Contar el terror: periodistas cubriendo juicios de lesa humanidad

Contar el terror: periodistas cubriendo juicios de lesa humanidad
7 noviembre, 2017 por Redacción La tinta

Comunicar como un gesto político, fue la decisión de un grupo de periodistas comprometidos con los derechos humanos desde hace, por lo menos, diez años. La Megacausa La Perla fue una bisagra que atravesó sus vidas y sus modos de pensar la profesión. La cobertura de los juicios por delitos de lesa humanidad fue su prioridad para impedir que la huella de la historia recuperada se borre. Son siete lxs periodistas elegidos, son siete las historias: cinco mujeres y dos hombres que convivieron en una sala de prensa que los convirtió en familia. ¿Qué desafíos plantea el presente y qué legados hay hacia el futuro?

Por El Cactus para La tinta

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—Silencio, por favor

La voz de Jaime Díaz Gavier retumba en todos los rincones de la torre de Tribunales Federales. Es jueves 25 de agosto de 2016, el reloj marca las 11.45. En la calle el griterío se detiene, como queriendo acomodarse en la historia. Miradas vidriosas, manos aferradas y un grito que se escapa y se expresa con el puño en alto. Son cuadras repletas de gente, de colores y de banderas. Protagonistas y herederos. Desde temprano los periodistas se acomodan en la sala de prensa, en el segundo piso del edificio. Buscan documentar el epílogo del juicio más grande de la historia de Córdoba: la Megacausa La Perla, luego de tres años, nueve meses y veinte días, 350 audiencias, 45 imputados y 716 víctimas.

El sitio donde trabajan los periodistas desentona con cualquier otro recinto del edificio. No hay muebles con expedientes ni cajas repletas con carpetas. Fue montado en una sala de audiencias usada por el Tribunal Oral Federal N°1: tiene un estrado, y varias filas de asientos de madera, como los que se usan en las iglesias. Para llegar es necesario pasar por tres controles de acreditación, aunque el grupo más estable, no necesita identificarse. Son caras conocidas. En la escalera o en el ascensor coinciden climas divergentes, entre gente convulsionada a la espera de la sentencia y la cotidianidad de personas trajeadas de negro que maletín en mano llegan a trabajar.

La sala de prensa es amplia, con ventanales en tres de sus costados, y el sol de la mañana comienza a infiltrarse tras las cortinas. Afuera la gente ocupa la calle frente al escenario dispuesto por la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos. Notebooks, cámaras, cables, grabadores y celulares, lapiceras, cuadernos y papeles. Todo desparramado sobre la veintena de bancos y escritorios. Algunos tienen fotos de víctimas del terrorismo de Estado, y otros, pañuelos blancos. Enfrente hay un televisor que transmite en directo y por circuito cerrado lo que pasa en la sala de audiencias. Los periodistas lo adornaron con dos rosas rojas hechas con papel crepe sobre sus vértices.

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(Foto: Colectivo Manifiesto)

Lo cierto es que nunca fueron tantos periodistas en esta sala. Sin embargo ese espacio, que cambió de lugar dos veces, nunca estuvo vacío. El grupo más estable cubrió siete juicios por delitos de lesa humanidad, habiendo llegado a estar entre tres y cuatro días a la semana cubriendo las audiencias. Sus vidas fueron cambiando, y el modo de percibir la profesión también, sin embargo el interés y el compromiso con el tema siempre se impuso.

Las charlas por momentos son descontracturadas. Un beso, un abrazo, una sonrisa, una palmada, son el paso previo para sumarse a las rondas de mate. Un grupo está sentado en el piso y otro parado sobre una de las esquinas. También están los que prefieren un café o un poco de agua. Otros aflojan la ansiedad comiendo caramelos o mirando de reojo el atado de cigarrillos. El tiempo corre y el ruido de la bombilla del mate se acelera. Alguien pega afiches sobre los vidrios descubiertos para que el reflejo no moleste.

10:43 “Estela de Carlotto está en el pasillo”.10:55 “Llegó Cecilia Pando”.10:59 “El Concejo Deliberante rechazó el pedido de Interés Municipal del juicio”. 11:13 “Acaba de llegar el Gobernador”. Los primeros comentarios de la mañana luego se convierten en noticia. La Megacausa está por llegar a su fin, con 28 militares sentados en el banquillo de acusados por los hechos cometidos durante la última dictadura en los centros clandestinos La Perla, Campo de la Ribera y D2. En la sala de prensa inicia la transmisión, todos se acomodan y alguien se saca los zapatos antes de que el juez comience con su lectura.

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Ana Mariani (Foto: Marcos Mattos)

“Me cambió la visión de la vida”, cuenta la periodista Ana Mariani, quien fue amenazada y tuvo custodia policial en su casa. “A veces me estoy duchando con agua caliente y pienso en que los duchaban con agua fría. O que entraban a La Perla y estaban colgadas las duchas como en los campos de concentración alemanes, como las cámaras de gas”. Esas pequeñas cosas de la vida para algunos estuvieron prohibidas, pequeños actos cotidianos que nos significan como humanos. “No sabía si iba a aguantar”, cuenta Mariani sobre su experiencia. Hubo veces que el horror no tomó descanso ni siquiera en los sueños: “Tenés pesadillas que vuelven y vuelven otra vez en las noches. Y te desvelas y no querés volver a dormir para no seguir soñando”.

Mariani empezó a cubrir los juicios en 2002, luego de que Sonia Torres fuera acusada de “calumnias e injurias” nada menos que por Tránsito Rigatuso: el hombre que entregó a su hija Silvina Parodi, de 21 años, y a otros 11 jóvenes, a los verdugos de la dictadura militar argentina en 1976. Luego de esto, Mariani decidió volcar toda su experiencia periodística a narrar el dolor de las pérdidas. Escribió junto a Sergio Carreras, La vida por delante, libro que recupera la historia de estudiantes asesinados y desaparecidos del Colegio Universitario Manuel Belgrano, y junto a Alejo Gómez Jacobo, La Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración.

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Marta Platía (Foto: Marcos Mattos)

La rutina de Marta Platía incluye mate, café y chocolate y eso le es suficiente. Dice que el antiguo elixir azteca le da la energía necesaria para continuar. Para Platía las cosas no fueron fáciles, entremedio dejó de trabajar para Clarín y muchas veces tuvo que atravesar delicadas situaciones económicas. Sin embargo, con lo justo y necesario, Marta decidió cubrir los juicios. “Fue por una cuestión personal. Para mí, el periodismo pasa por ahí, por donde el corazón mira y late con fuerza de compromiso y por cierto desinterés en lo material también”. Marta escribió para Página/12, Abuelas de Plaza de Mayo y utilizó su Facebook personal para compartir las novedades a todos los familiares que no pudieron presenciar las audiencias. Ella considera que sin los sobrevivientes nada de esto hubiera sido posible.

La fotorreportera Irma Montiel, que lleva 29 años de profesión, cuenta que la primera vez que entró a la sala de audiencias y tuvo frente a frente a los militares, no supo qué hacer, se quedó sin reaccionar. Luego de ese primer impacto, Montiel puso el cuerpo y buscó los momentos decisivos, de los que hablaba Cartier-Bresson. Soportó insultos por parte de los militares e incluso amenazas. Su lente captó todo el proceso, desde los militares que llegaban a Tribunales sin esposas, con todas las comodidades, hasta las miles de rosas rojas presentes en la calle el día de la sentencia.

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Irma Montiel (Foto: Marcos Mattos)

Montiel se mueve sin parar, entre la sala de prensa, la sala de audiencias y la calle, a donde la intuición le marque. Al momento de pasar los controles policiales, nadie le pregunta quién es, todos la conocen. Las fotos que dieron a conocer los hornos en La Perla, son para ella, su trabajo más importante en derechos humanos. “Fueron las primeras fotos de los hornos y con el equipo de antropología forense trabajando. Se publicaron en algunos diarios, y después las pidieron desde la Presidencia”. En los últimos años, sus imágenes fueron observadas por miles de personas en La Nación, Télam, Clarín y Página/12.

“La fotografía ha ayudado a que el público conozca el rostro de los militares –dice y agrega- ponerle ojos, boca, cejas y narices, hacerlos reconocibles en el seno social, dar materia a los rostros que de alguna forma permanecerán en registros, en notas, artículos, y, principalmente, en la memoria colectiva de los argentinos”. Irma remarca la generosidad de los sobrevivientes y familiares, de quienes pudo reflejar su sentir. “Admiro a Madres y Abuelas, por exponer en carne viva lo que les pasó”. El sentimiento de empatía está presente y se expresa en cada paso que Irma da para tomar un pedacito de la historia y convertirla en fotografía.

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La Megacausa aglutinó 21 expedientes por acumulación de delitos en los centros clandestinos La Perla, Campo de la Ribera, D2 (Departamento de Informaciones) y Penitenciaria San Martín, entre otros sitios, a partir de 1975, en manos del Ejército y la Policía. Las tres causas de mayor importancia fueron la Causa Mackentor, la Causa Díaz (primera en investigar apropiación de bebés en Córdoba) y la Causa Comando Libertadores de América. En total pasaron casi mil personas entre testigos y sobrevivientes.

En el grupo de periodistas son más mujeres que hombres. Entre la más grande y la más joven hay más de treinta años de diferencia. Algunos son contratados, otros son freelance. Algunos publicaron sus notas en medios tradicionales y otros en medios alternativos. Durante la Megacausa algunos fueron padres, otros se separaron de sus parejas, otros se mudaron de hogar, se enfermaron, se levantaron y decidieron continuar. Lloraron, se espantaron, todos pasaron noches desvelados. A algunos, sus familiares no los entendieron. Otros fueron despedidos, o recibieron censuras. A algunos les marcó el rumbo en su profesión, a otros los profundizó como surcos en la tierra.

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Alexis Oliva (Foto: Marcos Mattos)

La sala de prensa cobijó a un grupo de periodistas de diferentes edades, pasados y presentes, personas con diversas ideologías, egos y proyectos, solidaridades, valores y anhelos, que supieron dejar de lado la vanagloria y la individualidad y así conformaron lo que consideran como una familia. “La sala siempre fue una sala de ensayo de amigos que forman una banda porque aman el rock, pero sobre todo porque quieren tocar juntos”, afirma Alexis Oliva. Esa banda de rock mutaba a una extraña orquesta, cuyos miembros interpretaban sus instrumentos de memoria y con el corazón, con los matices, las incógnitas, el dinamismo y las melodías que la profesión conlleva.

La sala, ese lugar impersonal, apropiado y resignificado por los trabajadores de prensa, funcionó para Oliva como un lugar que ya casi no existe: una redacción. “Hoy, las redacciones de los grandes diarios parecen call centers”. Más allá del espacio, la familia compartió momentos decisivos, historias de vida, datos y biografías, lágrimas y alegrías, proyectos y un profundo enriquecimiento periodístico. “Ahí adentro más de uno encontró su identidad como trabajador de prensa y, más profundamente, cimentó su identidad como ser humano”, reflexiona Oliva.

El periodista cruzdelejeño comenzó a cubrir los juicios por iniciativa propia, como freelance y luego lo hizo para gran cantidad de medios: Prensa Red, Será Justicia, FrancePress, Avión Negro, Revista El Sur, Pido la Palabra y Digo, Radio Nacional y Zumba la Turba. Durante la Megacausa escribió mayormente para Infojus, Será Justicia, y El Argentino, donde llegó a secretario de redacción. En este último medio llegaban a publicarse un mínimo de tres notas a la semana sobre los juicios. “Siempre estaba la posibilidad de meter un título de tapa, algo exótico para los medios gráficos de Córdoba”.

Oliva realizó también una crónica general, dividida en 12 notas, para los espacios de la memoria La Perla, La Ribera, y D2. A su vez, en el 2016 publicó su libro Todo lo que el poder odia, una biografía sobre Viviana Avendaño, luchadora social, prontamente encarcelada y confinada su juventud en diversas cárceles durante la dictadura. Con respecto a los juicios por delitos de lesa humanidad, Oliva asegura: “En lo periodístico, para nosotros el primer juicio fue la escuela primaria, el segundo la escuela secundaria, y la Megacausa fue un doctorado”.

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Katy García (Foto: Marcos Mattos)

“Con el tiempo se fue construyendo una relación, dentro del núcleo duro de periodistas había solidaridad y colaboración entre todos. Los grandes medios iban esporádicamente, aunque siempre es bueno que estén porque marcan agenda”, dice Katy García, compiladora de Marta Juana González: La Lucha, la Tiza, el Sueño. “Siempre me interesó el tema”, dice García, que recuerda haber leído sobre el Juicio a las Juntas en La Voz del Mundo y el Diario de los Juicios. Su llegada al Cispren, a principios de la década pasada, fue una bisagra.

“De a poco me fui integrando como militante, y con el grupo de Prensared surge este tema de empezar a producir cosas, muy de abajo, esporádico”. La causa por los agrotóxicos en Barrio Ituzaingó, que cubrió para la revista Umbrales bajo la dirección de Mónica Ambort, fue su antecedente inmediato a los juicios. “En el Cispren percibí que había un compromiso con la justicia y contra el tema de la impunidad, con compañeros como Juan Carlos Giuliani, protagonistas de la época. Hubo una posición de apoyo y pudimos trabajar en conjunto y en libertad”, asegura García.

La Megacausa llevó tiempo suficiente para que todos los periodistas repensaran los modos de comunicar. “Todo es un aprendizaje, vas aprendiendo de las experiencias, cuando te relees y relees a tus compañeros. Al principio impactaban los relatos y el sufrimiento de las personas. Después fuimos entendiendo que como periodistas teníamos que sobreponernos y ver también qué había atrás: un plan sistemático de exterminio, un modelo de país que quieran imponer a sangre y fuego. Así fuimos cambiando nuestro modo de comunicar”, reflexiona.

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Agostina Parisí (Foto: Marcos Mattos)

“El compromiso del comunicador es también compromiso militante. Hay un involucramiento personal y profesional”, asegura Agostina Parisí que entiende a la comunicación como una herramienta útil para contrarrestar la reproducción de sentido común. Parisí dio sus primeros pasos escribiendo para El Ancla, la revista del Centro de Estudiantes de la Escuela de Ciencias de la Información (devenida en Facultad de Ciencias de la Comunicación). “La carrera me despertó ciertas ideas, me hizo conocer otras formas de entender lo social y la política, siempre de la mano del periodismo”, cuenta.

En 2011 formó parte de la creación de la Comisión de Derechos Humanos del CECI, que cubrió el juicio al Comando Radioeléctrico. Hacia mediados de 2012, en medio de los preparativos para la Megacausa, fue convocada para trabajar en Será Justicia, mientras cursaba el cuarto año de Comunicación Social. Será Justicia es una publicación sin fines de lucro, de producción mixta, conformada por un grupo periodístico y un consejo editorial, integrado por familiares de detenidos y desaparecidos por razones políticas de Córdoba.

La joven Parisí piensa, hace una pausa y con fervor en los ojos reflexiona sobre su aprendizaje durante el último juicio. “Fue una experiencia muy rica, por los vínculos que se generan, con los organismos, con las partes del juicio, por el trabajo colaborativo y generoso”, agrega. La maduración se fue dando a nivel afectivo, y también en la producción del material. “Siempre se discutió sobre el abordaje de las audiencias, porque pasan muchas cosas. Las audiencias y el registro son públicos, sin embargo hay situaciones personales muy dolorosas, donde hay una necesidad de comunicar, pero también de cuidar”, afirma.

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Jorge Vasalo (Foto: Marcos Mattos)

Jorge Vasalo estudió psicología, pero abandonó el diván por el grabador y la realidad sonora. Está pronto a cumplir los 30 años de carrera periodística en los SRT de la Universidad Nacional de Córdoba. Asegura que nunca tuvo oposición ni inconvenientes para trabajar, y destaca a los periodistas que inclusive trabajaron sin cobrar. “Esto también va más allá de los periodistas, estas son decisiones empresariales. De empresas vinculadas con grupos de poder que se hicieron poderosos durante la dictadura.  Que entregaron listas, y que participaron. ¿Desde cuándo a Clarín le interesó la verdad histórica de lo que pasó? Si ellos son partícipes necesarios de todo esto. Son cómplices directos de los asesinos. Están manchados con sangre”, dice fervientemente.

Vasalo cronicó la diaria en la calle, luego cubrió deportes y sociedad, hasta anclar en los temas judiciales. En Tribunales comenzó a escuchar sobre aquella época que en su juventud le resultaba desconocida. Poco a poco se fue afianzando hasta abrazar el camino de los derechos humanos: la causa Brandalisis fue su primera cobertura. El último día del juicio, una cámara registró su accionar dentro y fuera de la sala de prensa. Esas imágenes forman parte de La Sentencia. Crónica de un día de Justicia, documental de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, sobre los protagonistas del juicio durante su epílogo.

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Catorce meses después de la sentencia de la Megacausa en Córdoba se lleva a cabo el Juicio de los Magistrados, donde los funcionarios judiciales Antonio Cornejo, Carlos Otero, Ricardo Haro y Miguel Ángel Puga están acusados de violación a los deberes de funcionario público, abuso de autoridad, incumplimiento de la obligación de perseguir delincuentes y encubrimiento de delitos en el centro clandestino de detención UP 1 en 1976. Dicha causa fue postergada de la causa original, UP1, que debería haber sentado a los magistrados al lado de Videla y Menéndez en 2010. Actualmente hay 70 funcionarios imputados en todo el país por participación orgánica en la última dictadura.


Los entrevistados coinciden que durante los casi cuatro años que duró la Megacausa, se convivió entre acuerdos y diferencias, con realidades particulares y diversas posturas ideológicas, pero con el objetivo común de comunicar responsablemente, generando alternativas al discurso de los medios hegemónicos. Y plantean ese desafío para las nuevas generaciones de periodistas que deberán reivindicar la continuidad de los juicios. Actualmente, por diversas razones vinculadas a lo laboral, el grupo está más disperso pero con la convicción más que firme, entendiendo como una conquista la posibilidad de juzgar y poder documentar a los responsables de un periodo sangriento.

“Hasta hace unos años, había un consenso social sobre el significado del terrorismo de estado, pero ese consenso se puso en duda con la aparición de viejos discursos que hoy en día recrudecen”, asegura Alejandro Mareco que comenzó a cubrir la Megacausa en agosto 2015, con columnas semanales para La Voz del Interior. “La casusa de los Magistrados tiene más dificultades por el contexto que se vive actualmente. Se ha buscado empequeñecer todo. Incluso el mismo lugar que se le asignó al juicio es una casona incómoda. Ahí se refleja el espíritu y la intención de la Justicia Federal de Córdoba, que pretende empequeñecer algo muy grande como la complicidad civil en la dictadura”, agrega.

En un contexto para nada favorable en materia de derechos humanos, con las medidas del gobierno de Mauricio Macri al intentar hacer movible el feriado del 24 de marzo y el intento de beneficiar con el 2 x1 a los genocidas, los medios alternativos y gran parte de la población hicieron sentir su repudio. “Eso demuestra que hay sacar los juicios a la calle, visibilizarlos, defender su inicio y continuación. La sociedad también juzga y condena. Y nuestro deber como periodistas es luchar contra la invisibilización que pretenden los medios hegemónicos”, afirma Parisí. “Los juicios deben continuar porque son una conquista y una política de Estado”, cierra Katy García.

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(Foto: Colectivo Manifiesto)

*Por El Cactus para La tinta / Fotos: Marcos Mattos / Foto de portada: Colectivo Manifiesto.
*El Cactus son Gastón Klocker, Sofia Jalil, Magdalena Bagliardelli, Celeste Barreto, Marcos Mattos, Satoshi Higa.

Palabras claves: Derechos Humanos, Juicio a los Magistrados, La Perla, Lesa Humanidad, Periodismo

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