El grito en la sangre, la última del cantor

El grito en la sangre, la última del cantor
17 julio, 2017 por Julieta Pollo

El jueves se cumplieron seis meses de la muerte de Horacio Guarany, bastión de la vieja escuela del folklore que esparció música y poesía por los rincones más perdidos del país. Además de su extensa obra musical, escribió libros y participó en películas como El grito en la sangre, una tragedia griega situada en la pampa argentina, que demostró la perdurable vitalidad del género gauchesco.

Por Julieta Pollo para La tinta

Horacio Guarany será recordado como un gen fundamental de la música popular argentina. Con una presencia de roble y aquella voz entre fiera y descarnada, forjó un estilo único que fue plasmando en cada uno de sus 57 discos y también en libros y películas. Su última aparición en cine fue en El grito en la sangre (2014), una historia épica gauchesca que retrata la vida del hombre de campo de mediados del siglo pasado. La película está basada en un relato de Sapucay (1993) —uno de tres libros que escribió de un tirón mientras vivía en un barco— en el que Guarany traza una suerte de «Hamlet gauchesco» con guiños autobiográficos, presentes en toda su obra artística. La infancia dura, los amores truncos y la costumbre de “pegarle a la petaca” aluden directamente a experiencias de su vida personal, aunque deformadas ficcionalmente.Guarany-grito-sangreEl grito en la sangre es la historia de un chico de campo al que le matan el padre a traición: en medio de una cuadrera bajan a un jinete de un disparo anónimo entre la polvareda. Su hijo Cali (Abel Ayala) se ve forzado a emprender un viaje buscando venganza, mientras mastica su orfandad y una ira sin rostro definido. Fiel a la creencia popular – y al mandato familiar-, debe liberar el alma en pena del finado y se lanza a la pampa sin más armas que un facón y la bendición de su abuela. Surcando caminos conoce a Don Chusco (Horacio Guarany, quien además va narrando la historia), un viejo sabio a fuerza de golpes que lo cura y lo emplea como peón en una hacienda. Bajo el refugio del capataz, el joven distrae su rabia en el amor de una mujer y en el trabajo junto a otros obreros rurales. Sobre el final, tres cañas y una conversación sincera vuelven a imponer el pulso de la venganza.

Si bien es una historia sencilla que de a momentos puede resultar previsible, esta gauchesca no se apolilla en su época dorada y logra cautivar al espectador. Sin ahondar demasiado en las contradicciones propias del entorno rural de entonces, El grito en la sangre se desarrolla con fluidez y se destaca por su trabajo estético y por la solidez de su elenco.Guarany-grito-sangre2Por un lado, la fotografía y la dirección de arte matizan el mensaje y se reconstruyen fielmente las costumbres del campo a través del cuidado en los detalles que dan espesor a la historia. Las pulperías, las casas de peones, los velorios de campo, las cuadreras y los arreos consiguen ser representados sin caer en la caricatura. Además de estar producida por San Luis Cine, el rodaje se desarrolló durante seis meses en los campos del sur puntano y en la imponente Sierra de las Quijadas, entre paisajes naturales imponentes.

Por su parte, las actuaciones de Guarany y de Abel Ayala contribuyen sobremanera al producto final, sobre todo en el caso de este último que no sabía ni subirse a un caballo antes de rodar la película. Después de convivir durante semanas en una hacienda con peones de campo, el joven actor pudo aprender los tonos y las cadencias en el hablar, posturas, gestos y, claro, las delicias del galope. Con el poncho, el mate y el facón, el caballo es figura obligada del género y hasta Guarany, en sus 80 y largos, debió volver a montar para dar vida a Don Chusco, personaje que interpreta con mucha naturalidad. El elenco se completa con Emilio Bardi, Luisa Calcumil, Enrique Liporace, Florencia Otero, Carmen Vallejo y Ulises Dumont, muy cómodo en el papel chicanero y fanfarrón de gaucho bonaerense, que se contrapone al gaucho del interior.Guarany-grito-sangre3

A través de Leonardo Favio, Guarany conoció al director Fernando Musa y le propuso llevar al cine un fragmento de Sapucay, que reúne historias criollas y creencias de paisanos. El cineasta villamariense no dudó en aceptar el desafío: si bien su trayectoria como realizador (Chiche bombón, Fuga de cerebros, NS/NC) dista mucho del género, su infancia estuvo signada por el folklore por lo que el proyecto lo entusiasmó. En la penumbra de la última dictadura militar, su familia tuvo que mudarse a Buenos Aires y allí su padre comenzó a trabajar en un estudio de grabación que vio pasar a numerosos folkloristas, entre ellos al enorme Yupanqui y al mismo Guarany.

Musa recuerda que cuando salieron del estreno de la película, Guarany lo abrazó y dijo «¡Es más linda que la mierda!», y de leerlo casi que puede escuchárselo decirlo, desenfadado y alegre. El cantor no llegó a concretar su próximo proyecto -llevar al cine su libro El loco de la guerra-, pero nos regaló en éste una muestra fiel de su calidad artística y de la vida agreste de los paisanos del siglo XX.

En el cine como en la vida

El grito en la sangre no es la primera aparición en cine del llamado «Potro»: en los 70 participó en un segmento del musical Argentinísima y más tarde en Si se calla el cantorLa vuelta de Martín Fierro, donde encarnó al gaucho creado por José Hernández. En ambas películas, el músico le pone el cuerpo a personajes rudos y contestatarios que no descansan en la opresión obrera, denuncian las injusticias y se rebelan junto al pueblo, temática que también despliega en muchas de sus canciones de protesta. «Hubo diferentes épocas, una fue la de la canción de protesta. Era lógico, el pueblo no podía hablar. Y yo fui uno de los mayores creadores de esas canciones. Los cantores teníamos que decir lo que la gente no podía. Al llegar la democracia el pueblo comienza a defenderse solo. Eso no quita que yo tome algunos temas sociales. Pero ahora las canciones de protesta las canta el pueblo», aseguró Guarany en entrevista con El Federal.Guarany-grito-sangre4

Interrumpió su participación en cine por casi cuatro décadas, al verse obligado al destierro como muchos otros artistas argentinos, situación que durante toda su vida recordaría con tristeza. “Pertenezco al glorioso partido comunista” solía expresar Guarany, una sentencia de muerte o una invitación al exilio por esos años. En el 74 una bomba voló su casa, luego de que el cantor se negase a actuar en un acto a pedido de López Rega. Meses más tarde, fue otra bomba, atentados, amenazas y, finalmente, la Triple A lo tildó de enemigo a la patria y lo conminó a abandonar el país en un lapso de 48 hs. Durmió sus últimos días en el país escondido en el techo de su casa y hasta en un gallinero, para finalmente exiliarse en Venezuela, México y España. Años más tarde, la Dictadura Militar prohibió y destruyó todos sus discos además de censurar canciones como Coplera del carcelero y La guerrillera.

Su nombre integraba las listas negras pero su alma moría de pena lejos de casa, por lo que a fines del 78 decidió volver, sin más bienvenida que una nueva bomba que estalló donde vivía un mes después de su regreso. Sin muchas opciones y fiel a su estilo trashumante, recorrió el interior del país con la guitarra al hombro y no se presentó por mucho tiempo en Capital.

Durante sus 91 años de vida Horacio Guarany forjó un legado musical a la par de una mítica presencia, alimentada por anécdotas de todo tipo, ratificados por Guarany en numerosas entrevistas. Ellas dejan al descubierto un personaje popular, desenvuelto, querido, peculiar y no exento de contradicciones. Se decía que en la casa del cantor era vino lo que salía de las canillas; que una soprano china de la Ópera de Pekín difundió una de sus canciones en la Unión Soviética; que vivió arriba de un barco donde escribió tres libros para matar el aburrimiento; y hasta que fue el verdadero artífice de la frase “No los voy a defraudar” con la que Carlos Menem, su amigo personal, engañó a un país entero.Guarany-grito-sangre5

El dolor se hizo canción

El Mensú, canción que denuncia las miserias de los peones del Quebrachal, fue la que llevó su voz a la radio y desde entonces su reconocimiento fue cada vez mayor. Unos años más tarde Guarany participó en la primer edición del que sería el festival de Folklore más renombrado del país: Cosquín. Pero mucho antes de su consagración como folklorista y del Movimiento de la Nueva Canción, Guarany cantaba tangos, trabajaba de mozo, estibador, y cuanta changa encontrara para ganar un sustento. Había llegado al barrio de la Boca como tantos otros que emigraron desde el interior con un atado que tenía poco más que sueños.

Nacido en el Chaco Austral, fue uno de catorce hijos de una española y un indígena correntino que trabajó toda su vida como hachero, explotado por la empresa británica La Forestal. Guarany pasó su infancia viviendo “de prestado” en casas de familiares y, con el tiempo, aprendería a trasformar la falta de cariño y respeto de los primeros años en experiencia para escribir canciones con las que se identificó todo un pueblo. En el almacén de unos primos, siendo un niño de apenas seis años, conoció guitarras y payadores. En ese ambiente empezó a cantar y a escribir canciones, oficio y arte que no detuvo hasta su muerte.

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*Por Julieta Pollo para La tinta

Palabras claves: El grito en la sangre, Fernando Musa, Folklore, Horacio Guarany

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