Venezuela en la encrucijada: aportes para la reflexión (Parte I)

Venezuela en la encrucijada: aportes para la reflexión (Parte I)
22 agosto, 2017 por Redacción La tinta

Por Agustina Porta y Juan Bazán para La tinta

Hablar de Venezuela en el último tiempo, pareciera remitir inmediatamente a escenarios de violencia. Situación que se explica en gran medida por la exacerbación mediática de una supuesta “guerra” entre un sector de la oposición, lideradas por las fuerzas del Movimiento de Unidad Democrática (MUD), y las fuerzas armadas y policiales del gobierno bolivariano. Bajo estos términos se propone una interpretación de roles, redes y desempeños de los distintos actores, desde una lectura en donde los únicos sujetos sociales participantes del escenario político e integrantes de los distintos formatos de protestas, parecieran cumplir con ciertas condiciones y descripciones no siempre formuladas o enunciadas por ellos mismos (la mayor parte de las veces son los medios internacionales o los políticos a gran escala, como los cancilleres, quienes etiquetan las características y cualidades de estas protestas) tales como: el ser ciudadanos políticos, el ser democráticos, el defender los derechos humanos, el erigirse desde un espectro ideológico de izquierda, el representar la juventud estudiantil, el denunciar el hambre y el sentimiento de dolor ante sus compatriotas afectados por la crisis, entre otros.

Así mismo se despliegan ciertas características respecto del gobierno del presidente Nicolás Maduro, que abarcan desde el acusar al gobierno de ser una dictadura militar, el culpar al gobierno de la actual crisis económica y alimentaria, el designarlo como represor de la protesta social y de las distintas libertades de expresiones, de mantener presos políticos, de no respetar la división de poderes, de no respetar los derechos humanos; hasta llegar a enunciar ellos mismos, que Hugo Chávez era superior a Maduro.

Sin embargo, no son estas las únicas instancias en donde referirse a Venezuela conlleva a un escenario de violencia, puesto que las representaciones y significaciones de los actores han sido tan fuertemente marcadas y delimitadas que pareciera no quedar margen alguno para reflexionar desde otra perspectiva el acontecer de nuestro país vecino.

Tal es así, que la sobre codificación de la actual crisis venezolana ha llevado a distintos actores de los campos populares, incluidos sus medios de comunicación, en la pretensión de un análisis objetivo y distanciado, a caer en este mismo esquema de análisis por la hegemonía internacional. Resulta comprensible debido al cerco mediático, que estos actores opten por alinearse y refugiarse bajo los parámetros y términos con los que siempre se han identificado, y aún continúan identificándose, en términos ideológicos y desde la perspectiva de sus propios países y regiones; a pesar de ello se torna necesario conocer a fondo la realidad venezolana, para poder generar una caracterización propia de los distintos actores y procesos, ya que afirmar que es hoy el MUD quien representa la defensoría de los derechos humanos, nos conlleva al mismo error de lectura del escenario, que comparar el caso de la jefa de fiscales venezolana Luisa Ortega con el caso argentino de la procuradora del Estado Gils Carbó (tal como se lo sugiriera en la edición del 11 de Julio de 2017 del diario Página 12).


El peligro de la confusión de escenarios no se restringe solo a la estructura del cerco mediático venezolano, sino que es un modus operandi del capital actual, aunque ya data desde los inicios del neoliberalismo, garantizando las estructuras de dominación necesarias para la división internacional del trabajo, y con ello, el fraccionamiento del bloque regional. Los espectros conservadores, de derecha, de las burguesías nacionales, en concordancia con actores internacionales, entran en disputa por los significantes que utilizan los movimientos y organizaciones progresistas y de izquierda, tornando la descripción de los procesos y el posicionamiento de cada parte en esta contienda, como algo nebuloso.


Bajo estos designios es que por ejemplo el neoliberalismo en los años 90´ comenzó a hablar de la autonomía de los sujetos y la soberanía del individuo, diferenciándose de los preceptos de liberación que enarbolan el progresismo y la izquierda, proponiendo un destino libertario dejado a la suerte flexible e impredecible del mercado. Hoy, aunque la disputa por el significante no se da en igual condición de poder (debido al triunfo del neoliberalismo), entre los movimientos progresistas y de izquierda para con los medios de comunicación, y aunque los planos parecieran ser completamente definidos desde la hegemonía mundial en tanto términos contradictorios, aún reina la confusión.

Pero cabe preguntarse, si tras todo este conflicto y panorama en Venezuela, atravesado por la cobertura de los medios internos y externos ¿Hay confusión alguna en las masas populares que siguen apoyando al proyecto liderado por Nicolás Maduro para una A.N.C. como camino hacia la paz, con un total de algo más de ocho millones de personas, cifra máxima alcanzada por el chavismo? ¿No hay algo que preguntarse cuando de veintiuna elecciones, el PSUV gana diecinueve? ¿No deberemos redefinir nuestros propios conceptos de democracia, al observar que un país en plena crisis estructural toma la decisión de preguntarle al pueblo el qué hacer, como forma de cuasi democracia directa?

chavismo-maduro-venezuelaSi algo se puede decir de las elecciones del domingo 30 de julio pasado es que quizás, hasta gran parte del espectro de izquierda y progresismo podían estar errados en la lectura de lo que parecía una crónica de una muerte anunciada; más el pueblo venezolano, en el ejercicio del derecho de su soberanía, y con una lógica de trabajo de base que excedió la realidad de sus propios medios de comunicación, demostró tener en claro a donde se ubica el proyecto popular en esta contienda. La necesidad ineludible de realizarse estas preguntas, cobra sentido tras la imposibilidad de anticipar estos resultados por parte de la mayoría de los actores regionales.

Aunque la crisis venezolana pudiera explicarse desde distintas vertientes, y sobran las variables respecto de las distintas tomas de decisiones y sus consecuencias, cobra importancia al menos dilucidar algunos aspectos nodales que permitan comprender el devenir de los procesos del último tiempo.

El eje central de donde parte la discusión, comienza desde los inicios del Chavismo, en la proclamación de la necesidad de refundar el orden constitucional que regía hasta el momento. El desafío radicaba en establecer un nuevo Estado que pudiera en pocos años revertir el orden social heredado de las estructuras neoliberales que habían prevalecido en la región. Los caminos a tomar eran variados, por una proximidad histórica y regional, la estructura del Estado social o más conocido Estado de Bienestar, pudiera haber imperado por sobre los otros modelos a seguir.


Sin embargo, Chávez vislumbró que el escenario actual tenía otras complejidades y carecía de algunos elementos centrales para consolidar un Estado de Bienestar. Las estructuras burocráticas, y todas las políticas que de allí se desprendían, contaban con una sujeción intrínseca a los principios neoliberales, por lo que de ninguna manera podrían estar al frente de una tarea tan importante y fundamental como la de revertir el orden social estipulado; más bien tenderían a reproducir estructuras burocráticas pasadas. Y fue de esta manera que decidió embarcarse hacia rumbos inciertos y navegar las aguas de lo que aún no estaba inventado, basándose en los preceptos firmes de los libertadores, y en la sugerencia histórica de Simón Rodríguez: “O inventamos, o erramos”.


Ciertamente el proyecto logró innovar en gran medida, aunque esto no implicó necesariamente el quedar exentos de incurrir en errores. Quizás una de las fallas más importantes se erige en torno a las medidas tomadas por el gobierno en respuesta a las nuevas formas que debería adquirir el mundo del trabajo en un Socialismo del Siglo XXI. Siendo justos con Venezuela, la verdad es que ni la literatura de tradición marxista, ni las experiencias de socialismo del mundo, han encontrado una salida clara a ello. Cómo hacer del trabajo algo más que la explotación del hombre por el hombre, de capital Estatal, y que a su vez tenga cierto grado de eficiencia social, es quizá una de las mayores incertidumbres respecto de un mundo de posmercado o poscapital.

El caso venezolano es aún más paradigmático, ya que se plantea un Socialismo del Siglo XXI, pero sin la exclusión completa de un sistema de mercado paralelo, lo que complejiza las dinámicas entorno al mundo del trabajo. Inicialmente se buscó lograr la concreción de ciertas experiencias de cooperativas de trabajo, de la estatización mediante la expropiación de diversas empresas, persiguiendo el objetivo de consolidar un espacio que permitiese apuntalar una economía socialista que contrarrestara la opción del mercado. Con el paso del tiempo estas experiencias no lograron consolidarse, ya sea por la falta de experiencia de los trabajadores en la gestión empresarial y en la eficiencia social en cuanto producción y distribución de bienes y servicios; como también mediante la estafa de un sector de la pequeña y media burguesía, que encontrándose fuertemente vinculados a algunas de esas experiencias y en función de su conveniencia, fundieron algunos de estos emprendimientos para quedarse a la postre con los bienes de capital o valerse de los vacíos que ellas dejaban.

Esta situación no cobró la relevancia que ameritaba hasta la actual crisis económica, principalmente porque más allá de las intenciones del gobierno respecto a la posibilidad de industrializar el país, sobre todo en cuanto respecta a la soberanía alimenticia, se encontraba la manera (mediante las divisas petroleras) de subsanar estas falencias a partir de los subsidios. Un ejemplo de ello, fueron los subsidios de los alimentos a través de la venta de productos a bajo costo en los mercales. Esto permitía de alguna manera enmendar una situación específica, garantizando el acceso a los alimentos de la población más vulnerable, pero no abordaba la problemática de fondo. Este tipo de economía rentista está sustentada en un principio de fragilidad, puesto que al modificarse la situación de una variable, en este caso el precio del petróleo a nivel mundial, se desencadena un efecto dominó en el resto de variables macro económicas. De esto emergió una de las clásicas reacciones de la economía neoliberal, como lo es la especulación en los precios de los productos en pos de aumentar las ganancias, dando lugar a un importante aumento de precios y desabastecimiento de alimentos de la canasta básica. Esto se puede observar en distintas prácticas que dan entidad a esta especulación, por un lado lo que ellos llaman “bachaqueo”, que corresponde a la reventa a precios inescrupulosos de alimentos, medicamentos, pasajes, entre otros, ya sea de modo interno o entre fronteras, como sucedió con la franja verde entre Colombia y Venezuela.


De esta manera el gobierno se vio en la necesidad de rever las estrategias, e ir solucionando de manera puntual algunos de estos dilemas sin abordar la problemática de fondo. A medida que la crisis se fue profundizando, el gobierno retomó los intentos de transformaciones estructurales, viéndose en la encrucijada de tener en dos de los cinco poderes del Estado una ferviente oposición; cuyos márgenes de actuación en el espectro ideológico del sistema de partidos venezolano, fueron apartándose cada vez más hacia una posición radical de derecha, que en ciertos casos decanta del sistema de partidos y se compone en un paramilitarismo de derecha.


Pese a que los discursos promocionados por la comunidad internacional proclaman consignas clásicas de los movimientos de izquierda progresista, en la práctica cotidiana se aprecia el odio generalizado y el dirigido hacia médicos cubanos y administradores públicos de desempeño territorial, como así mismo se aplican métodos violentos en sus protestas e intervenciones, que no tienen como objeto un pedido claro, sistematizado y jerarquizado de petitorios y proclamas, más que la destitución del orden público actual y del presidente de los venezolanos.

Así mismo, cabe destacar que aunque subsiste un sector de derecha que sigue dentro del sistema de partidos venezolano, y aparenta admitir las reglas del juego democrático, como es el caso de gran parte del MUD; tanto dirigentes, como funcionarios (gobernadores, alcaldes, parlamentarios, etc.) promueven, fogonean, dirigen y coordinan públicamente a través de actos oficiales y medios de comunicación, las distintas prácticas de los grupos paramilitares y guarimberos de todo el país.

A partir de este contexto, el gobierno ha ido implementando a prueba y error, medidas extraordinarias para hacer frente a la crisis. Si bien se podrían enumerar diversas propuestas, tres son las más ejemplificadoras en pos una profunda comprensión de la situación: la experiencia del CLAP, la implementación de la Cesta Ticket y el carnet de la misión Hogares de la Patria. En la próxima entrega analizaremos en profundidad cada una de estas medidas.

*Por Agustina Porta y Juan Bazán para La tinta.

Palabras claves: Revolución Bolivariana, Venezuela

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