Volver a Marx #03: El legado de Marx y las transformaciones en el mundo del trabajo

Volver a Marx #03: El legado de Marx y las transformaciones en el mundo del trabajo
20 septiembre, 2017 por Redacción La tinta

Se cumplen 150 años de la publicación de la primera edición de El Capital, obra que representa uno de los puntos más altos de las reflexiones siempre políticas de Karl Marx. Con ella, el revolucionario alemán creía estar dándoles a las trabajadoras y trabajadores una poderosa arma con la que asestar un golpe definitivo a un sistema de despojo, explotación y muerte. Desde entonces, la tradición marxista se ha convertido en una referencia ineludible para toda experiencia dispuesta a combatir el capitalismo-colonialismo-patriarcado.

Desde La tinta hemos decidido aprovechar este aniversario para difundir algunos de los principales aportes teóricos y políticos de Marx en particular, y la tradición marxista en general. Para eso hemos invitado a distintos militantes e intelectuales del país a colaborar en el abordaje de una serie de ejes temáticos: formación de la militancia social y política, formación de los y las economistas, transformaciones en la realidad de la clase trabajadora, actualidad de las luchas sociales y políticas en Argentina, especialmente, del movimiento feminista y del movimiento ecologista.

Con esto no esperamos más que promover una serie de debates necesarios que ayuden a recolocar a Marx y su legado en el lugar que siempre le ha correspondido: al lado de las inagotables y variadas luchas de los oprimidos y oprimidas del mundo.

 


El legado de Marx y las transformaciones en el mundo del trabajo

Por Patricia Collado para La tinta

En general cuando se piensa en la actualidad de un texto se hace referencia a una cuestión de impacto: cuántos lectores, cuántos volúmenes, cuántas citaciones, apariciones, ventas, cuántos grupos de lectura, traducciones y un largo etc. tienen o han tenido lugar a propósito de su publicación. Pues estamos aquí frente a un objeto extraño, dado que su actualidad reside en que colabora -tal como su autor vislumbró- a pensarnos como trabajadores y a dilucidar qué es esta actividad singular denominada ‘trabajo’. Es decir, estamos delante de una caja de herramientas cuyo instrumental -elemental y necesario-, sirve para analizar e intervenir en el mundo de los que viven de la venta de su fuerza de trabajo. Trabajadores de hoy que miran a los de ayer (a los de las fábricas de la primera revolución industrial) como sus antecesores pretéritos, bajo el halo de un panorama foráneo y a la vez familiar.

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Foto: Eloísa Molina

Es que los trabajadores y el trabajo han cambiado pero, tal como el alemán nos indicó, han mutado en las formas y contenidos de su hacer sólo para posibilitar la continuidad de la vida del capital, es decir, en función de la producción, circulación, distribución y venta de mercancías. Sin duda, en vista de proveer la obtención de ganancias, más precisamente, maximizarlas. Hasta aquí, el leit motiv del texto en cuestión y su fin: demostrar cómo el trabajo de cada hombre, mujer y niño satisface la necesidad de reproducción del capital. A partir de allí el problema pasa, para nosotros, en el modo de interpretar y valorar sus cambios. Para ello tomaremos algunos tópicos postulados en la actualidad que confrontan con argumentos expuestos por Marx en el libro I de El Capital.

Partiremos para ello de la afirmación sobre la pérdida de la centralidad social del trabajo hoy. Esta ha sido una de las afirmaciones más visitadas en los últimos tiempos y desde nuestro punto de vista, la que con mayor vigor confronta la obra de Marx. Desde fines del siglo veinte, el aumento exponencial de la desocupación como fruto de la transformaciones en la organización y proceso de trabajo y el impacto de las tecnologías en el metabolismo productivo (comprobados cambios en la composición orgánica del capital, en términos marxianos), han servido como sostén argumentativo de la pérdida de importancia del trabajo humano. Como corolario de ello se postula, la disminuida necesidad de brazos para garantizar la producción y la escasa relevancia del trabajo frente a otras actividades desplegadas por la población.


Bajo este cuadro, pensemos ahora qué tipo de producto no es fruto del trabajo humano actual o pretérito, tangible o intangible, simple o complejo. Nada. Ninguna obra puede registrar su autoproducción más allá de la fuente: es decir la única fuerza capaz de generar un producto distinto de los materiales que le dieron lugar es humana.


Se dirá entonces que las máquinas pueden producir por sí o los programas de informática. Sin duda, una producción cuyo autor lejano más no insondable sigue siendo el cerebro humano. No hay máquina o software, que no haya sido pensada, diseñada y/o ensamblada por un trabajador (por más profesionalizado y calificado que este sea). Aunado a ello podemos decir que el trabajo y sus frutos siguen siendo la única forma de proveer la subsistencia para el conjunto de la humanidad, sea como productores o como consumidores. Y que en el contexto del capitalismo mundial, para la inmensa mayoría de la población la venta de su fuerza de trabajo es la única forma de sobrevivir, por más disímiles que sean las ocupaciones, las tareas y los ámbitos de inserción laboral.

Dicho esto, Marx señaló en esta obra fundamental algunas importantes pistas sobre la historicidad del proceso o sobre su necesaria actualización. En la lectura que proponemos de El Capital, la fuerza de trabajo como mercancía es explotada a través del despliegue del capitalismo de diversos modos: es decir, las capacidades y el potencial que despliegan los trabajadores no siempre son las mismas. En este derrotero, la necesidad de control del proceso de trabajo y producción para el capital es cada vez más incisiva. Por ello el capital ‘innova’ en formas de manejo sobre los trabajadores con diversos y sofisticados mecanismos de disciplinamiento y docilización. Más fuerza, potencia y capacidades ponen en juego los y las trabajadoras bajo formas altamente sofisticadas de ‘consensuar’ la explotación (aceptación forzada del desmejoramiento conjunto de condiciones y relaciones laborales), más colaboran a un resultado poco esperanzador: el desgaste integral de su fuerza vital.

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Foto: Eloísa Molina

Así es como emergen síntomas de deterioro en términos de desmejora física, acortamiento de la esperanza de vida laboral, cansancio mental, emocional, relacional, comunicacional y afectivo. Los/las trabajadores conforman una ‘usina’ que también se ‘agota’. De tal modo, lo que Marx advertía en términos explotación & alienación muestra en la actualidad un nuevo tripalium: explotación & alienación & desocialización.


En resumidas cuentas el proceso en que un objeto se valoriza convirtiéndose en mercancía por medio del trabajo humano, produce dis-valor en el trabajador: lo desgasta hasta fronteras más allá del límite de soportabilidad poniendo en jaque su propia vida.


No se equivocó nuestro filósofo cuando afirmó la miserabilización flagrante de la fuerza de trabajo. Su gran legado, para nosotros, es tanto comprender e interpretar la situación de los que viven del trabajo como ser parte actuante de su necesaria transformación.

*Por Patricia Collado para La tinta.

Palabras claves: marxismo, trabajadores

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