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El hombre/mujer fábrica: crónica de una explotación anunciada

27 febrero, 2018 by Redacción La tinta

Por Jerónimo Guerrero Iraola para Panamá Revista

“Estoy a full”, “no puedo, ando a mil”, “no tengo tiempo”, son frases que no sólo digo a diario, sino que conforman el repertorio de conversaciones entre amigos, conocidos y familiares. Cuanto más joven sea mi interlocutor, más acentuada la sobreactuación de mi/su estado actual. Digo sobreactuación porque, si bien buscamos nuestra propia masacre, también tendemos a pintar un mundo que nos demanda como si fuésemos presidentes de algún país.

La precariedad laboral es uno de los elementos que ha signado la conversión de trabajadores (o asalariados) a hacedores. Aunque la rutina pareciera ser el gran agente promotor de depresiones y desencuentros con el yo en forma inversamente proporcional a lo que garpa el relato emprendedor, vale la pena remarcar que hemos vuelto a épocas pretéritas en las que nuestra subsistencia depende en mayor o menor medida de la caza o pesca del día. Está claro, Steve Jobs no saltó de empleado administrativo, de 8 horas escritorio, a CEO de Apple, sino que fue su olfato, talento, y los “riesgos que corrió” los que le permitieron ser uno entre 6.000 millones.


Este nuevo rol de hacedores navegando en medio del mar de la precarización nos introyecta el deber de sobresalir. Ese giro gestáltico implica recortarse del fondo, ser figura, y supone no sólo mostrarse haciendo, sino feliz, con amigos (capital social), en forma, comiendo saludable, adquiriendo conocimiento. Somos nuestra propia marca. Los seguidores de Instagram señalan el pulso de nuestro éxito, la correcta selección del nicho, la concordancia entre nuestra visión, branding, y las expectativas sociales.


A su vez, el relato del cuentapropismo se exhibe y difunde desde los canales oficiales al estilo Silicon Valley. Esta característica se vale de un juego metonímico. El cuentapropista es, para el Estado, el emprendedor palermitano, un sujeto preparado, con estudios, cierto capital social, que asume a su cuenta los riesgos de seguir el instinto. Los datos publicados por Daniel Schteingart (@danyscht), en base a la EPH 2016-17 y EAH 2015, dan cuenta de la composición del cuentapropismo: el 82% de los asentados en Palermo, Recoleta y Belgrano, cuenta con estudios universitarios, mientras que a nivel país, el 71% carece de dicho nivel de estudios.

El lado B del relato freelance es el universo de trabajadores y trabajadoras prisoneros/as de lo que he llamado la “Patria Monotributista”. Este dato permite apreciar la falta de armonización del relato de impulso al emprendeurismo con las realidades particulares. El modelo de éxito (¿impostado?) es el estar a mil. Somos así hombres y mujeres fábrica y, al depender de la pesca del día, el ocio es lapidario. Sabemos que aquello que estamos “no haciendo” es dinero que dejamos de percibir. Dado que el futuro es incierto, los sábados, domingos y feriados se muestran como una buena oportunidad de “ganarle a mañana”.

Si al combo lo agrandamos (por diez pesos) con el componente robotización de la economía, nuestro porvenir se pondrá cada vez más duro. En el momento en que aquello que podemos hacer con nuestro monotributo al día (y la debida presentación del pago de las últimas dos cuotas) lo pueda realizar una máquina, las posibilidades de sobresalir serán cada vez más complejas y ello acarreará: más trabajo por menor salario, más habilidades a adquirir, más competencia, en definitiva, más autoexplotación.

 A nivel global, los líderes argumentan que la robotización no conlleva en forma directa a una merma en el empleo. Afirman que, por el contrario, la “reconversión” de las tareas es crucial. El 27 de diciembre, Peter S. Goodman publicó una nota en New York Times sobre cómo Suecia está haciendo frente al problema (“The Robots Are Coming, and Sweden Is Fine”). La mayor eficiencia que habilita la irrupción de la robótica se compensa con distribución. El Estado de bienestar del país nórdico apuesta a la consolidación de la propiedad social, y a fortalecer los lazos de confianza entre empresarios y trabajadores, en una vigencia plena del modelo trabajador/a asalariado/a (relación de dependencia). Si bien el artículo da cuenta de los desafíos (que pueden devenir en dificultades) financieras, describe cómo desde el Estado se apuesta a ello para garantizar el ejercicio de derechos.

Como contrapartida, aquí en Argentina seguimos “estando a full” mientras las y los actores estatales difunden las bondades de montar cervecerías. El cuentapropismo va de la mano con la desregulación del mundo del trabajo y la balcanización de las y los trabajadores. No hay, hasta el momento, un gremio que permita nuclearnos como monotributistas. No peleamos por nuestra jornada laboral, por nuestro salario en paritarias, ni tenemos aguinaldo o vacaciones pagas. Estamos a full y, con el paso del tiempo, nuestro cuerpo (¡Y nuestra psiquis!) comienza a pasar factura. Nos convertimos en hombres y mujeres fábrica, descartables, frente a un Estado que nos trata y exige como empresarios wannabe. Sólo falta que nos pidan que implementemos planes de Responsabilidad Social y habremos cantado bingo.

*Por Jerónimo Guerrero Iraola para Panamá Revista.

 

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Filed Under: Opinión Tagged With: freelance, Monotributo, precarización laboral

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