La Casa de la Diferencia: feminismo, eugenesia y exterminio (Segunda entrega)

La Casa de la Diferencia: feminismo, eugenesia y exterminio (Segunda entrega)
7 noviembre, 2017 por Redacción La tinta

Leonor Silvestri comparte intuiciones políticas y personales sobre el entrecruzamiento de diversidad funcional, discapacidad, capacitismo y eugenia, vehiculizado por el feminismo actual.

Por Leonor Silvestri para La tinta

El trabajo nos hará esclavas

Así como el colectivo LGTB ha tenido que demostrar, para obtener el derecho a procrear, (una obviedad no tan deseable, huelga decir) que sus hijos iban a ser normales (es decir potenciales policías o militares, presidentes o gerentes de multinacionales, banqueros) en vez de prometer lo contrario (ningún Trump nacerá de una familia lesbiana, por ejemplo). Así las personas con discapacidad debemos demostrar que podemos trabajar, que somos aptas para las labores dentro del capitalismo, que nuestra existencia es un aporte a la sociedad, cuando sabemos que buena parte de los males de este mundo derivan del hecho de tener que trabajar, ya sea como trabajo enajenado o enajenándose, al decir de Gutiérrez Aguilar. Trabajar y ser un aporte a la ciudadanía sin causar demasiado incordio, como todo índice de salud, como todo indicio de vida vivible, deseable, deseante; en vez de desafiar las lógicas que hacen de nuestras vidas, las discas y nos discas, una miseria existencial, y repensar la discapacidad como una postura física concreta anticapitalista. Un llamamiento a la huelga humana en posibles agenciamientos cyborg con máquinas y devenires animales.

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Foto: Lucien Obesson

En este controvertido contexto, existe una creencia muy arraigada de que vivir con un cuerpo supuestamente sin discapacidad (tal vez tan solo sin diagnóstico) es mejor que vivir con un cuerpo que es diferente o que le han dado un diagnóstico. ¿Aprobaríamos tal argumento falaz si aplicara a tener rostro marcadamente afro-descendiente o de población originaria? ¿Con qué parámetros se mide que una vida es más vivible que otra? ¿La libertad no empieza, como dijo Beauvoir, por el vientre, si del vientre nace alguien que se condice con el ideal regulatorio de cómo un ser humano debe verse, vivir, pensar, producir, afectarse, sentir, moverse? ¿Por qué los patrones occidentales fijan que ser una profesional exitosa, casada o en pareja feliz, hetero o no, universitaria con dos doctorados y una familia como la de las revistas y un empleo “estable”, es mejor que una vida como guaraní o como trabajadora sexual, o como golfa que no se quiere reproducir ni tampoco casar y le gusta tener relaciones sexuales sin condón por propia decisión?

No me consta que la vida de nadie en silla de ruedas sea peor que la mía solo por utilizar una silla de ruedas, y viceversa. No me consta y creo que hace mucho daño hablar de extensiones técnicas de nuestra plataforma somática como tumbas o cadenas (sea una silla de ruedas, bastón, lentes de contacto, implante molar o bolsa de ostomía). Así como ya se planteó deconstruir ciertas ideas hegemónicas del éxito social, es menester realizar la misma tarea sobre las plataformas somáticas. Ignoro si Stephen Hawkins es feliz o no, seguramente en algún punto se beneficia de ser varón y muy adinerado en un mundo patriarcal y capitalista del mismo modo que su plataforma somática no le ha impedido el desarrollo de una vida interesante de ser vivida. Si el planteo es entonces económico, ¿realmente somos capaces de aventurarnos a decir que la clase media vive mejor, y por ende lo que hay que hacer es esterilizar y eutanasiar a toda aquella población por debajo de la línea que la clase media prescribe e indica como vida vivible, por el bien de las mujeres que no pertenecen a dicha clase social?

Esa es la operación que se realiza cuando se entrega el cuerpo al testeo genético y al aborto por causales, es decir cuando se considera que una vida que no se condice con los parámetros de la normalidad es menos valiosa, menos relevante en algún punto, que otras: Mengele sueña sus hijos rubicundos, arios, y capaces a través del sueño maternal de “…mientras tenga salud”. ¿Quiénes se benefician de esa quimera indeseable de “discapacidad cero” como si habláramos de “pobreza cero”?


Contamos con la información necesaria y suficiente de qué se considera “normal”, “válido”, “sano” por la corporación médica: desde la experiencia aportada por las vidas de las personas trans e intersexuales, los intentos médicos de borrar del mapa a las segundas, puesto que presentan una variación en el estándar de normalidad del binomio; hasta los intentos de “corregir” y “normalizar”, y en ese gesto crear la categoría identitaria que bien es utilizada como barricada de lucha. El exterminio literal dada su manera de expresar y vivir su existencia (mujer con pene, varón con vulva) que no se condice con la norma hetero del binomio ni cuando el passing es perfecto y post-opt; hasta el encarnizamiento del parto medicalizado en la sala de hospital.


“Cuando te lo hacían no gritabas tanto” es una frase que conocen todas las que aún ignoran que la obstetricia moderna nace de la mano de los experimentos del Dr. Simms sobre mujeres afrodescendientes esclavizadas (Anarcha, Lucy y Betsy) a las que torturaba sin anestesia probando utensilios ginecológicos que hoy se usan en todas. O el casual caso del Dr. Pincus, con el auspicio progresista de la feminista liberal Margaret Sanger, testeando la “píldora” anticonceptiva en Puerto Rico, Haití y México…

En este clima epocal, ¿qué piensan hacer, entonces? ¿Eutanasiar ipso facto a todas las personas pasada determinada edad -porque TODAS vamos a tener un cierto grado de discapacidad SI o SI pasado cierto momento-? ¿o ante la menor modificación corporal que no se condiga con lo que un cuerpo normal y humano debe ser como una distopía de ciencia ficción como forma de cura? La discapacidad no es erradicable incluso mediante el exterminio de toda una población, o impidiéndole llegar a término so pretexto de la autonomía. No solamente no es factible puesto que es deseable para muchas de nosotras envejecer, con la pérdida de ciertas facultades que eso conlleva (y de lo cual no se sigue una vida indeseable), sino que simplemente es una idea lisa y llanamente exterminadora: desear la no existencia, la desaparición de aquellas personas con discapacidad, es decir erradicar la diferencia antes de lidiar con ella.

¿Cómo se llegó tan lejos hasta rehilar la lucha por la garantía del derecho al acceso al aborto con el exterminio de todo aquel que no sea utilizable para la correcta vida capitalista? El mero hecho de que todo un movimiento de mujeres se atreva a pensarlo sin matices, o peor: no haya pensado cuál puede ser la utilización posterior y que se esconde detrás del muy abstracto “grave malformación”, pero se crea vanguardia de pensamiento, eriza los pelos de la nuca.

Comprendo perfectamente que parir una persona que inmediatamente será diagnosticada como discapacitada no sea el sueño de la familia ideal de nadie como en su momento comprendía que alguien no deseara tener hijos homosexuales para que no sufrieran tanto (sic) en una sociedad con crímenes de odio contra cualquiera que no sea un varón heterocis, del mismo modo que comprendo que varón y mujer también son diagnósticos médicos de otro proceso biológico patologizado (el parto) dentro de una cultura heterosexualizada binómica. Pero comprender no es ni aceptar, ni apoyar, ni desear. Comprendo pero rebato.

El modelo capacitista de una sociedad

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Foto: Lucien Obesson

Si la discapacidad es una creación social, tal como el modelo social de la discapacidad ya lo ha demostrado (contamos con los artilugios técnicos suficientes como para que ninguna singularidad física quede exenta del espacio público, por ejemplo), ¿cómo se puede prever de antemano quién es discapacitado? ¿Cuál feminista osaría recalcar que la pobreza no es estructural, y que una mujer bajo la línea de pobreza se beneficiaría de una esterilización forzosa para no traer más pobres al mundo y para poder, tal vez, ella, en ese gran mito, del ascenso social, ser más pudiente? Si la pobreza es estructural, y no una condición existencial somática “pobre”, una responsabilidad individual a subsanar por pura fuerza voluntaria, culpa congénita natural, pobreza cero no quiere decir exterminar a los pobres, ¿o sí?

Ahora bien, si la discapacidad es sólo social, y la sociedad no está preparada, por decir algo, para abrazar una vida no normal, entonces el razonamiento es “mejor que no nazcan”. ¿O sostendremos argumentos de exterminio disca so pretexto de que muchas hubieran preferido no nacer porque la vida, como bien se sabe, no es bella incluso cuando no duele el cuerpo o la mente? ¿Sería abortable entonces, so pretexto de terminar con la pobreza, de garantizar mayores libertades individuales de las mujeres cabeza de familia la prole de los pobres? Más aún, cualquier feminista sabe que una existencia como varón (incluso trans, tal como el actual Jack Halberstam, cuando firmaba como Judith, en su ya clásico Masculinidades femeninas nos hacía notar acerca de cómo era más favorablemente percibida la masculinidad trans que la masculinidad butch/bombera) es menos opresivo que ser mujer (excepto alguna que otra antropóloga mediática que sostiene que la principal víctima del patriarcado es el varón). No obstante ¿quien está de acuerdo con deshacernos, por el bien de sus vidas que no serán tan buenas, de las así diagnosticadas al momento de nacer, mujeres? ¿Quién está de acuerdo con los filicidios selectivos de niñas en ciertas regiones del mundo?

El sueño de una auto-determinación colectiva contra la integración se ha perdido en pos de la legitimación de procesos y responsabilidades individuales: que occidente sienta la necesidad no solo de reproducirnos, sino de reproducirnos de acuerdo a sus propias lógicas de qué es sano, es una muestra de cómo somos las encargadas de la labor de reproducción pero también las culpables de cualquier desviación, cuya solución corre por nuestra cuenta, por “nuestro propio bien”. La causal “grave malformación”/”inviabilidad fetal” alimenta de manera sistemática el terror a la discapacidad que va de la mano de una forma de pensar como ROI (return of invesment) propio del capitalismo más actual.

En los próximos días la tercera entrega. Hasta entonces.

*Por Leonor Silvestri para La tinta.

♦La Casa de la Diferencia: feminismo, eugenesia y exterminio (Primera entrega)

Palabras claves: aborto, feminismo, Leonor Silvestri

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