El fotógrafo Inca

El fotógrafo Inca
15 febrero, 2017 por Redacción La tinta

La obra de Martín Chambi es tal vez una de las más representativas de la América Latina de la primera mitad del siglo XX. Su destreza técnica, su sentido estético y su capacidad para registrar su tiempo desde un punto de vista particular y sincero, es lo que sustenta un corpus que ocupa un lugar central en la historia de la fotografía.

Martín nació en 1891 en Coaza, provincia de Carabaya, en el sureste peruano. Sus padres eran trabajadores campesinos y hablaban quechua. Desde muy joven comenzó a trabajar en las minas de oro en Carabaya y fue allí, a sus 14 años, donde conoció la fotografía. La Santo Domingo Mining Co. tenía un ingeniero que con su cámara se dedicaba a registrar los yacimientos.

Ese encuentro conmovió tanto al joven Chambi, que durante dos años recolectó las pepitas de oro que se depositaban debido a las lluvias en la boca de la mina para poder sustentar los gastos de su formación. Cuando juntó las suficiente, viajó junto con su padre a Arequipa para contactar al afamado fotógrafo Max T. Vargas, quien lo recibió afectuosamente como ayudante, sin recibir ni una sola de sus pepitas de oro.

En 1917 Chambi emprende su propio estudio en Sicuani, donde durante tres años realiza postales que vende a 20 centavos. En ese espacio monta una galería donde expone retratos y paisajes pictorialistas. Más tarde se traslada a Cuzco, el centro del imperio Inca.

Obra

Una de las características que diferencia a Chambi de sus colegas de la época, es la gran cantidad de obra personal que produce en paralelo a la comercial. Se trata de paisajes (Ejem: Machu Pichu), vistas, arquitectura y retratos. En estos últimos se observa a personas y personajes locales que tienen que ver con la tradición peruana andina. Aquellos sobre los cuales las culturas oficiales jamás detenían su mirada o lo hacían desde su pedestal social, económico y cultural.

El fotógrafo peruano  tuvo la lucidez necesaria para registrar de manera magistral tanto a los integrantes de las etnias originarias, como a los mestizos, clérigos, burguesía, etc. En los retratos de aquellos que no podían pagarles, pero a quienes luego les regalaba una copia, pero también en aquellos que realizaba por encargo, se observa un trabajo previo de contacto con el sujeto. Las tomas no son robadas sino que hay una actitud paciente en la elaboración de la imagen.

Lo que también se traduce en la observación que Chambi tiene de la luz, tanto en su trabajo de estudio como en exteriores. Los autorretratos le servían como experimentación de la orientación y la cantidad de iluminación. Una de sus mayores influencias era Rembrandt, de quien admiraba el uso de la luz.

La construcción de la imagen

En su trabajo “Martín Chambi, luz de tierra y piedra” Pablo Thiago Rocca afirma que “La obra cuzqueña de Chambi irrumpe en el momento en que las corrientes intelectuales promueven la restauración moral y material del mestizo y del indio en América, ante la «errante» posición eurocéntrica.” Por su parte Sara Facio dice que “es el primero que mira a su gente con ojos no colonizados”. Es por eso que al abordar la obra de Chambi no se puede dejar de lado su origen étnico, porque él rompe con la tradición fotográfica que registró a los pueblos originarios. Se salió de esa visión occidental etnocéntrica, ligada y promulgada por la antropología positivista que reinó en último periodo del siglo XIX.

Martín llega a Cuzco en 1920 en pleno auge del movimiento Indigenista y se convierte en uno de sus representantes. A él se le adjudica haber aportado la imagen al movimiento. El tiempo supo despegar la obra de Chambi de esa caracterización y centrarse en su mirada: la de un integrante de la nación originaria de América, que construye su discurso desde adentro y desde un punto de vista humanista. En las imágenes está el propósito de revalorar la memoria, indagar sobre la identidad y provocar una reflexión.

Porque como bien define Corona Berkin, “la única lucha contra la mirada hegemónica es la expresión de la propia imagen”(citada en “Martín Chambi: Fotografía Indígena Vs. Fotografía Indigenista”, de Óscar Colorado Nates). Martín se convierte en el mensajero y comunicador de su raza. Es el primer Inca que fotógrafia con destreza profesional, pero sin dejar que sus imágenes se contaminen por la mirada prejuiciosa occidental.

En el final de su trabajo, Colorado Nates desliza la siguiente reflexión: “Sus imágenes no son solamente un hecho icónico, fotográfico, sino un complejo fenómeno cultural, antropológico y social hecho por aquel jovencito que un día soñó con ser fotógrafo en la Santo Domingo Mining Co”.

En estos días saturados de imágenes, es interesante pensar quienes las construyen, como representan a quienes aparecen en ellas, qué valores, qué discursos y qué sentido común las alimenta y alimentan. Porque como todo discurso, la fotografía es campo simbólico de disputas, un aspecto sobre el que Chambi supo tener conciencia y posicionarse.

Un ejemplo de ello es una de las pocas frases escritas que se conocen del fotógrafo: “He leído que en Chile se piensa que los Indios no tienen cultura, que son intelectual y artísticamente inferiores en comparación a los blancos y los europeos. Más elocuente que mi opinión, en todo caso, son los testimonios gráficos. Es mi esperanza que un atestado imparcial y objetivo examinará esta evidencia. Siento que soy un representativo de mi raza; mi gente habla a través de mis fotografías.”

Palabras claves: Martin Chambi

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