En las villas: ¡urbanismo feminista!

En las villas: ¡urbanismo feminista!
28 abril, 2017 por Redacción La tinta

En la ciudad de Buenos Aires se adelantan procesos de reurbanización en cuatro barrios: Villa 31, Villa 20, Barrio Rodrigo Bueno y Playón de Chacarita. Una oportunidad para incorporar la perspectiva de género hacia un urbanismo de la igualdad.

Por Ana María Vásquez Duplat para Marcha

El movimiento feminista es un crisol de resistencias que, aún con diferencias en su interior, se organiza detrás de una lucha fundamental que es la de la conquista de la igualdad y la libertad. Si tuviésemos que elegir el rasgo que unifica los diferentes feminismos, tal vez sería el que todos ellos intentan derrotar el orden y los sentidos impuestos por la hegemonía. El feminismo, en este sentido, es un universo de ideas contra-hegemónicas. Este carácter, le otorga al movimiento feminista una potencia transformadora única que ha permitido que, hoy por hoy, se convierta en un sujeto político revolucionario internacionalista capaz de penetrar e imprimir sus rasgos específicos en el contexto de otras resistencias, incluidas aquellas donde la disputa por la tierra, el hábitat y la vivienda tienen un lugar central.

Tal como lo plantea el Col·lectiu Punt 6, cooperativa de arquitectas, sociólogas y urbanistas que trabajan el urbanismo con perspectiva de género, “las ciudades han sido pensadas y construidas siguiendo los patrones y valores imperantes en la sociedad patriarcal y capitalista. Se han aplicado criterios considerados abstractos, neutrales y normales que, sin embargo, obedecen a experiencias bien concretas: la de una minoría masculina, de mediana edad, heterosexual, con trabajo estable, y con las tareas de la reproducción resueltas de manera invisible”. El feminismo tiene, en este marco y en contraposición a este modelo, propuestas concretas para aportar a la construcción de ciudades igualitarias.

En la Ciudad de Buenos Aires, la reurbanización de villas y asentamientos se concibe como la lucha más histórica e importante en términos de disputa por el territorio, y allí el rol del feminismo también puede –y debe- ser crucial.En relación a ello hay dos líneas a abordar: la feminización de las luchas y el aporte diferencial de las mujeres en la pelea por el hábitat y la vivienda; y las herramientas para la incorporación de la perspectiva de género en el diseño de los proyectos de reurbanización.

El recorrido por las resistencias barriales no deja lugar a dudas de que las mujeres villeras son protagonistas del sostenimiento de las luchas y la auto-organización colectiva. En el marco del análisis sobre el ecofeminismo, Leff se pregunta, ¿hay una afinidad natural de las mujeres con la naturaleza que legitima sus reivindicaciones sociales y las vuelve voceras privilegiadas de los derechos de la naturaleza?, en este sentido podríamos abrir este mismo interrogante respecto de si existe una afinidad, natural o no, de las mujeres con el hábitat que las lleva a ser portavoces del derecho a la vivienda. Una respuesta anticipada, nos lleva a pensar que los roles de cuidado impuestos a las mujeres, el asimilamiento histórico de lo privado con lo femenino y la tarea de reproducción de la vida familiar establecen especificidades que atribuyen a las mujeres una relación particular con la vivienda y el barrio; que si bien no puede ser concebida como natural, si puede privilegiar o fortalecer su participación protagónica en las resistencias por el hábitat y la vivienda digna.

Las mujeres han dejado su huella en el desarrollo de las luchas urbanas por la vivienda y la tierra. El cuerpo de las mujeres (especialmente aquellas en estado de embarazo o con hijos menores) ha tenido un papel protagónico indiscutible, especialmente en las luchas contra los desalojos. Tanto en acciones de resistencia como en procesos de judicialización de los conflictos, son las mujeres las que ponen su cuerpo como instancia de defensa ante el poder policial o judicial del Estado. Se reconoce así una clara relación entre territorio-tierra y territorio-cuerpo.

Así como las mujeres, reivindicándose feministas o no, son protagonistas de las luchas urbanas. La perspectiva de género también debe serlo. En las últimas décadas las mujeres hemos conquistado, por valentía más que por libertad, la posibilidad de andar por la ciudad. Sin embargo, cada una de nosotras aprende desde temprana edad cual es el tipo de lugar y hora en el que podemos usar y disfrutar plenamente la ciudad. Hasta hace un tiempo, nada remoto, las llamadas “mujeres de la calle” eran aquellas en situación de prostitución o las cuestionadas por su liberación sexual, el resto estaban confinadas al hogar como su espacio “natural”, mientras tanto los varones podían moverse y controlar libres y sin cuestionamiento tanto el espacio público como el privado. Las ciudades por tanto son una proyección de necesidades, deseos y valores preponderantemente masculinos.

Es por ello que, hasta ahora, las ciudades han estado planificadas bajo la lógica de la producción y el desarrollo económico, y es este paradigma el que un urbanismo con perspectiva de género viene a romper, proponiendo ciudades diseñadas pensando en las personas y por tanto en la reproducción y mejora de las condiciones de vida de todos y todas. No se trata solamente, entonces, de realizar adecuaciones urbanas para subsanar problemáticas que afectan exclusivamente a mujeres y niñas, sino de integrar la lógica de la reproducción y el cuidado como ejes del diseño urbano para el tránsito hacia ciudades más humanas, mejor vivibles, sin desigualdades de ningún tipo, y lógicamente sin reproducir roles de género socialmente impuestos. Es allí donde se encuentra la potencialidad y necesidad de incorporar al urbanismo feminista en la planificación de la ciudad en general, y en la de los proyectos de reurbanización de villas y asentamientos, en particular.

Las mujeres quieren una ciudad segura, donde sea fácil la convivencia, igualitaria, en la que los barrios se vayan equilibrando, con dotaciones, equipamiento educativo y de salud y comercios próximos a la vivienda, buen transporte y espacios públicos acondicionados para el encuentro familiar y para ser transitados a cualquier hora de manera segura. Actualmente, en la Ciudad de Buenos Aires se adelantan procesos de re-urbanización en cuatro barrios (Villa 31, Villa 20, Barrio Rodrigo Bueno y Playón de Chacarita), esta debe concebirse como una oportunidad para empezar a incorporar la perspectiva de género, aportando desde estas experiencias propuestas encaminadas hacia un urbanismo de la igualdad.

Hasta ahora, en el marco de estos procesos, se ha logrado dar un paso importante aunque aún insuficiente para lograr dicho objetivo. Gracias a la lucha de las vecinas del Playón de Chacarita la violencia de género ha sido incorporada como criterio de prioridad para la adjudicación de vivienda nueva en la ley de re-urbanización del barrio, sancionada en el mes de marzo de este año. De esta manera se ha sentado un precedente legislativo en materia de urbanización, que permite empezar a dar relevancia a una problemática concreta que afecta de manera particular a las mujeres y niñas de los barrios más pobres de la Ciudad.

Diferentes investigaciones demuestran la relación existente entre la emergencia habitacional y la violencia de género. Especialmente la imposibilidad que tienen las mujeres de salir del círculo de violencia al no contar con la posibilidad socio-económica de abandonar la casa que comparten con la persona que propicia dicha violencia. Esta incorporación legislativa no solamente genera la obligación al gobierno local de otorgar una vivienda de calidad para atender la problemática, sino que deja abierta una ventana de oportunidad para incorporar la perspectiva de género en el diseño del proyecto de urbanización respecto tanto de la construcción de la vivienda nueva como de la reurbanización del barrio existente.

El desafío, para las vecinas y vecinos y para las organizaciones sociales y políticas que acompañan el proceso, será lograr incidir con propuestas metodológicas y urbanísticas concretas para un relevamiento integral de la violencia de género y para el diseño de un barrio que respete todas las dimensiones del Derecho a la Ciudad, perspectiva que también fue incluida como principio rector de la ley de reurbanización del Playón de Chacarita. Una buena inclusión del enfoque del urbanismo feminista y del Derecho a la Ciudad implicará un diseño que ponga el eje en las necesidades y deseos de las personas, y esto llevará a la construcción de un barrio verdaderamente igualitario.


*Por Ana María Vásquez Duplat para Marcha . Integrante del Colectivo por la Igualdad y La Ría, corriente crítico feminista.

Fotos: Sub Cooperativa de fotógrafos

Palabras claves: ecofeminismo, feminismo, reurbanización, Villa 31

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