Atendida por sus propios gendarmes

Atendida por sus propios gendarmes
29 agosto, 2017 por Redacción La tinta

Parte de la delegación de Gendarmería instalada en Chubut opera desde el casco de estancia Leleque, del magnate extranjero Luciano Benetton.

Por Ricardo Ragendorfer para Tiempo Argentino

«La noche del apagón«. Así pasó a la historia la fatídica jornada del 27 de julio de 1976 en la pequeña ciudad jujeña de Libertador General San Martín –más conocida como Ledesma– cuando un corte intencional del suministro eléctrico propició allanamientos en todas las casas por policías, gendarmes, militares y capataces de la compañía azucarera explotada por Carlos Pedro Blaquier. Casi 500 pobladores fueron llevados en vehículos del ingenio a sus galpones, donde permanecieron durante tres meses en medio de interrogatorios y torturas. Unos 30 desaparecieron para siempre. A 41 años de eso, semejante modelo empresarial de gestión represiva es emulada por el Grupo Benetton en sus tierras de la Patagonia.

Tanto es así que –según una investigación de Tiempo Argentino– en la estancia Leleque, de 90 mil hectáreas al noroeste de Chubut, no sólo hay una comisaría de la policía provincial abocada exclusivamente a su custodia (en la ruta 40 y el cruce de la ruta 15) sino también una base logística de Gendarmería sobre el casco; o sea, dentro de dicha propiedad privada. Y las camionetas del establecimiento, tripuladas por una suerte de guardia blanca, suelen secundar a los de aquella fuerza en sus virulentos operativos contra la lof mapuche de Cushamen, así como lo hicieron la mañana que Santiago Maldonado desapareció.

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Para reconstruir este fenómeno de militarización, digamos, campestre, es necesario retroceder a mediados de 2016.

Por entonces el Ministerio de Seguridad arguyó en un informe que los reclamos de los pueblos originarios no constituyen un derecho garantizado por la Constitución sino un delito federal porque «se proponen imponer sus ideas por la fuerza con actos que incluyen la usurpación de tierras, incendios, daños y amenazas«. Una dinámica cuasi subversiva ya que –según ese documento–»afecta servicios estratégicos de los recursos del Estado, especialmente en las zonas petroleras y gasíferas».

Ahora se sabe que tal paper nació del puño y la letra del ya célebre jefe de gabinete ministerial, Pablo Noceti, luego de tres interesantes cónclaves en Bariloche, Junín de los Andes y Esquel entre el Poder Ejecutivo y las filiales de la Sociedad Rural en Chubut, Río Negro y Neuquén. En las dos primeras asistió Noceti junto con Patricia Bullrich, y la última únicamente contó con la presencia oficial de este exabogado defensor de genocidas y apologista de la última dictadura. Por los hacendados concurría el administrador general de las estancias Benetton, Ronald McDonald, con su capataz, Vivian Hughes, además de varios terratenientes; entre ellos, Julio Crespo Campos, Roberto Jimeno y Néstor Becerra. El propósito: nada menos que impulsar una especie de nueva Conquista del Desierto.

Esas reuniones de trabajo se desarrollaban en un clima de cordialidad en las que Noceti supo cultivar gran empatía con dicho trío. Fue memorable una cena con una entretenida sobremesa en el caserón de Jimeno a la vera del lago Mosquito, en Cholila, donde atesora una colección de reliquias del período en que el general Julio Argentino Roca expandía civilización en tales confines. El jefe de Gabinete se sintió atraído por una pieza en particular: el cráneo con un orificio de bala perteneciente a un mapuche fusilado en 1881. Su anfitrión y él también compartían aceitados vínculos con militares de pasado sombrío. Y con agentes de inteligencia de presente vidrioso. De hecho, Roberto Jimeno fue nada menos que informante del espía de la AFI recientemente enjuiciado en Trelew.

Julio Crespo Ramos y Néstor Becerra no les van a la zaga. El primero, un ingeniero agrónomo y exconcejal de la UceDe que posee un campo de 600 hectáreas en la zona del lago Lezama, es un sujeto influyente en la Sociedad Rural de Chubut. Y un férreo defensor de la «mano dura» para los díscolos mapuches de la zona. El otro es un terrateniente de Cholila al que se lo vincula con el caso de Genaro y Cristián Cafullanca, dos integrantes de esa comunidad desaparecidos en 2013.

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En ese marco de camaradería se definió el plan operacional contra la lof de Cushamen. De modo que al finalizar la primavera de ese año se instaló en El Maitén –un poblado de 4000 habitantes a 55 kilómetros al este de El Bolsón– la aparatosa avanzada de la Gendarmería con tres camiones Unimog, otros tres hidrantes y uno de comunicaciones, junto con 12 camionetas, seis combis y tres autos no identificables. En total, alrededor de 130 efectivos pertrechados hasta los dientes. Sin embargo, en las instalaciones locales de esa fuerza no cabían todos. Por lo tanto, hubo una gestión para instalar parte del contingente en la comisaría de Leleque, aunque sin éxito. Al final, el bueno de McDonald les cedió una casa en el casco de la estancia de Benetton. Ese sitio se convirtió en un fortín corporativo.

Ahora merecería ser inspeccionado.

Después de la desaparición de Santiago, el doctor Noceti fue sacado del medio para que no abriera más la boca. Sin embargo, hay quienes aseguran que entre el 7 y el 9 de agosto habría vuelto al campo de Leleque para verse con McDonald. ¿Sería un viaje oficial?

Más tangible fue su presencia al mediodía del primer martes de agosto, así como lo atestigua una foto suya en la ruta 40, a la altura de la tranquera. Poco antes, un gendarme había gritado no lejos de allí. «¡Tenemos a uno!» Y ahora, con gesto ceñudo, el funcionario departía con un oficial.

En ese preciso instante era filmado un video junto a otra tranquera, la que conduce hacia el caserío de la comunidad. Allí, un puñado de miembros de la Asamblea Permanente por los Derechos del Hombre (APDH), encabezados por Julio Sarquero, parlamentaba en vano con los uniformados su ingreso al centro del conflicto. De pronto, esa conversación fue interrumpida por el paso de una camioneta de Gendarmería. Por unos metros la cámara capta su trayecto. Y en la caja se ve un bulto cubierto con nylon. Todavía se ignoraba la captura del joven al que los mapuches llamaban «El Brujo».

Sergio Maldonado, su hermano, observó esa imagen una y otra vez sin dejar de preguntarse. ¿Acaso era la mochila de Santiago?

Un interrogante que aún flota en el aire.

Un pedido de informes

En la nota «Por la desaparición forzada de Santiago estalló una guerra interna entre gendarmes», publicada el domingo 10 de agosto por Tiempo Argentino, se informa que el comandante del Escuadrón 35 de El Bolsón, Fabián Méndez, le dijo a un funcionario del gobierno de Río Negro las siguientes palabras: «El operativo estuvo a cargo de Chubut. Ellos son muy celosos; sólo ellos saben lo que pasó».

La difusión de tal frase –filtrada a este diario por una fuente próxima al oficialismo provincial– tuvo una amplia repercusión en los círculos políticos locales. Una inquietud que chocó con el silencio del gobierno encabezado por Alberto Edgardo Weretilneck. Ahora Tiempo pudo saber que el funcionario en cuestión es el ministro de Seguridad, Gastón Pérez Estevan. Y a raíz del dato el legislador rionegrino Marcelo Mango, del FpV, presentará hoy un pedido de informes al respecto.

*Por Ricardo Ragendorfer para Tiempo Argentino.

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Palabras claves: Abuso policial, Gendarmería, Luciano Benetton, mapuches, Pablo Noceti, Patricia Bullrich, Santiago Maldonado

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