un dispositivo de cuidados para la performance o instalación. En cambio, en los últimos años la recepción ha sido diferente. En las últimas intervenciones el transeúnte o espectador a veces se transforma en un aliado y no como antes, que aparecía como otro al que una se tenía que predisponer para ver qué iba a encontrar.

—Sa: Cuando se formó el grupo Diverses Audiovisuales de Córdoba nos invitaron a participar del proyecto 48 horas que iban a hacer en Córdoba, donde se filma un corto en 48 horas. En tres días éramos como 40 mujeres que nos habíamos reunido para participar. Antes de filmar tuvimos una reunión sobre qué íbamos a decir, y qué sería hacer un corto feminista. Estábamos llenas de interrogantes y básicamente pensamos que si éramos un grupo de mujeres haciendo todas juntas lo que queríamos hacer y no habíamos podido hacer antes, algo feminista iba a salir de ahí. Finalmente salió este corto que se llama Se incendia. En el montaje nos aparecieron cuestionamientos, y uno de ellos era esto que decía Ana, que es difícil trabajar esta temática sin volver a victimizarte, cómo hablar de una situación de debilidad, marginación o de opresión que vive la mujer sin mostrar eso explícitamente o sin seguir representando ese modelo. Después el corto se proyectó con los otros cortos con los que competía y fue muy bueno porque a partir de ahí, desde todo el ambiente del cine, incluso en lo académico, llamaban para preguntarnos, para desearnos suerte. Fue la primera vez que en un rodaje eran todas mujeres y llamó mucho la atención.

—En lo que han ido contando se expresa mucho sobre los cambios que ha ido generando el movimiento feminista y su crecimiento. En ese sentido ¿existen experiencias de organizaciones de mujeres en el ámbito del cine, el teatro, la música, las artes visuales? ¿Cómo se está viviendo en el circuito del arte el paro del 8M?

—A: En mi caso no conozco grupos que sean solamente de artistas de teatro feministas, por lo menos acá en Córdoba. Con respecto al paro del 8M si hay una movilización grande, hay una participación de mucha gente de artes escénicas que está yendo a la convocatoria para la preparación. Coincido con las compañeras en que es un momento muy importante el que estamos viviendo, y creo que la militancia en el buen sentido -porque esta palabra para mí debe ser reivindicada en relación a estos derechos, a reflexionar sobre la cultura machista y patriarcal-, está recibiendo un acompañamiento por parte de los medios, y de las ciudadanas y los ciudadanos. Pero advierto un peligro que se empieza a instalar, quizás por el tipo de sociedad mediática e instantánea que estamos viviendo, donde muchos perciben como que este tema ya cansó, “ya fue”. Como una moda, o que ya se instaló y se cambiaron las prácticas en dos segundos.  Son temas que han sido construidos a lo largo de siglos y se piensa que en tres o cuatro años, se transforman. Hay que poner más hincapié en sostener, en términos de memoria activa, porque las prácticas continúan:  son micro violencias diarias, a lo mejor en nuestros círculos se ha ido variando -con todas las contradicciones mismas que han salido en esta charla-, pero quedan muchas más a donde llegar, con quien dialogar sobre todo, donde afloren otras micro violencias que están sucediendo.

—So: Acuerdo totalmente. Y también uno de los riesgos es no quedarnos en la superficie de algunos debates que son mucho más profundos cuando discutimos el patriarcado. Es parte de los interrogantes que nos hacemos como militantes o activistas: cómo vamos a seguir, cómo seguir, por ejemplo, después del programa de Rial para que no se banalice una demanda que viene teniendo tanto tiempo. También está bueno que sea una moda el feminismo, y que eso nos permita discutir a niveles más macro. Y como argentinas tenemos que pensar que el Ni Una Menos y el paro de alguna manera han sido propiciados desde acá, reconociendo también las redes que como movimiento feminista ya venimos construyendo, latinoamericanas y mundiales. Entonces un paro que empezaron siendo tres poniendo un cartelito de cómo paramos -porque realmente no es fácil parar para las mujeres, ni reconocer para nosotras mismas todo lo que trabajamos en el día a día-, se ha esparcido rápidamente. Y estamos casi recién empezando, reconociendo a su vez nuestra propia genealogía y las mujeres sin las cuales no podríamos ahora estar donde estamos. Yo estoy yendo a las asambleas para la organización del 8M, tenemos una comisión de artivismo feminista, donde somos 60 mujeres relacionadas con el arte, y el año pasado éramos tres. Yo soy muy optimista.

—Sa: Lo difícil es mantener la lucha en el tiempo, porque nosotras en el grupo somos más de 70 pero no todas estamos activas y recién nos estamos formando. Pero antes no había un 8M y te vas dando cuenta de que una vez que empezaste ya no hay vuelta atrás. Es difícil ser consciente de que esto va a llevar años, pero nosotras vamos a poder ver los logros en esa lucha, y las que vengan aún más.

—V: Dentro de la música puedo nombrar un montón de grupos de Córdoba, como Las Ninfas, las Tranki Punki, y también muchos de mis grupos, el más conocido fue De Boca en Boca, pero siempre tuve grupos de mujeres. Yo tengo 47 años, cuando tenía 20 en el contexto social no había la conciencia que se tiene ahora y lo noto en las Tamboreras, que la más chica tiene 25, 26, y yo soy la más vieja; las pibas mas chicas ya vienen con otra cabeza. Me siento muy feliz de pertenecer a lo que está sucediendo ahora, de ser parte de eso. Y me parece que lo más lindo es como las nuevas generaciones nos enseñan a nosotros y nos tienen en alerta, para ser conscientes, para llevarlo en el escenario, para decirlo con nuestra música, y poder expresarlo también verbalmente, porque antes nunca se decía. Yo, por ejemplo, con De Boca en Boca éramos cuatro mujeres y no decíamos eso en palabras, en cambio ahora no podés, tenés que decirlo. Nosotros mismas vamos cambiando arriba del escenario.

*Por Lucía Maina para Un Rato. Fotos: Eber Coronel. 

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