“Agustín siempre estuvo ahí”

“Agustín siempre estuvo ahí”
28 julio, 2017 por Redacción La tinta

Por Redacción La tinta

Agustín González Guillet tiene 15 años y se autodefine transexual. Vive con su madre y sus hermanos en Río Ceballos, Córdoba. Unas semanas después de que se reuniera con La tinta, nos avisó que había logrado una de las cosas que en ese momento, lo tenía ansioso: en el Hospital Rawson aceptaron que comience con su tratamiento hormonal, el principio de su transición médica.

Empezar contando la buena noticia se hace necesario en estos tiempos; tan necesario como contar sobre el camino recorrido hasta llegar ahí. Otros trámites -como el del DNI- no tuvieron la misma suerte.

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Llegamos después de un trecho por una calle de tierra. Entre muchos árboles gigantes, nos encontramos con una casa hermosa y en la puerta estaba Manuel, el padre de Agustín, que nos esperaba sonriente. Roxana, la madre, nos había advertido que no era fácil llegar y que todos se perdían siempre unos metros antes. Tuvimos suerte.

Adentro, al lado de la chimenea, nos esperaba Agustín, de punta en blanco con una camisa azul oscuro, muy elegante.

Roxana nos sirvió cosas dulces y saladas, mate y jugo. Un gato gordo dormía en un sillón, la casa es cálida y tranquila. Con Roxana, Manuel y Agustín nos sentamos en círculo, al lado del fuego, cómodos. Se los notaba cancheros para las entrevistas, sabíamos que no era la primera.

Roxana es una perfumista independiente y trabaja en casa; es extrovertida y de risa contagiosa. Manuel es docente en Córdoba, observador y callado. Agustín es el hijo del medio, tiene dos hermanas y un hermano: Zoe de 22, Oriana de 14 y Tiago de 11.

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La familia

“Yo no aguantaba más, no iba a aguantar un año más. Le dije a mi hermana: ‘Yo a fin de año lo digo’. Estábamos cenando y mi hermana me miraba como diciendo ‘dale, boludo’. Y yo dije: ‘Quiero el cambio de sexo’. No lo pensé, lo dije y ya”, cuenta Agustín sobre cómo fue, en la cena de fin de año del 31 de diciembre de 2016, hablar de sus deseos a toda la familia.

Posterior a esa situación, nadie más habló del tema. Agustín creyó que iba a quedar en la nada, que todos iban a mirar para otro lado y él iba a seguir esperando. “Un día volví a casa y mis padres me dijeron que habían contactado a una ONG para empezar a ir a un médico. Fue increíble la velocidad con la que hicimos todo. La rectificación del DNI, empezar con el psicólogo, consulta con el endocrinólogo. En comparación con otros, la saqué bastante bien”.

Roxana aclara qué pasó entre ese año nuevo y el día en que todo empezó a moverse: “Después de que nos dijo todo, yo veía que mi hijo se me apagaba, se desmoronaba a pedazos. Eso porque nosotros le pedíamos que aguantara hasta que nos educáramos, hasta que abriéramos la cabeza, hasta que nos informáramos. ‘¿Aguantá qué?’ Aguantemos nosotros. En realidad no quiero que sufra y lo estábamos haciendo sufrir nosotros”.


Hasta ese momento, el recorrido había sido difícil. “O no era muy femenina para estar con las nenas o no era muy masculino para estar con los varones. Siempre lo primero va a ser sentirte como que no encajas. Y empezás a hacer cosas para encajar, empezás a ser algo que vos no sos. Entonces no sabés lo que te pasa y no tenés ni idea de lo que es ser trans. Cuando empezás a adquirir conocimiento sobre eso, primero es hacer un proceso más tuyo, después es decírselo a los demás y hacer que hagan el proceso todos los que te rodean. Y recién ahí, hacer todo”.


Manuel es sincero con lo que sintió cuando se encontró con la verdad: “Uno como padre piensa que si el pibe la tiene que remar en este mundo, siendo transexual la va a tener que remar el doble. Siempre tenemos miedo a que nuestros hijos sufran”.

“Él se plantó y eso es lo que vale. Primero pensé que se le iba a pasar, después vino la certeza de que si se plantó así, bueno, es esto. Vamos para adelante con lo que sea”, agregó.

Roxana es una leona. Asegura que “una cosa es lo que yo quiero y lo que me parece que está bien o está mal. Y otra cosa, son sus decisiones y lo que él quiere para su vida». Mientras que subraya: «Ahora, el amor no cambia porque él eligió algo que para mi no va, o que no me entra en la cabeza”.

La escuela

Agustín aclara que sufrió bullying en la primaria y ahora que encontró un grupo de compañeros y compañeras con el que se lleva bien, no lo va a cambiar por nada. Estaba dispuesto a dar la batalla. Además advierte que irse «sería una forma de adaptarme a la sociedad y no que la sociedad se adapte a un trans».

En marzo de este año se presentó en la escuela, un instituto privado con orientación en Turismo y hotelería de Salsipuedes. A la directora, por ejemplo, le mostró la Ley de Identidad de Género N° 26.743. Al principio costó, pero logró que cambiaran el nombre en la lista aunque no tuviera su DNI, después pudo pasar a hacer educación física con los varones. Le entregaron una libreta nueva en blanco, para que complete con todos sus datos y con un rótulo nuevo con su nombre. “Al baño de varones todavía me da cosa entrar, por los demás”.

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-Estoy enterada de tu problemática.
-No es un problema, profe.
-¿Querés que te llame por este nombre?
-No, quiero que me llame por el anterior y este me lo puse al pedo. Me tratan como si me fuera a romper. Está todo bien mientras me trates bien, porque soy humano. Voy a cambiar de cuerpo, no soy un extraterrestre.

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“Fue romper estructuras y abrir un poco más la mente. Hicieron un taller sobre transexualidad para los docentes y no docentes. Yo me llevo bien con la portera y con la de limpieza, y les pregunté cómo les había ido y me dijeron: ‘Salimos con la cabeza así, no entendemos nada y hay cosas que ni sabíamos’. Y es cierto, en talleres sobre sexualidad que nos han dado en el colegio nunca escuché hablar sobre transexualidad, travestis o transgéneros. Solamente nombran a las parejas de lesbianas o de gays. Es LGBT, no L y G nada más”, explica Agustín.

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Los y las que ayudaron

A lo largo de la entrevista, Manuel, Roxana y Agustín se refieren varias veces a todas las personas que empezaron a aparecer en sus vidas a partir del comienzo de esta transición. “Lo mejor es que nos hemos cruzado con gente muy linda. Ha sido una revolución de cosas, de gente, de conocer historias, de ayudar a otros, nos han ayudado a nosotros, nos han allanado el camino”, cuenta Manuel.

“Convengamos que hay una realidad, que el acompañamiento de papá y mamá hacen que los procesos se aceleren y se acorten, y hay una gran diferencia. Pero a nosotros nos colaboran mucho las personas que se han ido cruzando en nuestro camino, porque hay miedo. Cuando nosotros hablamos de miedo no es por la vergüenza por tener un niño trans, ni miedo al qué dirán, pasa por el hecho de que la transición de un género a otro implica toda una parte médica más allá de lo legal. Hay que transicionar de un cuerpo a otro, y lo médico llega a ser invasivo, y teníamos que educarnos sobre todo eso”, aclara Roxana.

De la mano de Agustín, esta familia encontró un mundo muy amplio donde hay mucho para trabajar y mucho por hacer. Porque la Ley, sancionada en mayo del 2012, está pero no se cumple en forma total. Todas estas personas que se cruzaron en sus vidas, ayudaron a traccionar y facilitar los procesos.

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Mi experiencia como mujer es que mi cuerpo recuerda algo, recuerda qué hijo tuvo y cómo lo tuvo. Tuve que hacer un proceso en el que hice el duelo de algo y el parto de otra cosa, y le di la bienvenida. Cuando yo pude entender que tenía que hacer un duelo para esto y hacer nacer lo otro, lo pude incorporar. Cuando pude incorporarlo, el cuerpo dejó de rechazar, pero no era el rechazo por un hijo porque yo los tuve a los dos. No es que apareció de la noche a la mañana. Agustín siempre se hizo visible, solo que no tenía las palabras para decirlo. Primero porque era muy chico, y a medida que fue creciendo, no tenía el entendimiento para hacernos notar, pero las mamás siempre sabemos. Agustín siempre estuvo, Agustín se hizo presente en muchas oportunidades. Había que reconocer su espacio.

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La medicina

Cuando se decidieron a comenzar con la parte médica, se acercaron al Hospital Rawson y, el 12 de julio pasado, Agustín comenzó efectivamente el tratamiento hormonal. Pero previo a este triunfo, fueron varios meses de ansiedad y frustración. En un primer momento le habían solicitado una serie de estudios, si los resultados estaban bien podría comenzar. Los estudios salieron perfectos, pero la endocrinóloga sugirió que no se iniciara el tratamiento hormonal, porque es joven y se puede arrepentir, se excusó. La psicóloga también dijo que él estaba en perfectas condiciones para iniciarlo. Aún así, tuvo que esperar un tiempo hasta que por fin el 10 de julio, le informaron que la Mesa Directiva del Hospital había autorizado a que Agustín pudiera empezar con su transición médica.

Si él no iniciaba esta terapia hormonal, no podría hacerse la mastectomía este año. “Me estaban obligando a vivir más tiempo en un cuerpo que yo no quiero y en el que sufro”, dice Agustín.

En Córdoba no existe la Salud Integral para el colectivo disidente, aun estando contemplada en la Ley. Hay mucho por hacer y no es que el Ministerio de Salud no esté al tanto, porque se los ha notificado en numerosas ocasiones. “Necesitamos el acompañamiento del Estado, porque solos no podemos”, exige Roxana.

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Yo tenía entre 13 y 12 años más o menos, mi mamá estaba en Facebook y me dijo: ‘Vení a ver esto’. Era un video de una nena transexual que contaba su historia y me sentí súper identificado. Y le pregunté: ‘¿qué es ser transexual?’ Ella buscó, me mostró y yo seguía sin entender y seguía sintiéndome demasiado identificado. Con el tiempo creí que se me iba a ir y no se me fue. Hice una investigación por mi parte, un año, hasta que se lo dije a ellos.

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La visibilización

Agustín y su familia recalcan cada vez que tienen la oportunidad, la importancia de la visibilización de este tipo de casos, con respeto y desde el amor.

—¿Por qué visibilizarse?

Agustín: Para hacérselo más fácil a otros. Si de alguna manera yo puedo abrir camino a los demás y facilitar, para un bien común, lo voy a hacer. Para que otros chicos tengan el valor.

Roxana: “Mientras más chicos se atrevan a visibilizarse, vamos a ver que no hay un caso aislado, sino que son muchos, sólo que por falta de información, por ignorancia o por miedo, nadie sabe nada. La Ley por sí sola no alcanza, hay que visibilizar, hay que sensibilizar y hay que naturalizar”.

Manuel: “Cuando nosotros naturalizamos, se hace más fácil para todos. Es lo que le falta a la Ley, porque la Ley es una regla que te ampara, pero después hay que ponerla a funcionar en lo bajo, nosotros tenemos que ponerla a funcionar. Y hay desconocimiento y hay insensibilidad».

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Durante cinco años, desde que se sancionó la Ley, hubo sólo otro caso más de un menor de edad que quiso rectificar su Documento de Identidad. Luego de que se hizo conocida la historia de Agustín, aparecieron tres o cuatro casos más. Esta familia allanó el camino a otros y otras menores de edad que vendrán. “Si cada uno puede visibilizar desde su historia personal, vamos a saber cuáles son las necesidades por cubrir. Sabremos qué falta y por dónde empezar a trabajar”, expone Roxana.

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‘¿Qué decís vos si tuvieras un hijo gay?’, me preguntó, y yo sabía por dónde más o menos venía la mano. Yo le fui sincero, si es por gusto, mucho no me gustaría, pero la elección es de mi hijo y la respetaría. Yo quiero que sea feliz, y hoy lo veo feliz, fundamentalmente por eso lo acompaño, no importa lo que yo piense. Eso me vino a enseñar. Si lo hubieras visto dos años atrás, siempre enojado, introvertido, que nadie lo entendía. Hoy es otra cosa. El cambio no tiene que ver sólo con el género, pasó de ser una niña introvertida, a un niño muy valiente.

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Agustín es muy expresivo cuando habla, hace muchos gestos y mueve las manos. Nunca nadie pensaría que fue introvertido alguna vez. “Yo tengo que reconocer que para mí resultó fácil, porque tengo el apoyo de mis compañeros, de mis padres, de mis hermanos. Y por eso en muy poco tiempo, hice cosas que a otros les llevaron años. Entonces si yo la tuve fácil, yo quiero que otros la tengan fácil. Si otros dejaron su vida y su sangre para que hoy tengamos la Ley, yo voy a seguir ese trabajo. Y espero que otros lo hagan para los que vengan detrás de ellos”.

Cerca de irnos, después de varias horas de charla, Manuel nos agradece: “Ustedes se toman el trabajo de escuchar la historia, la historia con la emoción de cómo él transitó esto. Eso me parece que es lo que va a sensibilizar a la gente. Que no tiene que ver con contar cuánto tiempo le costó conseguir la partida, sino toda esta historia que involucra a muchas personas. Detrás de todo esto hay mucha gente, los abogados que trabajaron gratis, el terapeuta y organizaciones”.

Ojalá estemos a la altura.

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*Por Redacción La tinta / Fotos: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: Agustín González Guillet, LGBT, trans

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