Todo no se puede
Por Martín Zariello en Ilcorvino
Llego tarde a Los Espíritus. Como quien llega a Fito por El amor después del amor. Como quien llega a Calamaro por Alta Suciedad. ¿Como quien llega a Spinetta por el tributo de Pedro Aznar? Bueno, tampoco para tanto, pero si como quien llega tarde al asado y se come un chorizo frío en silencio y no puede reclamar nada porque llegó tarde. Así es que yo llego a Los Espíritus.
De todos modos siempre estuve al tanto de que me estaba perdiendo algo. Y de todos modos tuve mis coqueteos con la banda pero no nos dimos nada más, sólo un buen gesto. Por ejemplo durante un verano kirchnerista, de esos veranos en los que al parecer todos éramos felices, no me pude sacar de la cabeza «Lo echaron del bar». Escuchaba especialmente la parte en que lo echan de su hogar. Es un tema que me hace reír a carcajadas. Los masones en bicicleta/ Y los radicales a pie es otro verso del rock argentino que me hace reír cada vez que lo escucho. Jesús rima con cruz ya me parecía una forma superior de drenar a Calamaro sin convertirse en una réplica. Después de eso fui a Av. Corrientes con ocho años de atraso y sentí que ese tal Maxi Prietto que todo el mundo decía que era un «genio» lo era, en el sentido que les decimos «genios» a quienes llegan a nuestro corazón no sólo con una linda melodía y una letra conmovedora sino, claro, con su espíritu.
Más allá del acercamiento no me alcanzó para escuchar Gratitud entero. Supongo que había algo de esnobismo al revés. O de esnobismo sin más. Hay un tipo peligroso en mi cabeza que dice: «Como la escuchan todos yo no la escucho». Una vez que ese tipo hace su aparición, es decir, un tipo que ya no puede querer sin presentir al decir de Enrique Santos Discépolo, es muy complicado sacárselo de encima. Agua Ardiente, el último disco de Los Espíritus, logró asesinarlo. (Creo que vi demasiadas películas en las que al final el tipo era un esquizofrénico).
Si tuviese que definir a este disco con una frase diría: las canciones suenan como si siempre hubieran existido. Agua ardiente parece un clásico automático. No digo necesariamente que sea Artaud. Tampoco quiero que lo sea y además las canciones de Artaud no suenan como si siempre hubiesen existido. Digo que es como Maderita, que si no me equivoco también es el tercer disco de Los Visitantes. Imagino a alguien que lee esto y nunca escuchó Maderita: ¡Ve por tu Maderita, hermano! De todos modos Maderita no tiene nada que ver con Agua ardiente a no ser su pertenencia al sector de discos clásicos pero de culto. Por otro lado Agua ardiente salió hace sólo una semana y tiene un camino muy largo por recorrer y es posible que durante ese camino rompa, o mejor dicho, «obture», señoras y señores, como diríamos en Letras, el camino de culto y salga a la autopista del…. ¿no-culto?
¿Será éste el único disco de Los Espíritus que me guste? No lo creo, pero me refiero a que es un disco para poner de fondo en cualquier lugar y lograr cierto consenso. Tiene toda la pinta de ser el disco que no sólo le gusta a los fans, sino a todos. Por eso me gusta a mí. El disco en el que los seres distantes con tipos peligrosos en su cabeza, bueno, digámoslo claramente: el disco en el que los boludos se acercan y quieren formar parte de la fiesta. El disco en el que los fans más ortodoxos tal vez eleven algunas críticas y sientan algo así como unas mini invasiones bárbaras. Es duro enterarse que a tu enemigo le gusta la misma banda que a vos.
En una novela de Pol-Ka Mariano Martínez apareció con una remera de Spinetta. El problema por supuesto no es el galán carilindo sino que le tocaba interpretar a un sacerdote. Ese es el momento en el que empezás a preguntarte si tu época no estará canonizando por demás. Si no habrá que empezar a canonizar a otros pero con el cuidado suficiente para no volverlos «música para sacerdotes de Prime Time». Sería preferible incluso dejar de canonizar.
El tema adelanto llamado «La mirada», que recrea la quimera social a través de un viaje en subte, dice El pasaje cuesta el doble y nadie dice nada. Es un verso que sólo queda bien si lo cantan algunas personas. Dos o tres pueden hacerlo en el rock de acá y uno ya no está y se llamaba Bocha Sokol. Es una canción que no desentonaría en un disco de Dylan post 97. Blues con reverberaciones de salón, música para tocar mientras unos tipos transpirados salidos de El Mariachi juegan al pool y están a punto de matarse. Tiene ritmo (como todos los temas de Los Espíritus y como pocos del rock argentino) y un par de solos de guitarra que parecen entablar un vínculo desprejuiciado y productivo con distintas ramas del gran árbol del rock.
Lo esencial de Los Espíritus es la evidente impresión de naturalidad que exhala su música, algo que no corresponde a una fórmula, sino al mestizaje que combinan los diferentes miembros de la banda. Porque hay algo latino en el producto final (que tal vez responda a que el percusionista, Fernando Barrey, es miembro de Morbo y Mambo). También es determinante el aporte de Santiago Moraes, que compone líricas y melodías y aporta voces (los temas están firmados como Los espíritus; por otro lado Prietto y Moraes tienen voces bastante similares a primera oída). El resultado es una banda que remite tanto a ciertas cadencias del rocanblues del país (riffs a lo Gabis, intros de La Pesada) como a Los Lobos o a las atmósferas psicodélicas del surf rock. Una banda imprevisible cuyos temas no esquivan las baladas encantadores («Esa luz») ni un folk-blues de asimilación instantánea como «La rueda que mueve al mundo». Después hay cosas inexplicables y bellas como “Perdida en el fuego”, que debe ser uno de los temas más tristes de los últimos tiempos o algo parecido. La voces de Prietto y Moraes no se caracterizan por la amplitud de sus rangos vocales sino por la expresividad de sus registros. Por eso cuando alguno de los dos dice “Y tus ganas de cantar” (creo que es Moraes) puede que te den ganas de llorar sin saber por qué. No es sólo lo que dice sino la manera en que lo dice.
. Tengo la sensación de que las letras del rock argentino recuperan la calle en Agua ardiente. Los temas de Los Espíritus no suceden en un departamento sino en medio del hecho social. Son la banda de sonido de un piquete, del 2×1 a los asesinos, de una chica que no volvió nunca a su casa. ¿Qué sería del rock sin la sociología? Y viceversa. Como todos sabemos las mejores épocas del rock argentino corresponden a situaciones en las que el país parecía suceder en la mente de un psicópata. Cuándo este país no fue pensado por un psicópata es otra historia. Hablamos del rock como refugio anti nuclear. El rock como emergente de cierta resistencia civil. El rock vs el Estado. Es lo que pedimos, en forma más o menos disimulada, desde el 25 de mayo de 2003.
En el imaginario colectivo se comenta que Macri ganó por dos cuestiones:
1- Para transferirle a los ricos y a los fachos lo que tenían los pobres y los progres; 2- Para que el rock argentino vuelva a tener sentido.
Todo no se puede.
Por Martín Zariello en Ilcorvino. Fotos: Marcelo Romero