Científicas en lucha
En estos tiempos de lucha feminista, TSS habló con colectivos de mujeres creados para enfrentar la violencia y la desigualdad de género. Trabajadoras de Ciencia y Tecnología en Lucha del INTI, Ciencia sin Machismo, Trabajadoras de CyU, la Rama de Género de ATE CONICET, las EcoFeminitas y las Amautas Huarmis hablan del techo de cristal, la injusta división de tareas y el machismo cotidiano.
Por Nadia Luna para TSS
El 8M, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) amaneció violeta. En el organismo llevan más de 45 días de paro y acampe pacífico a raíz del despido de 258 compañeros y compañeras. Giselle Santana, secretaria gremial de la Junta Interna ATE INTI, luce orgullosa su pañuelo verde que pide “Aborto Legal, Seguro y Gratuito” y una remera violeta en la que sus compañeras acaban de estampar “Trabajadoras de Ciencia y Tecnología en Lucha”. Santana recuerda: “En 2008, cuando empecé a ser delegada, quise hacer una charla sobre el tema más polémico, la legalización del aborto. Algunos compañeros ayudaron y lo hicimos: de más de dos mil personas que trabajamos acá, vinieron diez. Ahora la participación es muchísimo mayor”.
En este Día Internacional de la Mujer reivindicado como jornada de lucha, las mujeres pararon y realizaron miles de marchas alrededor del mundo. Instituciones del ámbito científico-tecnológico como las universidades, el CONICET y el INTI, no fueron la excepción. Al calor del movimiento feminista que tomó fuerza en los últimos años, en este ámbito se formaron diversos colectivos de investigadoras, becarias, docentes, técnicas y administrativas que idearon diversas iniciativas para visibilizar la violencia contra las mujeres, el techo de cristal, la injusta división de tareas y el machismo cotidiano, así como para reclamar por políticas que acorten la brecha de género en el sector de ciencia y tecnología.
Santana cuenta que vienen trabajando en la temática de género desde hace algunos años y el movimiento se profundizó con la conformación de “Trabajadoras Feministas del INTI”. Dice: “Llegamos al 8M muy movilizadas, habiendo hecho asambleas de mujeres y en medio de este paro que lleva 48 días”. A las 15 marcharon al Ministerio de Trabajo y luego confluyeron hacia la movilización general de mujeres al Congreso. “La ciencia y la tecnología todavía parecen estar reservadas para los hombres. No hay un techo de cristal, es una caja de cristal. Si quieren participar de la lucha y están preocupados por saber si movilizarse o no, lo mejor es que empiecen por cuestionar sus propios privilegios”, apunta.
Lourdes Ojeda es socióloga, trabaja en el área de INTI Mecánica desde hace 10 años y forma parte de los 258 despidos decididos por la dirección del organismo. También es parte de la Junta Interna de ATE INTI. “Dentro del volumen de despedidos, tenemos una composición relativamente pareja entre mujeres y varones. Sin embargo, relevamos que las mujeres despedidas representan en su mayoría a sectores más feminizados. Por ejemplo, tareas administrativas y de limpieza. Además, muchas compañeras que sostienen el acampe son madres y tienen que repartirse con el cuidado de los hijos, que recae en ellas. A pesar de eso, el trabajo que están haciendo las mujeres acá es muy importante tanto en número como en capacidad organizativa”, sostiene Ojeda.
Paula Dublanc trabaja en la Unidad Técnica de Geología del Centro Construcciones del INTI. “Estoy en un laboratorio donde hacemos ensayos de suelos y agregados para la construcción. Siempre es difícil para una mujer meterse en las áreas técnicas. En general, se nos exige demostrar aptitud para ejercer esos cargos, mientras que al hombre no”, señala. Entre los principales reclamos del 8M, estában la reincorporación de las compañeras despedidas, el fin de los femicidios y de las violencias en el ámbito laboral, y la legalización del aborto gratuito en los hospitales.
Doctores en patriarcado
“Ni se te ocurra quedar embarazada antes de terminar el doctorado”, le dice la directora de tesis a su becaria y es una de las frases machistas que más resuenan en los laboratorios. En este caso, la escena tiene lugar en el Centro Nacional Patagónico (CENPAT), unidad ejecutora del CONICET que nuclea ocho institutos de investigación. Los hits del patriarcado científico son muchos y variados. Desde “si yo fuera tu jefe te haría venir en minifalda” (como le espeta un investigador a una empleada administrativa) hasta el clásico “ahora no se les va a poder decir nada porque todo es acoso o maltrato”.
Lo que sucede en el CENPAT es solo una muestra de los micromachismos cotidianos del universo científico argentino. Las frases surgen de una encuesta elaborada por un grupo de investigadoras del Centro que el 8 de marzo de 2018 decidieron participar juntas de la marcha. Se organizaron bajo el nombre “Ciencia Sin machismo” y el pasado 11 de febrero, Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, lanzaron el sondeo para conocer las formas en que la violencia de género se manifiesta en su lugar de trabajo. Primero elaboraron la encuesta unas diez científicas, pero después de las reuniones abiertas para analizar los resultados se duplicó la cantidad de participantes.
“Lo primero que nos llamó la atención fue el nivel de participación: de las 186 mujeres que trabajamos acá participaron 129, casi el 70%”, le dijo a TSS la doctora en Ciencias Biológicas Soledad Leonardi, integrante de “Ciencia sin machismo”. Leonardi es parasitóloga, una rama que está considerada “más de mujer”. Sin embargo, como trabaja con aves y mamíferos, hace mucho trabajo de campo, un rol que todavía está asociado a la figura masculina. “Te bancás bien el trabajo de campo para ser minita”, fue otra de las frases relevadas. “A cualquier mujer que se desenvuelve bien en el campo la comparan con un varón, o te piden que hagas los sanguchitos y cebes el mate”, ejemplificó Leonardi.
Entre los datos surgidos del relevamiento que hicieron, más de la mitad de las investigadoras, becarias, técnicas y administrativas dice haber sufrido violencia machista. El 62% recibió comentarios inapropiados o sexuales; el 24% sufrió discriminación o comentarios por estar embarazada; el 18% fue insultada o maltratada por ser mujer; y el 6% sufrió pedidos explícitos de relaciones sexuales sin presiones, mientras que una investigadora señaló haber recibido presiones para obtener sexo a cambio de mejoras en su situación laboral.
Las científicas también enfrentan barreras por la falta de políticas que tiendan a acortar la desigualdad entre hombres y mujeres. En el CENPAT, cerró el jardín maternal que era una gran ayuda para las científicas que son madres y cargan con la mayor parte de las tareas de cuidado. Por otro lado, si bien hace pocos años se logró que el CONICET otorgara prórroga para presentar el informe de investigación el año que las mujeres dan a luz, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica del Ministerio de Ciencia no tolera postergaciones por maternidad a la hora de presentar un proyecto para obtener un subsidio. Esas son algunas de las cuestiones que se traducen en que haya un 60% de mujeres becarias pero que ese porcentaje se achique a medida que se sube de escalafón, llegando a un 25% de investigadoras Superiores en el CONICET.
“La semana que viene vamos a organizar un plenario para difundir los resultados de la encuesta y entregar el informe al consejo directivo del CENPAT. Allí pedimos, entre otras cosas, que se vuelva a abrir el jardín maternal y que se conforme una comisión a la que las mujeres podamos acudir si vivimos situaciones de violencia de género”, indica Leonardi. También, van a comenzar con un ciclo de charlas sobre mujeres en la ciencia.
El 8M, el CENPAT amaneció empapelado con carteles donde se leen las frases y porcentajes relevados en la encuesta. “Para que los vean nuestros compañeros varones cuando lleguen a trabajar”, dice Leonardi.
Mujer bonita es la que lucha
“El espacio se creó a partir de mateadas de catarsis”, dijo Florencia Trentini sobre el nacimiento de “Trabajadoras de Ciencia y Universidad”, en torno al 8M del año pasado, cuando propusieron una campaña en redes sociales llamada “A las trabajadoras de ciencia y universidad nos andan diciendo”, donde llovieron frases similares a las recolectadas por sus colegas patagónicas. Como la de esa profesora que aseguraba que “las mujeres embarazadas no piensan bien porque tienen las neuronas llenas de leche”.
“Siempre remarcamos que no solo los hombres son machistas. Nosotras también reproducimos la cultura patriarcal en la que fuimos educadas”, indica Trentini. Las más activas son 12 pero también hay otras que, aunque no puedan participar a tiempo completo, se suman a determinadas actividades. Pertenecen a disciplinas y cargos jerárquicos diversos: “Si bien la problemática es transversal, también hay diferencias. La precariedad laboral de becarias y docentes interinas profundiza determinadas violencias, mientras que las investigadoras de ciencias sociales a veces ni siquiera un lugar de trabajo”, sostuvo.
Trentini es doctora en Antropología e investigadora del CONICET en el Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (IESCT–UNQ). Ingresó a carrera en diciembre pasado, tras un año de lucha en la Red de Afectadxs, por haber sido una de los 500 que quedaron afuera en la convocatoria de 2016 por el recorte de presupuesto. “Durante la primera toma del Ministerio observamos que la cuestión de genero estaba invisibilizada y con otras compañeras afectadas empezamos a poner el foco en eso. La relación pasa por el hecho de que la precariedad y el ajuste repercuten más en las mujeres porque tenemos que ponernos el hogar al hombro”, dijo.
Otra que conoce de cerca los efectos del ajuste en ciencia para las mujeres es la doctora en Letras Victoria García. Investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, militante de la Corriente 12 de Mayo y también parte de las 500 que quedó afuera del CONICET en 2016, logró entrar en la última convocatoria. En diciembre, fue elegida para el flamante rol de delegada de Géneros de ATE-CONICET Capital. “Un aspecto que no se conoce tanto es la implementación de controles biométricos y del presentismo, formas de disciplinamiento porque nos descuentan hasta cuando tenemos licencia por maternidad o por familiar enfermo”, dijo García.
La investigadora explica que la militancia gremial para una mujer es como tener una triple jornada laboral porque se suma a sus roles como trabajadora y madre/esposa/hija. “Todavía falta que accedamos a puestos dirigenciales dentro de la militancia sindical”, afirmó. Para el 8M resolvieron plegarse al “ruidazo” acordado en las asambleas de los viernes convocadas por “Ni Una Menos” y participar de la marcha en la columna de ciencia y tecnología que compartieron con trabajadoras del sector de ciencia y tecnología.
García y Trentini coinciden en los reclamos más urgentes: aplicación real de las licencias por maternidad, jardines materno-paternales y lactarios en los lugares de trabajo, desprecarización laboral de becarias y becarios, y la implementación efectiva del protocolo de actuación para la prevención, difusión y capacitación en situaciones de violencia laboral y de género. El protocolo fue aprobado el pasado 8M por el directorio del CONICET mediante la Resolución Nº 1457/17. “Se está empezando a conformar la comisión que va a tomar los casos. El principal problema que teníamos era que no se sabía dónde informar situaciones de violencia y la forma de resolver era ‘cambiá de director’”, explicó Trentini. “Otro reclamo que empezamos a trabajar muy lentamente es la aplicación del cupo laboral trans, porque si las mujeres estamos en una situación de desigualdad dentro del ámbito de ciencia y universidad, las identidades trans lo están todavía más”, agregó.
Economía: ciencia feminista
Una de las primeras iniciativas de Economía Femini(s)ta fue “buscar a Wanda”. Así fue como armaron un álbum en Facebook con ese nombre y empezaron a coleccionar fotos, programas de congresos y paneles sobre economía donde todos o la gran mayoría de los invitados eran varones. La idea era mostrar que no era casualidad sino una dinámica sistemática de segregación. Pronto les llegó la clásica excusa: “No había mujeres apropiadas para invitar”. La respuesta tampoco se hizo esperar y armaron una agenda de mujeres economistas y la pusieron a disposición de quien la solicite.
Economía Femini(s)ta es una movida con forma de medio de comunicación que nació en 2015 para visibilizar a las mujeres economistas. Las ciencias económicas, al igual que otras ciencias como física e informática, y las ingenierías, son sectores masculinizados. La “EcoFeminita” Magalí Brosio, magíster en Economía Laboral, le dijo a TSS: “Hay techos de cristal muy claros: no se ven mujeres hablando de economía en los medios, ni diseñando políticas en el Ministerio de Hacienda, Finanzas o Producción o en el directorio del Banco Central. Tampoco se las ve encabezando consultoras en el sector privado ni liderando centros de investigación en universidades”.
En esta rama de las ciencias, también existen paredes de cristal. “Dentro de la economía, hay campos más ‘amigables’ con las profesionales mujeres como puede ser la economía laboral, y otros muchísimos más hostiles, como es el caso de las finanzas”, precisó Brosio. El fenómeno de segregación es mundial. Uno de los temas que más resonó luego de la Reunión Anual de la American Economic Association de 2018 fue la diferencia en el tratamiento de mujeres y varones en el ámbito académico. Allí se presentaron estudios en los que se demostraba que las mujeres reciben menor rédito que los varones en trabajos de autoría compartida y que se enfrentan a mayores exigencias y demoras para publicar papers.
Más allá de las particularidades del universo economista, este colectivo también busca visibilizar la brecha salarial por género, que en la Argentina se ubica alrededor del 27%, aunque este promedio oculta heterogeneidades. Las mujeres en puestos de trabajo no registrados o informales se enfrentan a brechas más amplias, que alcanzan hasta un 35%, lo cual las sitúa en un lugar de especial vulnerabilidad. “Creo que la política pública más urgente para poder hacer avances hacia la igualdad de género –dijo Brosio– es incrementar y mejorar la provisión pública y gratuita de servicios de cuidado. La estructura actual que conlleva una carga asimétrica de las tareas de cuidado sobre las mujeres es el mayor obstáculo. Y las mujeres del ámbito científico no son la excepción”.
Estereotipos y lucha comunicacional
Cuando Daiana Peralta era chica, insistía con ir a jugar a pelota con sus hermanos. “Parecés un changuito”, le decían. Otras veces, arremetían con el “tenés que ser más señorita”. Vivió su infancia en Santiago del Estero, de grande se fue a estudiar a Tucumán y volvió a trabajar a su provincia. Hoy es doctora en Bioquímica y becaria posdoctoral del CONICET en el Centro de Investigación y Transferencia Santiago del Estero (CITSE). Como a muchas colegas, el 8M del año pasado también inspiró a Peralta, que junto con otras compañeras comenzaron pegando frases en sus lugares de trabajo y terminaron formando Amautas Huarmis, que en quechua significa “mujeres sabias”.
Las amautas son 15 científicas que provienen de distintas instituciones y disciplinas. El grupo trabaja de manera autogestionada con el objetivo de derribar estereotipos formados en la niñez (como el del científico varón), visibilizar el trabajo de investigadoras mujeres y despertar vocaciones científicas. El foco de buena parte de sus actividades está puesto en los niños: realizan talleres interactivos, como el que hicieron en la escuela Inti Huasi, llamado “De la verdulería al laboratorio”. Allí, niñas y niños manipularon material de laboratorio para interpretar situaciones cotidianas desde la perspectiva de la ciencia. “Queremos redefinir el concepto de ‘educación en la infancia’ porque apuntamos a tratar de construir una sociedad más equitativa desde la niñez”, dijo Peralta.
Hace unos meses, organizaron el concurso literario “Cientichicas de mi país”, que consistió en la elaboración de un cuento sobre alguna científica argentina y estuvo destinado a niñas y niños de entre 9 y 13 años. “Tenían que escribir cuentos en grupo pero para eso debían charlar con la científica en cuestión. Había chicos que nos decían que era la primera vez que conocían una mujer que hacía ciencia”, destacó la investigadora. El primer puesto fue para “Las tres mosqueteras” del cuarto grado de la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas Nº 2 Mariano Acosta, de Buenos Aires, con su cuento “Y si fuera así”, sobre la científica Andrea Gamarnik.
“La motivación depende mucho del docente. Cuando fuimos a esa escuela, por ejemplo, nos encontramos con que el profesor de Ciencias Naturales les enseñaba sobre feminismo y cuestiones de género. En nuestra provincia, en cambio, todavía estamos atrasados en lo que es Educación Sexual Integral y con perspectiva. Hubo muchos profesores que nos recibieron bien pero también otros que no nos querían en la escuela”, advirtió la científica. “Quienes formamos Amautas Huarmis creemos que la ciencia y la equidad de género son imprescindibles para el crecimiento y desarrollo de la sociedad”, afirmó Peralta.
*Por Nadia Luna para TSS.