¿De punible a inimputable?

¿De punible a inimputable?
18 mayo, 2017 por Redacción La tinta

«A la cárcel la sostenemos nosotros, los presos, la cargamos en los hombros y la sostenemos», me lo dice Juan, un detenido y condenado a reclusión perpetua a quien, hace un mes, un Juez le otorgó el beneficio de la libertad condicional luego de 18 años para que, otra apelación semanas más tarde, se la sacara de las manos para volver nuevamente al penal de Sierra Chica.

Por Bernardo Penoucos para Agencia Pelota de Trapo

Mientras Juan me habla miro de reojo hacia el salón que tengo a mis espaldas, que se utiliza de Juzgado y de espacio de educación terciaria. Miro de reojo porque escucho una voz fuerte que no para de hablar, con tono elevado y sin pausas. Quien esta hablando es Robledo Puch, con quien mas de una vez los docentes nos cruzamos por los pasillos del penal, entrando en algún salón o tomando un mate con nosotros en preceptoría.

Es una suerte de rito cuando Puch se decide salir del pabellón y caminar un poco por el complejo penitenciario para acercarse hasta el Terciario. En esta ocasión dialogaba hoy por la tarde con una mujer, que seguramente pertenecía a algún área educativa del penal y que se mostró dispuesta a escucharlo por un lapso para nada acotado. Generalmente Robledo Puch, cuando encuentra con quien hablar, lo aprovecha en tiempo prolongado.

Juan, que durante un mes fue libre y hoy camina de nuevo como detenido, lo mira a Robledo y me dice: «Miralo y fijate, hace 45 años que está preso, entró imputable y ahora no sabe en qué tiempo vive ni en qué lugar».


«A la cárcel la sostenemos nosotros, los presos, la cargamos en los hombros y la sostenemos», me dice Juan.


Las secuelas de Robledo Puch luego de 4 décadas y media en la cárcel son evidentes, su discurso a veces lo lleva a comentar el accionar de la triple A en tiempo presente y a criticar la gestión de Isabelita de Perón como Gobierno actual. Se acerca hasta nosotros, saluda y regresa a su pabellón.

Camina su mundo que es el mundo del encierro y la sombra prolongada, encierro que conoció antes de cumplir sus 21 años y carrera delictiva que inició a sus 18. Su rostro sigue siendo aniñado, ojos claros, manos pequeñas, por demás calvo y encorvado y cargando sobre sus hombros generalmente la misma campera de invierno con la que ha sido fotografiado en más de una ocasión.

Lo miro a Juan y entiendo que él también deberá transitar un largo camino de encierro hasta poder respirar el aire limpio que trasciende los muros. En cuanto a estos mismos muros, Juan me dice:


«Los muros son simbólicos, no están construidos ni siquiera para que no nos fuguemos, los muros están construidos para que nadie nos vea, para que nadie de afuera sepa sobre nosotros, los de adentro».


Pienso y sigo observando los rostros que pasan y saludan, un abrazo, dos abrazos, son los pibes que van llegando a estudiar con sus bolsas de nylon y sus cuadernos y fotocopias adentro apiladas y ordenadas; intento plantearme una mirada desde la totalidad, en esa unidad en lo diverso que la realidad nos exige para poder desentrañarla, en esa posibilidad de trascender lo aparente.

Cuando logro hacerlo y la reflexión inicia su curso lo que veo son niños, rostros de niños en cuerpos gigantes que se empujan y abrazan y bromean, cuerpos dolidos y marcados a fuego por los distintos modelos de mercado que gestionaron a los proyectos políticos y de los que ellos son hijos y nietos no reconocidos aun en pleno siglo 21.

Lo veo a Puch que ya está entrando al pabellón, el número 9, y el cuerpo que me envuelve se estremece al pensar y al sentir en tiempo real y concreto los años transcurridos desde su detención en la dictadura de Lanusse y luego el regreso de Perón, la muerte de Perón, la creación de la fuerza parapolicial de la triple A, el golpe de Estado Cívico-Militar, los 30.000 detenidos-desaparecidos, el regreso de la Democracia, el neoliberalismo, el 2001, todos los mundiales, todos los soles y las lluvias y él, que entrando imputable por una serie de delitos aberrantes, se terminó convirtiendo en inimputable por una serie de tratamientos resocializadores, también aberrantes y que al día de hoy lo ubican en confusiones de tiempos y gobiernos y espacios y personas y que con su caso ubica a la cárcel como un sistema añejado que hace rato caducó.

Vuelvo a mirar al resto de los pibes y la metáfora de que sus cuerpos cargan la cárcel se va materializando, concretando, cosificando; entonces empezamos la clase para romper lo simbólico del muro y para pensarnos mas allá de un número, de un castigo y de un encierro tortuoso, porque mientras el Estado no legisle de verdad en materia de niñez, adolescencia y juventudes, mientras el Estado no decida cuál es el proyecto que por fin se piense con todos y todas adentro, mientras eso no suceda, cada vez más pibes de nuestra patria y de nuestro cielo seguirán cargando la cárcel en sus hombros, las negaciones en sus curriculum y las soledades en sus historias.

*Por Bernardo Penoucos para Agencia Pelota de Trapo

Palabras claves: cárceles, No a la baja

Compartir: