Catalunya: ¿Las calles serán siempre nuestras?

Catalunya: ¿Las calles serán siempre nuestras?
10 octubre, 2017 por Redacción La tinta

Un recorrido comparativo entre las movilizaciones que se han producido en Cataluña el pasado 20 de septiembre y aquellas que han tenido lugar los últimos años con un posicionamiento público muy diferente del actual.

Por Brigitte Vasallo para La tinta

Sara Ahmed utiliza una imagen de la típica imagen de Navidad donde todo parece felicidad y armonía. Donde todo el mundo se quiere por unas horas aunque no se soporte. Donde todo es bonito aunque estén todos los conflictos latentes. Y allí estás tu, la feminista, la queer, la rara. Escuchando los chistes racistas de tu prima, las bromas machistas de tu cuñado y llega un momento en que no puedes más y haces de aguafiestas. Te cargas la cena de Navidad y la culpa no es del machismo ni del racismo. Es tuya que has de quejarte también hoy, que estamos tan bien. La feminist killjoy, la llaman.

Estos días en Catalunya no hemos vivido una cena de Navidad, sino una orgía. Donde vas con muchas ganas de pasarlo bien, pero cuando entras resulta que todo es machista, casposo y de un heterocéntrico que te querés morir. Y se te van las ganas de coger. Pero parece que eras la única. Todo el mundo explica al día siguiente que estuvo en la orgía y que fue lo más.

Yo hace tiempo que me puse la ropa y me fui de la orgía. Y reconozco que estos días todavía he hecho todo lo posible por enamorarme, como cuando conoces a alguien que sabes que no encaja contigo pero tienes tantas ganas de sentir esa emoción que miras para otro lado y te sueltas. Enamorarse de hecho tiene mucho de esto, al menos en el mundo del amor romántico. Y es por esto que decimos que el amor es ciego. Pero esta vez no me ha funcionado. Y sí, vengo a hacer de aguafiestas.

La primera vez que salí a la calle a ver la Vía Catalana, (la cadena humana de 400 km el 11 de septiembre de 2013) no vi a un pueblo unido. Sino unificado. Vi un ejército civil vestido de amarillo. Tengo alergia a la uniformidad, lo reconozco. Tengo miedo de la unidad que surge de repente y viste aunque sea por unas horas a todos del mismo color. Estos días he vuelto a verlo y he tardado mucho en entender por qué. Pero ayer a las manifestaciones, no paraba de amargarme pensando dónde está toda esta gente cuando empezaron los recortes, cuando se rescataron a los bancos. He intentado creer que el pueblo por fin ha despertado. Pero no puedo. No dejo de pensar que el pueblo está obedeciendo. Y nos lo hemos estado tomando como desobediencia porque se está simplemente obedeciendo un poder nuevo. Vamos por parte si quieren. En mi barrio como en los demás está lleno de carteles por la democracia. Con el dibujo de una cara con la boca tapada. Todos los carteles son los iguales (ay, la uniformidad) pero ninguno de estos carteles aparecen cuando las personas migrantes siguen sin derecho a voto, ni aparecieron cuando se implantó la ley mordaza. ¿Cuál es el derecho de voto que nos indigna y nos dignifica? ¿Cuál es el silenciamiento que nos enrabia y cuál no? Estos días de euforia hemos visto los trabajadores y trabajadoras de las torres negras de La Caixa, (Mordor, le decíamos hace no tanto)[1], “Las calles serán siempre nuestras”.


Cuando dicen nuestras ¿a qué se refieren? ¿Son a la gente que desalojan desde esos edificios? ¿Son de los manteros y de los vendedores ambulantes Y las trabajadoras del sexo que expulsan de las calles? ¿Quién ese “nuestras” que les ha hecho salir a la calle ahora?


Ayer había un cartel en una manifestación “Nuestras abuelas no se tocan”. Pero la feminización de la pobreza, la miseria de las pensiones o las abuelas en campos de refugiados no nos conmueven o no lo suficiente para movilizarnos. He visto también aplaudir a los Mossos d´Esquadra, la policía autonómica catalana, en Plaza Cataluña y esto reconozco que me ha hecho daño por su terrible simbolismo. Guy Debord explicaba en La sociedad del espectáculo que vivimos en un mundo de presente continuo donde el pasado no existe, donde todo empieza y acaba en el momento espectacular. No veo mejor ejemplo que este. En los mismos sitios de los desalojos con violencia por parte de los MOSSOS en 2011, en este mismo pueblo, ahora enamorado. Una amiga lo definía así: “salir ahora a las calles es sexy, salir para asamblea de los Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) un lunes de invierno, no lo es”.

Entiendo que este artículo en un diario cercano a los movimientos sociales autónomos, pierde todo su sentido. Sé que los que me leen desde aquí están en los campos de refugiados y están en los desalojos. Pero no hablo de todos ustedes. Sino de la novia esta de la se acaban de enamorar. Y hablo del enamoramiento, de la orgía.

Es evidente que estamos enrabiados. Que las cargas policiales de estos días merecen una respuesta contundente de la población. Que estamos hartas y tenemos derecho de gritarlo y llenar las calles para decirlo. Es evidente que esto no puede ser. El dilema que no me deja dormir tranquila es ¿por qué ahora sí y en otros momentos no? La respuesta que tengo es fea, claro. Mientras pasaba todo esto Cine Migrante Barcelona proyectaba La revolución no será televisada de Rama Thiaw. No he visto la película pero conozco bien la canción de Gil Scott-Heron que le da título. La revolución no será televisada. En esta revolución los medios de comunicación han sido claves. No los medios alternativos, que han hecho la tarea que todos necesitamos. Pero los grandes medios de comunicación. La cobertura de la televisión española ha estado a unos niveles de manipulación infantilizante que conozco bien por haber pasado mirando la televisión de Hassan II en Marruecos. Pero la narrativa de TV3 [2] , no ha estado mucho mejor. O quizás lo que quiero decir es que por una vez, ha sido mejor. Y que es esto lo que ha hecho la diferencia. Todos sabemos lo que dice la televisión de Cataluña cuando hay un desalojo de un centro autogestionado o una manifestación. Que si la violencia, que si los disturbios, que si los grupos antisistemas. Y todos recordamos haber estado en estas manifestaciones y saber que la cosa no fue así. Todas conocemos la sensación de haber visto nuestras reivindicaciones sistemáticamente silenciadas, manipuladas y hemos visto cómo se ponía al pueblo en contra de acciones que eran totalmente justas y dignas. Los desalojos, ¿qué ha pasado con todo esto?

Esta vez la dialéctica ha cambiado. Los grandes medios de comunicación del país, TV3, el diario Ara, Cataluña Radio, han dignificado la revuelta y le han dicho al pueblo que está bien, que es justo, que esta es una revolución de los buenos contra los malos, que son los de afuera, pero sin los de afuera (el primer fuera quiere decir España el segundo fuera quiere decir los migrantes que no han podido votar. No es sólo  indignación, es una indignación que la han dado el permiso de existir. Lo preocupante de todo esto es el espacio que ocupamos los movimientos sociales autónomos.

Hemos de estar, claro que hemos de estar. Pero nosotros no podemos perder el espíritu crítico. Sé que tenemos ganas de enamorarnos, que las orgías están muy bien, y dan historias muy buenas para contar al día siguiente. Pero tenemos que mantener alguna parte de nuestra autonomía ahí presente. No nos equivoquemos. El nuevo país será un país normal. Y nuestra euforia contribuirá a hacerlo normal si no nos paramos a mirarlo con un poco de distancia. No podemos seguir haciéndole el juego al binarismo simplista. Mucho menos en los tiempos duros que nos vienen encima. La disidencia en frente de esta aparte disidencia masiva, no es la normalidad. No enamorarse de esto no quiere decir ser unionista, ni española. Ni estar en contra de la independencia o el derecho a decidir. Hay espacios más allá y no nos podemos perder en el camino. Porque ni las calles son hoy nuestras ni el poder popular es esto que hemos vivido, por mala suerte. Y si alguna cosa nos hará falta las próximas semanas son los movimientos sociales con la cabeza fría y el espíritu crítico que nos define en estado de alerta para dar respuestas más allá de la orgía.

*Por Brigitte Vasallo para La tinta.

1.Con ello se refiere al edificio de la sede central del banco que denominaban “Mordor” en las manifestaciones contra la política de recortes económicos, los rescates a los bancos y los desahucios promovidos desde esos mismos edificios.

2.Televisión de Cataluña.

Palabras claves: Catalunya

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