Baguala del equilibrio: Comunidad Paravachasca de Comechingones en Anisacate

Baguala del equilibrio: Comunidad Paravachasca de Comechingones en Anisacate
5 septiembre, 2017 por Gilda

Junto al séptimo capítulo de Monte Adentro, compartimos una entrevista realizada en Anisacate a Alfredo Heredia, Miguel Arroyo y Ricardo Cejas: miembros de la Comunidad Paravachasca de Comechingones. Este capítulo surge casi espontáneamente, cuando el equipo de Monte Adentro viajó a Anisacate a rodar el quinto capítulo tenía pactado este encuentro/entrevista con los compañeros de la Comunidad Paravachasca de Comechingones. Luego de la entrevista los muchachos nos regalaron estas coplas que junto con las imágenes aéreas de las Sierras Grandes dan forma a este capítulo especial.

*Por Luciano Planté

Sentir el llamado: la Tierra nos invita a buscarnos

El río corre como siempre, como hace siglos, milenios. Corre calmo, lleno de vida, de historias traídas desde lo más alto de las Sierras Grandes. Desde las cumbres bajas irascibles con cada tormenta de verano pero acá y ahora, en el valle y en invierno, serpentea tranquilo, cantando en cada caricia que se da con las piedras. El río trae historias y nos habla de los hijos de esta tierra, de los antiguos habitantes, de los de siempre. Y acá y ahora nos encontramos con Alfredo, Miguel y Ricardo, sentados a la orilla, compartiendo un mate y conversando sobre esas historias y estos presentes de tierra arrasada por la codicia y la voracidad, pero también de lucha y de esperanza.

—¿Cómo está organizada la Comunidad Paravachasca de Comenchingones y qué relación tienen con otras comunidades originarias de Córdoba y el país?

—Ricardo: La comunidad tiene un representante, que en la actualidad es Elvio Altamirano, y es él quien lleva adelante las relaciones con otras comunidades y organizaciones. Nosotros estamos, por decir de alguna manera, como locales y con quienes tenemos una relación más cercana es con la gente de la Comunidad de la Toma, de Alberdi. En nuestra comunidad se suma gente de todo el Valle de Paravachasca, la mayoría de Alta Gracia pero de apoco se va sumando gente de otros pueblos.

Elvio, es el gran impulsor, él tomó la decisión de comprometerse más de lleno con nuestra realidad y fue agrupándonos. Cada uno de nosotros ha sentido en su momento el interés, el llamado podríamos decir, pero hace falta ese empujoncito que nos dio Elvio para animarse. Siento que ese mérito inicial lo tiene Elvio, pero ahora cada uno de nosotros va dándole su empujoncito a otros que van sintiendo el llamado.

—Miguel: Sí, yo no conocía a Elvio hasta que un día llegó a casa, en Potrero de Garay, a visitar a mis hermanos y me pregunta por el lugar de nuestro nacimiento. Le digo que no somos de acá sino de Calamuchita y me dice “veo que adentro tuyo hay una personalidad que tiene mucha fuerza y esa fuerza viene de energías que han sido tomadas de las sierras”, y me dejó eso instalado. ¡¿Qué fuerza?! Digo Yo. ¿Qué fuerza va a ver? Capaz que esté incursionando para ser curandero pensé (entre risas). Al tiempo me llama y me invita a una charla con especialistas en plantas medicinales. Fui y ese charla me trasladó de nuevo a mis pagos, a mi monte y me puse a hablar con esa gente como si nos conociéramos dese hace rato, y me di cuenta que lo que nos unía era el maravilloso lazo de la naturaleza. Así se despertó mi interés y mi conexión con la comunidad.

—¿En la cosmovisión comechingona qué lugar ocupa el monte?

—Ricardo: El monte es el eje. No sólo para los comechingones, sino para todos los pueblos originarios, el monte, la tierra ocupa un lugar central. La forma de interpretar el mundo es amplia, incluye a la naturaleza, sin fronteras.  Se debe respetar la tierra para alimentarse sin dañarla. Por más que el monte esté talado y tapado de soja, debajo está la Tierra latiendo.  Hay que respetarlo porque sin el monte los caracoles o los sapos o nosotros no somos nada.

Otras cosas se están investigando, por ejemplo las cuestiones artísticas, en eso están trabajando Alfredo y sus muchachos desde la arqueología. Sabemos que nuestros antepasados eran cantores y pacíficos. Estamos conociendo su forma de alimentarse, sus siembras, formas de cacería hasta cómo y cuándo cortar leña o las hierbas. Por ejemplo, hermanos mapuches y ranqueles, nos han enseñado a qué hora conviene cortar ciertas plantas para que la savia que queda las deje con fuerza para rebrotar. Esos saberes forman parte de nuestra cosmovisión.

Trato de esbozar una idea y al nombrar al Pueblo Comechingón, recuerdo haberlos escuchado denominarse Camichingones, pido disculpas de utilizar esta palabra y me excuso diciendo que así los he nombrado toda la vida y me cuesta interiorizar el otro modo. Por respuesta recibo un “a nosotros también nos cuesta”. La charla nos lleva a reflexionar sobre el lenguaje. Alfredo, un apasionado y estudioso de la arqueología y la historia, nos cuenta que estos términos y tantos otros están en discusión, que no hay acuerdo al respecto y que poco se sabe de la lengua comechingona, el camiare. Que muchos términos que se creen de este origen son en verdad sanavirones. La conversación fluye y Alfredo nos cuenta de un viaje que hizo a Misiones y las comparaciones de sus realidades con la de los hermanos guaraníes se hacen inevitables. Paisajes, historias y presentes distintos. Guaraníes aislados en pequeños territorios sarcásticamente llamados reducciones y comechingones integrados e invisibilizados en la “sociedad moderna” abriéndose paso en este proceso de autoreconocimiento que prescinde de un territorio delimitado o reconocido por el Estado pero que plantea el desafío de volver a relacionarse con la Tierra desde los paradigmas originarios.

Ricardo reflexiona y plantea que es necesario dejar atrás prejuicios y dejar de creer que para vivir en comunidad es necesario habitar en un conjunto de chozas al pie del cerro y en lo posible en cuero: “nosotros vivimos en comunidad aunque estemos dispersos, y cuando empezamos a encontrar cosas en común, más allá de la sangre, empezamos a organizarnos, no es necesario tener un territorio determinado para empezar a asumirnos comunidad”. Alfredo dice que lo importante es “sentir el llamado”.

En una entrevista que le realizan a Elvio Altamirano durante una marcha él hablaba de investigaciones que determinaban “5000 años de estancamiento tecnológico” del pueblo comechingón, cuestión que él resignifica como un “estado de apogeo de la armonía con la naturaleza” ¿Cuáles creen ustedes que son las causas de esta desarmonía con la naturaleza en la que vivimos?

—Alfredo: Creo que esta desarmonía viene desde tiempos de la conquista, si hasta ese momento nuestros ancestros vivieron cuatro o cinco mil años, matando lo que comían, tomando de la Tierra lo necesario para vivir sin depredarla. Ahora económicamente todos quieren más y no les importa; llenan la tierra de soja y mientras les deje mucha plata no les importa más nada. La gente a la que sólo le importa el dinero no ve las consecuencias de su voracidad.

—R: Tenemos que discutir qué es el desarrollo. Si esto es desarrollo nos estamos yendo al precipicio. Estamos extinguiendo especies. Vivir en armonía con la naturaleza es tener en claro como conservar para siempre aquello que nos da vida, que nos da de comer. Después podemos pensar en cómo vivir mejor.  La evolución o el progreso no puede darse sólo mirando hacia adelante también debemos reconocernos en nuestros antepasados y recuperar todo lo que ellos sabían, recuperar lo elemental. 

—¿Qué cosas concretas creen que podemos hacer en lo cotidiano para recuperar ese estado de armonía con la naturaleza?

—M: Yo amo la naturaleza y eso es fundamental. Las noticias son deprimentes, y volvemos a caer en el capitalismo, en el qué me importa si yo termino esta concesión y me voy. Y no se entiende así que todo esto que estamos dejando es para nuestros hijos y nietos. Cada uno debe tomar conciencia y empezar a ver a la naturaleza como la esencia. Es difícil pero no imposible, hay mucha gente que piensa como nosotros, mucha gente que llora por la naturaleza. Y ese dolor tan intenso es como es un grito de la Tierra que nos pide que la protejamos. Hay que volver a lo natural.

—R: Es necesario conectarse con la naturaleza, aunque estemos en la ciudad. Cada uno sabe qué es lo que lo conecta. Un árbol, una salida en bicicleta, la música. Ese es un primer paso.

—A: Algunos integrantes de la Comunidad estamos haciendo un trabajo de registro y rescate arqueológico registrando sitios en la zona e intentando conectar estos objetos con los saberes de nuestros ancestros. Muchos rasgos de nuestra cultura se perdieron y rescatar estos rastros que han quedado nos sirve para recuperar nuestra cultura y los antiguos modos de relacionarse con la Tierra. Uno a veces no sabe con certeza si desciende de Comenchingones o no, pero yo quiero mucho al lugar, y tal es así que me emociono cuando hablo. Desde hace años que ando con esto de la arqueología sólo porque quería saber, hasta que me di cuenta porqué quería saber.
Ricardo: en este sistema donde hay que demostrar todo, hemos tenido que indagar, investigar y buscar “pruebas” de nuestra ascendencia para hacer trámites. Y en esa búsqueda hemos descubierto que todos tenemos algún familiar originario. Aún sin haberlo sabido antes. Es el llamado de la Tierra el que nos lleva a buscar, a buscarnos. Algunos necesitan el llamado y otros además la prueba: el color de la piel, el dato de algún antepasado u otra cosa concreta.

—¿Creen que ese llamado de la Tierra puede sentirlo alguien que no tiene una ascendencia de sangre originaria?

—R: Eso es algo que hablamos siempre en la Comunidad, puede que uno no tenga sangre nativa pero si uno nace y se cría acá la Tierra lo puede llamar igual. Para nuestros ancestros la patria es el planeta, somos todos habitantes de la Tierra.

—A: No es requisito tener sangre comechingona para ser parte de la Comunidad, hay que sentirlo.

—Concretamente en la lucha por defender nuestros bosques, nuestra tierra: ¿Cuáles creen ustedes que son los aportes que tienen para hacer los Pueblos Originarios y qué mensaje tiene para dejarle al resto de los cordobeses?

—A: Acá habitaron los yaguaretés, los tatú carreta, los venados de las pampas y tantos otros animales que ya no están entre nosotros. Nuestros antepasados supieron convivir con ellos y tenemos que recuperar sus formas. El cambio debe ser primero personal para después poder llegar a los otros.

—R: Es importantísimo difundir las formas de nuestros ancestros y la necesidad y urgencia de cuidar nuestra Tierra. En charlas en las escuelas, por todos los medios posibles, llegando al corazón de la gente. Así, si un legislador está realmente sensibilizado, por más intereses económicos que haya, va a legislar para el pueblo, para sus hijos y nietos.

—M: Este mundo es el único que tenemos, puede que haya vida en otro planeta, pero aún estamos en este mundo y lo podemos recuperar. Es cuestión de ponerle voluntad y tratar de ver la necesidad de cuidarlo. Y quien no la sienta que se venga una tarde, se siente al lado del río y sienta el aire puro, el aroma de la hierbas. Y si con eso no le alcanza que lo haga por los otros.

 Baguala del equilibrio 

Letra y música: Ricardo Cejas

Yo fluyo por las montañas siguiendo al Chicamtoltina
y fluyo por las montañas que me sustentan la vida.

El corazón atrevido abre los brazos
y deja al viento con su abanico

que sople por donde quiera.

Yo fluyo por las montañas siguiendo al Chicamtoltina
y dejo que en la batalla ellos arreglen la vida.

Palabras claves: Alfredo Heredia, Anisacate, Colectivo Ceromilímetro, Comunidad Paravachasca de Comechingones, Miguel Arroyo, Monte Adentro, Monte Nativo, Ricardo Cejas

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