Apuntes urgentes de un tiempo de revolución

Apuntes urgentes de un tiempo de revolución
14 marzo, 2018 por Redacción La tinta

En una sociedad que nos educa para la competencia, la sororidad es una respuesta política.

Por Cristina Schwab para La Cultural

En la ciudad donde “nunca pasa nada”, la semana pasada la modorra se sacudió. Fuerte. En tres días, las conversaciones políticas de la ciudad cambiaron. Como nunca, lo personal se hizo político y las calles se llenaron de colores. Literalmente: verde campaña, arcoiris disidencia, violeta revolución feminista.

El hilo conductor de los tres días fue la libertad de decidir sobre nuestrxs cuerpas y vidas y un reconocimiento profundo a que se terminó el tiempo de la espera y la paciencia: #6M, el Pañuelazo que acompañó la séptima presentación de un proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo -desarrollado por la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito-, #7m el Día de la Visibilidad Lésbica –en homenaje a Natalia Pepa Gaitán, asesinada por el padrastro de su novia- y el Segundo Paro Internacional de Mujeres, que coordinó acciones en cientos de ciudades en todo el mundo: el #8M.

En Paraná, el martes 6 de marzo se marcó un récord completamente inesperado: 300 pañuelos se fueron en las manos, los brazos, el cuello de muchísimas mujeres y adolescentes. En 20 minutos. 300 pañuelos, 20 min. Evidentemente, la sociedad no sólo está lista, sino que desea que el Congreso marque postura sobre el debate entre aborto legal y despenalizado o aborto clandestino. Quien avale el segundo, sabe perfectamente –a esta altura de la conversación pública, replicada en las redes sociales digitales y las analógicas también- que lo que está militando es la muerte de mujeres pobres. Y más profundamente aún, está defendiendo el carácter de ciudadana de segunda que tenemos las personas con capacidad de gestar: la Iglesia, el Estado, y muchas personas de a pie consideran que no tenemos derecho a decidir cómo, cuándo y si queremos tener hijxs, y también cómo y en qué condiciones interrumpimos voluntariamente esos embarazos: en el hospital y en cualquier lugar.

El miércoles 7 de marzo la Asamblea por la Libertad de Higui marcó la agenda feminista con la invitación a participar de una intervención en la peatonal paranaense, que reivindicara el orgullo: de ser torta, de amarnos, de besarnos en la calle sin miedo. A qué le tienen miedo las tortas, me preguntaron. A que nos metan presas por besarnos, como les pasó a Mariana y Rocío: que se estaban despidiendo en el subte, en CABA. ¿Pero eso pasó de verdad?, dijo con los ojos enormes de sorpresa, una amiga. Sí, pasó. Y pasa, y el tamaño de su sorpresa es directamente proporcional a cuán importante es hacernos visibles, para que las violencias específicas que viven nuestras cuerpas disidentes rompan el cerco de silencio que la sociedad insiste en sostener.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Como el 6, los números desbordaron las expectativas: alrededor de 100 personas de identidades diversas quebraron con la ilusión de “mezclarnos” con lxs transeúntes. Emocionadas y cobijadas por las cuerpas amigas que se besaron por ellas mismas, por nosotras, caminamos por las calles que nos mostraron muchas veces su asco, su rechazo, su silencio. Cantamos, lloramos, nos abrazamos. Y supimos que nada nunca va a volver a ser lo que era. Y que lo hicimos suceder.

El 6 y el 7 nos llevaron al 8, o quizás vicerversa: la articulación entre compañeras de organizaciones sindicales, partidarias, estudiantiles, de activismos feministas y autoconvocados, confluyentes en la Asamblea Participativa de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans dieron lugar al encuentro –inédito hasta la fecha, me animo a decir- de 15000 mujeres, lesbianas, travestis y trans, sacudiendo las calles paranaenses. Las discusiones, debates, planteos y sobre todo, la puesta en el cuerpo en la calle y las manos y la cabeza en el trabajo de organización (nos) mostró el caudal de nuestras propias fuerzas y capacidades: juntas, somos poderosas.

Se crearon intervenciones artísticas contundentes, hermosas, movilizantes. Se generaron estrategias de logística y seguridad, se tuvieron reuniones con sindicatos, vecinales, funcionarixs del Estado. Y un logro de esta Asamblea fue el conseguir que el Municipio, en un horario convenido, habilitara la gratuidad de los pasajes del transporte público para quienes asistieran a la marcha. En diálogo con la intensa semana de visbilización de las luchas de los colectivos de mujeres, lesbianas, travestis y trans, la conversación en las redes sociales y en las oficinas, en las calles y en las panaderías, giró en torno a la identidad como cuestión política: es lo mismo ser mujer, que ser lesbiana, que ser travesti, que ser trans? Lo que no se nombra no existe: por eso, al calor de los lazos de afecto y de potencia que se generan en la Asamblea, la postura política de nombrar las identidades que la conforman siguen la línea del epígrafe de esta nota: si nos educan para la competencia, respondemos con sororidad, el esfuerzo de empatía de unas para con otras, con otres, con otrxs, aún (y sobre todo) en el disenso, aún en las diferencias, no sólo es necesario: además, es vital; se nos va, literalmente, la vida en ello.

En el camino largo que el feminismo local viene marcando, el canto del cierre de la marcha del 8M resonó sin parar por largos minutos: somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar. No somos el humo: somos el fuego, que arde intenso en las manos y los pies de cientos de adolescentes y niñas que vinieron en grupo, con sus madres y tías. O solas, pero no sueltas: nunca más sueltas, ahora estamos juntas. Y ahora sí nos ven. El patriarcado y el capital van a caer, el presente es nuestro. Y el futuro también.

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Foto: Colectivo Manifiesto

*Por Cristina Schwab para La Cultural / Fotos: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: feminismo, Paraná, Paro Internacional de Mujeres

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