Los empleados municipales en la mira

Los empleados municipales en la mira
29 mayo, 2017 por Gonzalo Assusa

Por Gonzalo Assusa para Islandia

Huyendo de la Alemania Nazi, el sociólogo Norbert Elias llegó a Winston Parva, un pueblo con nombre ficticio de la región de Leicester en el Reino Unido y un pequeño infierno en el que brotaban los grandes problemas de la humanidad “en miniatura”.

En Winston Parva los miembros del grupo de mayor antigüedad se atribuían a sí mismos las mejores entre las virtudes humanas. Se tenían en la más alta de las consideraciones. Se sentían personas más educadas, dignas y con más derechos que las familias recién llegadas, aquellos habitantes que los relatos de los vecinos respetables ubicaban siempre en la parte “de atrás” del pueblo.

Elias descartó pronto la búsqueda de grandes desigualdades en Winston Parva: contra la intuición común de la sociología, el investigador dio con que los ingresos monetarios de ambos grupos eran muy similares, sus ocupaciones eran parecidas y no existían marcadas diferencias étnicas entre los vecinos “de atrás” y los “de adelante”. Mayor fue su sorpresa cuando descubrió que los “de atrás” se definían a sí mismos como personas de menor valor, con menor educación y que merecían menos que los “de adelante”. Un verdadero Síndrome de Estocolmo sociológico.

En Winston Parva Elias descubrió que las personas no siempre desprecian la injusticia de las distancias. A veces simplemente sienten repulsión por las proximidades que perciben como promiscuas. La desigualdad no se procesa estadísticamente en los números (aunque los números siempre pesen). A veces la desigualdad condensa en sentimientos, y el odio y la indignación se dirigen hacia el par, hacia aquellos que tenemos más a mano.

Hace algunos días el ejecutivo municipal de Córdoba publicó en internet el listado de sus trabajadores con nombre, apellido, número de DNI y sueldo neto. La medida disparó fuertes debates sobre la importancia de la “información pública” y los derechos de “privacidad” y anticipa un período de conflictividad gremial ¿Qué es lo que en realidad está en juego?

Konichiwa, Ari(Macri)gato: la pobreza y la desigualdad de ingresos

En medio de su gira por el continente asiático el presidente de la república contó en los medios la sorpresa del emperador japonés al descubrir las exorbitantes cifras de pobreza en nuestro país. La misma semana los diarios cubrían con horror la situación de la niñez y la distribución del ingreso: más de la mitad de los jefes de hogar cobran menos del salario mínimo establecido por ley y más de la mitad de los niños en Córdoba vive bajo la línea de pobreza. Pero como ya lo dijo Walter Benjamin, es cómplice quien a esta altura del partido se sorprenda.

En un paisaje sociológico tan desolador,  la indignación socialmente disponible encontró en los asalariados privilegiados del Estado municipal un blanco inmejorable.  Sin embargo, es curioso cómo la subterránea argumentación mediática disfrazada de neutralidad estadística confiable deja marcada una atadura de cabos como migas en un camino de tierra: ¿De dónde salen los recursos? ¿Quién se apropia de lo que unos pierden? Los empleados públicos son, en este relato, la sangría de los fondos de un Estado que termina siendo rehén de su propia burocracia ¿Pero son los salarios estatales el centro de la puja distributiva? ¿Son los empleados municipales los que se apropian del porcentaje no conseguido en las demás paritarias? ¿Son los empleados municipales los que se quedan con la diferencia entre la inflación y el salario real de todos y cada uno de los trabajadores?

Según los datos publicados, de los cerca de 10 mil empleados del ente municipal, la mitad cobra menos de 23 mil pesos de salario neto y más del 90% cobra menos de 30 mil pesos. Cualquiera que pueda observar un panorama estadístico completo sabe cuán engañosa puede ser la cifra “promedio” de 41 mil pesos (muy arrastrada “hacia arriba” por los valores más altos) como representativa del total de trabajadores de la planta municipal.

La ONG OXFAM ha desarrollado una aplicación interesante para medir las desigualdades de ingreso en América Latina. Suponiendo que consignamos los datos de un empleado municipal que forma parte de esos 5 mil trabajadores que cobran alrededor de 22 mil pesos por mes de salario neto, OXFAM indica que esta persona debería trabajar 5 años y un mes para llegar a ganar lo mismo que un multimillonario argentino gana en el transcurso de un solo mes. Si hacemos el mismo ejercicio con el sueldo de un empleado administrativo del sector privado sin calificaciónen la rama del comercio, la calculadora de la desigualdad indica que debería trabajar 9 años y 11 meses para ganar lo que gana en un mes un multimillonario.

Otro dato curioso de la aplicación de OXFAM es que tanto el empleado municipal, como el administrativo privado, como muchos docentes ocupados a tiempo completo, forman parte del décimo decil de ingresos en nuestro país, es decir, el 10% de la población que mayores ingresos percibe. Tomando la misma medida los del decil 1 deberían trabajar 174 años y 11 meses para llegar a los volúmenes de ingresos mensuales de un multimillonario en Argentina.


Ser ubicados en la cima de la pirámide dineraria sorprende a muchos que tienden a imaginarse siempre en el sector “medio” de la escala de ingresos. Existe una cantidad de encuestas que señalan que alrededor del 80% de los argentinos se consideran a sí mismos de “clase media”. Pero en el fondo, aquel que debería trabajar 5 años y aquel que debería hacerlo casi 10 para llegar a la mensualidad de los miembros más ricos de nuestra sociedad están mucho más cerca entre sí de lo que suelen percibir, al mismo tiempo que están tan alejados de los verdaderos dueños de los recursos que terminan por perderlos permanentemente de vista.


No tardaron en aparecer políticos de diversa extracción para apoyar la “transparencia” de la medida. Tampoco demoraron en aparecer usuarios que reclaman saber cuánto cobran los empleados municipales cuyo sueldo saldrá de los bolsillos de los ciudadanos. Pero ¿Es efectivamente así? ¿Quién es el patrón del empleado público? ¿El ciudadano o el Estado? Y si es el ciudadano ¿Eso quiere decir que cada docente es empleado de su alumno? ¿Qué cada médico de hospital público es empleado de su paciente? ¿Qué cada juez es empleado del ciudadano al que le toca juzgar? Sorprende la comodidad con que la ciudadanía se calza la pechera de patrón, cuando en la Winston Parva cordobesa el vecino del lado se le parece demasiado, y el dueño de la fábrica –que casualmente además es el dueño del diario, de la empresa de transportes, de la empresa proveedora de servicio de internet y también de la pelota- está en el country en las afueras del pueblo, ganando maratónicamente la paritaria, trotando suave y guardando energías para cuando ni al ciudadano de a pie ni al empleado municipal le queden piernas ni aire para resistir.

La estrategia

Nadie con un mínimo de vida social puede seriamente ignorar que todos pensamos varias veces antes de preguntarle a un conocido cuánto gana. En las encuestas del sistema estadístico nacional es probablemente el dato que más se sub-declara y que más problemas trae en su captación. Es sumamente común ponerse incómodo al momento de declarar los ingresos, o de ver el recibo de sueldo de un tercero. Publicar todos estos datos en la web es mucho menos un acto de ampliación de la participación ciudadana, que la típica escena cinematográfica patoteril de mostrarle al amedrentado la foto de sus hijos saliendo de la escuela.


Aunque la argumentación oficial (y el respaldo del supuesto arco opositor) se haya centrado en las bondades cívicas de la disponibilidad de información pública “transparente”, es evidente que la publicación de los datos personales y los ingresos de los empleados municipales con nombre y apellido forma parte de una estrategia más amplia en la puja distributiva en la que los asalariados del sector público tienen un gran protagonismo.


Sería una necedad aislar este hecho como una manifestación de cultura política democrática en un contexto en el que, sólo en la paritaria docente, la patronal

• Llevó adelante prácticas intimidatorias y amenazas a la familia de Roberto Baradel

• Difamó personalmente al dirigente gremial en base a la cantidad de viajes al exterior que realizó durante su gestión al frente de SUTEBA

• Comandó una ridícula campaña de docentes “voluntarios”

• Reprimió sin miramientos con gas pimienta en la puerta del Congreso de la Nación

• Amenazó de juicio político a la jueza que dictó la obligatoriedad de la paritaria nacional según lo que indica la ley de financiamiento educativo.

La publicación de los salarios de los trabajadores tiene poco que ver con el acceso a la información referida al Estado, y está orquestada a la perfección con una campaña contra todo lo que haya “caído” en el sector público y que, por ese hecho, merece ser desechado, acorralado, estrangulado y corroído por una nueva era de reformas conservadoras, en la que las paritarias tendrán techos bajos sin pauta oficial: límites fijados por la estrategia del desgaste, de la exposición personal, de la desmoralización paulatina.

El desafío

El guante está en el suelo y los que desafían a duelo son los verdaderos dueños del poder  ¿Son los empleados del sector público los responsables por la desigual distribución del ingreso? ¿Son ellos los responsables de que la mitad de los jefes de hogar cordobeses cobren un sueldo menor al salario mínimo, vital y móvil? ¿Son ellos los culpables de que más de la mitad de los niños cordobeses vivan bajo la línea de pobreza? No, por supuesto que no.  Pero probablemente esta avanzada –parte de un ejercicio mediático sistemático que lleva año y medio- haya puesto de manifiesto que al juego de alianzas disponibles para los trabajadores del Estado y sus organizaciones hay que imprimirle un nuevo rumbo.

Las demandas corporativas del estilo “el salario no es ganancia” como primera causa del movimiento obrero durante muchos años y como bandera prioritaria entre trabajadores con sueldos relativamente altos tienden a consolidar los privilegios que alejan a los islotes de asalariados mejor posicionados respecto de un océano de trabajadores formales al borde de la pobreza, trabajadores informales y autónomos precarizados de todo tipo ¿Tenía alguna lógica hace tres años reclamar que un chofer de colectivos, un camionero o un empleado municipal con ingresos de 30 mil o 40 mil pesos mensuales esté exento del impuesto a las ganancias y un kiosquero monotributista estuviese obligado a pagarlo?

Si además de las acciones por vía judicial –que difícilmente surta efecto alguno, pues la intención del partido de gobierno no es la transparencia de la información sino la corrosión pública de una ya desgastada imagen de los trabajadores municipales- el sindicato pretende construir política de oposición al radicalismo cordobés, su definición –como la de Rodrigo Palacio- deberá ser por abajo.

*Por Gonzalo Assusa para Islandia

Palabras claves: empleados públicos, Municipalidad de Córdoba

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