«Se puede producir de manera agroecológica y en forma rentable»

«Se puede producir de manera agroecológica y en forma rentable»
27 octubre, 2017 por Redacción La tinta

“Está demostrado que desde una chacra hasta un campo grande, se puede producir en forma agroecológica y rentable”, expone Gabriel Arisnabarreta, ingeniero agrónomo, docente y productor agroecológico integrante del grupo ECOS de Saladillo. La agroecología no es sólo producir sin agrotóxicos, sino que es una conjunción de elementos y decisiones sociales, culturales, ambientales, económicas y políticas.

Por Huerquen, comunicación en colectivo

Debatir el agronegocio implica ir mucho más allá de nombrar trasnacionales, decir “fuera!”, y (lamentablemente) contar muertxs. La tragedia cotidiana que se repite en tantos territorios hunde sus raíces transgénicas en formas de ver(nos en) el mundo que impactan mucho más allá de las áreas rurales. La quimera de creer que el agronegocio es “sustentable” y “sostenible en el tiempo” no puede disociarse de la “fe tecno-científica” y el pensamiento único que irradia desde los centros de poder mundial hacia nuestros pueblos; a veces de forma brutal, pero otras de modos sutiles que, como susurros, activan sentidos añejos y potentes de pensar(nos). El “progreso” que ofrece el agronegocio ha sabido instalarse casi como un sentido común: lo que queda afuera es “locura”, “atraso”, “ambientalismo infantil”, o en forma creciente “terrorismo”. Como algunxs han señalado con claridad, no se trata sólo de una forma de producir commodities: quienes lo sostienen, traen también un proyecto de sociedad.

¿Y nosotrxs? En los años que lleva esta lucha, cuántas veces nos plantearon “¿y ustedes qué proponen?” y quizás, atados al mástil de denunciar el saqueo y defender la vida, trastabillamos, todavía insegurxs sobre qué proponer a nivel macro.  Del fondo de nuestras historias colectivas empezaron a hacerse visibles los proyectos alternativos y las experiencias concretas: Soberanía Alimentaria, Buen Vivir, Agroecología. 

En agosto de este año se llevó a cabo el 8vo. Encuentro de Pueblos Fumigados en San Andrés de Giles, que cobijó asimismo el 1ro de Agroecología. En una comisión superpoblada, la diversidad de aristas que afloraron desbordó el debate. En la marcha de cierre se palpaba la alegría del salto: poder decir bien fuerte “hay alternativa: Agroecología!”.

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En ese contexto, el colectivo de comunicación Huerquen dialogó con Gabriel Arisnabarreta, ingeniero agrónomo, docente y productor agroecológico integrante del grupo ECOS de Saladillo.

—¿Por qué hablamos de pueblos fumigados?

—Hablamos de pueblos fumigados por la enorme cantidad de agrotóxicos que utiliza el agronegocio y que llega a los pueblos. En los pueblos que viven en las inmediaciones de los cultivos es evidente (además así lo indican los estudios y los trabajos que hacen distintos científicos) que reciben toda esa lluvia de agrotóxicos ya sea por el aire o por el agua, de forma directa o indirecta. Pero también lo recibe lamentablemente la gente a través de consumir todos esos OCNIS como dice Miryam Gorban, los Objetos Comestibles No Identificados, producidos con una gran cantidad de agrotóxicos, y de alguna manera van incorporando en su cuerpo cantidades crecientes de esos químicos. Así que los pueblos fumigados en realidad yo diría que es casi un país fumigado entero, porque todos recibimos las consecuencias de las fumigaciones.

—Desde el punto de vista de la producción de alimentos, ¿Qué consecuencias tiene la actual forma de producción de alimentos para la salud de la población?

—Creo que ya casi no tiene discusión los efectos gravísimos que está provocando el agronegocio con una lluvia de agrotóxicos que supera los 350 millones de litros por año solo en nuestro país. Antes, cuando esto recién empezó, se reclamaban informes médicos y científicos.


Hoy ya son abundantes y es muy fácil encontrar en forma permanente (y se suman todos los días) los muy severos daños que está causando esta lluvia de químicos sobre la salud de la población, sobre todo sobre los más chicos por ser más pequeños. Pero no sólo sobre los seres humanos sino sobre el lugar donde vivimos y sobre todo el resto de los seres vivos que viven en el ambiente, la pérdida de biodiversidad, lo que está pasando en el agua con los peces, las aves, etc. Creo que ya a esta altura los daños son más que evidentes.


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—¿Cómo es la situación en Saladillo?

—En Saladillo, en el centro de la provincia de Bs.As., ocurrió algo parecido a otras partes del país. Saladillo es una zona que pertenece a la depresión del Salado, o sea, tiende a ser una zona baja donde la producción principal era la cría vacuna a campo. Saladillo en particular se caracterizaba por estar muy subdividida, había mucho chacarero. Hoy eso ha desaparecido a partir del 96 y sobre todo a inicios del 2000, cuando llego la soja, llegó el paquete tecnológico con el glifosato, con la lluvia de agrotóxicos, con los transgénicos. Eso ocasionó un montón de cambios porque en una zona típica de cría de animales pasamos a ser una zona que producía soja, pasamos a hacer agricultura permanente cuando era una zona donde se rotaba agricultura con ganadería. Los chacareros se fueron del campo y se lo alquilaron a los pool de siembra, aparecieron plantas de biocombustible y apareció algo terrible para nosotros, que hemos trabajado mucho ese tema, que es que se dejó de criar los animales a pasto y aparecieron los engordes a corral en los feedlots. Saladillo en un momento fue tapa de diario diciendo “Saladillo. Capital del feedlot”, o sea que los cambios fueron sociales, económicos, y obviamente de producción también. Todo eso llegó a Saladillo y nosotros en el año 2004 nos formamos como grupo cuando la gente empezaba a reaccionar.

—¿Cómo es hacer estas discusiones en los pueblos donde los que fumigan y los que están contra las fumigaciones somos vecinos o parientes? ¿Cómo es la dinámica de estos debates en los pueblos fumigados?

—Es una situación muy difícil. Incluso hay problemas entre productores que fumigan ambos, pero uno se ve afectado porque supuestamente el otro hizo mal las cosas, eso es muy común. Ahora por ejemplo venimos de Saladillo y sucedió eso: una persona tenía un maíz que no era transgénico, enfrente fumigaron una soja transgénica con avión con glifosato y le quemaron todo el maíz. Los dos usaban químicos pero ahí el que le quemaron el maíz reaccionó en forma muy contundente con acciones legales. Encima eran parientes, vecinos y terminaron a los insultos, a las trompadas, “no te quiero ver más, no aparezcas más por mi casa”. La fumigación llegó incluso al parque donde vive y entonces afecto plantas, no cultivos, plantas que había plantado su abuelo, entonces “como vas a hacer esto con la planta que puso mi abuelo, que la puso tal día”. Estas cuestiones de pueblo son muy muy comunes, y es un tema realmente muy difícil de resolver. Sucede también con las cooperadoras de las escuelas, donde muchas veces son fumigadas pero el presidente de la cooperadora es el que fumigó. Entonces la Directora no sabe qué hacer. O por ahí aportan o ayudan con plata. Cuanto más chico es el pueblo a veces es peor porque obviamente no existe el anonimato, todo el mundo se conoce de alguna manera. Es un tema difícil, muy muy difícil y son situaciones que se dan todos los días.

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—¿Qué es la agroecología?

—La agroecología para nosotros es una forma de vida. Podría decirte también que es una forma de pensar y de sentir pero básicamente es una forma de vida dentro de la cual por supuesto que hay varias dimensiones, una es la forma en que se produce. Igual yo no diría nunca que agroecología es nada más que producir sin agrotóxicos. Creo que también tiene una parte social, una cultural, por supuesto una parte ambiental, política y todo se tiene que dar al mismo tiempo para poder hacer agroecología. Por eso decimos que es complejo como la vida.

—Pensándolo desde la rentabilidad, ¿cómo compararías ambas formas de producir?

—Es difícil comparar la rentabilidad del agronegocio con la agroecología porque estamos hablando de cosas absolutamente distintas. El agronegocio a nuestro entender no produce alimentos, produce commodities que es una cosa muy distinta a un alimentos.


Y por otro lado, en las cuentas que nos enseñaron a hacer, incluso a mí en la facultad, y que yo cometo el error de enseñárselo a los chicos, no se tienen en cuenta un montón de cosas como por ejemplo los pasivos ambientales. Todos los daños que está provocando el agronegocio en la salud y en el ambiente. Eso no aparece cuando se calcula el “margen bruto” de cuánto da una hectárea de soja.


Entonces es como que la agroecología compite en forma despareja porque está produciendo alimentos, no quiere contaminar, asume que no hay que dañar el ambiente, asume que no hay que dañar a la población, aún con todas la de perder y sin el apoyo del Estado, y de las publicidades (como sí lo tiene el agronegocio), aun así, hoy está lleno de experiencias agroecológicas donde aún haciendo las cuentas como las hace el agronegocio, la rentabilidad es igual o mayor que la del agronegocio.

arisnabarreta-agreocologia5Si le tuvieras que decir a un pequeño productor que hace soja o maíz, que tal vez está acogotado porque tiene una enorme cantidad de capital que invertir constantemente, ¿Qué le plantearías para que considere la posibilidad de una transición a la agroecología?

—Le diría que reflexione si él le daría de comer eso a sus propios hijos o a sus amigos, o si buscaría un alimento que realmente fuera sano. Le diría que reflexione un poco en cuanto a la historia y que piense cuantos pequeños productores dejaron de existir en la Argentina y en el mundo en general a costa del agronegocio. Le diría que piense si el agronegocio diseñado por las grandes empresas, está pensado para los pequeños productores. Ese pequeño productor acogotado se da cuenta que no, que no está pensado para los pequeños productores, sino que está pensado para las grandes empresas que siembran en distintas partes del país y diversifican los riesgos en distintas partes del mundo. Pero básicamente que reflexione para que está en el planeta tierra. Realmente, esto parece un sueño pero le preguntaría para que está, si solamente para hacer unos pesos o producir alimentos sanos y vivir de eso. Porque esto no hay que olvidarlo, la agroecología necesita a la familia radicada en el campo y que reflexione en torno a eso. Nosotros desde Ecos y creo que todas las asambleas saben que el agronegocio jamás fue pensado para el pequeño productor.

—Uno de los latiguillos del agronegocio es que necesitamos de los transgénicos para producir los alimentos que vamos a consumir y desde ahí te dicen que está muy bien la agroecología para la huertita del fondo de tu casa pero para lo que necesitamos de producción alimenticia no es viable. ¿Podemos pensar en miles y miles de hectáreas producidas desde esta perspectiva?

—A nosotros nos parece que cuando se habla del hambre en el mundo, que es uno de los latiguillos del agronegocio y que según ellos hace que sea imposible evitar el uso de agrotóxicos y de transgénicos, partimos de algo que no es cierto: el agronegocio jamás se preocupa del hambre en el mundo. De hecho en los últimos años se da que ha aumentado un 800% el uso de agrotóxicos y hay más de mil millones de hambrientos, es decir que el agronegocio no ha terminado con el hambre. No tiene como propuesta reducir el hambre. Hay un montón de otras cuestiones. Como dije antes en realidad el agronegocio no produce alimentos sino commodities, esos commodities cotizan en mercados que son absolutamente especulativos que nada tienen que ver con el hambre en el mundo, sino con capitales que entran y salen según la conveniencia económica. Cuando el número le da mejor para usar la tierra y producir combustibles (los llamados biocombustibles) el agronegocio hace biocombustibles y se olvida del hambre en el mundo. Así que, creo que los que estamos en la agroecología y en hacer una propuesta distinta tenemos que ser muy firmes y decir que el agronegocio jamás se preocupó por el hambre. De hecho hay cada vez más hambre.


Además, a veces nosotros mismos cometemos el error de decir que la agroecología produce alimentos sanos, no existe otra forma de producir un alimento, sino, no es un alimento. Es decir, algo que enferma no puede ser considerado un alimento. Algo que se está produciendo de una forma que daña al ambiente, que no es sustentable, que nos deja cada vez con menos biodiversidad, o que contamina el agua y el aire y que aparecen residuos en cada cosa que uno consume, jamás puede ser considerado un alimento. Y eso es lo que hace el agronegocio.


Ahora acaba de aparecer un informe de la UADE donde dice que lo que vamos a comprar a los supermercados ni siquiera es lo que dice la etiqueta (porque uno lee la etiqueta y no sabe lo que está comiendo). Pero ni siquiera eso: dulce de membrillo que está hecho con polvo de ladrillo, quesos que nos son quesos, etc. Realmente se ha llegado a un nivel donde es muy fácil decir que el agronegocio no produce alimentos.

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—¿Y este tema de la discusión de la huertita?

—La discusión de la huertita es algo que siempre apareció, incluso yo que ya tengo unos años, cuando estudiaba en la Facultad de Agronomía lo primero que apareció fue la “huerta orgánica” (en ese momento no se hablaba de “agroecología” sino de “orgánico”), y siempre apareció la huerta porque es como que en Argentina no se le da importancia a los pedazos chicos de tierra, entonces dicen “bueno que hagan agroecología, que hagan orgánico en una huerta y nosotros seguimos con el paquete”. Hoy que ya han pasado muchos años y ya se ven los daños que provoca el agronegocio, y que tampoco le cierran los números sobre todo a los pequeños o medianos productores, hay experiencias en todos los niveles, desde pequeñas extensiones donde obviamente se hacen producciones distintas a las medianas o grandes extensiones. Por ejemplo nosotros que trabajamos en una chacra de 14 hectáreas con derivados lácteos donde nosotros podemos vivir de eso. Pero también conocemos el caso de Naturaleza Viva que son 200 hectáreas donde producen todo tipo de alimentos, donde viven 15 familias y es absolutamente rentable. Y también conocemos otros casos como La Aurora en Benito Juárez que son 600 hectáreas y hacen producción de carne y de trigo, donde también es rentable, más que lo que hace el agronegocio.

Conozco y somos muy amigos de productores de Tandil como Damián Colucci por ejemplo que produce harina de trigo integral en un campo de 60 hectáreas, algo intermedio, no es la chacra de 14, no es el campo de 600 y también es más rentable. Es decir, hoy ese latiguillo que lo agroecológico es solamente para la pequeña extensión tampoco es real, es falsa. Lo que pasa que el agronegocio de última te cede eso, te dice “Uds. hagan verdura en este pequeño espacio” porque nunca le dieron importancia a ese tema porque ellos ven las cosas a lo grande, las grandes extensiones, todo tiene que ser grande, monstruoso, entonces nunca le dieron importancia al tema huerta y te tiran el pequeño espacio, la huerta. Pero hoy está demostrado que en todas las dimensiones, desde una chacra hasta un campo grande, se puede producir en forma agroecológica y en forma rentable.

* Por Huerquen, comunicación en colectivo

Palabras claves: agroecología, agrotóxicos, Salud Comunitaria

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