Hacia octubre

Hacia octubre
17 agosto, 2017 por Redacción La tinta

Una elección de medio término que funciona como plebiscito del gobierno. O sea, se pone en juego, antes que nada, la valoración de lo hecho o la creencia en que los límites de ese hacer son involuntarios. Algo abismal tiene una elección así, en la que multitudes marchan al cuarto oscuro para otorgarle legitimidad a una gobernabilidad clasista y racista. Dentro de esas multitudes, también están los que ven en riesgo a sus hijos por el gatillo fácil, los que ven crecer la desocupación en sus barrios, los que están cada vez más pobres. Confían, sin embargo, en que lo que muchos vemos como estrategia de un clasismo desembozado, es un efectivo republicanismo que tiene en el combate contra las mafias su sentido mayor.

Por Emergentes

El núcleo argumentativo del macrismo articula la idea de verdad (el sinceramiento), la lucha contra las mafias (la transparencia) y la de gestión no ideológica (las cloacas y el pavimento). Eso no deja de producir identificaciones positivas: no hay habla política, ni conflictiva, ni discutible. Como había sido en la campaña anterior la articulación precisa de pobreza cero y cambio, ahora proponen esta triada que es también un machacar sobre el lado del bien.

Salida de gabinetes publicitarios eximios, funda una retórica que cada candidata o candidato repite a pie juntillas, con los matices que les han indicado. Al mismo tiempo, en el electorado eso resuena, es aceptado. Casi como modelo de vida.


Pero en el fondo, la elección a favor de Cambiemos tiene algo de indecible, que proviene de napas subterráneas nunca del todo inactivas, que son las del racismo, las que festejan que el orden está siendo restituido, amasado con los largos día de cárcel de los tupaqueros, regado con la sangre de los golpeados en las represiones, machacados en el cuerpo desaparecido de Santiago Maldonado, abrumado en el linchamiento televisivo de un niño.


Ese racismo tiene un punto alto en la manipulación de datos en las elecciones en la provincia de Buenos Aires. No sólo porque el conteo comenzó con una diferencia a todas luces no representativa, sino porque detuvieron la suba de datos para evitar que la ex presidenta superara a su adversario el ex ministro. Cinco por ciento de los votos no fueron considerados. Cinco por ciento de los votos, que fueron sufragados en el conurbano bonaerense, en barrios populares, en los que la tendencia es de veinte puntos de diferencia a favor de Cristina. Repusieron el voto calificado. Si los sectores populares no votan como ellos quieren, esos votos no se cuentan. Como durante la década infame, nos están presentando el rostro de la república posible. La que surge del conteo de los votos que una definición política e ideológica conservadora considera válidos. Esos votos no son contados, porque a la vez se decide que ciertos cuerpos no cuentan. Que pueden ser arrojados al hambre, la indigencia o las balas. La gobernabilidad neoliberal no deja de producirlos como desechos.

Eso no se resuelve solo con elecciones, pero se juega en estas elecciones la legitimidad última de los hechos de gobierno. También la proyección de alternativas hacia la próxima elección presidencial. Que no podrá constituirse solo a partir de la denuncia realista del empeoramiento de las condiciones de vida, sino como fuerza utópica, ensoñada, capaz de ampliar agendas y no de reducirlas a los costos del gas o la luz, como fuerza en la que los cuerpos no sean pensados como residuos sino como potencia creativa, una fuerza capaz de amparar no lo que ya hicimos sino lo que deseamos.

*Por Emergentes.

Palabras claves: Cambiemos, Elecciones 2017

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