Astiz

Astiz
1 diciembre, 2017 por Redacción La tinta

Se lo ve abatido.
Pero ese rostro es insondable.
Podría cobijar la desgracia de la derrota.
O macerar alguna forma de la revancha Etchecolatz.

Creo que debe ser agradecido.
Vivió libre y sano muchos años. Muchos más de los que sus víctimas jamás llegaron a imaginar.

Que no suene a lamento de los vencidos.
Hay actos que nunca estaremos dispuestos a ejecutar.
Matar por la espalda a niños desarmados.
Torturar, infligir dolor con placer de sádico.
Robar bebés y criarlos en un espejismo barroso.
Vengarnos.

Porque como dijera el enorme Kurt Wilkens:
«No hablemos de venganza… El mañana, nuestro mañana, no afirma rencillas, ni crímenes, ni mentiras; afirma vida, amor, ciencia; trabajemos por apresurar ese día».

Esta vez no quiero que te olviden, que todos recuerden que terminaste condenado.

Ahí donde fuiste albañil de un cementerio, te llenamos la muerte de primaveras. Que te pudras en paz y te amanse en sueños el trueno de nuestra alegría.

*Por Leo Rodríguez.

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