Volver a Marx #05: Ecología y Revolución a 150 años de El Capital

Volver a Marx #05: Ecología y Revolución a 150 años de El Capital
25 septiembre, 2017 por Redacción La tinta

Se cumplen 150 años de la publicación de la primera edición de “El Capital”, obra que representa uno de los puntos más altos de las reflexiones siempre políticas de Karl Marx. Con ella, el revolucionario alemán creía estar dándoles a las trabajadoras y trabajadores una poderosa arma con la que asestar un golpe definitivo a un sistema de despojo, explotación y muerte. Desde entonces, la tradición marxista se ha convertido en una referencia ineludible para toda experiencia dispuesta a combatir el capitalismo-colonialismo-patriarcado.

Desde La tinta hemos decidido aprovechar este aniversario para difundir algunos de los principales aportes teóricos y políticos de Marx en particular, y la tradición marxista en general. Para eso hemos invitado a distintos militantes e intelectuales del país a colaborar en el abordaje de una serie de ejes temáticos: formación de la militancia social y política, formación de los y las economistas, transformaciones en la realidad de la clase trabajadora, actualidad de las luchas sociales y políticas en Argentina, especialmente, del movimiento feminista y del movimiento ecologista.

Con esto no esperamos más que promover una serie de debates necesarios que ayuden a recolocar a Marx y su legado en el lugar que siempre le ha correspondido: al lado de las inagotables y variadas luchas de los oprimidos y oprimidas del mundo.

 



Ecología y Revolución a 150 años de El Capital

*Por Horacio Machado Aráoz para La tinta

“Desde el punto de vista de una formación económico-social superior, la propiedad privada del planeta en manos de individuos aislados parecerá tan absurda como la propiedad privada de un hombre en manos de otro hombre. Ni siquiera toda una sociedad, una nación o, es más, todas las naciones contemporáneas reunidas, son propietarias de la tierra. Sólo son sus poseedoras, sus usufructuarias, y deben legarla mejorada, como boni patres familias, a las generaciones venideras”
Karl Marx, El Capital, 1867

Como ironía de la historia, como expresión de su ineludible condición dialéctica, aún en pleno apogeo del capitalismo -y tras haber pasado por sucesivos intentos de ser consagrado como el “fin de la historia”- la más emblemática crítica del capitalismo resulta más vigente y pertinente que nunca, a 150 años de su publicación.

En este actual escenario, de colapso civilizatorio en el que nos hallamos, la crítica de Marx interpela tanto más a sus declarados ‘seguidores’, que a los propios apologetas del sistema. Y esa interpelación se centra decisivamente en la fenomenal ceguera epistémica y política que (y acá ponemos énfasis en los sectores dichos ‘marxistas’) han venido expresando frente al carácter crucial -históricamente determinante- de la depredación capitalista de la Naturaleza.

Porque, a contrapelo del propio de Marx, el marxismo normatizado y las experiencias histórico-políticas que se cobijaron en su nombre, evidencian una necedad superlativa respecto a lo ecológico. Salvo notables excepciones, han puesto de manifiesto una gravosa ignorancia respecto tanto de la insoslayable base ecológica de toda sociedad, como del carácter eminentemente político de la ecología humana. Incluso hasta el día de la fecha, importantes sectores ‘dichos’ marxistas consideran lo ecológico como algo snob, un espejismo ideológico de clase media, una nueva treta manipulatoria del capital, etc. Para otros -algo que ha quedado puesto de manifiesto en las experiencias del reciente ‘ciclo progresista’ en Nuestra América-, si bien los problemas ecológicos resultan atendibles, se trataría de una cuestión secundaria, o al menos ‘postergable’ para etapas en las que los frutos del “desarrollo con inclusión social” lleguen a los más “pobres”…

marxismo-ecologismo-revolucion

Frente a estas posturas, nos parece central volver a Marx, sobre todo, releerlo a la luz de los 150 años de historia transcurrida. Si convenimos en aceptar con Marx y Engels que “la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para ‘hacer historia’, en condiciones de poder vivir… [que] el primer hecho a constatar es, por tanto, la organización corpórea de los individuos humanos vivientes y la relación por eso existente con el resto de la Naturaleza” (“La ideología Alemana”, 1846), la cuestión de la naturaleza, nuestro modo de concepción, apropiación y relacionamiento con la misma, no puede ser un aspecto menor, secundario, ni en ningún sentido subsidiario de otras consideraciones políticas. Es, nada menos, que la base misma de todo modo de producción social; de todo pueblo, de toda cultura. El modo histórico de producción de la vida humana está histórica, material y políticamente condicionado y sujeto a nuestra concepción/producción de la Naturaleza.

Al partir de los organismos humanos vivientes y al enfatizar el carácter políticamente condicionado de la producción humana de la vida, Marx coloca a la Vida, en la base de su construcción teórica y en el centro de sus preocupaciones políticas. En tal sentido, la radicalidad de la ecología de Marx emerge de su rechazo del antropocentrismo como ideología idealista y de la crítica de la objetualización/mercantilización de la Naturaleza que opera el capital como medio y condición de su propia existencia. El materialismo histórico-dialectico, que es la base de su ontología política, no admite separación alguna entre Naturaleza y Sociedad. Para Marx, es claro que el “ser humano” no es algo contrario, ni “separable” de la Naturaleza: «La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre… Que el hombre vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el que debe mantenerse en un proceso constante para no morir. La afirmación de que la vida física y espiritual del hombre se halla entroncada con la naturaleza no tiene más sentido que el que la naturaleza se halla entroncada consigo misma, y que el hombre es parte de la naturaleza” (“Manuscritos económico-filosóficos”, 1844).

Y el trabajo, que es una “fuerza de la naturaleza” tiene el objetivo originario de “apropiarse de los materiales de la naturaleza de una forma adecuada a sus propias necesidades [vitales], con lo cual, “a través de este movimiento el ser humano actúa sobre la naturaleza exterior y la cambia y, de este modo, cambia simultáneamente su propia naturaleza…” (“El Capital”, 1867). Es claro así que, más que mero ‘valores de uso’, más que ‘recursos’ para la producción de mercancías, para Marx, la Naturaleza es la vida en sí; es la base insoslayable para la producción social de la vida humana, y es el producto histórico-político emergente del trabajo social. De manera tal que no hay nada de lo que le hagamos a la “naturaleza” que no nos afecte en lo más íntimo y profundo.


La ecología profunda de Marx nos invita a aprender que lo que hacemos con la naturaleza, es lo que nos hacemos a nosotros mismos; por tanto, que no hay acto de explotación, depredación o contaminación de la “naturaleza exterior” que no sea al mismo tiempo, un acto de explotación-depredación-contaminación de nosotros mismos.


Esto, que podía no ser tan claro hace un siglo y medio atrás, hoy resulta lisa y llanamente inaceptable. No podemos seguir, en nombre de “la superioridad de la condición humana” degradando las fuentes primarias de las que depende nuestra propia vida. Ya inmersos en el borrascoso siglo XXI, no podemos repetir los gravosos yerros de los socialismos “realmente (in)existentes” del siglo XX: no podemos seguir abrazados a la fe ciega en el progreso, ese culto religioso propiamente capitalista-colonial, que cree en el evolucionismo, el cientificismo, el productivismo, la omnipotencia tecnológica y el crecimiento infinito (de la producción de mercancías) como horizonte universal, deseable de la humanidad.

Esa fe ciega -devenida hoy en ceguera de especie- se ha convertido en una ominosa carga ya insostenible para el conjunto de la humanidad; ningún futuro -mucho menos que se precie de humano- puede ser imaginado sobre la misma. Mas bien, todo lo contrario. Si a esta altura de la historia pretendemos todavía esbozar un programa político que en términos realistas se plantee la superación del capitalismo y la construcción del socialismo, ese programa no puede prescindir de una radical redefinición de las bases ecológicas de nuestro modo de vida.

marxismo-ecologismo-revolucion-contaminacion

En pleno siglo XXI el ecologismo -de inspiración marxiana- se ha tornado el último umbral del pensamiento crítico y la acción política revolucionaria; no sólo actualiza la pertinencia y la necesidad de la Revolución en nuestro tiempo, sino que también la profundiza, radicaliza, y nos da pistas fundamentales para redefinir el contenido y el sentido de la misma. De un modo elemental, no podemos pensar hoy la idea de revolución, sin incluir en ella un cambio drástico, radical, en el modo hegemónico de concepción y relacionamiento con la Madre Tierra. Diríamos que la revolución, en tal sentido, debería tener como horizonte un mundo en el que “los productores libremente asociados regulen racionalmente su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común, en vez de dejase dominar por él como un poder ciego, y lo lleven a cabo con el menor gasto posible de energías y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana” (“El Capital”, 1867).

*Por Horacio Machado Aráoz para La tinta.

Palabras claves: Ecología, extractivismo, marxismo

Compartir: