Honduras: represión a la oposición

Honduras: represión a la oposición
21 diciembre, 2017 por Redacción La tinta

Por Alberto López Girondo para TiempoAr

Si la oposición hondureña esperaba algún tipo de apoyo del gobierno de Donald Trump frente a su denuncia de fraude en las presidenciales del 26 N, el departamento de Estado les acaba de dar un portazo en la cara. En un comunicado emitido tras el reclamo del candidato de la Alianza de Oposición (AO), Salvador Nasralla, dice claramente que conocen el anuncio del Tribunal Supremo Electoral (TSE) que reconoce ganador al actual presidente Juan Orlando Hernández. Y también deslizan que saben de las denuncias de irregularidades, pero al mismo tiempo, puntualiza, «animamos a los partidos políticos (…a presentar cualquier impugnación ante el TSE) para plantear cualquier inquietud que pudieran tener».

El vocero Heather Nauert, incluso, hizo un llamamiento a que los hondureños se abstengan de actos violentos.

Sin embargo las protestas, que ya venían creciendo desde aquel domingo por las maniobras sospechosas que envolvieron el escrutinio y la demora en dar un resultado final, se extendieron en las calles y las imágenes de la represión compitieron por un día con las que casi en simultáneo se registraban en la capital argentina.

Nasralla ya había conseguido un guiño del secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, quien reconoció las irregularidades y pidió nuevas elecciones. No tuvo la misma suerte la AO frente a la Unión Europea, que eligió el camino de no tomar partido «en respeto a la soberanía hondureña».

La bandera del nacionalismo cerril, tan cara a regímenes conservadores que en la región suelen estar alineados con los intereses estadounidenses, sirvió de excusa al diputado oficialista Oswaldo Ramos Soto para rechazar el planteo de Almagro. «Honduras es un país soberano y nadie, ni la OEA, se puede inmiscuir en sus asuntos».

El vicepresidente fue más explícito: «No habrá otra elección, la única elección se la que se realizará dentro de cuatro años», dijo Ricardo Álvarez.

El clima de tensión en las calles hondureñas se fue caldeando desde que el martes 28 de noviembre el TSE suspendió el recuento de votos alegando que hubo un fallo informático. El informe decía que el disco rígido donde se alojaban los resultados se había llenado y había que migrar el contenido a otro más grande.

Hasta ese momento, con más del 60% de los sufragios ya escrutados, Nasralla, un presentador televisivo de programas de mucho rating, llevaba más de 5 puntos de ventaja sobre Hernández, quien ganó en 2013 y logró que la Corte Suprema le habilitara la reelección a pesar de que la Constitución lo prohíbe.

Ese es un tema irritativo para los hondureños ya que en 2009 Manuel Zelaya fue derrocado por un golpe institucional cuando pretendía hacer una consulta popular para cambiar la Carta Magna. En ese entonces, los jueces rechazaron la posibilidad de un plebiscito alegando que esa era un a cláusula pétrea de la Constitución, mientras que en los medios se batía el parche de que su único objetivo era la reelección.

Esas fueron las excusas que esperaba el parlamento para expulsar a Zelaya, un liberal que se estaba acercando a los gobiernos progresistas de Latinoamérica de aquel momento.

De allí que una nueva postulación de Hernández fuese muy resistida por las fuerzas políticas de la oposición, que fueron armando un gran frente para competir en su contra, a pesar de todo.

Quedaron afuera partidos menores, como el Liberal. El candidato de esa agrupación, Luis Zelaya, sin parentesco con el derrocado presidente, confirmó el 28 de noviembre la postura de la AO. Que con 5% de diferencia y menos del 40% de los votos por escrutar, ya no había manera de que Nasralla no hubiera ganado.

Pero por arte de magia, luego del parate informático, el miércoles 29 Hernández apareció con unas décimas a su favor.

Las calles se llenaron de manifestantes que exigían que el TSE reconociera el triunfo de la oposición. Y comenzó una represión indiscriminada por parte de la Policía Militar, un cuerpo pretoriano armado por Hernández.

Las tropas de la Policía Nacional, en cambio, se acuartelaron y dijeron que no iban a reprimir. En ese contexto se supo que el mandatario estaba organizando escuadrones de la muerte para asesinar a opositores a su gobierno.

De acuerdo a un informe no oficial, desde el día del comicio hasta este lunes, habían muerto 17 personas, víctimas de la violencia policial.

Cuando se supo que Nasrralla viajaba a Estados Unidos, el TSE apuró la definición que durante 20 días venían demorando. La incertidumbre era si finalmente reconocían que hubo fraude y daban ganador a Nasralla -como pide la AO- ante la evidencia de los votos irregulares. Pero según interpretan en la oposición, frente al temor de que los «amigos del norte» les tiraran de las orejas, lo dieron el triunfo a Hernández, por 42,95 % de los votos, contra 41,24.

El mandatario no salió a festejar pero llamo «a la paz y la concordia». El día anterior la hermana, Hilda, de acuerdo al reporte oficial, había muerto cuando el helicóptero en que viajaba cayó sobre la Reserva Biológica Yerba Buena, a unos 60m kilómetros al norte de Tegucigalpa.

Los sentimientos de rechazo que despierta llevan a que muchos hondureños desconfíen de esa información y sostengan que Hilda esta viva pero que la noticia de su muerte servía para congraciar a la población ante la novedad de que no pensaba dejar el poder.

*Por Alberto López Girondo para TiempoAr.

Palabras claves: elecciones, Honduras, Juan Orlando Hernández, Salvador Nasralla

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