Linchamientos: el rol de los medios

Linchamientos: el rol de los medios
26 junio, 2017 por Redacción La tinta

La agresión de un grupo de personas a un niño de 13 años en el centro de la ciudad de Córdoba por el supuesto robo de un celular surgió como noticia hace algunos días, a través de la difusión de un video que, como señalaban algunos medios, «puede herir sensibilidades». Pero el llanto de ese niño que todavía resuena entre nosotrxs es una herida que tiene un antes y un después, una pregunta sobre lo que nos pasa como sociedad y donde los medios masivos de comunicación no son meros transmisores sino también constructores de la realidad.

Por Lucía Maina para La Tinta

El linchamiento a un niño de 13 años en plena peatonal cordobesa, difundido a partir del video publicado por Mucho Palo Noticias y reproducido en varios medios masivos de comunicación, es un hecho que parece condensar el clima de violencia que se respira en la ciudad y el país. Más allá de la condena a quienes cometieron la agresión, la creciente desigualdad económica y social forma parte de las condiciones que la posibilitaron, condiciones en las que el Estado tienen una enorme responsabilidad, pero en las que los medios, como constructores de la realidad social, también juegan un rol determinado.


Las continuas noticias sobre robos y asesinatos en clave sensacionalista y sin contextualización y la total despersonalización de lxs habitantes de barrios periféricos, cuya aparición mediática se restringe a la pobreza y la delincuencia, por sólo mencionar algunos ejemplos, son indesligables de la actitud de lxs linchadorxs que días atrás gritaban «no es un niño, es un ladrón» y que expresaban así su incapacidad de humanizar y respetar esa vida.


Para reflexionar sobre algunos de los factores que atraviesan lo que pasó estos días y trascender la mirada del caso aislado, este artículo analiza el rol que cumple la prensa en los linchamientos, y en particular en aquellos ocurridos en Argentina en 2014, en base a una investigación realizada en el marco de la Maestría en Comunicación, Periodismo y Humanidades de la Universidad Autónoma de Barcelona. En aquel año, en sólo dos semanas, se contabilizaron alrededor de doce linchamientos en el país; la violencia que ahora se vivió en el centro de la ciudad de Córdoba indica que este es un antecedente fundamental del que todavía hay mucho que aprender. 

La negación del otro

Para reflexionar sobre el impacto que los medios pueden tener en los linchamientos, es indispensable considerar no sólo las noticias sobre este fenómeno, sino especialmente la manera en que las problemáticas sociales y económicas, y en particular el problema de la inseguridad, son abordadas diariamente en diarios, portales digitales, radios y televisión. Como señalan los autores William Rivers y Wilbur Schramm a raíz de los enfrentamientos raciales conocidos como “Tumultos de Watts” ocurridos en Los Ángeles en 1965, la participación de los medios de comunicación de masas en este tipo de problemas comienza mucho antes de que exista la amenaza de un tumulto.

La negación constante de los sujetos y comunidades de barrios marginales en los medios argentinos es indesligable del imaginario que posibilita estas agresiones, ya que mediante la ausencia de noticias sobre lo que viven cotidianamente los sectores empobrecidos y su única aparición como sinónimo de amenaza y delincuencia, la prensa indica también que estas personas no forman parte de la sociedad. El asesinato y las brutales agresiones que implicaron los linchamientos en 2014 por parte de personas que no habían ejercido tales niveles de violencia con anterioridad  sólo pueden realizarse bajo la premisa de que las vidas que están en juego carecen de importancia o, al menos, que las mismas no forman parte de la propia comunidad.   

Un informe que investigó, a pedido del Estado, la influencia de los medios en los mencionados “Tumultos de Watts» destaca justamente que una de las responsabilidades de la prensa fue el hecho de no haber comunicado a su audiencia el aspecto de degradación, miseria y desesperanza de la vida en el gueto de los afroamericanos. Se señala así tanto la exigencia de que los medios informen sobre la violencia en un contexto amplio, como el hecho de que comiencen a centrar su atención en los motivos más profundos del malestar y la confrontación social mucho antes de que la violencia estalle.

Uno de los principales aspectos que revelan las noticias que tratan específicamente sobre los linchamientos en los grandes medios es un silenciamiento de las voces y realidades de las personas agredidas, pertenecientes en general a sectores empobrecidos que habitan las periferias de las ciudades. Las fuentes citadas en la mayoría de los casos son vecinos de los barrios donde se produjeron los linchamientos, ya sea testigos, personas que atraparon al supuesto ladrón, participaron de la agresión o intentaron proteger al agredido, además de las fuerzas policiales que intervinieron. En cambio, de quienes son acusados de delinquir solo se menciona generalmente su nombre, su edad y si poseían o no antecedentes penales. Se alcanza  así una total despersonalización, que desdibuja las condiciones de vida de todo un sector de la población afectado por la pobreza y la marginalidad y sólo se otorga importancia a su condición de amenaza.


A esto se suma la ausencia de una contextualización, ya que los linchamientos son presentados en la mayoría de las noticias como una respuesta a la “inseguridad” pero desligados de la desigualdad económica y social que subyace al enfrentamiento.


Si observamos la mayoría de las noticias de los últimos días sobre el niño linchado en Córdoba, podemos ver que solo se le da la palabra a vecinos presentes en el lugar, mientras que las víctimas y su entorno prácticamente no aparecen. Sin embargo, la cobertura de este caso, en comparación con la de medios nacionales en los linchamientos de 2014, demuestra un enfoque de mayor condena a los agresores y de mayor indignación, aunque pareciera que el foco, lo condenable, se basa en la edad de la persona linchada ¿Hubieran sido iguales las noticias y la indignación de lxs periodistas si se hubiera tratado de un joven o de un adulto?

Por otro lado, los robos que desatan los linchamientos son indesligables de una sociedad que identifica el ser con el tener y el tener con el pertenecer: para las personas excluidas, acceder a bienes de consumo es una manera de escapar de su propia marginación y acercarse a aquel sueño que diariamente les enseñan los medios y la publicidad; para los linchadores, ese mismo discurso opera a la hora de defender sus bienes materiales y su status social recurriendo a la violencia.  Lo que unos y otros ponen de manifiesto es una escala de valores que se encuentra también presente muchas veces en las noticias sobre linchamientos, según la cual el derecho al consumo y la propiedad privada se encuentran por encima del derecho a la vida. 

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Justicia por palabra propia

Según la autora catalana Elvira Teruel Planas en toda comunicación existe un intento de persuasión, y, a su vez, es en la metáfora donde se expresa con más fuerza la ideología que subyace a todo discurso. La metáfora más usada en los medios para designar los linchamientos en Argentina es la de “justicia por mano propia”, una frase que más allá de los hechos que designa, revela en sí misma un contrasentido: si la característica fundamental que define a la justicia en cualquier democracia es la aplicación de leyes codificadas por personas especialmente designadas para velar por la imparcialidad frente a los conflictos entre miembros de una sociedad, resulta imposible designar como justicia a cualquier acto o castigo ejecutado “por mano propia”, es decir, aplicado arbitrariamente por personas que no responden a ningún mandato legalmente consensuado.

El uso de la expresión “justicia por mano propia” conlleva la idea de que las golpizas e incluso los asesinatos cometido por los linchadores son una realización de la justicia, sin permitir ninguna alusión a las leyes ya existentes que definen cómo debe determinarse la culpabilidad, qué castigo deben recibir aquellos que roban y cómo debe aplicarse el mismo.  Si se atiende al poder que posee toda metáfora para construir realidades y actitudes, y su recepción inconsciente que se acentúa en función de la autoridad y credibilidad que poseen los medios masivos ante la población, se vuelve necesario pensar hasta qué punto la designación que la prensa realizó de los linchamientos pudo influir en la ola de contagio que caracterizó al fenómeno en 2014. De hecho, en aquel momento, diversos especialistas y usuarixs de redes sociales cuestionaron la expresión de “justicia por mano propia”, lo que obligó a publicar reflexiones al respecto en los mismos medios que antes habían utilizado esta metáfora, pero esto ocurrió cuando ya se habían producido alrededor de diez linchamientos en el país.  

Por otro lado, la presunción de inocencia respecto de las personas linchadas no suele ser respetada por la prensa argentina, a pesar de que se trata de un principio ético presente en numerosos códigos deontológicos de periodismo. Gran parte de las publicaciones repiten como propias las versiones dadas por testigos y vecinos del lugar, condenando a quienes fueron agredidos, mientras  las personas que cometieron los linchamientos no suelen ser asociadas con un acto delictivo.  Mientras que los responsables de los linchamientos son identificados en la gran mayoría de las noticias como “vecinos”, las personas acusadas de robar son denominados con los términos “ladrones”, “motochorros”, “delincuentes”. Tal fue el caso de la noticia publicada por el diario Clarín en estos días, a raíz del caso ocurrido en la peatonal de Córdoba, y que fue titulada «Video: vecinos intentan linchar a un chico de 13 años que robó un celular».

Así, en el uso del lenguaje muchas veces los medios también terminan condenando el daño a la propiedad privada sin poner en cuestión la amenaza del derecho a la vida que representan los linchamientos. Esta misma escala de valores se expresa en diversas ocasiones en el propio accionar de la fuerza policial -e incluso en el caso del niño agredido recientemente en Córdoba-, ya que al llegar al lugar, la policía suele operar deteniendo a la víctima del linchamiento y no a los linchadores, pese a que en varios casos éstos estaban cometiendo la golpiza en el momento de su llegada.


La presunción de inocencia garantizada por la Constitución se ve entonces trasgredida tanto por el accionar de los agentes de seguridad como por los juicios que implícita y explícitamente emiten los medios de comunicación, y este escaso respeto por el derecho a un proceso judicial es justamente la base sobre la que se fundamenta el acto de linchar ejercido por determinados grupos de la población.


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De la información a la acción

El fenómeno de los linchamientos está lejos de poder explicarse exclusivamente a partir del rol de la prensa, actitud que nos llevaría a olvidar una multiplicidad de factores. Sin negar esta complejidad, se vuelve indispensable analizar el fundamento último de los imperativos éticos que deben regir toda información, que consiste justamente en la necesidad de promover y guiar un accionar ético por parte de la ciudadanía.

Si pensamos en la posibilidad del contagio de estas actitudes, en función de la cantidad de linchamientos que ocurrieron hace tres años en el país, se vuelve imperativo tener en cuenta la rigurosidad con que debe tratarse esta información. En aquel momento, gran parte de las noticias revelaron una falta de prudencia con la repetición continuada de los mismos casos de linchamientos e incluso con la amplificación de los sucesos, incluyendo casos que luego no fueron comprobados como tales o aumentando la cantidad de personas que participaban de los ataques.

La magnificación de los linchamientos resulta alarmante si se tiene en cuenta que el hecho de presentar estas acciones violentas como ejercidas por un gran número de personas y en diversas ocasiones puede contribuir a darles mayor legitimidad en la audiencia y a generar una predisposición a participar en las mismas, en un comportamiento propio de las multitudes tal como lo plantea la psicología. Como advertía Sigmund Freud los individuos integrados en la masa ven disminuida la consciencia de la responsabilidad y esta disminución no puede más que intensificarse si los medios acentúan la representación de los linchadores como grandes grupos de personas en las que ningún individuo en particular puede ser identificado y juzgado, mientras solo es susceptible de individualización e identificación quien fue blanco del ataque. A esto se suman los efectos que puede generar la repetición de las imágenes de la violencia, algo que actualmente cobra también nuevas dimensiones y sentidos en una era digital donde ya no es necesaria la presencia física del individuo como testigo y observador del estado emocional de la masa para predisponer a la población a una actitud de odio y violencia hacia aquellos que terminan llevando a sus espaldas los fracasos del conjunto de la sociedad.

En un contexto donde la exclusión económica crece cada vez más, los linchamientos evidencian un conflicto cuya expresión es nuevamente negada en los grandes medios del país a partir del silenciamiento y la estigmatización de los sectores marginados y de la ausencia de una contextualización que permita que la desigualdad y las diferencias sociales pasen a formar parte del debate en la opinión pública.

*Por Lucía Maina para La Tinta. Ilustración: Ricardo Heredia.

 

Palabras claves: linchamientos, Medios de comunicación

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