Biografía del hambre, una apología contagiosa del deseo

Biografía del hambre, una apología contagiosa del deseo
28 diciembre, 2017 por Gilda

Por Manuel Allasino para La tinta

Biografía del hambre, es una novela autobiográfica de Amélie Nothomb, quien padeció anorexia durante dos años. En el relato explica su vida a través del hambre y reivindica una avidez y una glotonería en muchos registros: hambre de lenguas, de libros, de alcohol, de chocolates, ansia de belleza y de descubrimientos.

Nothomb afirma que tiene un apetito absoluto, un deseo jamás colmado, que no parece tener fin.

A los siete años, tuve la clarísima sensación de haberlo vivido todo. Con la intención de estar segura de no haber olvidado nada de mi recorrido humano, recapitulé: había conocido la divinidad y su absoluta satisfacción, había conocido el nacimiento, la cólera, la incomprensión, el placer, el lenguaje, los accidentes, las flores, los demás, los peces, la lluvia, el suicidio, la salvación, la escuela, la degradación, el desgarramiento, el exilio, el desierto, la enfermedad, el crecimiento y el sentimiento de pérdida al que iba unido, la guerra, la embriaguez de tener un enemigo, el alcohol –last but not least – había conocido el amor, esa flecha tan bien lanzada en el vacío. Aparte de la muerte, que me había rozado varias veces y que volvería a poner el contador a cero, ¿qué más me quedaba por descubrir? Mi madre me habló de una dama que había fallecido tras ingerir una seta venenosa. Pregunté qué edad tenía. <<Cuarenta y nueve años>>, respondió ella. Siete veces mi edad: ¿qué clase de broma era ésa? ¿Cuál era el problema de morir después de una vida de una longevidad tan descabellada?  Sentí vértigo ante la idea de que la providencial seta quizá se cruzaría en mi camino a una edad tan lejana: ¿acaso era necesario padecer siete veces mi vida antes de llegar al término? Me tranquilicé: fijé mi defunción a los doce años. Un profundo alivio se amparó de mí. Doce años, era una edad ideal para morir.  Había que marcharse antes de que comenzara el proceso de decrepitud. Dicho esto, me quedaban cinco años por delante. ¿Me aburriría? Recordé que a los tres años, justo antes de mi intento de suicidio, había experimentado esa repulsiva convicción de haberlo vivido todo. No obstante, si bien es cierto que en aquel pretérito momento no me quedaba nada por aprender respecto a la suprema desilusión de la ausencia de eternidad, no por ello había dejado de descubrir, desde entonces, aventuras que merecían la pena. Por ejemplo, me habría perdido la guerra, cuyo placer no tenía parangón. Así pues, no había que excluir que todavía pudiera conocer aquello que aún no había experimentado”.

Nothomb reseña la existencia de Vanatu, un idílico archipiélago oceánico en el que sus habitantes están bien saciados por la generosidad de la naturaleza que les rodea. Lo que parece un don, es visto por aquellos isleños como una desgracia. La escritora no puede concebir la presencia de un lugar en el que no se pasa hambre. Ella confiesa tenerla siempre, especialmente de dulces. Durante toda la novela trabaja la idea del deseo inalcanzable en todas sus formas: del éxtasis al horror, con brío, dolor, amor, humor y lucidez. Biografía del hambre es un libro en el que Amélie Nothomb se vuelva de una manera muy sincera hacia su infancia.

“La muerte contenida dentro de la vida me asustó. Para calmarme, exigí demasiado amor. Como un señor feudal en plena Edad Media, agobiando con impuestos a su pueblo exangüe, reclamé de mis favoritas inhumanos tributos amorosos: las obligué literalmente a arrodillarse. Ellas consintieron de buen grado, pero sus ofrendas nunca me parecían suficientes. Inge había muerto y ya no podía darme amor. Entonces me fijé en la más sublime de las mujeres: mi madre. Me colgué de su cuello. –Mamá, quiéreme. –Te quiero. –Quiéreme más. –Te quiero muchísimo. –Quiéreme todavía más. –Te quiero tanto como pueda uno llegar a querer a su hijo. -¡Quiéreme más que todo eso! De repente, mi madre vio al monstruo que se abrazaba a ella. Vio al ogro que había criado, vio el hambre personificada, con sus ojos gigantescos, que exigían una satisfacción fuera de toda norma. Inspirada sin duda por las fuerzas oscuras, mi madre pronunció unas palabras en las que algunos verían crueldad, pero que eran de una firmeza indispensable y que, en adelante, desempeñarían un papel capital en mi existencia: -Si quieres que te quiera un poco más, sedúceme. Aquella frase me indignó. Rugí: -¡No! ¡Tú eres mi madre! ¡No tengo que seducirte! ¡Tú tienes que quererme! –Eso no existe. Nadie tiene que querer a nadie. El amor, uno se lo gana. Me derrumbé. Era la peor noticia que había oído nunca: tendría que merecer su amor y todos los demás amores. Así pues, no bastaba con aparecer y exigir ser amada. Así pues, yo no tenía esencia divina. Así pues, las dosis faraónicas de amor que yo exigía no eran legítimas. Aquella avalancha de así pues hizo que me viniera abajo. Seducir a mi madre: no sería moco de pavo. ¿Cómo hacerlo? Ni idea”.

Con cierto humor y sinceridad, Nothomb cuenta las experiencias de una niña y su vida de trotamundos junto a sus padres diplomáticos, a través de los países más insospechados. Así, nos conduce desde un Japón que mitificó y que consideró siempre como su país de origen aprendiendo el idioma perfectamente, hasta Laos que describe como “el país de la nada”, pasando por Birmania, lugar en el que descubrió el sentido de la belleza, una China comunista, una Nueva York capitalista y un Bangladesh tercermundista.

“En Bangladesh, me habían enseñado que el hambre era un dolor que desaparecería muy deprisa: uno sufría sus efectos sin sufrir más dolor. Valiéndome de esta información, creé la Ley: el 5 de enero de 1981, día de Santa Amélie, dejaría de comer. Aquella pérdida de mí misma iba acompañada de una suspensión: la Ley también estipulaba que a partir de aquel día no olvidaría ninguna de las emociones de mi vida. Uno tenía derecho a no recordar los detalles técnicos del universo, Marignan 1515, el cuadrado de la hipotenusa, el himno nacional americano y la clasificación de los elementos químicos. Pero no recordar lo que te había conmovido, por leve que fuera, era un crimen que demasiadas personas cometían a mi alrededor. Aquello me producía una indignación mental y física. La noche del 5 al 6 de enero de 1981, asistí a la primera proyección interior de mis emociones de la jornada: estaban constituidas sobre todo por hambre. Desde entonces, cada noche, a la velocidad de la luz, se proyecta dentro de mi cabeza el rollo de película emocional a partir del 5 de enero de 1981”.

Biografía del hambre es la propia historia de Amélie Nothomb, desde los tres años hasta su contrato como intérprete en una empresa japonesa. El mayor interés del libro reside en la visión de la narradora, una niña inconformista y original, de carácter fuerte y que sabe lo que quiere a pesar de su corta edad.

Sobre la autora

Amélie Nothomb nació en Kobe, Japón, en 1967. De familia belga, pasó su infancia y adolescencia en Japón y en China, donde su padre fue embajador. En Anagrama ha publicado: Estupor y temblores, Metafísica de los tubos, El sabotaje amoroso, Cosmética del enemigo, Diccionario de nombres propios, Antichrista, Biografía del hambre, Ácido sulfúrico, Diario de golondrina, Ni de Eva ni de Adán, Ordeno y mando, Una forma de vida, Viaje de invierno y Matar al padre.

*Por Manuel Allasino para La tinta

Palabras claves: Amélie Nothomb, Biografía del hambre, literatura, Novelas para leer

Compartir: