La violencia de los medios: sobre anarquistas y “anarquistas”

La violencia de los medios: sobre anarquistas y “anarquistas”
13 octubre, 2017 por Redacción La tinta

Si algo han experimentado los anarquistas a lo largo de la historia fue ser perseguidos por sus ideas, censurados y criminalizados por hechos de los que no fueron culpables. Pocas cosas pueden herir más a quien simpatiza con las ideas libertarias que ser confundido con un policía de civil. Una crónica de un breve episodio durante el pacífico y emotivo acto por Santiago Maldonado donde la violencia mediática se hizo presente enfrentando a personas que se habían movilizado pacíficamente por lo mismo: pedir por la aparición con vida de Santiago Maldonado y el castigo los responsables de su desaparición forzada. Un episodio particular, afortunadamente sin consecuencia, pero que indirectamente tiene su origen en la violencia mediática.

Por Ramiro Giganti para ANRed

El pasado 1 de octubre miles de personas nos encontramos en Plaza de Mayo para exigir la aparición con vida de Santiago Maldonado. Aproximadamente 100 mil personas desafiando la llovizna en Buenos Aires y otras miles en más de 130 convocatorias en distintas ciudades del país y también, en el exterior se movilizaron por el mismo motivo. Tal vez no muchas personas lo sepan pero varias semanas atrás, el 23 de agosto (mientras Santiago llevaba semanas desaparecido y los medios solo mostraban pistas falsas y las declaraciones de funcionarios/as, muchas de ellas desmentidas luego con los hechos) se cumplieron 90 años del asesinato de los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, ejecutados en la silla eléctrica acusados de un crimen que no habían cometido. El movimiento anarquista fue un protagonista importante de gran parte de la historia argentina, en especial durante las primeras décadas del siglo XX, las persecuciones sufridas, acompañadas de otros acontecimientos llevaron a estas ideas, que protagonizaron las primeras páginas de la historia del movimiento obrero argentino, al olvido y la marginalidad, al menos para gran parte de la “versión oficial”.

En el acto del domingo (cuya relación con lo expresado en el párrafo anterior no debe considerarse traída de los pelos ya que el propio Santiago Maldonado, según sus seres queridos, simpatiza por estas ideas), el anarquismo estuvo presente.

Estuvo presente en el palco, en las declaraciones de su hermano Germán, pero también entre la muchedumbre. Esa tarde estuvo plagada de sensibilidad, llena de columnas de diversas tendencias pero también de familias: padres con sus hijos, personas con pancartas relacionadas a Santiago Maldonado, incluso dibujos hechos por niños que los llevaban colgados en los hombros de sus padres. En un sector entre Diagonal Norte y Avenida de Mayo, una familia simpatizante de las ideas anarquistas se encontraba presente con dos banderas negras: una señora de mayor edad, una mujer de mediana edad cuyos rasgos similares a la señora mayor daban a entender que podría ser su hija, un joven y dos personas mas, todos a cara descubierta, con total tranquilidad se hacían presentes por el mismo reclamo que nos unía a todas las personas concurrentes: la aparición con vida de Santiago Maldonado.

En otras movilizaciones los medios hegemónicos informaron sobre incidentes, y desde los primeros días de agosto se señaló al anarquismo. Pintadas de dudoso origen firmadas con la “A” dentro del circulo señalaban a un movimiento que en Argentina se caracterizó por la enorme ética de sus integrantes (no solo a través de la pluma de Osvaldo Bayer, desde Roberto Arlt, hasta Ernesto Sábato, los han caracterizado de la misma manera). El pasado 1 de Septiembre, cuando se había cumplido un mes de la desaparición forzada de Santiago, un grupo de encapuchados con banderas negras realizó una puesta en escena que sirvió a las fuerzas de seguridad para reprimir (aunque las y los detenidos fueron en otra parte, algunos eran periodistas pero ninguno era parte de esos “encapuchados”) y también a los medios hegemónicos que siguieron con su cruzada contra la información y a favor de la criminalización de los manifestantes.


Somos muchos quienes creemos que los incidentes producidos, o al menos parte de ellos, fueron provocados por las propias fuerzas de seguridad: por la cantidad de policías y gendarmes de civil infiltrados en distintas movilizaciones, por los reiterados episodios sin sentido de supuestas agrupaciones desconocidas, por lo burdo de algunas situaciones, y porque “casualmente” los detenidos nunca son quienes provocan los incidentes. En algunos casos hasta fueron descubiertos infiltrados con nombre y apellido. Lo cierto es que la confusión generada por los medios hegemónicos apuntó directo y sin argumentos a “los anarquistas”, lo que incluso estigmatizó al toda una corriente ideológica incluso frente a personas que se movilizaron por Santiago Maldonado.


Lo que lamentablemente se veía venir ocurrió: distintas personas se fueron acercando en distintos momentos a increpar a la familia de anarquistas por hechos de violencia de los que no habían formado parte. Se les acusó por tener una bandera negra “como los de los incidentes” a lo que respondieron “es nuestra ideología, nosotros no fuimos parte de esos incidentes”. En el acto, como suele ocurrir en toda manifestación, hubo muchas banderas de diversos colores. Las hubo rojas, por partidos de izquierda, las hubo de muchos colores en representación de pueblos originarios, y también las hubo celeste y blancas por agrupaciones de tendencia “nacional y popular” ¿Cuántos destrozos y crímenes se desarrollaron con una bandera celeste y blanca o en nombre de ella? Muchos, pero al parecer a nadie se le cruza por la cabeza increpar a quien la porta.

Solo por nombrar otro ejemplo: sería como si vestir la camiseta de un equipo de fútbol convirtiera a quien la usa en sus barras bravas que lucran con el juego y tienen varios crímenes en su haber. Quizás haya responsabilidad por pagar una entrada o financiar este fútbol gobernado por dirigentes corruptos y barras fascistas, pero ese es un debate para otra nota. Los colores de una bandera o vestimenta de ninguna manera deben ser motivo de denuncia o juicio.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Tras repetirse el episodio de increpar a estas personas por sus banderas negras y adjudicarles hechos que no cometieron dos o tres veces, la respuesta ya con el humor castigado por los reiterados hostigamientos fue “por favor lean, instrúyanse, lean”. La respuesta que dieron los anarquistas fue consecuente con la historia de sus ideas: tanto en la actualidad como en el pasado, el punto de encuentro de muchos anarquistas son sus bibliotecas. El fomento por la cultura de los anarquistas es parte de su identidad y de su historia: fueron anarquistas los primeros sindicatos que daban clases de español a los obreros extranjeros que no hablaban el idioma, sus imprentas realizaron las primeras impresiones de diversos escritos. En épocas donde no existía Internet, los anarquistas intercambiaban libros por correspondencia, al igual que prensas y diversos materiales bibliográficos.

Actualmente el anarquismo sobrevive en bibliotecas. Desde la biblioteca de la Federación Libertaria Argentina (FLA) en Brasil al 1500 en el barrio de Constitución, hasta la Biblioteca Jose Ingenieros, en la calle Velazco 958 en el barrio de Villa Crespo. Hay bibliotecas anarquistas en distintos puntos del país, de Córdoba a Mar del Plata, y en todas ellas un valioso patrimonio histórico preservado por el trabajo de sus simpatizantes. Además del material bibliográfico, en algunos casos son visitadas por “viejos anarquistas” que desde su relato sobrevive también la historia. Se compartan o no sus ideas, algo que al visitar esas bibliotecas queda claro es el pacifismo de esos “viejos anarquistas”.


Aún en quienes realizaron acciones violentas se encuentra una humanidad sorprendente: el anarquista Kurt Gustav Wilckens, famoso por haber sido quien vengó la masacre de anarquistas en la Patagonia al asesinar al teniente Varela, fue herido por su propia bomba al proteger a una niña de 10 años, llamada Maria Antonia, quien se cruzó sorpresivamente frente a el durante el atentado. Tras asesinar a Varela, Wilckens permaneció inmovilizado por la herida y se entregó pacíficamente a la policía. 5 meses después, en prisión, murió asesinado por un integrante de la liga patriótica. La historia de Wilckens es un testimonio del accionar de un sector minoritario dentro del anarquismo que optó por las acciones violentas pero que, no obstante, mantuvo una conducta en relación a personas que nada tenían que ver con los episodios. Es por ello que nada mas distante del anarquismo que la palabra “terrorismo”. Nada más distante de la historia del anarquismo, que el accionar de encapuchados que pusieron en riesgo a miles de manifestantes justificando el accionar represivo de quienes el año pasado, según el informe anual de Correpi, asesinaron a una persona cada 25 horas. 


Este episodio ocurrido en una manifestación pacifica, como fue la convocatoria a Plaza de Mayo, es una alerta del tremendo daño que pueden generar los medios hegemónicos. La “profecía autocumplida” de violentar a quien no tiene ninguna intención de generar violencia. Los miles de manifestantes que nos encontramos en plaza de mayo, con las distintas corrientes ideológicas estábamos ahí por lo mismo: la aparición con vida de Santiago Maldonado. Y todos con el claro consenso colectivo de participar de una manifestación pacífica, como la pidieron los familiares de Santiago. Desde la familia anarquista con las banderas negras hasta quienes equivocadamente los fueron a increpar habían ido con esa intención y, mas allá del intercambio verbal que generó un malestar innecesario, así fue.

Lamentablemente, ya finalizando la desconcentración luego del acto, un puñado de personas ajenas a la manifestación detonó bombas de estruendo y agredió a periodistas. A pesar de estar encapuchados o parte de ellos con sus rostros tapados, algunos fueron fotografiados, sus rostros identificados y denunciados por los medios televisivos donde trabajan los periodistas agredidos (Crónica TV y C5N) y también en redes sociales. Al momento de escribir esta nota ningún agresor fue detenido, lo que aumenta la creencia de que los agresores fueron parte de las fuerzas de seguridad o enviados por algún organismo afín a ellas. Hipótesis que incluso fue planteada en los medios de comunicación donde trabajan los periodistas que fueron agredidos.

Volviendo al episodio, resulta pertinente llamar al respeto por la militancia se tenga o no afinidad con las banderas o tendencias ideológicas. Tanto anarquistas como marxistas y peronistas fueron perseguidos, encarcelados y asesinados en distintos momentos de la historia por sus ideas. La criminalización y despolitización promovida por parte de los medios hegemónicos, también nos remite a los recuerdos más oscuros: delación, macartismo y censura.

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Foto: Colectivo Manifiesto

*Por Ramiro Giganti para ANRed / Fotos: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: Abuso policial, anarquismo, Santiago Maldonado

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