Mujeres en los medios de comunicación
Por Desirée D´Amico para La Tinta
Hace unas semanas atrás, desde el Centro Cultural San Vicente, me invitaron a coordinar una actividad por el 8 de marzo día internacional de la mujer. El objetivo de la charla era reflexionar sobre el rol de las mujeres trabajadoras en los medios de comunicación masivos de Córdoba, desde las experiencias de trabajar en: Radio Nacional, Cadena 3, Canal 12, Teleocho y Canal C.
El motivo de mi participación tenía que ver con estimular algunos interrogantes y reflexiones que podemos tener como mujeres, vecinas del barrio, espectadoras y sujetos de cambio a partir de un diálogo recíproco entre “los medios y los territorios”. Como mujer que soy, integrante de una organización barrial (la Red de Vecinos/as de San Vicente), docente universitaria, compañera de vida, entre tantos otros roles que me tocan y elijo ejercer, me dirigí a la charla con mis (pre)conceptos, (pre)juicios y toda mi carga reflexiva. Pensaba encontrarme con historias de vida particulares según su profesión, distintas libertades al momento de expresar sus experiencias en los medios, formas de vivir distantes a aquellas que tenemos otras mujeres.
Al llegar al Centro Cultural planificamos una pequeña “previa” donde nos presentamos y compartimos los objetivos del encuentro: reflexionar sobre las trayectorias de vida de estas mujeres locutoras de radio, conductoras de programas de televisión y periodistas de noticieros, hablar sobre cómo aparecen hoy las mujeres en los medios, y frente a esto, cuáles son los desafíos que consideran que tenemos, y que ellas tienen en particular, como referentes de medios.
El supuesto que me guiaba y tal vez motivó a muchas mujeres y hombres que se acercaron a la charla y se sacaban fotos con las periodistas, era escuchar las particularidades de quienes tienen acceso a otros lugares, otra información, pudiendo ser un nexo entre muchas otras voces que observan, que claman por visibilizar su palabra. En el fondo me hacía preguntas que creía podían compartir otras personas que se habían dado cita en ese lugar: ¿qué posibilidades tienen estas mujeres de “desenmascarar las distintas realidades sociales” de opresión y violencias hacia otras mujeres y géneros? ¿cuán conscientes son de ese poder? ¿cuáles son los marcos de acción que brindan los medios masivos para colaborar en la transformación de esas realidades?
Durante la charla luego de hacer una breve presentación del currículum de las participantes, cada una de ellas comenzó a desandar cómo comenzó su experiencia por los medios de comunicación masiva. Entre risas y un clima distendido comentaron cómo, en un caso el sueño de ser locutora había empezado durmiendo con una radio desde la niñez, en otra el deseo de ser corresponsal “de guerra” o “conflictos importantes”, el amor por el teatro y ser periodista, las habían encontrado de diferentes maneras en el difícil terreno de los medios.
Digo difícil, porque todas coincidieron en que para llegar a donde están hubo que desafiar los primeros roles y lugares que les asignaban: la chica linda que dice el pronóstico, el clima machista que a veces rodea los estudios de radio y televisión, el demostrar que como mujer se puede argumentar y no siempre asentir lo que dicen los hombres, las decisiones de abandonar ciertos espacios para construir alternativas en las que se sintieran más cómodas en su trabajo.
El clima distendido se conjugó de a poco, con la reflexión y así aparecieron algunas tensiones que regularmente podemos vivir como mujeres, cómo es resolver las responsabilidades de ser trabajadoras y madres, la necesidad de “demostrar” cuán buenas somos para ocupar ciertos puestos, el desafío de elegir ser una mujer distinta y tener diferencias respecto a la propia elección de género, y de remar muchas veces contra la corriente para sentirnos y estar mejor, plenas y sujetas de derechos.
Así, de pronto, sus testimonios se mezclaron con mis propias trayectorias de vida y la actividad se transformó en un espejo donde imágenes propias y ajenas se reflejaban en mí. Llevándome a reinterpretar un recorrido personal sobre la complejidad que supone ser mujeres, semejantes y diversas a la vez.
Habitar el cotidiano
En otras palabras, más allá de las particularidades de ser mujer en los medios de comunicación, el espacio dio lugar a la emergencia de otros dilemas que tanto ellas como nosotras mismas como mujeres experimentamos desde nuestro “habitar” cotidiano: la tensión de ser trabajadora, madre, compañera, cumplir horarios e intentar hacer lo que nos gusta. La necesidad de trabajar más para lograr ciertos puestos y remuneraciones semejantes a los hombres, las búsquedas personales por “ser” y lograr transformar las realidades, siempre acompañadas por el contexto socio-político que nos rodea, y que alguna de ellas llamó como las “circunstancias”.
Estas circunstancias que hoy posibilitan o condicionan en parte lo que fuimos y somos, nos acompañan como construcciones sociales y políticas que han ido cambiando y nos siguen desafiando también sobre lo que podemos ser.
En este futuro deseable y posible, los medios también serían un termómetro que va acompañado de los cambios sociales, producto de luchas y resistencias. Esto ha posibilitado, según algunas de ellas, que cada vez más los medios hoy no sean las únicas voces autorizadas para construir realidades, sino que también deban escuchar las luchas sociales y distintas fuentes de información -en especial aquellas que provienen desde las redes sociales- que permean o se disputan la capacidad de perforar las agendas periodísticas hegemónicas.
Aunque los desafíos siguen siendo muchos, ya que la persistencia de “Ni una Menos” y tantas otras luchas sociales, nos habla de múltiples desigualdades y discursos/prácticas que llevan a reproducir esas mismas violencias que se critican y se (re)producen también desde los medios, las vivencias de estas mujeres refuerzan los planteos de Kate Millet, Judith Butler y tantas otras mujeres que ya dijeron “lo personal es político”. Es decir, es en esa ineludible conjunción entre lo “individual” y lo “social” donde se encarnan posibilidades de reproducción o transformación de nuestros propios cuerpos en tanto espacios políticos limitados, pero también abiertos a nuevas posibilidades de acto, de cambios.
De allí la importancia de la generación de espacios de reflexión, de permitirnos el poder de la palabra y la expresión, donde podamos sacarnos ciertas máscaras y (re)pensarnos como seres diversos pero semejantes a la vez, donde nuestros cuerpos no son solitarios sino que también encarnan significaciones sociales, culturales, políticas. Desnaturalizar con otras y otros nuestro ser oprimido, en proceso de cambio, contradictorio, todavía “niña” pero también en crecimiento, en lucha y en el encuentro con otros. Tal vez sea una clave para asustar aquella parte de esa niña que fuimos y no nos gusta y a veces nos impide ser más mujeres, luchadoras y sujetos plenos de derechos como nos merecemos. Ojalá que así sea.
*Por Desirée D´Amico para La Tinta