Mauro Ciavattini, encantador de vientos
Instrumentista, compositor y docente, Mauro Ciavattini es de los músicos cordobeses que se destacan no sólo por su talento musical, sino por ser de los gestores de proyectos colectivos que generan movimiento y cambios -tan versátil como apasionadamente- en la escena artística de nuestra ciudad.
Por Soledad Sgarella para La tinta
Tiene la sonrisa generosa como su mirada. Se lo ve siempre liviano, quizás porque se fue mimetizando con los vientos, con esos sonidos etéreos y bailarines que hace nacer de sus instrumentos. Mauro Ciavattini es un artista que hace sentir que el hechizo con la música sí existe, todavía.
Intérprete de vientos (saxofón, clarinete, flauta traversa y aerófonos andinos), docente, director, compositor y arreglador, talentoso y creativo, inquieto y sencillo. Coordina el 5to Encuentro Nacional de Vientistas de Córdoba (a realizarse en los próximos días), ha sido reconocido como uno de los Diez Jóvenes Sobresalientes del año, Artista Cordobés destacado, Mención de Honor del Poder Legislativo de la Provincia de Córdoba, y Ganador de tres Becas Nacionales del Fondo Nacional de las Artes, entre otros premios.
Es uno de los MJC Trío, es el creador y director del Proyecto Aerófonos Andinos Córdoba, y ha sido partícipe de conciertos y grabaciones de artistas como Raúl Carnota, Chango Spasiuk, Ramón Ayala, Cecilia Tood, Juan Falú, Hilda Herrera, Raly Barrionuevo, Mariana Carrizo, León Gieco, Jorge Marziali, Ariel Borda, José Luis Aguirre, Horacio Sosa, y muchos más.
Este pibe de pueblo que se vino de Laborde a estudiar Óptica y Contactología mientras hacía lo que le apasiona en la vida, estudiar música y “soplar” -como dice él mismo-, replica su magia en cada escenario y en cada aula, en cada proyecto y en cada aplauso.
La tinta se reunió con él a ver si nos contagia un poco de encanto, a disfrutar de sus palabras y su forma de creer en cada aire de los que crea, sobre todo en esos que construye colectivamente con los grupos en los que día a día, hace música.
—Contanos un poco en qué andas hoy con tus proyectos…
—Estuve cuatro meses en Europa, los dos primeros haciendo una residencia artística en el sur de Portugal, en un pueblito muy hermoso, parecido a Laborde, mi pueblo. Con un convenio que la Universidad de Villa María tiene con una Fundación que se llama Musiveria. Después estuve un mes girando con el Trío MJC, tocando con bandas sinfónicas, tocando solo, dando talleres… y después estuve un mes visitando a mi hermano en Barcelona. Ando tratando de reinsertarme en la vida cordobesa porque fundamentalmente los dos primeros meses de residencia artística me cambiaron la cabeza, para bien pienso yo, porque viví algo muy hermoso que es focalizar todas mis energías, mis sueños, en una tarea, en este caso es componer y grabar un disco, y estoy tratando de seguir con esa vida acá en Córdoba. Estoy muy feliz por lo que viví ahí, pareció una revelación: estar con todas las luces para regar una sola planta y verla crecer, fue algo que no creía que iba a tener tanta fuerza, tanto rebote, alegría, hasta ahora mismo (risas)… mirá, te hablo y quiero estar allí.
Acá en Córdoba me encontré con seis proyectos que estoy llevando paralelamente (a veces muy lentos), que son el Trío MJC (estamos pensando un disco para entrar a grabar en diciembre), Cañaveral, los ensayos y el viaje a Perú al Encuentro Internacional de Aerófonos Andinos, retomar la Universidad, las clases. Además estoy en la Coordinación del Encuentro de Vientistas, sigo con José Luis Aguirre y la banda, y sigo con la idea de hacerme un momento, el espacio, para poder terminar de grabar algunas cositas de este disco que inicié en la residencia, que se llama Vientisto, y está en un 80% listo. Es un disco de composiciones propias, y arreglos en donde yo grabo todos los instrumentos, que son todos de viento, ¿no? Así que bueno… en eso ando, pero siempre contento de volver a Córdoba y proyectarme desde acá.
—¿Cómo es lo de este 5to Encuentro Nacional de Vientistas?
—Del 26 al 29 de octubre vamos a estar realizando la quinta edición de un espacio que empezó hace 5 años, fundado por Nicolás Mazza, en Mendiolaza. Las dos primeras ediciones fueron ahí, y después pasó al ámbito urbano, lo trajimos acá a Capital. Ganó mucha fuerza, ganó muchos inscriptos, muchos artistas que se pudieron sumar a la programación por la cercanía, pero perdimos encuentro. En el ámbito de las sierras, en el contacto con la naturaleza la gente, los artistas, los alumnos… todos nos desconectamos y nos encontramos verdaderamente. Esto es algo que cuesta un poco en las ediciones urbanas donde todo el mundo anda corriendo. Nos cuesta muchísimo que cada artista que toca se quede a escuchar al colega, que charle… lo mismo nos pasa con los docentes. Así que estamos debatiendo si lo llevamos de nuevo al ámbito serrano, de mayor tranquilidad, o no. Por lo pronto esta edición es acá en Córdoba y tiene un gran cierre, que antes no había podido ser, que es el cierre en el Teatro Del Libertador, con las dos bandas sinfónicas de Córdoba, más la Big Band mágica que es la Córdoba Jazz Orchestra, dirigida por Nicolás Ocampo.
Si bien yo coordino el Encuentro, en las últimas tres ediciones hemos conformado un equipo de trabajo de siete personas: Nicolás Mazza, Nicolás Ocampo, Alejandro Pittis, Safidy Ventura, Julieta Baravalle y Guillermo Rebosolan, y yo. El encuentro está constituido por talleres, por charlas, y por conciertos. En relación a los géneros es muy amplio: están los representantes de la música clásica, del jazz, y de los diferentes folclores. Fundamentalmente tratamos de hacer foco en contenidos latinoamericanos, ya sean pedagógicos o musicales. Tratamos de ir por esa línea, ya que creemos que es una línea que todavía no llegó con fuerza a las escuelas de música y generalmente los referentes que vienen a tocar de afuera traen nuevas pedagogías en ese foco, ¿no? En lo latinoamericano, en trabajos colectivos, como el sistema de improvisación por señas… y tratamos, a partir de este espacio, de ir generando una corriente del vientista crítico en donde su trabajo no termine solamente en la interpretación sino pensar al vientista como creador, al vientista que improvisa, el vientista que se produce, el vientista que compone, el vientista que genera. Y el vientista colega, vientistas generosos -que por suerte la generosidad de los colegas viene siendo gigante- y a partir de eso estamos montando cada edición. Por sobre todo esta última que al tener prácticamente cero apoyo de las diferentes instituciones que antes nos apoyaban, la podemos sostener gracias a toda esa grilla que viene gratuita. Nos sentimos muy felices por este apoyo de los colegas y creo que es un modo de trabajo que San Antonio de Arredondo de alguna manera nos sembró con mucha fuerza, y en donde nosotros como organización del Encuentro nos vemos reflejados en ese Festival. Tratamos de imitar muchos modos de trabajo, y si bien el contexto es bastante distinto, la mayoría de las cosas vienen funcionando. Es un encuentro que intentamos hacerlo prácticamente gratuito, porque queremos que sea totalmente inclusivo y que prioricemos el encuentro.
—¿De qué forma pensaste y surgieron los grupos aerófonos?
—Te cuento un poco la historia de las cañas cordobesas que me involucra. Esto comienza aproximadamente ocho años atrás, en un viaje que hice a Bolivia. Regresando, me integro en una banda de sikuris en Tilcara y bueno, me volví loco, me sentí muy cercano a eso, muy feliz, y volví a Córdoba y renuncié a la Banda Sinfónica Municipal, que era mi trabajo, mi estabilidad, y empecé a soñar en generar un grupo de amigos que nos juntaramos a tocar. Y primero fue eso, después nos animamos a brindar unos talleres. Encontramos un hogar al principio en La Colmena, después se duplicó ese hogar y se sumó el Instituto de Culturas Aborígenes. Al llegar ahí las preguntas se triplicaron… mis amigos empezaron a ser cada vez más jujeños, bolivianos y peruanos hasta el día de hoy, y yo siento que encontré una familia.
Actualmente trabajo dictando las cátedras de Aerófonos Andinos en la Universidad Nacional De Villa María, la Escuela de Aerófonos Andinos Córdoba, que actualmente funciona en Cocina de Culturas con el grupo inicial y en el Centro Cultural Graciela Carena con el grupo más avanzado. Te podría decir que está en su mejor momento, con grupos numerosos, totalmente encendidos, y lo más lindo de todo es que ya no doy clase si no que los mejores alumnos de todo este tiempo están a cargo, y eso es una alegría gigante. Dan hermosas clases y mantienen encendido y siempre multiplicando grupos que crecen y crecen. Mateo Martino y Oscar Sánchez en Cocina, y Juan Corbera en el Carena. Y después Cañaveral, es el ensamble de profesores. Empezamos siendo ocho y ahora somos once. Estamos buscando el segundo disco. En este espacio tratamos de proyectar la nueva camada de vientistas en relación a las cañas, vientistas que no solamente toquen rápido y bonito, si no que compongan improvisen, que sean en lo posible también docentes de los alumnos más avanzados.
Siempre tratamos de pensar a Cañaveral dentro de un contexto, que son los otros espacios de aerófonos andinos, las cátedras de Villa María y todo lo que está pasando en Córdoba con esto que es hermoso y que no empieza y termina con lo que yo estoy involucrado, sino que, por ejemplo, el ICA viene haciendo con Santiago Chambi, un hermoso trabajo… hace muchísimo tiempo hay muchas bandas de sikuris que se asociaron en Comunidad de Sikuris Cordobesas. Más de ocho bandas. Y viene lindo lindo todo. Estos contenidos están llegando ya a las currículas de los diferentes niveles educativos, en relación a la enseñanza de la música, llegan con fuerza, llegan para quedarse, contenidos que antes han sido siempre minimizados, bastardeados y ahora están siendo reivindicados por suerte, y estamos muy felices por eso, y nos sentimos parte también.
—Sos educador también… ¿para qué enseñás música?
—Te comparto que para mí dar clases es una actividad que disfruto de igual manera que tocar. Con la misma intensidad. A las clases las veo como un concierto, a veces trato de dar una clase tan redonda, tan apasionada, que encienda, que a veces logro un aplauso al final… y ahí me acuerdo que pienso a esa profesión de la misma manera que un concierto. Si bien tienen sus lógicas muy distintas, amo la docencia y la fui descubriendo con el tiempo . Al principio solamente pensaba en soplar. Y hoy en día siento que esa relación no deja de crecer, no deja de sorprenderme y llegó un momento que decidí por cuatro años tener experiencias docentes de niveles educativos en la música: jardín, CAI, CAJ, primaria, secundaria, en diferentes sectores, para ver en dónde yo me encontraba, porque sabía que me gustaba pero sabía que el contexto en mí rebotaba de diferentes maneras. Y bueno, encontré en la docencia universitaria mi lugar, porque me permite realizar investigación sobre los contenidos que dicto, que son los aerófonos andinos sudamericanos y que hay muy poca bibliografía. El contexto universitario me da la posibilidad de crear material, de recopilar, de viajar. Y me siento muy útil en ese lugar y por sobre todo me siento siempre con un estado presente continuo, con muchas ganas, con muchos proyectos que todos me desvelan prácticamente por igual y siempre me pienso como en un trazo de diez años en adelante.. .empiezo a enumerar las cosas que quiero hacer y siento que tengo diez años de actividad por delante así como si nada y todas me estimulan.
También siento que al haber hecho tantas carreras de música acá en Córdoba, –La Colmena, la UNC, el Conservatorio– me encontré con muchos docentes y a muchos admiré por muchas cosas, distintas tal vez pero con el factor común de que vos sentías que ellos amaban la docencia y me contagiaron esa vocación… o me la despertaron. Quizás estaba y veo también en la docencia un acto de generosidad: de vuelta, no nos podemos pensar sin el otro. Y yo tengo muchos referentes en los cuales me inspiré y me inspiro: el Pato Pedano en La Colmena, Luis Levin, el Nano Rivarola que ya se nos fue… el Pablo di Giusta en la UNC, y a nivel nacional Juan Falú e Hilda Herrera. En estos últimos dos ejemplos me super identifico porque ellos tratan de llevar hasta el día de hoy su actividad artística y docente a la par, retroalimentándose cada una y bueno… me encantaría verme con el tiempo en una vida similar a la de ellos.
—Tres sensaciones de lo colectivo… en sus marcas, listo, ya:
—La primera creo que el trabajo colectivo es lo que necesita el mundo de hoy por la sociedad individualista en la que vivimos, por los frutos hermosos que da el trabajo colectivo… La segunda: lo multiplicador, lo sanador que es, lo educador que es. Y otra sensación es que se puede, que cuesta pero que se puede lograr. Nosotros estamos en una constante búsqueda de esta idea de lo colectivo porque cada tanto nos brotan los caciques que tenemos adentro, de mala manera… y tenemos el diálogo como eje. Y hasta ahora creo que nos va bien, creo que podemos. Me refiero a Cañaveral y toda su estructura, me refiero al Encuentro de vientistas, al Trío MJC, a todo lo que emprendo… salvo este último disco, todo lo que emprendí en mi vida tuvo que ver con lo colectivo y siento que es mi lugar de transformación.
*Por Soledad Sgarella para La tinta. Foto de portada: Sofía de Matos.