El femicidio bisagra
Mar del Plata, 15 de febrero de 1988. El cuerpo de la actriz uruguaya, Alicia Muñiz, yace sobre el piso de una casa en el Barrio La Florida. La fotografía fue tomada desde el balcón de una de las habitaciones. Desde allí, el ex campeón mundial de boxeo, Carlos Monzón, había empujado a su pareja y madre de su hijo la noche anterior, después de golpearla y estrangularla.
Por Redacción La tinta
El caso tomó notoriedad dada la celebridad del boxeador (de hecho la prensa lo llamó el «caso Monzón»). Hasta entonces, los casos de femicidios perpretados por sus parejas o ex parejas, eran tratados en las crónicas rojas sin otra particularidad que «problemas conyugales» o «amor violento», relegados al ámbito privado.
En Visibilidad mediática de la violencia hacia las mujeres: continuidades y cambios en Argentina (1983-2009), Claudia Laudano, investigadora especialista en género, comunicación y tecnologías aclara: «Hasta el asesinato de Alicia Muñiz, ‘violencia hacia las mujeres’ no figuraba como ítem en las agendas de los principales medios de comunicación que perfilan la discusión pública en el país; a pesar de las intervenciones pioneras de periodistas que tallaban en las grietas del androcentrismo informativo».**
Sin embargo, el abordaje de la mayoría de los medios incluyó imágenes explícitas, la tendencia a quitar la responsabilidad que le cabía a Monzón (por alcohólico, por enfermo, etc.) y la culpabilización de Muñiz. Así todo, las repercusiones del caso generaron el aumento de las denuncias de violencia por parte de mujeres y la opinión pública esta vez se dividió en dos posiciones firmes: los que exigían una condena para Monzón y los que pedían el perdón para el boxeador.
Más allá del «debate ético acerca de los límites que debiera tener el exhibicionismo fotográfico», Laudano cuenta que policías, expertas en violencia y activistas feministas sostienen que las imágenes difundidas de manera masiva generaron que «muchas mujeres acudieran a realizar denuncias por maltratos, como medida preventiva para sus propias vidas».
Un año y medio después, en un hecho inédito para la justicia argentina, el tribunal declaró a Carlos Monzón culpable de homicidio simple (todavía no existía la figura de femicidio) y lo condenó a 11 años de prisión. En su decisión, tuvo en cuenta los antecedentes de violencia machista en las anteriores parejas de el ex campeón, quien con naturalidad reconocía en entrevistas televisivas que a todas les había pegado y justificaba su accionar violento con frases como «soy antiguo, y a mi me gusta que mi mujer salga vestida como yo quiera».
*Por Redacción La tinta