«La Invención de Morel», obra maestra de la literatura fantástica argentina   

«La Invención de Morel», obra maestra de la literatura fantástica argentina   
4 octubre, 2017 por Gilda

La novela fue escrita en 1940 por Adolfo Bioy Casares. Por su ingeniosa trama y la continua alternancia entre la alucinación y la realidad, puede compararse con las historias más logradas de Edgar Allan Poe. Sin dudas, La Invención de Morel, es la obra maestra de la literatura fantástica argentina.

#Novelasparaleer por Manuel Allasino

En el prólogo Jorge Luis Borges expresa: “he discutido con su autor los pormenores de su trama, la he releído; no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta”.

Entre los personajes principales de la novela, se encuentran, el Fugitivo, que no se sabe bien su nombre, sólo nos damos cuenta de las causas de su destierro y de su huida hacia la isla. Faustine, que es el personaje más ambiguo, porque luce como una gitana, habla francés y Canadá es su lugar en el mundo; y Morel, el científico, que tiene una relación de amor y odio con el fugitivo. A su vez, con sus acciones, lleva intencionalmente a un grupo de esnobs hacia la muerte.

“En la parte alta de la isla, que tiene cuatro barrancas pastosas (hay rocas en las barrancas del oeste), están el museo, la capilla, la pileta de natación. Las tres construcciones son modernas, angulares, lisas, de piedra sin pulir. La piedra, como tantas veces, parece una mala imitación y no armoniza perfectamente con el estilo. La capilla es una caja oblonga, chata (esto la hace parecer muy larga). La pileta de natación está bien construida, pero, como no excede el nivel del suelo, inevitablemente se llena de víboras, sapos, escuerzos e insectos acuáticos (…). Creo que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado, sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria: retener vivo todo el cuerpo (…). A mí llegada había centenares de peces muertos. Sacarlos, fue una operación horripilante. He dejado correr agua, días y días, pero siempre tomo allí olor a pescado podrido (que sugiere las playas de la patria, con sus turbios de multitud de peces, vivos y muertos, saltando de las aguas e infectando vastísimas zonas de aire, mientras los abrumados pobladores los entierran)”.

En La Invención de Morel, se puede leer el abordaje de tres problemáticas por parte de Bioy Casares. La inmortadidad espiritual, ya que tanto el Fugitivo como Morel la prefieren antes que la inmortalidad física. La consideran como la única inmortalidad realmente verdadera. Por otro lado, el del amor y la soledad. Para Morel la soledad representa la muerte, porque perdería contacto con la gente que él ama para ejecutar su macabro plan; y para el Fugitivo, el amor representa la vida, es salvarse de la muerte, ya que en un momento de la novela dice: “Ya no estoy muerto, estoy enamorado”. Por último, la idea de control, sobrevuela toda la novela.

El Fugitivo comienza un diario personal, después de descubrir que unos turistas están en la misma isla en la que se esconde. La presencia de otros seres le genera una idea ambigua, por un lado, le parece un milagro y por otra parte, tiene miedo que puedan atraparlo y entregarlo a las autoridades. Los turistas, una vez ya instalados en la isla, ocupan el museo que se encuentra en la cima de la colina, sitio donde el fugitivo había vivido. Ante esta situación, se refugia en los pantanos.

A través de su diario, descubrimos que el Fugitivo es un escritor venezolano sentenciado a reclusión perpetua. Él cree que se encuentra en la isla de Villings, parte del archipiélago de islas Ellice, aunque no está seguro. Además, se da cuenta que en la isla existe una extraña enfermedad cuyos síntomas son similares a los del envenenamiento por radiación.

Entre los turistas se encuentra una mujer que observa el atardecer todos los días. El Fugitivo siempre espía a la mujer, a quien bautiza Faustine. Ella es visitada con frecuencia por científico Morel, con quien habla en francés. El Fugitivo decide tomar contacto con ella, pero la mujer no reacciona ante su presencia. Él supone que ella ha decidido ignorarlo, pero sus encuentros con los otros turistas son similares. Nadie en la isla nota su presencia. Él menciona que las conversaciones entre Faustine y Morel se repiten semana tras semana y tiene miedo de estar volviéndose loco.​

Estoy asustado; pero, con mayor insistencia, descontento de mí. Ahora debo esperar que los intrusos vengan, en cualquier momento, si tardan, malum signum: vienen a prenderme. Esconderé este diario, prepararé una explicación y los aguardaré no muy lejos del bote, decidido a pelear, a huir (…). Pero, ¿Qué puede esperarse de gente así? El tipo de ambos corresponde al ideal que siempre buscan los organizadores de largas series de tarjetas postales indecentes. Quizá Morel no sea más que un énfasis de su prescindencia de mí, y un signo de que ésta llega a su punto máximo y a su fin. Por momentos pienso que la insalubridad extraordinaria de la parte sur de esta isla ha de haberme vuelto invisible. Sería una ventaja: podría raptar a Faustine sin ningún peligro…”.

Con la rapidez que los turistas habían aparecido, desaparecen. El Fugitivo, ante esto, regresa al museo. Investiga, pero no encuentra evidencia de que allí hayan vivido personas durante su ausencia.

En un principio, atribuye toda la experiencia a una alucinación provocada por envenenamiento de la comida, sin embargo, los turistas reaparecen esa misma noche.

El Fugitivo los observa desde cerca y nota otras cosas extrañas. En el acuario encuentra copias idénticas de los peces muertos que había encontrado el día de su llegada. En el cielo observa el fenómeno más extraño de todos: la presencia de dos soles y dos lunas.

“La falta de imágenes durante el largo período anterior a la primera aparición tal vez se deba a que el régimen de las mareas varía con los períodos solares. Los dos soles y las dos lunas: Como la semana se repite a lo largo del año, se ven estos soles y lunas no coincidentes (y también los moradores con frío en días de calor; bañándose en aguas sucias; bailando entre los matorrales o en el temporal). Si la isla se hundiera – con excepción de los sitios donde están las máquinas y los proyectores – las imágenes, el museo, la misma isla seguiría viéndose. Ignoro si el calor excesivo de ese último tiempo se debe a la superposición de la temperatura que hubo al tomarse la escena con la temperatura actual”.

La idea de realidad o fantasía persigue al fugitivo durante el transcurso de toda la obra. A su vez, el título de la novela, La Invención de Morel, es perfecto porque todo lo que ocurre es a partir de la máquina inventada por el científico.

*Por Manuel Allasino para La tinta

Palabras claves: Adolfo Bioy Casares, La isla de Morel, literatura, Novelas para leer

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