Un pedido de ayuda, no una estafa

Un pedido de ayuda, no una estafa
21 noviembre, 2017 por Redacción La tinta

En la fotografía podemos ver dos personas que se están saludando, pero si conocemos el contexto del 26 de abril de 2000, podríamos decir que son dos partes las que se están dando la mano. En una de esas partes está Marcos Castagno, que en ese momento tiene 22 años y un traje que le queda grande; que está dispuesto a construir una historia para continuar con su sueño de seguir estudiando. Del otro lado está el por entonces gobernador José Manuel De la Sota, con su traje hecho a medida, cumpliendo con parte de su agenda y tratando de sacar rédito y legitimidad, de esa manera tan artificial que tiene los políticos en sus saludos. Marcos en ese momento era un estudiante de ingeniería electrónica de la Universidad Tecnológica Nacional, que había llegado a la ciudad desde Las Varillas gracias a la beca que le había dado el intendente de su pueblo. Cuando se dio cuenta que esa ayuda se terminaba, puso toda su imaginación para crear una historia y tratar de mantenerla.

Por Redacción La tinta

Lo que atrae de la historia de Marcos Castagno es que pareciera como si Orson Wells la hubiese escrito pero no, todo salió de la mente de ese joven veinteañero. Era el año 2000 y el contexto social y económico del país comenzaba a emulsionarse. Marcos cursaba el tercer año de Ingeniería Electrónica y se mantenía con la beca que le había otorgado la intendencia de su pueblo y trabajando. Su madre era ama casa y su padre era trabajador rural. Para ellos era imposible ayudar a su hijo.

Todo comenzó cuando lo despidieron de su trabajo y se dio cuenta que la beca estaba a punto de vencer, entonces decidió crear una historia para sorprender a los habitantes de su pueblo y al intendente y, de esa manera, renovar la ayuda.

Hizo correr el rumor en su pueblo de que la Fundación Motorola le había dado el premio al “Mejor estudiante del siglo” y una beca para ir a estudiar a Japón, gracias a un invento que había desarrollado con tres compañeros. Ese proyecto consistía en una cafetera que respondía por comando de voz, que tenía cargados los datos para brindar información sobre el transporte público de la ciudad y la guía telefónica. Un invento que a principios del milenio era innovador.


“El proyecto estaba en mi cabeza. Yo tenía bocetos, dibujos. En eso no mentí. Sí mentí al decir que tenía el prototipo, que es hacer los circuitos. En eso me equivoqué, ese fue el moco”, afirma hoy Marcos.


Esa historia llego a los oídos del director de la escuela secundaria donde el joven estudió, quien lo invitó a darle una charla al alumnado e hizo correr esta información hasta el intendente. Así llegaron las entrevistas con medios locales, luego a los medios masivos de la provincia y en menos de una semana el flamante inventor le estaba dando la mano al gobernador José Manuel De la Sota.

Sobre ese momento, Marcos dice: “Vivía en el aire. De mendigar una beca pasé a que me parasen en la peatonal para abrazarme. Me cansé de firmar autógrafos esos días”.

Pero el relato creció mucho y había que darle un cierre con el mismo tenor narrativo. Entonces Castagno contó que cuando estaba viajando hacia Japón, en la escala en el aeropuerto de San Pablo (Brasil) un grupo de personas con rasgos orientales lo habían atacado, amenazado y le habían quitado los planos de la cafetera, hasta habían herido de bala al coordinador de Motorola que lo acompañaba.


“Yo seguía porque había logrado mucho ficticiamente. Haber inventado algo que no existía era un logro. Y estaba convencido que me iba a llegar la beca, por inteligencia, por astucia”, revela Marcos.


Esa situación generó tantas dudas que el rector de la Universidad Tecnológica Nacional lo citó y fue allí donde se quebró y contó toda la verdad.

Ese sinceramiento lo que hacía era poner evidencia el funcionamiento de los medios masivos de comunicación, el modo en que construyen las noticias y su relato sobre la realidad. Los mismos que luego de develada la verdad, no dudaron en utilizar la moralina en su discurso para juzgar y acusar.

A los pocos meses de lo sucedido, Marcos se fue a vivir a Las Lajitas en Salta. Allí consiguió trabajo como transportista y formó su familia. Su sueño de ser ingeniero electrónico terminó con el vencimiento de la beca y el abandono de todas las autoridades que hasta ese momento lo habían ayudado.


Cuando se le pregunta qué siente hoy cuando ve su foto con De la Sota, Marcos reflexiona que “cuando estoy en reuniones con amigos o en una sobremesa, me causa gracia. Puertas adentro, digo ‘qué lástima’. Quizás si hubiese tenido una beca, mi destino no hubiese sido el camión, sino una empresa de electrónica. No hay las mismas condiciones para todos los que quieren estudiar. Sí, en la Universidad no te cobran, pero tenés que tener mucha plata para la logística”.  


Lo que el sentido común de la opinión pública no dijo, era que ese joven estaba intentando sobrevivir ante la realidad de un país que le negaba una oportunidad. Era un intento de arrebatarle al poder aquello que le estaba quitando.

Analizando y reflexionando sobre su historia Marcos dice: “Mierda, no pedía nada raro, pedía seguir estudiando y me cortaron las alas. A mí me tocó remarla solo. Solo, solo. Uno es reacio a ver la realidad: yo estaba convencido que iba a seguir estudiando, porque era lo que me gustaba. Fue un pedido de ayuda, no una estafa”.

*Por Redacción La Tinta / Fuente – Fotografías : Vía País

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