El día que fuimos anfibios

El día que fuimos anfibios
16 febrero, 2017 por Redacción La tinta

El desastre del 15 de febrero de 2015 es una marca dolorosa para todos los pobladores del cordón de las Sierras Chicas. Una tragedia inducida por las malas políticas de Estado que, por suerte, ocurre un domingo al mediodía donde las calles de las ciudades y barrios no están pobladas. De no ser así, el número de víctimas fatales y desaparecidos hubiese sido aun mayor, ya que las sierras convertidas en montañas de agua arrasaron con todo lo que se les interpuso, arrastrando hacia la muerte a niños y adultos.

Por Daniel Díaz Romero para Sala de Prensa Ambiental

 

Viernes 13/2/15: Córdoba siempre de temporada

La temporada veraniega es un éxito. Estival y festivalera la provincia muestra su cara más lavada al turismo, aunque durante varias noches el festival de Jesús María es suspendido por lluvias torrenciales, el río Suquía desborda desde hace días la Costanera de la capital cordobesa y llegan reportes de inundaciones con crecidas de hasta 5 metros del Río Los Sauces, con más de 400 evacuados. Pero nada empaña la Córdoba de un “presidenciable” y el show debe continuar.

Decenas de miles de peregrinos caminan hacia la virgen de Alta Gracia como todos los años y los enamorados preparan sus cortesías para celebrar el día de San Valentín, mientras desde la Universidad Nacional de Córdoba anuncian que ponen a punto el primer radar meteorológico cordobés que, según dicen, permitirá prevenir contingencias ambientales, crecidas de ríos, caída de granizo o tormentas. Pero la temporada de verano del gobernador José Manuel De la Sota está enfocada en agasajar a la farándula porteña e incluso, se anima a cantar y bailar luciendo unas simpáticas coreografías con las celebridades del teatro veraniego.

Sábado 14/2/2015: Las sierras son un carnaval

Hace calor y los mosquitos no dan tregua. Una noche estrellada con algunas nubes parecen ir trepándose por las sierras. Tormenta de verano que lavará el paisaje lustrando el verde de las montañas.

En varias localidades de la región se viven los esperados festejos del carnaval.

Medianoche con lluvia y ese aroma tan especial de tierra húmeda para aplacar el eterno problema de las crisis hídricas en la región, donde se repiten cortes rotativos y alertas por el consumo porque el agua es un bien común muy codiciado que, en el interior de la provincia, es sinónimo de vida y de poder.

Una precipitación agradable para los serranos acostumbrados a implorarla, verano tras verano, durante décadas en donde el drama de despertarse por las mañanas y no tener agua para cepillarse los dientes; la cocina repleta de platos sin lavar y la ducha sin una gota se vuelve cotidiano. Pero este año, no. No sufrimos los habituales cortes porque es una buena temporada y nos vamos adaptando al cambio del clima, que es evidente.

Caída la tarde, gran parte de la región se da cita en la popular noche de cuarteto en los corsos de Unquillo que mañana terminarán. Pero comenzó a llover. La gente baila al ritmo de la lluvia y Chébere es Chébere, alegría popular. Cerca de la medianoche, el chaparrón es más intenso y desde el escenario anuncian que se suspende la actuación del afamado conjunto, pero sigue el baile. Nadie se mueve en este sábado de acordes populares y espíritu murguero.

Domingo 15/2/2015: Latigazos de agua

Domingo por la mañana y el aguacero continúa desde anoche que ahora es torrencial y un ruido poco habitual hace extraña la atmósfera pueblerina. El espectáculo es tan hipnótico como estremecedor: el estruendo rompe y un volumen de agua enloquecida embiste contra todo lo que encuentra a su paso. Hay que alejarse del puente porque empieza a temblar el piso y los laterales de hierro están retorcidos a punto de desprenderse. Entonces comienza una carrera desesperada hacia zonas altas, porque ya no es un entretenimiento inofensivo: el agua comienza a devorarse las márgenes de los arroyos y su oleaje enardecido golpea las piernas y nos hace trastabillar y caer contra el piso. Los vecinos avisan que se van, dejan la puerta abierta de su vivienda porque su gata no aparece y el nerviosismo se contagia casa por casa en el barrio.

Entonces, uno no atina a hacer otra cosa que correr, guardar en una mochila documentación y algunas pertenencias en una bolsa de nylon y salir rápidamente a refugiarse en casa de amigos o familiares. Pero la travesía bajo la lluvia torrencial es breve: tras caminar pocos metros por calles que comienzan a inundarse vemos que cada uno de los arroyos están desbordados, los puentes y pasarelas han sido conquistadas por el torrente y así es que el éxodo se termina rápidamente. No hay lugar adonde ir. Sin comunicaciones telefónicas, ni transporte, sin luz, ni agua ni comida, roto el contacto con los familiares y amigos, la soledad es un puñal que se hunde a cada hora en un domingo en el que el Estado nos deja a la deriva. No hay con quien hablar ni a quien reclamar.

Había que recorrer hoy  las calles de las Sierras Chicas, ciudades con ánimos de pueblo aun, para ver la desolación de las personas abandonadas a su suerte. Condenadas a la más cruel de las soledades, deambulando por las calles con alguna pertenencia rescatada bajo el brazo, sin saber adónde ir. Caminantes solitarios y empapados en la angustia del ya no ser. Aislados del resto del mundo, completamente solos.

Lunes 16/2/2015: Los tsunamis caen del cielo o lo sabían y no hicieron nada

¿Cómo es que nadie avisó que venían las crecientes? Es la pregunta recurrente en las calles cuando la ropa aun está mojada y la sangre hirviendo.

Es atroz el silencio cuando la noche del domingo cae y desde el amanecer la hoja en blanco enfrente es la peor de las desolaciones para quien pretende cronicar lo que aquí se vive. Detrás de la hoja en blanco, la ventana que da a un arroyo convertido en furioso caudal de agua aun. Pasaran días hasta que podamos conciliar el sueño nuevamente.

Los testigos involuntarios de las crecidas de los arroyos aun tienen pesadillas del día en que el ecosistema dijo basta y vomito su furia.

No se trató de ninguna tormenta tempestuosa sino de una lluvia serena que, durante 14 horas sin pausa, derramó su agua sobre las montañas convertidas en toboganes acuáticos. Sierras impermeables de asfalto, urbanizaciones, de terrenos “limpios”, tal como los ofrecen las inmobiliarias.

Es difícil concentrarse con el ruido de camiones, los gritos de los bomberos voluntarios y un arroyo de fondo cuyas aguas braman amenazantes formando una correntada inusual. Aprendimos a conocer los estados de ánimo de los arroyos según su sonido y este lugar es otro porque el paisaje es diferente, irreconocible. Toneladas de rocas, mamposterías y heladeras apostadas en el lugar donde ayer tomábamos mates debajo de un árbol, las generosas costas de los arroyos ahora son angostas, como si el agua hubiera mordido y desgarrado las costaneras.

El gobierno tendrá que dar explicaciones pero primero deberá asistir a las víctimas del día en que la naturaleza se desahogó por esas rampas de agua en que, las políticas ambientales de De la Sota y Schiaretti -con la complicidad de intendentes como Daniel Salibi de Mendiolaza, Sergio Spicogna de Río Ceballos, Germán Jalil de Unquillo y Héctor Colombo de Villa Allende- han convertido a las Sierras Chicas.

Pero primero deberá asistir a las víctimas que las crecientes no se llevaron, a las que están con vida.

Las estadísticas oficiales acerca de muertos y desaparecidos serán números poco creíbles y eso está instalado en la región porque quienes trabajan en el terreno cada día suman nuevos testimonios de hallazgos de cuerpos y ponen en duda que los muertos sean solo 11, como dice el gobierno, arriesgando incluso una cifra 10 veces mayor.

…1…2…3… ¡Tira! ….Mientras escribo, los bomberos voluntarios y vecinos sumergidos hasta la cintura en el agua, abajo de un puente entre árboles atascados, con motosierras, cadenas y tractores intentan sacar dos autos que la corriente arrastró. Hace 8 horas que están metidos en el frío arroyo mientras en las oficinas toman café para preparar los comités de crisis gubernamentales.

La fuerza del agua es indomable, un demonio líquido que responde con furia a quienes se atrevieron a mancillar su cauce, su territorio. El agua tiene memoria aunque le interpongan countryes, rutas y puentes.

Tuvo que suceder una catástrofe con muertes espantosas, macabros hallazgos de cadáveres bajo el lodo y niños arrastrados por la corriente golpeados por piedras y troncos hasta dejarlos inconscientes, antes de morir ahogados. No es morbo, es la realidad que se dispara y señala a los desmontes, la actividad minera, la reforestación con especies exóticas, la autorización de loteos y emprendimientos desarrollistas desquiciados como los de Euclides Bugliotti, la familia Tagle y tantos más que hoy organizan campañas solidarias para asistir a las víctimas, codo a codo con los gobiernos que cerraron la puerta con candado para que estos lobos reinen dentro del gallinero.

La culpa no fue del agua, si no de los intendentes que permitieron que los sectores mas marginados de la sociedad se asentaran sobre las márgenes de los ríos.

“La culpa es de la naturaleza”, dicen los funcionarios tras su baño diario de perversa hipocresía. Las crisis hídricas recurrentes que viven las Sierras Chicas y las inundaciones forman parte de un ecosistema alterado. Burócratas criminales que sabían que esto podía suceder y no hicieron nada, dibujando ahora la grotesca imagen de pobladores que hace meses tenían que peregrinar buscando agua y que ahora huyen desesperados con las inundaciones detrás, masticándole el alma.

*Por Daniel Díaz Romero para Sala de Prensa Ambiental. Foto: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: bienes comunes, Deforestación, desarrollismo, Inundaciones, Río Ceballos

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