El mandato de la masculinidad los prepara para la guerra

El mandato de la masculinidad los prepara para la guerra
11 agosto, 2017 por Redacción La tinta

En el marco de un plenario de FM La Tribu, una instancia interna de formación e intercambio con todos los programas de radio, la antropóloga y escritora Rita Segato, se refirió a la pedagogía de la crueldad. La que convierte la vida en cosa y cuáles son las formas de terminar con este estado de guerra permanente.

Por Redacción La tinta 

Rita Segato explica que para entender la “pedagogía de la crueldad” hay que hablar primero de “dos proyectos de mundo”. Uno es el proyecto de las cosas, donde somos consumidores y consumidoras, y el otro el de los vínculos, que produce comunidad.

En el mundo de las cosas los valores son la “productividad, la competitividad, el cálculo de costo-beneficio, la acumulación y la concentración”. Sin embargo, al mismo tiempo aún somos capaces de conservar los vínculos, la amistad, “que es una característica muy fuerte de la Argentina” describió la antropóloga. “Todavía se invierte en la institución de la amistad, en otros países la conversación es una pérdida de tiempo”.


Entonces, la autora describe que “la pedagogía de la crueldad es la que convierte la vida en cosa. La que nos enseña todo el tiempo que los cuerpos y la naturaleza son cosas. Que nos lleva progresivamente hacia el proyecto del consumo”. Es la que nos lleva a “una disminución de la empatía, de la sensibilidad hacia el sufrimiento de los otros”. Y esas consecuencias se ven de manera muy clara actualmente.


Existe una educación opuesta a esta pedagogía que educa en la empatía, pero Segato afirma que está ausente hoy. “Cada persona tiene su lugar y esos lugares no son conmutables”. Es muy afín a la pedagogía militar y enseña a “gozar con el sufrimiento del otro”.

Marcelo Tinelli por ejemplo tiene una “cámara rapiñadora”, esto es “llama al público y le dicen que se encuentran del mismo lado que el ojo. Los convoca a la posición del ojo que mira a través de la lente. Pero los engaña, el público está del lado del cuerpo rapiñado. Es una ilusión el estar del lado del poder que escrutan los cuerpos, los rapiña, los captura, los devora. Pero eso es mentira”.

Y por otro lado, la lente mediática muestra al agresor como un monstruo. Pero este monstruo es un sujeto potente exhibido y espectacularizado, y para el mandato masculino, la potencia es lo más valorado. “Eso genera una gran convocatoria para ocupar ese lugar. Hay una identificación con esa figura que reinstala la jerarquía patriarcal a través de la violencia extrema. Es un doble discurso de los medios”.

La corporación

Según la opinión de Segato, el burdel es la pedagogía necesaria para aprender a ver a un ser humano como una cosa, “es la pedagogía de la crueldad por excelencia” y construye “alianza masculina, genera corporación”. En ese contexto, esta corporación masculina se consolida a través de una “víctima sacrificial” que es ese ser humano convertido en cosa.

A su vez, es esta corporación es lo opuesto a una comunidad. “Es una entidad donde surge un familismo amoral, donde surge la idea de que la principal lealtad esa la corporación y esa lealtad se encuentra por encima de cualquier otra lealtad o cualquier otro valor”. Los varones tienen que demostrar que merecen pertenecer a esa corporación y de ahí la exhibición de sus capacidades de crueldad, la base del mandato de masculinidad.

Este mandato “ofrece mano de obra bélica, deja a los niños y jóvenes hombres preparados para ser contratados de manera informal o formal y programados neurobélicamente”. Esta “programación neurobélica prepara a sus recursos humanos para las guerras del presente. Son profesionales bélicos contratados por empresas que se encuentran en un limbo legal, pues no obedecen ni a la justicia humanitaria que pone límites sobre cómo un ejército puede actuar en una guerra, ni obedecen al Estado. Esa mano de obra bélica existe porque existe un mandato de masculinidad, porque existe una manera en que las familias, las escuelas, los barrios, la vida cotidiana forma a los hombres” explica, y agrega “esa obligación de masculinidad implica abdicar algunas formas de la sensibilidad, volverse insensible tanto ante el cuerpo propio como ante el cuerpo ajeno. Es una preparación que luego se continúa cuando el hombre entra en el espacio bélico”.

Rita Segato se refiere a muchos tipos de guerras, a las de los Estados y a las paramilitares, a las que van por los recursos naturales de territorios o son por cuestiones religiosas. Y ante la pregunta sobre cómo se puede terminar con estas guerras, la respuesta es clara y concisa, “desmontando el mandato de masculinidad”.

Por suerte, la autora cree que actualmente “muchos hombres se van evadiendo del mandato de masculinidad”. Y explica que “el hombre en su obediencia al mandato y con la característica narcisista de la psique masculina, no tiene acceso al espejo que le habla de su propia crianza, de su propia carencia, de su propia abdicación a tener formas de la felicidad. Es un sujeto poco espejado, poco reflexivo y que no toma conciencia de su propio sufrimiento”. Pero aclara que no es con la intención de justificarlos, si no más bien entender que uno de los caminos para desmontar el mandato podría ser “informar a los hombres que están siendo obedientes a un mandato que los victimiza también, que les exige suprimir aspectos importantísimos de la vida. Formas de felicidad que las mujeres conocemos y ellos no pueden conocer”.

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Foto: Colectivo Manifiesto

*Por Redacción La tinta / Foto de tapa: Colectivo Manifiesto.

Fuente: FM La Tribu.

Palabras claves: Rita Segato

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