Nunca dejes de escribir tus sueños

Nunca dejes de escribir tus sueños
17 abril, 2017 por Redacción La tinta

¿Cómo llegaron a mi casa? ¿Quiénes son? ¿Qué buscan? El relato de Lilian Velázquez nos lleva a conocer un poco de la lucha y el sufrimiento de quienes osaron enfrentar al poder de los dueños de la tierra. Creció en Misiones, en una familia que militaba en el MAM (Movimiento Agrario Misionero). A los 9 años vio por última vez a su hermano, dos días después del último golpe cívico militar. Sus palabras narran con naturalidad una tragedia que los asesinos quieren tapar hoy bajo la idea de una “historia completa”.

Por Alejandra Santiago para Derrocando a Roca

“Te acordás hermano, compañero amigo,
que me regalaste un lápiz en segundo grado
porque perdí el mío y me dijiste
“nunca dejes de escribir tus sueños”
no sabía en ese entonces, que tus sueños
vivirían en los míos;
amor, justicia, igualdad y paz”

Lilian Velázquez

26 de marzo de 1976. Pablo y Lilian juegan en su cuarto. Él tiene 17. Ella 9. “Nuevo gobierno”, tituló el diario de mayor tirada hace 48 horas. En la casa están su papá, su tío materno, un maestro y un vecino. De pronto unas decenas de botas irrumpen en su casa. Empiezan a revolver todo y dejan en el piso marcas de tierra colorada. Son gendarmes y policías y vinieron por todo. En el fondo van acumulando libros, incluídos títulos infantiles. Queman todo, hasta los juguetes y fotos familiares. A los hombres de la casa los ponen contra la pared. A Pablo también. La destrucción continúa y empiezan los golpes. “¡Vamos, al camión!”, se escucha. Su papá, su tío y los amigos de la familia son obligados a subir. Lilian le muerde el brazo a un gendarme para que no se lleven a su hermano, pero es inútil.

Su padre volverá años después. Su destino luego del secuestro fue una cárcel de alta seguridad en Resistencia, Chaco. Espera a Lilian a la salida del colegio, que ya tiene la edad de Pablo cuando fue secuestrado. Pero ella no reconoce en ese hombre chiquito y débil al padre que supo tener. Luego de tanto tiempo sin verse su papá espera un abrazo. Pero Lilian se queda parada. Mira para todos lados y espera que aparezca su hermano detrás de algún árbol. “Pablo ya no va a volver”, le dice su madre con la mirada. “Solo pude correr”, recuerda Lilian. ¿Cómo no reconocer a su padre? ¿Cómo que no iba a volver a ver a Pablo? Corrió. Fueron 14 kilómetros de tristeza, de impotencia.

Pero la historia de Lilian Velázquez está llena de vida, se le dibuja una sonrisa cuando recuerda aquellos días en que acompañaba a su papá y a su hermano a recorrer las chacras misioneras. “Desde el Movimiento Agrario Misionero (MAM) alfabetizábamos a los campesinos”. “En la educación está el principio de todo, es responsabilidad de los compañeros traspasar lo que saben”, reflexiona al recordar a su familia. Desde su más tierna infancia se acostumbró a ver a su papá escribir. Él era periodista y ella planeaba, sin saberlo, seguir sus pasos. El MAM, el espacio de militancia de toda la familia, nace en 1971 a partir de un choque de intereses con la burguesía agraria de Misiones representada por la Asociación Rural Yerbatera Argentina -ARYA-, Centro Agrario Yerbatero Argentino -CAYA-. El MAM representa los intereses de las clases más bajas de la producción yerbatera. Con representación en 65 colonias, en su primera asamblea en Guaraní, a 20 kilómetros de Oberá, se definen como “instrumento de defensa, servicio y control de los intereses económicos y sociales de los agricultores”.

Durante la dictadura entre 1976 y 1983 los militares dividieron al país en 6 zonas, dos en el norte, dos en el centro y dos al sur. El Nordeste incluía a Corrientes, Chaco, Misiones, Santa Fé y Formosa, provincias con la mitad de población urbana y mitad de población rural. Allí se estableció el II Cuerpo del Ejército, a cargo del General Leopoldo Fortunato Galtieri, ocupando el Área Militar 232. El 76% de las desapariciones en esta zona ocurrieron entre 1976 y 1977, producto de los operativos de acción cívica llamados “Toba I”, “Toba II”, “Toba III” y Toba IV”. Quienes se organizaban contra los terratenientes, hablaban de reforma agraria y luchaban contra la explotación infantil en las chacras, fueron el primer objetivo. Estaban marcados.

“La sala de ensayo de los 4 decretos que firmó Isabel Perón en el año 1975, de eliminación total de “la subversión”, fueron todos los ingenios, la tarefa, fueron por los campesinos organizados”, afirma Lilian. En esa oleada de desapariciones es que cayó su familia. Hoy es ingeniera agrónoma, militante del FOL (Frente de Organizaciones en Lucha) y del Encuentro Memoria Verdad y Justicia, donde trabaja investigando los archivos y testimonios.

Eliminar la lucha campesina fue uno de los objetivos del golpe. ¿Qué recordás de esos años previos?

En esa época Misiones no era tan poblada como ahora. Es una provincia chica, se conocen todos. Las calles que hoy son rutas asfaltadas en ese entonces eran de barro. A parte de ser pocos, toda la sociedad estaba organizada, no había alguien que no lo estuviera. O eras facho o estabas organizado. Mi viejo, mi tío, mi hermano y otros compañeros recorrían la provincia para alfabetizar a los compañeros campesinos. Hasta hoy los tareferos recuerdan esos días en que aprendieron a leer y escribir con mi hermano o conmigo. La alfabetización era política también. Pero una vez que ocurrió el golpe, la mayoría de los del MAM (Movimiento Agrario Misionero) fueron desaparecidos o asesinados en sus chacras, aparecían tirados en cualquier parte de la ruta. Ellos previamente se imaginaban que podía pasar algo, pero no el genocidio que ocurrió. Estaban comprometidos para hacer realidad ese sueño por el que luchamos hoy también: hacer un mundo más justo y más igualitario. Estaban dispuestos a dar su vida, tenían un convencimiento claro de hacía donde iban y luchaban por el socialismo obviamente.”

El tío de Lilian, hermano de la madre, era de la nación Mbyá Guaraní. Fue secuestrado la misma noche que su hermano y su padre, y liberado dos años más tarde. Luego de seis meses fue asesinado en su chacra. Lo encontró un vecino cinco días más tarde. “La policía dijo que se había suicidado de un tiro en la nuca”, relata Lilian. “Se mataron entre ellos”, se decía. “Estaban borrachos”, le agregaron por ser miembros de comunidades originarias. Como Celestino Aigo, joven mapuche desaparecido en el 76 a los 23 años por agentes civiles. Como Horacio Canelo, comechingón desaparecido en el 79.

¿Qué reflexión hacés a 41 años del golpe en un contexto donde se cuestiona por ejemplo el número de desaparecidxs y se intenta “dejar el pasado atrás”?

«Ningún gobierno tuvo en cuenta los derechos humanos de los hermanos originarios. Se quiso exterminar la cultura originaria. Porque esa cultura no produce ganancia, no necesita marketing».

Hay que tener en cuenta que acá hubo un plan, que se llamó Plan Cóndor (NdeR: un plan de coordinación de acciones y apoyo mutuo entre las dictaduras de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay) para exterminar a todos los luchadores organizados de Latinoamérica y así poder imponer la dependencia económica, la incultura total, ser el patio trasero. Acá hubo un genocidio, no me vengan con que fue una guerra sucia. Guerra sucia fue la de Malvinas porque dejaron morir a todos nuestros soldados de hambre y los torturaron. Quien niega que hubo crímenes de lesa humanidad es cómplice de ese genocidio. No se puede callar una verdad que grita por todos lados. Aún cuando los responsables sigan en el poder. Acá vivimos una dictadura cívico, militar, religiosa, financiera y cultural.

A través de tu historia rescatamos la lucha campesina, muchas veces olvidada…

Ningún gobierno tuvo en cuenta los derechos humanos de los hermanos originarios. Se quiso exterminar la cultura originaria. Porque esa cultura no produce ganancia, no necesita marketing. Un originario no va a abandonar su cultura, aunque lo civilicen, aunque le pongan traje, aunque lo eduquen en una facultad, él siempre va respetar sus chamanes, va a respetar su religión. Su religión es la naturaleza, es el hermano, es el otro. Para la visión capitalista es un subversivo más. Fijate que pasa con los mapuches. No abandonan su tierra aunque los maten.

¿Cuáles son para vos las tareas para esta etapa?

Tenemos un montón. Lo más urgente es exigir que se abran los archivos, muchos padres se murieron sin saber qué pasó con sus hijos. Desde el Encuentro de Memoria Verdad y Justicia, hay que seguir con las querellas, hay que prepararse para estar ahí. Seguir denunciando y escrachando, porque el escrache va a volver. El Vaticano iba a abrir algunos archivos, pero solo los que ellos consideren que tiene que ser público, más de la mitad de las cosas no nos vamos a enterar nunca, porque es como un secreto de confesión. Los archivos de esos años tienen que ser públicos, para que todos puedan acceder, no solamente a familiares o compañeros. Esa es otra forma de tapar la memoria, la memoria jurídica, la historia de nuestros compañeros, de tapar el horror que pasó no solo Argentina, sino en toda América Latina.

La charla llega a su fin. El grabador se apaga. El bar está lleno, pero no hay ruido. La taza de café con leche que pidió Lilian está llena. Su café frío hace largo rato. La imagen de esa noche del 26 de marzo de 1976 queda encerrada en la memoria, se repasa cada segundo. Pero cada vez que la describe deja de ser de ella, se suelta, se libera, pasa a formar parte de la memoria colectiva. El miedo a ser descubierto. Los genocidas aún libres. Los asesinos con cargos en el poder. Cuando el relato empieza a ser testimonio, se recupera parte de nuestra historia. Aunque quemen los archivos, como hizo el Gobernador de Misiones Carlos Rovira en 2005. Aunque la disfracen, como César Milani. Hay más de 30000 razones para seguir peleando por un mundo igualitario. Esos sueños siguen vivos, no los pueden desaparecer.

*Por Alejandra Santiago para Derrocando a Roca

Palabras claves: Plan Cóndor

Compartir: