La salud NO es un negocio

La salud NO es un negocio
1 diciembre, 2017 por Redacción La tinta

Por Iohana Ayala Lucarelli para La tinta

Soñador, buscavidas, compañero, amigo y padre. Nacido en Córdoba capital y criado con aire serrano, verde de libertad y padres conservadores, siempre buscó una grieta, un rayito de sol entre las frondosas copas de los árboles para pensar un mundo diferente. Divertido, fiestero y aventurero, con más de 30 años de aportes jubilatorios.

Hasta este punto podría estar hablando de cualquier persona, pero no es así, el es mi papá Oscar o como lo conocen la mayoría: ‘El Ratón Ayala’. Un Personaje con sus pros y contras que todos conocimos. Terminó su recorrido por este mundo a sus 55 años rodeado de amigos y su familia, parte de ella nos vinimos desde europa para acompañarlo en este proceso.

Su último trabajo fue en el Frigorífico Estancias del Sur de Unquillo, Córdoba. Dicha empresa contrató los servicios de SIPSSA para sus empleados. Con el cierre del frigorífico, la obra social en cuestión debía seguir cubriendo a sus afiliados según marca la ley a través del Plan Médico Obligatorio (PMO).

Nos tocó vivir muy de cerca la epidemia del siglo XXI, el cáncer. En un momento político donde el neoliberalismo toma impulso y arrasa a golpe de marketing barato, haciéndonos creer que la calidad se obtiene si viene del ámbito privado. No es un dato menor, ya que las obras sociales y el sistema sanitario privado son estandartes del capitalismo. Esta historia que voy a narrar a continuación está estrechamente relacionada con la cosificación del ser humano, el negocio sanitario, la meritocracia y la ignorancia de creer que las personas valemos en relación a lo que tenemos.

Empezamos

A mi papá le diagnosticaron un tumor cerebral frontal el 23 de septiembre de 2015, el día 30 del mismo mes entró al quirófano, todo de prisas y corriendo. Tanto es así que mi hermano pidió una consulta extra y lo trataron mal, al punto de no querer darle la historia clínica, documento que es del paciente y no propiedad de la clínica o centro sanitario.

Superó la intervención con éxito pero acá fue cuando comenzó nuestra odisea con SIPSSA, en adelante sipssa ya que las mayúsculas le quedan demasiado grandes. Según la Ley Nº 23.660 que regula el PMO, al detectarse la enfermedad mientras tenía cobertura médica la obra social debía hacerse cargo del tratamiento integral.

A golpe de escritos de nuestro abogado conseguimos prórrogas de cobertura que la ley contempla, medicamentos al 40 y 70%, estudios y tratamientos. La primera respuesta a las peticiones que hacíamos eran un NO, cuando mencionábamos el abogado aparecía el ‘tal vez’ y el sí.

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La vejación empresarial

La cronología en el tiempo es corta pero las peripecias con la obra social hicieron interminable el proceso. Al poco tiempo de la operación y de un tratamiento de rayos mi Papá sufre un edema cerebral en el parietal, por lo que es ingresado de urgencia y estabilizado a lo largo de semanas. Al hablar con los médicos nos dicen que es posible que necesitemos asistencia domiciliaria. A lo cual la obra social sipsa responde que NO.

Ellos dicen “no, es imposible”, pero hay una ley que ampara y recoge estas situaciones. ¿Por qué ese NO?, ¿desconocimiento o simplemente juegan con el tiempo y el sufrimiento de enfermos y sus familiares? La Ley Nº 23.660 que regula el PMO, más claro no lo puede decir:

«Internación
Se asegura el 100% de cobertura en la internación en cualquiera de sus modalidades (institucional, hospital de día o domiciliaria). La cobertura se extiende sin límite de tiempo, a excepción de lo contemplado en el capítulo que corresponde a salud mental».

Elevamos un escrito con nuestro abogado a sipssa y aparece el ‘tal vez’ en forma de AUDITORA. En el primer contacto que tuvimos mis hermanos y quien escribe, la auditora nos dijo: “Bueno chicos ustedes saben que su papá se va a morir” (cita textual), con mis hermanos nos miramos atónitos, es ley de vida que todos nos moriremos algún día, lo importante, creíamos y creemos, es hacerlo con dignidad y la atención sanitaria correspondiente. O, me pregunto, ¿si te detectan una enfermedad terminal quiere decir que no hay que atenderte bien?, total te vas a morir. ¿A eso se refería la auditora? También nos alentó a no usar una ambulancia que obviamente debían cubrir ellos, “es mejor llevarlo en auto” nos decía, “para que no esperen”.

Salió del hospital medianamente recuperado y la única atención domiciliaria que nos autorizó la auditora fue la fisioterapia que los mismos familiares debíamos buscar.

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Sipssa MATA, la crónica

Tras 5 días desde la última internación de Oscar, el 9 de diciembre de 2015 a las 22:45 hs aproximadamente, sufrió un episodio severo de convulsiones, llamamos al servicio de emergencias CEC contratado de manera particular.

El servicio tardó aproximadamente 5 minutos en llegar a nuestra casa, Tras estabilizarlo la doctora Andrea informa a la base para que busque cama en el Sanatorio Francés, centro médico donde mi papá fue diagnosticado, operado y tratado nuevamente en su primera recaída (edema en el parietal). En este hermoso sanatorio ya sabían que mi Papá tenía un PMO que en teoría expiraba en breve, hago esta aclaración porque hay coincidencias que reafirman comportamientos.

Aún así, con dichos antecedentes, el Sanatorio Francés le niega la internación, por lo que llamamos a sipssa Urgencias. Al ser atendidos y brindar los datos del paciente, nos mantienen en espera y los mismos operadores cortan intencionadamente varias veces las llamadas. Los responsables de turno del servicio de URGENCIAS son ‘Belén’, ‘Marcos’ y ‘Lucas’ quienes niegan proporcionar sus apellidos (alrededor de las 22:50hs, en adelante).

Dichos operadores nos brindan una única información, los nombres y teléfonos de los centros donde pueden atender a nuestro padre según el plan PMO, para que NOSOTROS llamemos personalmente y solicitemos cama, los hospitales son: Sanatorio Francés, Sanatorio Parque y la Clínica Privada Caraffa.

Quiero en este punto narrar una foto 360º de lo que ocurría, por si alguien se ha perdido ante tantos datos, idas y vueltas. Mientras le dábamos la cena, mi papá nos pidió ir al baño, con mi hermano lo pusimos en pie, en menos de un segundo sus ojos celestes verdosos, esos en los que tantas veces busqué un consejo y una mirada cómplice, comenzaron a irse hacia atrás, su cuerpo se sacudía con brusquedad y lo mantenía rígido. Al principio no me dí cuenta, mi hermano me dijo «Iohana tranquila, el pá está teniendo convulsiones ayudame a subirlo de nuevo a la cama y llamá al CEC». Fue así como salí corriendo al teléfono. Fueron cinco minutos eternos pero llegó con los mejores profesionales, no sólo atendieron a nuestro padre sino que nos ayudaron a llamar a los hospitales.

Por si no se entendió, desde la obra social nos hicieron llamar al servicio de emergencia privada para que busquemos cama, cuando es SU obligación. Nos coordinamos y llamamos con distintos números de teléfono: nuestra madre, nosotros, una tía y una médica amiga de la familia, más la central del servicio de emergencia.

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Tras recibir la negativa por parte de los centros médicos, volvimos a comunicarnos con sipssa Urgencias y los operadores mencionados anteriormente, nos proporcionaron las siguientes excusas:

a) El paciente Oscar no tiene cobertura (sí contaba con cobertura)
b) Que han encontrado una cama en el Sanatorio Allende pero hay que pagar $33 mil
c) Que están buscando cama.
d) Que están buscando cama y cortan la linea.
e) En reiteradas ocasiones al llamar al mismo número de sipssa enviaban la llamada al fax.

Ante tanta negativa, mi padre seguía en estado crítico y necesitaba internación urgente, así nos lo transmitían los profesionales del CEC. Entones decidimos llevar en ambulancia a Oscar al Sanatorio Francés, aunque el establecimiento negara reiteradamente la asistencia a su paciente, lo ingresaríamos los hijos en silla de ruedas, ya que el servicio de emergencia no contaba con la autorización.

A mitad del traslado en dirección a Córdoba capital, Oscar comienza con un nuevo episodio de convulsiones (aproximadamente a las 00:20 hs.) requiriendo intubación, motivo por el cual deciden desde el CEC pedir asistencia al Hospital Público José M. Urrutia (Unquillo), que no cuenta con un equipo ni sala de terapia intensiva (UTI).

Llegamos al hospital a las 00:45 hs. donde es estabilizado e intubado, para ello lo ponen en un coma inducido. En el informe que realizan los médicos de guardia consta que Oscar necesita de forma urgente un hospital con UTI. Por este motivo, los familiares, los médicos y paramédicos del CEC y la médica de guardia del hospital comenzamos a llamar a los hospitales proporcionados por sipssa y a sipssa Urgencias para conseguir cama.

Los hospitales se niegan a recibir a nuestro padre. Una doctora me recomienda que haga un video de la situación para hacer constar el abandono de persona sufrido por la obra social. Hago un paneo de la ambulancia en la entrada del hospital y, creo, menciono la hora. Pero soy incapaz de ingresar en la sala de urgencias donde se encuentra en coma nuestro padre. Lla doctora agarra el celular y entra ella, ahí está casi inerte en coma, con sus pantalones de deporte y sus zapatillas favoritas, en una sala de urgencias sin los aparatos necesarios para atenderlo, ante una inminente descompensación.

En varios intentos y casi sin crédito, grabamos una conversación con el servicio de emergencia de sipssa, donde nos dicen que están buscando cama. Ante esta situación caótica interviene el Ministerio de Salud de la Provincia de Córdoba. Este organismo procede a buscar una cama en Salud Pública, obteniendo una en el Hospital San Roque. Esto se produce cerca de las 5:00 AM.

Tras casi un mes internado en un HOSPITAL PÚBLICO, -al cual esperamos que sipssa reembolse $ 33 mil, la noche por los servicios prestados a un afiliado que era SU responsabilidad-, Oscar sale recuperado.

Intervino la sanidad PÚBLICA, esa que critican, a la que le falta de todo, la que huele a chipá barato y café aguado, la que tiene goteras, donde hay mosquitos, donde faltan medicamentos. Esa sanidad a la que vacían de presupuesto para dárselo a las obras sociales. Basta de mirar para otro lado, vos que te quejas y decís que lo público es malo, a vos te digo: ¡abrí los ojos!

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Una segunda oportunidad

Gracias a los cuidados recibidos en el Hospital San Roque, a su equipo de enfermeras y médicos que trabajan por sueldo mínimo, sin insumos y material para el tratamiento, a veces sin medicamentos, pero con voluntad de hierro, empatía y excelencia profesional, ésta fue la última internación que necesitó Oscar. Le dieron calidad de vida y nos regalaron tiempo a los familiares para disfrutar con y de él.

La Salud no debería ser un negocio en manos de escrupulosos. Las obras sociales y la medicina privada mata, porque considera a los pacientes como ‘clientes’ y no como personas que necesitan asistencia. ¿Por qué rememorar lo sucedido?, porque la impunidad y el silencio son cómplices de un sistema que mata.

Mi papá tuvo la suerte de ser atendido en dos instituciones PÚBLICAS, le dieron calidad de vida para pasar el final de sus días con su familia en casa.

Si me preguntan por qué escribo esta parrafada es, simplemente, porque quiero que se deje de destinar dinero público a instituciones privadas o semiprivadas, quiero que quienes lleguen a esta líneas finales comprendan la importancia de tener profesionales que traten a personas como personas y no según sus posibilidades económicas.

Quiero que los profesionales de la sanidad pública sean remunerados en condiciones óptimas y que dispongan de todos los insumos que les sean necesarios para cumplir con su labor profesional.

Quiero que entiendas que la salud es un bien social, es de todxs y entre todxs debemos defenderla y cuidarla. La sanidad no es un negocio.

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*Por Iohana Ayala Lucarelli para La tinta.

Palabras claves: Obras sociales, Plan Médico Obligatorio, salud, SIPSSA

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