Volver a Marx #06: Encuentros y desencuentros entre marxismo y feminismo
Se cumplen 150 años de la publicación de la primera edición de “El Capital”, obra que representa uno de los puntos más altos de las reflexiones siempre políticas de Karl Marx. Con ella, el revolucionario alemán creía estar dándoles a las trabajadoras y trabajadores una poderosa arma con la que asestar un golpe definitivo a un sistema de despojo, explotación y muerte. Desde entonces, la tradición marxista se ha convertido en una referencia ineludible para toda experiencia dispuesta a combatir el capitalismo-colonialismo-patriarcado.
Desde La tinta hemos decidido aprovechar este aniversario para difundir algunos de los principales aportes teóricos y políticos de Marx en particular, y la tradición marxista en general. Para eso hemos invitado a distintos militantes e intelectuales del país a colaborar en el abordaje de una serie de ejes temáticos: formación de la militancia social y política, formación de los y las economistas, transformaciones en la realidad de la clase trabajadora, actualidad de las luchas sociales y políticas en Argentina, especialmente, del movimiento feminista y del movimiento ecologista.
Con esto no esperamos más que promover una serie de debates necesarios que ayuden a recolocar a Marx y su legado en el lugar que siempre le ha correspondido: al lado de las inagotables y variadas luchas de los oprimidos y oprimidas del mundo.
¿Volver a Marx? Encuentros y desencuentros entre marxismo y feminismo
*Por Patricia Laterra para La tinta
«Esta es una marcha de mujeres que representa la promesa del feminismo como aquello contrario a los poderes perniciosos de la violencia estatal. Un feminismo inclusivo e interseccional que invita a todos a unirnos a la resistencia al racismo, a la islamofobia, al antisemitismo, a la misoginia y a la explotación capitalista.»(…) Esto es solo el comienzo, y tomando las palabras de la inimitable Ella Baker: Nosotrxs, que creemos en la libertad, no podemos descansar hasta que llegue. Gracias.»
Angela Davis, ante una multitud en el #WomensMarchonWashintong, enero 2017
«(…) Estos feminismos de artesanía híbrida afectivo-conceptual, punzantes en la incisión, eróticos en la intervención, descarriados en la imaginación, saben más por memoria propia y ajena, que el feminismo es un espacio rapsódico, de coexistencia tensa e interrogativa de muchas lenguas y cuerpos en una misma contienda política: construir las condiciones de posibilidad de la proposición ‘mi cuerpo es mío’”.
val flores. Una poética feminista disidente, 2010
¿Desde dónde partir para hablar de marxismos y feminismos? ¿Cómo cartografiar un debate que lleva décadas pero que se desenvuelve disonante ante la polifonía de voces que detentan hablar desde (el lugar de) las opresiones? Hoy una premisa (que desborda las significaciones de misma) sigue girando: sin feminismo no hay socialismo. ¿Desde dónde desentrañar las complejas conjugaciones entre capitalismo y cis-hetero-patriarcado sin preguntarnos por la división sexual del trabajo y la desigual distribución de poder y de habitar el mundo en nuestros más próximos espacios de vida cotidiana y de organización?
Las contribuciones de Marx y el camino del desencuentro
Las separaciones y los divorcios entre marxismos y feminismos son muchos, son acalorados, son olvidados, son retomados parcialmente, se vuelven -algunas veces- a poner en cuestión. Podemos decir que la tensión siempre existió y que nunca fue un tema libre de complejidades y cuestionamientos, aún para “las más casadas” con el marxismo.
Tanto como el pensamiento de Marx desbordó al marxismo, las intrincadas relaciones entre marxismo y feminismos desbordaron lo que atañe meramente a estas perspectivas[1]. Es así como los debates sobre las relaciones entre capitalismo y patriarcado y género-clase-raza[2] son claves desde muchas más perspectivas que la meramente marxista.
Las contribuciones de Marx sentaron una base imprescindible para poder entender el capitalismo, esto es una obviedad, nadie lo puede negar. Pero sería revulsivo ¿hasta para el mismo Marx? pensar a 150 años de la escritura de El Capital que tu teoría es acabada, que todo lo puede decir y que desde ahí deriva un manuscrito implacable para la acción. Marx retomó a Smith, a Ricardo, a Hegel, entre muchos otros, los estudió en profundidad, complejizó sus postulados, los criticó y produjo una pieza analítica para entender una el modo de producción capitalista[3].
Dos de las principales contribuciones de Marx dieron pie para entender otro conjunto de opresiones: el análisis del trabajo (remunerado) en el sistema capitalista y las relaciones sociales que se encarnan en la lucha de clases a lo largo de la historia. Sin plusvalía y sin relación social general, aquella que se establece entre quienes detentan los medios de producción y quienes solo poseen fuerza de trabajo para generar mercancías, no hay capitalismo. Ahora bien, sin quien reproduzca[4] esa fuerza de trabajo y sin los recursos naturales para transformar la materia en mercancías, no existe ni plusvalía ni sistema capitalista.
Se pone de relieve que las categorías marxistas clásicas, no componen un herramental suficiente para entender ni la división sexual del trabajo, ni el trabajo reproductivo que sostiene la vida, el trabajo doméstico y de cuidados, las relaciones sociales e interpersonales donde primordialmente se llevan a cabo tales trabajos, los hogares, y las diferencias sexuales, genéricas y raciales que juegan junto con la clase como vectores de reproducción de desigualdad.
La multiplicidad debates en perspectiva
¿Cuáles fueron los debates centrales que atravesaron estas perspectivas? Un primer debate fue si la participación de las mujeres en el mercado de trabajo constituiría la llave para la emancipación. Las feministas marxistas y tantas otras corrientes feministas[5] se dedicaron a analizar las discriminaciones salariales y las discriminaciones en las labores, la pobreza femenina y las precarizaciones en las condiciones de vida material.
En el último tiempo, tras años de análisis, la economía feminista ha dado cuenta que la incorporación al mercado de trabajo no alteró las obligaciones a las que se encasilla a las mujeres en el área reproductiva, por lo que son las que más sufren cuando se encuentra la esfera del trabajo remunerado y el trabajo de cuidados. Pensar la emancipación tras la incorporación al mercado del trabajo merece un complejo análisis incorporando clase y raza además de género porque la evidencia empírica nos dice que tales intersecciones no son inocuas a la hora de pensar las precarizaciones y las mejoras en las condiciones de vida.
Al calor del crecimiento de los movimientos feministas y la conflictividad social en occidente entre 1969 y 1979 se dió el denominado -de forma póstuma- “debate sobre el trabajo doméstico”[6] que abrió un profuso, interminable e inconcluso intercambio sobre el carácter del trabajo: si el trabajo doméstico es productivo, o sea, genera valores de cambio y plusvalía, si lo hace de manera indirecta a través de la producción o si es improductivo, quién se beneficia de éste trabajo (si el capitalismo y/o los varones), si este debe reconocerse como trabajo, si puede entenderse a las mujeres como una clase en sí misma y si hay un modo de producción doméstico propio al capitalismo o no. Esto último llevó a otro debate[7]: si la opresión sólo existe por el sistema capitalista, si el patriarcado es un sistema autónomo en relación con el capitalismo, si es correcto utilizar el término patriarcado para referirse a la opresión y la desigualdad de género, si el patriarcado siempre existió o es un modo específico a etapas determinadas de la historia, lo cual desembocó en las teorías sobre sistema dual o sistema único.
Años más tarde desde algunas perspectivas de la Economía Feminista, como la de Amaia Perez Orozco, se visibiliza que lo indiscutible en este debate es que estos trabajos invisibilizados, participan en el ciclo del capital, no son invariables, ni anacrónicos, ni presentan tendencia a la desaparición; es igualmente innegable que definen el nivel de vida, por tanto, el coste de reposición de la mano de obra y, en consecuencia, la tasa de beneficio que se puede extraer. Al incorporar perspectiva feminista al análisis, el conflicto se desplaza ya no entre capital-trabajo sino entre el capital y la vida, esto es teniendo en cuenta todos los trabajos, también los no pagos. Se cuestiona entonces que la producción capitalista no es autosuficiente, sino que depende del trabajo doméstico.
¿Volver a Marx o animarse a ma(rx)s?
Tanto el debate sobre el trabajo doméstico y el de los sistemas dual o unitario, fueron los últimos grandes debates de las intrincadas relaciones entre marxismo y feminismo[8]. He hirieron de muerte. Muchas feministas que participaron entusiastas de los movimientos de la nueva izquierda salieron expulsadas por la puerta trasera[9]. No a todos el feminismo le entra por los poros. Menos aún si no son lxs sujetxs de las opresiones concretas. Algunas otras feministas resistieron, pero habría que hacer un trabajo arqueológico para encontrar producción de teoría y de política panfletaria de aquellas organizadas[10].
¿Es posible escribir un artículo sobre marxismo y feminismo sin una crítica al marxismo? La crítica al marxismo desde los feminismos y los movimientos de la disidencia (hetero)sexual fue constante, abierta y mayormente desoída por los movimientos políticos adherentes y sus intelectuales. Asimismo, implicó históricamente un parteaguas en el feminismo entre quienes resaltan que la contradicción principal es la material y gira alrededor del capital y el trabajo y entre para quienes la dimensión simbólica y la construcción de subjetividad no pueden relegarse para pensar los procesos sociales y políticos[11].
Los feminismos ponen de relieve la diferencia y la dimensión sexual, identitaria, sexo-genérica y androcéntrica que sin lugar a dudas ordena, crea jerarquías y disciplina la vida humana. Hay una imposibilidad de pensar las opresiones, la explotación y “lo político” sin pensar “lo personal” y con ello cómo se organizan nuestras vidas, para lo cual la sexualidad, la crítica a la familia nuclear heterosexual, las prácticas sexuales, el lenguaje, las diferentes vivencias raciales y étnicas, la migración y la mirada desde el varón blanco como medida de todas las cosas son centrales para analizar las relaciones de poder que constituyen nuestra reproducción y nuestra desigualdad.
Continuar jerarquizando qué lucha está primero es anacrónico con la urgencia de nuestras existencias, con los trans-femicidios[12] y los abusos sexuales de cada día, con la pobreza trans-femenina racializada, con un uso del tiempo desigual e injusto.
Tanto Gayle Rubin en 1975 como Judith Butler traen a colación que cuando se hace una crítica a la ordenación sexual, se está criticando necesariamente un orden económico y social que sólo funciona y tiene sentido a través de esa determinada ordenación sexual. Es así como el capitalismo heteropatriarcal no sólo produce cosas, sino también subjetividades, deseos, necesidades, identidades.
¿Cuál es el desafío? ¿Volveremos a anquilosarnos y no incorporar toda la perspectiva y producción teórica que hoy permite que el movimiento feminista sea uno de los movimientos en resistencia más masivos a nivel mundial? Un desafío nos convoca, no hay posibilidad de emancipación sino podemos poner en diálogo todas las perspectivas que integran nuestras opresiones las de clase, las raciales, las de género, las que tienen en cuenta el expolio por parte de lxs humanxs al planeta.
Hoy lo que mejor podemos hacer con Marx y desde Marx es retomar de su espíritu crítico, su rigurosidad científica a la hora de determinadas complejizaciones epistémicas y su compromiso desde una perspectiva anticapitalista, emancipadora. ¿Esto quiere decir que debemos seguir orando con el capital en nuestras piernas? Marx pudo ser Marx porque rompió con todos los esquemas de su época. Un cambio radical es necesario para crear un posible horizonte vivible. No hay otra manera que la radicalidad, una que nos pueda tener en cuenta a todxs, para doblegar esta cosa escandalosa.
*Por Patricia Laterra para La tinta.
Feminista, lesbiana y Lic. en Economía. Es integrante del Espacio de Economía Feminista de la Sociedad de Economía Crítica
[1] Sería imposible en un relato de opinión poder dar un panorama acabado de los acalorados debates, encuentros y desencuentros entre marxismos y feminismos. Para la tarea marxistas feministas como Cinzia Arruzza -entre otras- han realizado un pedagógico aporte a la construcción del análisis e historización en Las sin parte: matrimonios y divorcios entre feminismo y marxismo
[2] Para un análisis desde la interseccionalidad ver: bell hooks, 1984; Patricia Hill Collins, 1990, 2000; Brenny Mendoza (en Yuderkys Espinosa Miñoso, 2010)
[3] Cabe recordarles a muchos marxistas el prólogo al mismo Capital: Bienvenido sea todo juicio crítico científico. Contra los prejuicios de la llamada opinión pública, a la que nunca he hecho concesiones, tengo por divisa el lema del gran florentino:Segui il tuo corso, e lascia dir le genti!
[4] Una definición de reproducción -entre tantas- puede entenderse como todas las actividades y prácticas necesarias para la supervivencia cotidiana de las personas en la sociedad en que viven. Incluye el autocuidado, el cuidado directo de otras personas (la actividad interpersonal de cuidado), la provisión de las precondiciones en que se realiza el cuidado (la limpieza de la casa, la compra y preparación de alimentos) y la gestión del cuidado (coordinación de horarios, traslados a centros educativos y a otras instituciones, supervisión del trabajo de cuidadoras remuneradas, entre otros). El cuidado permite atender las necesidades de las personas dependientes, por su edad o por sus condiciones/capacidades (niños y niñas, personas mayores, enfermas o con algunas discapacidades) y también de las que podrían autoproveerse dicho cuidado (Rodriguez Enriquez, 2015)
[5]Siguiendo a Cristina Carrasco (2005) muchas pensadoras y pensadores aportaron desde la economía política a teorizar y criticar las concepciones sobre el trabajo antes del siglo XX: entre ellas se encuentran Priscilla Wakefield en el siglo XVIII y Julie Victorie Daubié, Harriet Taylor, Barbara Bodichon y Ada Heather-Bigg en el siglo XIX las cuales hicieron críticas a la discriminación salarial de las mujeres, a la pobreza femenina y a la invisibilización del trabajo doméstico.
[6] Existen numerosxs autorxs feministas marxistas, socialistas, obreristxs y otras feministas que intervinieron en este debate. Esta lista no es exhaustiva, sin embargo entre ellxsse encuentran: Juliet Mitchell, 1966, Margaret Benston, 1969; Christine Delphy 1970, Rowntree, M. y J.,1970, Peggy Morton 1971, Mariarosa Dalla Costa y Selma James,1972, 1976; Isabel Larguia y John Dumoulin, 1972; Gerda Gerstein, 1973; Lise Vogel, 1973; Wally Seccombe, 1974; Jean Gardiner, 1974, 1977; John Harrison, 1974; Silvia Federici 1975, 2008, Gayle Rubin 1975, Kate Millet, 1969; Shulamith Firestone, 1973; Susan Himmelweit y Mohun 1977, Maxine Molyneux, 1979.
[7] Gayle Rubin 1975, Juliet Mitchell 1971, Heidi Hartmann 1979, 1985; Zillah Eisenstein, 1979, Nancy Fraser, 1995; Iris Marion Young 1981, 1992, 1997.
[8] Aunque no se desenvolvió en debate pero si en separación, no se podría dejar de nombrar el valiosísimo trabajo de Silvia Federici para entender la transición al capitalismo y la acumulación originaria desde una perspectiva feminista. Ver Federici 2008, 2010.
[9] Como describe Sandra Esquerra en el prólogo a Las Sin Parte, las tensiones históricas entre marxismo y feminismos no se han limitado al campo de las reivindicaciones políticas, y otro problema importante, aunque relacionado, ha sido la micropolítica o el sexismo en el seno del movimiento obrero y otros movimientos sociales (Aruzza, 2010)
[10] En este sentido, no podemos negar que la avanzada neoliberal y de dictaduras cívico-militares-eclesiásticas fueron inocuas, en América del Sur se diezmaron a lxs futurxs cuadros políticos.
[11] Es importante resaltar como desde el marxismo se ha ridiculizado -con el mote de “liberal”- ciertas reivindicaciones que hoy -al menos en Argentina- sería reaccionario e impensado estar en contra, a saber: voto femenino, divorcio, contraconcepción y aborto, libertad sexual, reconocimiento -y no discriminación- de la identidad de género autopercibida incluyendo a toda la disidencia (hetero)sexual, distintas formas de unión conyugal y matrimonio igualitario, entre otras.
[12] Las mujeres asumen una carga desproporcionada de trabajo no remunerado en todo el mundo: 2,5 horas más que los varones. Mundialmente, los salarios de las mujeres son en promedio 24 por ciento inferiores a los de los hombres. En la mayoría de los países, las mujeres tienen menores probabilidades que los hombres de cobrar una pensión en la vejez, (ONU Mujeres, 2016). En Argentina se comente un trans-femicidio cada 18hs. La expectativa de vida de las personas trans es de 35 años.