Recuperar la voz: rap feminista latinoamericano
“Por medio de la rima hacemos que muchas mujeres griten, hablen, que sean escuchadas. Que con cada canción sientan que no están solas, que estamos vivas y que somos libres de pensamiento. Que su lucha es nuestra lucha, y que no es en vano”. Estas palabras de la rapera caraqueña Anarkía Ruiz capturan la conciencia del rap feminista en Latinoamérica. Una corriente en continuo crecimiento que trata de restablecer los conceptos de diversidad, respeto e igualdad en la cultura hip hop.
Por Carlos Bouza para Pikara Magazine
En 1979, Sylvia Robinson, una mujer negra de aguda visión empresarial, ayudó a colocar los cimientos de Sugarhill Records, discográfica pionera en la comercialización y expansión de la primera música rap. La cultura hip hop se encontraba por entonces en pleno proceso de construcción, buscando su forma definitiva en distritos neoyorquinos que, como el Bronx, habían sido azotados por una larga cadena de políticas sociales, económicas y urbanísticas devastadoras. En esos territorios, convertidos en fértiles laboratorios de ideas, los jóvenes negros y latinos se aventuraban en la búsqueda de un lenguaje común, que ayudase a transformar la violencia latente en una oportunidad creativa para el juego subversivo, al margen del sistema dominante.
Tras un largo proceso de experimentación conjunta, el hip hop se convirtió finalmente en una forma cultural sólida, exportable y multiforme, articulada en torno a cuatro elementos básicos: el rap (la poesía), el turntablism (su armazón musical), el breakdance (el baile) y el grafiti (la pintura).
Diez años después, la poesía y la música habían evolucionado hasta atomizarse en decenas de nuevas direcciones, dominando la industria musical norteamericana y extendiéndose rápidamente al resto del mundo. Sin embargo, algo se había perdido por el camino: el espíritu colaborativo que había unido a chicas y chicos en un esfuerzo común no tardó en diluirse, contaminado por la lógica androcéntrica de ese poder al que el rap debería estar combatiendo. Un dato revelador: en Generación Hip Hop (Caja Negra, 2014), el ambicioso ensayo de Jeff Chang que recorre la historia del género, la presencia femenina en el abultado apéndice a modo de “discografía básica” es prácticamente residual.
El hip hop llegó a Latinoamérica en los años ochenta, bajo la forma de una promesa, y se asentó en las dos décadas siguientes como una realidad estable y en continua efervescencia. Al igual que en EEUU, el rap latino funcionaba como un amplificador de realidades sociales concretas, por lo que no es extraño que fuese permeable a las heridas históricas (regímenes militares, feminicidio, profundas brechas económicas) que el mapa latinoamericano arrastraba durante un largo tiempo. De esta forma, junto a las expresiones más lúdicas del género, se desarrolló un foco de resistencia desde el que se devolvía al rap su condición de herramienta de combate. Es en estos márgenes donde se gesta lo que hoy identificamos como un boom de las rimas feministas, en el que cientos de femcees descubren su poder y deciden pasar a la acción, reclamando su papel de sujetos activos dentro de una cultura que las había desplazado durante años.
El rap feminista restauró el valor de la lucha en común y forjó nuevas redes. De este espíritu cooperativo surgieron iniciativas como el disco recopilatorio Femcees, Flow Feminista (2014), financiado a través de crowdfunding y concebido como un impulso hacia un reto mayor: apoyar a “grupos y redes de mujeres feministas y defensoras de los Derechos Humanos del Estado español, Latinoamérica y el Caribe”, destinando a estas plataformas los beneficios íntegros de la obra. O, el pasado mes de octubre, el festival La Rima en Barcelona, cuyo cartel incluyó a latinoamericanas como Krudas Cubensi.
La siguiente panorámica no tiene una pretensión exhaustiva, pues eso sería imposible. En nuestro breve itinerario buscamos pistas acerca del trabajo de diez mujeres, establecidas en nueve países: algunas formaron parte de la citada recopilación; otras, trabajan desde distintos ámbitos para construir un espacio de creación inclusivo, plural y libre de machismo.
REBECA LANE: “Ni dios ni patria, ni marido ni partido”
La guatemalteca Rebeca Lane se formó como rapera desde la poesía, aceptando así el legado de una tía poeta y guerrillera, desaparecida por el ejército cuando arrancaba la década de los ochenta. De forma natural, y seducida por la cultura hip hop, su escritura comenzó a derivar hacia formas que permitían ser rapeadas y volcadas en canciones, convirtiéndose en una pionera del rap feminista en Guatemala. Socióloga forjada en el anarquismo, asegura que su arte nace del cuestionamiento de la propia identidad y de las construcciones sociales que la configuran, y concibe sus temas como si fuesen pequeños ensayos, pensados para saltar de las academias a las calles. Sus dos discos hasta la fecha, Canto (2014) y Poesía Venenosa (2015), pueden escucharse en su cuenta de Bandcamp, y ambos están disponibles para ser descargados gratuitamente.
MARE ADVERTENCIA LÍRIKA: “Esta es mi vida, mi cuerpo, mis decisiones”
Si Rebeca Lane saltó de la poesía al rap, la oaxaqueña Mare Advertencia Lírika se introdujo en la órbita del hip hop a través del grafiti. Bajo sus rimas, estimuladas por una batidora de sonidos que incorpora elementos del folklore mejicano, el reggae o el funk, no es difícil detectar el aliento constante de la violencia. De hecho, sus dos obras en solitario, ¡Qué mujer! (2010) y Experimental Pole (2013), giran obsesivamente en torno a dos preocupaciones: la resistencia frente al patriarcado y la denuncia de la intensa corriente de agresividad (contra las mujeres, contra las comunidades indígenas) que sacude al país azteca. Volcada en proyectos educativos, no sólo emplea el rap como un medio para alentar el pensamiento crítico, sino que también participa activamente en talleres y cursos orientados a potenciar la emancipación femenina.
CAYE CAYEJERA: “Géneros rígidos, perfecto mecanismo”
Esta artista ecuatoriana de amplio espectro, autodefinida como transfeminista, es una cara conocida entre los colectivos lésbico-feministas de Quito, con quienes participa en actividades que van desde el teatro a la intervención creativa del espacio público. Su proyecto más difundido hasta el momento es la iniciativa documental autogestionada Mujeres Tras La Cámara, que captura el proceso de resistencia y lucha de las mujeres sudamericanas ante los conflictos mineros, petroleros, agro-productivos y de instalación de infraestructura. Como femcee, Caye Cayejera no ha editado todavía ningún disco, aunque los fragmentos de su trabajo desperdigados en la red apuntan hacia la necesidad de desarticular los modelos heteronormativos y reivindicar la diversidad. El videoclip de su canción Puro Esterotipo, renuncia a los acostumbrados clichés promocionales, al plantearse como una pequeña guía de autodefensa en situaciones de agresión sexual.
ANARKÍA RUIZ: “Cansadas de violaciones, cansadas de humillaciones, nos veían poca cosa, ahora…¡agárrense los pantalones!”
Venezolana de Caracas, Anarkía Ruiz no sólo es una pionera del rap feminista en su país: además, podemos considerarla como una precursora de esta corriente musical y política en toda Latinoamérica. Comenzó a entrenarse como rimadora en 1999, con apenas 16 años, y tras formar parte del grupo Dr. Scratch inició una larga lucha para establecerse como femcee en solitario. Enfrentada a un ambiente cultural anquilosado y con pocas infraestructuras, finalmente consiguió fijar su rap agresivo en la torrencial mixtape Prefiero Ser Así (20114): una grabación que documenta la vida de los jóvenes en los barrios caraqueños y reivindica el papel de las mujeres en los procesos históricos de resistencia e insurrección. Desde hace más de un lustro, trabaja para instalar una red de apoyo entre mujeres raperas en Venezuela, siguiendo el ejemplo de los colectivos Mujeres Trabajando (México) y Somos mujeres, somos hip hop (Ecuador).
JEZZY P: “Mis ideales son ya mis normas”
Jezzy P fue una de las primeras mujeres rimadoras que se atrevieron a alzar la voz en Ecatepc, el municipio mexicano con mayor tasa de feminicidios, y desde allí consiguió sentar las bases de una comunidad hip hop heterogénea y crítica. Comenzó a foguearse en 1996 con la banda Pollos Rudos, junto a la también rapera Luz Reality, abriéndose camino en un territorio en el que la presencia de mujeres femcees era menos que anecdótica, y siete años después ya había conseguido asentarse como una artista autónoma de creciente proyección comercial. Desde 2009 es una de las caras visibles de los colectivos Rimas Femeninas, consagrado a visibilizar la música de chicas raperas surgidas del underground mexicano, y Mujeres Trabajando, que incentiva la creación femenina dentro de las cuatro disciplinas que integran la cultura hip hop. Sus canciones, con un marcado acento en asuntos como la discriminación por género y el valor del trabajo comunitario, han sido reunidas hasta el momento en cinco discos propios y varias recopilaciones.
DANAY SUÁREZ: “La esclavitud comienza en el hogar”
Aunque Danay Suárez ha sido descrita como “la representante del hip hop con conciencia feminista” en Cuba, el rap es sólo unos de los muchos ingredientes que esta habanera incorpora a una propuesta musical en continua reformulación. Vinculada en sus inicios al cante lírico, su versatilidad como vocalista le ha permitido moverse indistintamente en el territorio del jazz, el bolero o el soul, perfeccionando una fusión con la que ha recorrido escenarios de todo el mundo. Tanto por su interés en los conceptos de dignidad y rebeldía, como por su elegante condensación de estilos, sus discos Polvo De La Humedad y Flores (ambos de 2014) pueden considerarse como descendientes directos de las mejores obras de Lauryn Hill (The Miseducation Of Lauryn Hill) y Erykah Badu (Baduizm).
DIANA AVELLA: “Mujer nací, en un mundo pa’ machos, de güevas, de pantalones, de golpes, de maltrato”
Diana Avella creció en Santa Rosa De Lima, un municipio bolivariano abandonado a su suerte, en el que no era extraño tropezarse con un cadáver nada más salir a la calle. Acostumbrada a encadenar y simultanear empleos que raramente ofrecían un respiro a la asfixiante economía familiar, se concentró en dos objetivos: estudiar para poder salir del barrio, y perfeccionarse como rimadora para enfocar su pasión por el hip hop. Los inicios no fueron fáciles: durante años lidió con productores que le cerraban las puertas, asegurándole que el rap era cosa de hombres. Sin embargo, tras un camino lleno de obstáculos, consiguió sacar adelante sus primer disco oficial, Nací Mujer (2010): una grabación respaldada por un amplio núcleo de DJs, en la que rapea con furia sobre las desigualdades económicas y de género que inundan todos los ámbitos de la vida cotidiana. Hoy, Diana es licenciada en Lengua Castellana, y la artista colombiana de rap con más giras internacionales. Además, forma parte del Colectivo Distrital De Mujeres Hip Hoppers, concebido para apoyar la cultura urbana femenina en Colombia.
RIMA ROJA EN VENUS: “Las mujeres hoy unidas hacemos la diferencia”
Para Venus Castillo, femcee y locutora de radio, el rap fue una terapia para extirparse el dolor tras la muerte de su hermano. En 2010, después de haber formado parte de distintos grupos musicales, fundó junto a la también rapera Mariela Salgado el dúo quiteño Rima Roja En Venus: Venus por la diosa romana del amor, la belleza y la fertilidad, y el rojo como color asociado a la revolución. La idea era “quejarse, pero aportando soluciones”: es decir, buscando mecanismos de resistencia frente a las imposiciones del sistema. Así concibieron su primer álbum, Libre Albedrío (2012), un puñado de rimas en contra de todas las normas y leyes orientadas a restringir la libertad individual. Dos años después, Sin Maquillaje (2014) contribuyó a ensanchar su sonido y a dirigir sus textos hacia un discurso marcadamente feminista, incorporando nuevos instrumentos y colaboraciones de mujeres procedentes de distintos rincones de América Latina.
MISS BOLIVIA: “No tengo miedo, voy montada en un caballo de viento”
Sus letras buscan el cortocircuito constante a través del humor, y su música persigue la fusión sin límites: además de transitar por los caminos del dubstep, el dancehall o el folklore, la femcee y productora bonaerense Miss Boliva reivindica el valor de la cumbia villera, un género estigmatizado por su origen marginal. Sin embargo, lo que desencadenó todo fue su amor por el rap: un estilo que decidió impregnar de conciencia crítica tras interesarse por la lucha de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo. Por el rap decidió aparcar su carrera como psicóloga, intuyendo que el proceso de escritura e interpretación funcionaba no sólo como un extraordinario dispositivo terapéutico, sino también como una herramienta muy importante para transformar la realidad social. Sus dos álbumes, Alhaja y Miau fueron publicados respectivamente en 2011 y 2014.
BELONA MC: “Inflúyele a tu hija a no ser una sirvienta”
Cindy López, oriunda del barrio de El Salto (Santiago De Chile) y rebautizada como Belona MC en recuerdo a la diosa romana de la guerra, es una de las principales representantes de la nueva ola del rap chileno. A sus veintidós años, esta admiradora de Atahualpa Yupanqui, Chico Buarque y Violeta Parra reclama la necesidad de desterrar el ego en el rap, lo que la ha convertido en una importante cronista de las recientes movilizaciones estudiantiles en Chile. Moldeadas con un estilo arrollador y preciso, sus grabaciones Libres Y Salvajes (2011) y Dignidad Rebelde (2014) embisten contra el patriarcado y apuntan hacia el gobierno del ya expresidente Sebastián Piñera: “Nos tienen adormecidos, adoctrinados, y en el entretenimiento que entregan pasa muy desapercibida la violencia, no sabemos para quien trabajamos (…) Si la gente se levantara seríamos líderes de nuestras propias vidas”. Para Cindy, la buena salud del rap latinoamericano pasa necesariamente por “la honestidad, humildad, perseverancia, unión y, sobre todas las cosas, el respeto hacia el otro”.
Por Carlos Bouza para Pikara Magazine