El club de Grobocopatel: la historia del fútbol al revés
La génesis de los clubes de fútbol en la Argentina es de tipo social, obrera, sindical. Son hijos de la organización popular. Sin embargo, en medio de un cambio de época a nivel nacional y mundial que llama al fútbol a terminar de aggiornarse, a funcionar como una empresa y dejarse de joder, surge el Club Agropecuario Argentino que, con sólo 6 años de vida, ya ascendió a la B Nacional. El sueño individual de Bernardo Grobocopatel, es hoy el engendro más perfecto de la lógica privatista. Como reza una bandera: «Agro no tuvo infancia, nació grande».
La génesis del fútbol argentino comenzó a principios del siglo pasado. Si bien fueron las instituciones educativas británicas las que dieron el puntapié inicial, el fenómeno de masas vivió su mayor momento de esplendor amateur cuando surgieron cientos de clubes sociales a través de la organización popular. El club era centro de reunión comunitario y la pelota su máximo atractivo.
A cien años de ese auge, aparece quien puede ser el engendro más perfecto para desandar el camino de la historia invertida, en medio de un cambio de época a nivel nacional y mundial que llama al fútbol a terminar de aggiornarse, a funcionar como una empresa de una vez y dejarse de joder, el Club Agropecuario Argentino nace bajo el apellido Grobocopatel.
El sueño de un Grobo
El nombre con el que se lo bautizó carece absolutamente de glamour. El asesor de marketing pifió ahí. Pero hay que reconocer que en esta historia no hay nada más representativo y simbólicamente contundente que ese nombre: Agropecuario Argentino. Qué más representativo del poder económico sojero y latifundista nacional que “agropecuario” y “argentino”. Nada. O sí: que un Grobocopatel sea presidente y fundador.
A pesar de sus esfuerzos, Bernardo Grobocopatel no consigue desvincular el surgimiento de su club y su prospero presente de la figura de su primo: “Gustavo es el Rey de la Soja, el famoso de la familia. Tiene una gran empresa. Es mi primo, pero creo que ni conoce la cancha. No trabajamos juntos. Yo trabajo por mi parte. Tengo campo y una empresa de logística, con unos cien empleados. Gustavo no tiene nada que ver en el fútbol. Y lo mío es el perfil bajo”, le dijo el presidente del club al diario Clarín.
Gustavo tiene algo más que una gran empresa. Es el presidente de Los Grobo, el grupo económico familiar de producción y exportación agroindustrial más grande en América Latina, con campos en Argentina, Paraguay y Uruguay e importantes clientes como Brasil y EE.UU. Pero esta historia es sobre el club de Bernardo que fue fundado el 23 de agosto de 2011 y que el pasado fin de semana logró en tiempo y forma lo que el propio fundador le había prometido a Gonzalo Urquijo, goleador y referente del plantel: “En cinco años quiero estar en la B Nacional”.
Con un registro de socios que no supera los 100 miembros, Agropecuario Argentino tiene todo lo que falta en la mayoría de los clubes del fútbol argentino, haciendo gala de su gestión privada. Pero no deja de ser eso, un proyecto privado que depende del sostenimiento personal de Bernardo Grobocopatel.
En 2016, en diálogo con el sitio web LPO, contó detalles de su gestión, la cual implicaba por entonces (disputando aún el Argentino B) un aporte personal mensual de 300 mil pesos. «Junté 17 hectáreas que fui comprando y ahí hicimos el estadio. Es de Primera, entran unas 8.000 personas, tenemos palcos de dos pisos y ahora estoy construyendo un hotel”, señalaba hace un año. Recientemente fue terminado el lago artificial que alimenta el sistema de riego computarizado para las 10 canchas de fútbol que posee. El futuro objetivo: 20 cabañas para alojar al plantel.
Más allá del “perfil bajo” que invoca el “Grobocopatel B” nadie puede pensar que un pequeño empresario con algunos campos y una empresa de logística pueda erigir un club de cero, desarrollar semejante infraestructura y pagar sueldos hasta cuatro veces más altos que el promedio de la categoría que disputa (en el Argentino B pagaba hasta 25 mil pesos entre salario y premios cuando ningún futbolista de la división supera los 5 mil mensuales).
Quizá sea cierto que su primo, Gustavo “el Rey de la Soja” Grobocopatel, ni siquiera conozca el estadio ni siga los resultados de Agropecuario, del mismo modo que puede no conocer cada metro cuadrado de sus latifundios. Pero su espalda económica está presente, tal como lo señala un pomposo y florido artículo de Clarín: “Sancor Seguros y Grobocopatel Hnos. son empresas que ayudan y que, en medio del vínculo comercial que existe con el presidente del club, quedan comprometidas a adquirir plateas”.
Como sea, es el sueño personal de Bernardo. Es privado. Él lo fundó y él lo banca. Como reza una de las banderas que suele aparecer colgada «agro no tuvo infancia, nació grande» y con un papá pudiente. Por eso, al Club Agropecuario Argentino le sobra sólo una palabra: Club. Su origen no es producto de un anhelo comunitario ni tampoco se debe a sus socios y hasta carece de hinchada. Es un proyecto de una persona que se reconoce como apasionado del fútbol, quizá si le apasionara los autos habría fundado una escudería: “Muchos decían que yo tenía todo, pero me faltaba el fútbol. Yo soy un enfermo del fútbol”, le explicó a Clarín, tras contar una emotiva historia en la que dice que le prometió a su padre, antes de morir, que algún día “Racing iba a jugar por los puntos en Casares”.
Agropecuario ascendió. Y está en pleno ascenso deportivo y mediático. Su historia está invertida, es perfectamente contraria al surgimiento de la mayoría de los clubes que hoy hacen al fútbol argentino. Es verdad, ya no estamos en el 1900. Cien años después la historia es otra y el fútbol está cambiando. Como explica Jorge Valdano, el fútbol es un espectáculo que atrae a multitudes en un mundo regido por el capitalismo. Y el capitalismo lo sabe y es por eso que el show, los medios y la publicidad cada vez son más influyentes en su desarrollo con bien de consumo. Bajo esa lógica, así como en Europa hace años vienen desembarcando empresarios con petrodólares, jeques o chinos, la más pura y acabada versión argenta se llama Agropecuario y se debe a una sola persona: un Grobocopatel.