La Utopía por Asalto #4: 1918 y el bolchevismo estudiantil argentino

La Utopía por Asalto #4: 1918 y el bolchevismo estudiantil argentino
14 noviembre, 2017 por Redacción La tinta

A 100 años de la revolución que eclosionó todos los esquemas teóricos del materialismo histórico y que conmocionó al mundo entero, La tinta invitó a distintxs intelectuales y compañerxs de diversos espacios a que escribieran para repensar los legados de la revolución rusa hoy.

¿Qué tuvo y qué tiene Rusia para convidarle a nuestro presente, en el que todos los lazos sociales parecen resquebrajados? Nosotrxs creemos que nos puede enseñar todo. Precisamente se trató de la primera vez en la historia que una clase explotada intentó modelar un mundo según sus ideas. Pese al panorama arrollador de la Rusia zarista, el pueblo ruso superó todos los diagnósticos, reventó todos los esquemas.

Quienes lean las siguientes páginas del dossier «La Utopía por Asalto» encontrarán artículos y criterios variados: desde análisis históricos y repaso de las repercusiones de la revolución a nivel nacional o provincial, hasta su efecto en procesos sociales locales (como la reforma universitaria) o consecuencias en la cultura.

Con este compilado de textos proponemos volver sobre nuestras luchas y demandas como trabajadores para descubrir nuevas y mejores formas de organizarnos.


La Utopía por Asalto #4: 1918 y el bolchevismo estudiantil argentino

Por Natalia Bustelo para La tinta

El 15 de junio de 1918 Córdoba iniciaba la Reforma Universitaria, un movimiento que se expandía por América Latina advirtiendo que también los estudiantes batallarían por un cambio social. Su primer documento, el célebre “Manifiesto liminar”, comenzaba a circular seis días después.

reforma-universitaria-revolucion-rusa2En una prosa sumamente estetizada -proveniente del joven abogado Deodoro Roca-, la Federación Universitaria de Córdoba  (FUC) le explicaba a “los hombres libres de Sud América” los motivos que la decidieron a protagonizar los sucesos “revolucionarios” del rectorado y llamaba a participar de la hora americana que pondría fin a la dominación monástica y monárquica. La condición revolucionaria remitía a la irrupción de los estudiantes en el Salón de Actos para anular la elección fraudulenta de un rector ligado a la cultura clerical y a la declaración de una huelga estudiantil, acompañada pronto por los estudiantes de las federaciones universitarias de Buenos Aires, Santa Fe y La Plata.

Hacía menos de siete meses que la “revolución social” preocupaba al mundo, pues los bolcheviques habían tomado el poder en Rusia y sus líderes Lenin y Trotski no se cansaban de sentenciar que la Revolución de Octubre venía no sólo a destituir a la monarquía, sino también a instituir una era de igualdad social y emancipación humana. Pocos lograron permanecer indiferentes. El éxito revolucionario y las insurrecciones europeas renovaban, a escala mundial, las polémicas e iniciativas tanto de las derechas como de las izquierdas: entre las primeras cundió el temor ante lo que entendían como el peligroso contagio del desorden místico bolchevique, entre las izquierdas en cambio se registró un fuerte entusiasmo revolucionario. En Argentina ese miedo y entusiasmo crecieron luego de la violenta represión obrera conocida como la Semana Trágica, un acontecimiento que obligó a las federaciones estudiantiles a discutir su vinculación con las federaciones obreras.


A pesar de que en la actualidad nos referimos al movimiento de la “reforma” universitaria, en los primeros años muchos jóvenes declaraban que estaban realizando una “revolución”, e incluso en 1922 un importante líder estudiantil, Julio V. González, usó ese término para titular su compilación de discursos y documentos del movimiento. Las modificaciones de las casas de estudio que exigían los reformistas del ’18 no eran muy distintas a los proyectos que desde 1908 venían elaborando los Congresos Americanos de Estudiantes. La novedad era esa acción directa masiva asociada a una revolución y a ella se sumaban la solidaridad con los obreros y la denuncia de las injusticia sociales.


En efecto, a fines de 1918 la vinculación de la Federación Universitaria de Córdoba con los obreros despertaba tanto temor que un ministro y un jefe de policía decidieron desprestigiarla públicamente a través de pruebas falsas sobre una conspiración estudiantil orientada a una revolución social y un año y medio después otro jefe de policía, en este caso platense, declaraba que había desarmado una conspiración similar. Los reformistas estaban lejos de proyectar esa revolución pero ello no les impedía simpatizar fuertemente con los bolcheviques.

reforma-universitaria-revolucion-rusaEl joven santafesino Pablo Vrillaud confirma esas simpatías en una carta en la que le explica a su madre: “Tuvimos tres días de huelga y anduve hecho un ‘bolsebicki’ –por poco me mandan a presidio-. No te asustes, esto es para nosotros un diploma de honor. Lo que te aseguro es que a pesar de los pesares, estoy entero y no pierdo la esperanza de ser mañana o pasado el jefe del soviet”. El bolchevismo como un “diploma de honor” estudiantil y la esperanza de liderar un soviet serían las novedades de ese movimiento que inscribía al estudiante en la cultura de izquierdas.

revista-mente-reforma-cordoba2Las cartas y los telegramas reemplazaban a los actuales mails y los periódicos eran los encargados de difundir las ideas y acciones que hoy circulan sobre todo a través de las redes sociales digitales. La mayoría de los periódicos que editaron los reformistas entre 1919 y 1922 se declararon simpatizantes de la Revolución Rusa. El primero apareció en Buenos Aires, se llamó Bases. Tribuna de la Juventud y fue dirigido por el joven socialista Juan Antonio Solari.

Antes de que Bases fuera reemplazado por el mítico Insurrexit, los estudiantes fundaban otros periódicos que enlazaban los reclamos universitarios con el proceso emancipatorio encabezado por los bolcheviques: en Rosario apareció Verbo Libre, en La Plata Germinal y en Córdoba Mente. El segundo número de este poco recordado periódico se abrió con el “Manifiesto del grupo Justicia”. Allí los líderes reformistas Saúl Taborda, Carlos Astrada, Emilio Biagosch, Ceferino Garzón Maceda, Deodoro Roca y Américo Aguilera declaraban que su “pensamiento está en todo lo que signifique voluntad en acción”, una acción que exigía justicia y una era de emancipación. En las mismas páginas de Mente, Astrada explicaba las características de esa emancipación en un artículo que titulaba “El revolucionario eterno” y Taborda bajo el título “El soviet”. Roca, en cambio, las precisaba en “La universidad y el espíritu libre”, un discurso que pronunció en 1920 ante numerosos estudiantes de la Universidad del Litoral. Para el grupo Justicia, la Revolución de Octubre había producido una ruptura tal en la historia que abría la posibilidad de que la humanidad desplegara sus verdaderas inquietudes vitales.

En las décadas siguientes los integrantes del grupo Justicia se convertían en destacados intelectuales y, aunque habían abandonado la radicalidad, continuaban orientando su pensamiento a la acción política. Más precisamente, hacia 1923 ya no quedaban periódicos estudiantiles tan fervientemente bolcheviques. Tanto el entusiasmo revolucionario como el miedo habían disminuido. Pero el estudiantado ya se había sumado a las izquierdas y la Reforma sería el movimiento desde el que intervendría durante gran parte del siglo XX.

* Por Natalia Bustelo para La tinta

Palabras claves: La Utopía por Asalto, Reclamo estudiantil, Revolución Rusa

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