No es sólo cosa de mujeres. He Can Do It
Son muchos los hombres que en el último tiempo se sintieron sensibilizados con la violencia de género y con la innegable lucha de las mujeres. Lucha llevada adelante tanto en el ámbito público (las masivas marchas del #NiUnaMenos, la primer huelga y Paro Nacional del 19/10, el Encuentro Nacional, etc) como en el privado (conversaciones, debates, enfrentamientos, etc).
El panorama es positivo porque el imperioso patriarcado –parece- comienza a ser agrietado, cuestionado, disputado. Esta grieta, esta rajadura, se debe a las permanentes discusiones y acciones feministas y también al reconocimiento que algunos hombres hacen de la desigualdad y la injusticia entre los géneros, como una diagonal que atraviesa el sistema. Aflora un interés por arrancar de raíz las más remotas costumbres y sembrar la empatía y el compañerismo en este asunto que, claro está, nos compete a todas y todos.
Con el discurso no basta, hay que hacer
Seguramente te guste Galeano y recuerdes la frase “los Derechos Humanos empiezan por casa”. Pues bien, esa es la fórmula mágica.
Lejos de herir susceptibilidades y de caer en malas generalidades, los puntos que expongo a continuación están dirigidos al imaginario y al empírico colectivo masculino que se resiste a salir de su status quo. Pretendo dejar en evidencias ciertos microMachismos con los que eventualmente nos cruzamos, propios del sistema que nos parió y que encuentran su origen en la más añeja e históricas de las desigualdades, las de género.
El trabajo domestico: se autosuficiente en eso. Cocinate, lávate la ropa, ordena tus cosas, limpia. Si no lo haces, alguien lo hará por ti, probablemente una mujer. De ser así, contribuyes a perpetuar el estereotipo de que “esas son tareas de una mujer” y sigues delegándole a ellas el espacio de lo domestico. ¿Crees que nosotras nacimos con la habilidad de lavar platos? No es así, aunque las publicidades de productos de limpieza nos hablen sólo a nosotras, tú también puedes hacerlo, verás que no es difícil.
Los trabajos de cuidado: cuidar de niños, niñas y adultos mayores, como así también de enfermos, no es una exclusividad femenina. Sucede que desde tiempos inmemoriales, a nosotras se nos ha asignado el ámbito privado (el hogar y la reproducción) mientras que a los hombres el ámbito público (de producción). Ambos son trabajos, sólo que el primero nunca se reconoció como tal y el segundo sí, otorgándoles mayor reconocimiento. Si bien hoy en día ambos trabajan fuera de la casa y afloran –por suerte- nuevas y hermosas paternidades, aún son las mujeres las que destinan mayor tiempo a las tareas de cuidado de personas.
No califiques a una mujer de inútil, ni te rías de ellas: los hombres poseen más saberes prácticos que las mujeres a la hora de “solucionar” ciertos problemas relacionados a lo automovilístico, el gasismo, la plomería, la electricidad, etc. Es más común que un hombre cambie los cueritos de las canillas o una goma de auxilio, revise el agua y el aceite del auto, traslade los objetos más pesados o cambie una llave de luz. Y no es para asombrarse si observamos los regalos habituales que se le hacen a las niñas (muñecas, accesorios de “princesas”, objetos de cocina) en oposición a los regalos habituales para niños (herramientas, pistolas, superhéroes). A esto se suma que la mayoría de las mujeres no hemos aprendido a realizar esas tareas porque siempre hubo un hombre que las hizo por nosotras. Pura costumbre no más. No te rías de ello y enséñanos porque realmente nos interesa y somos buenas aprendices.
No estigmatices a las feministas: hay mucho ser vivo dando vueltas que tilda a las feministas de extremistas, construyendo una imagen negativa mediante comentarios que no suman sino restan. Por ejemplo, que odiamos a los hombres y deseamos prenderlos fuego; que reclamamos por la violencia empleando más violencia; que nos encanta ponernos en tetas y pintar paredes. NADA que ver… No odiamos a los hombres, estamos en contra del machismo y tanto hombres como mujeres lo son. No queremos prenderlos fuego, realmente los queremos y necesitamos; sí prenderíamos fuego a los femicidas, a los violadores, a los abusadores; pero no lo hacemos porque creemos en un Estado de Derecho y estamos en contra de la justicia por mano propia. No empleamos la violencia para frenar la violencia, sólo nos manifestamos públicamente porque la situación nos supera y desespera y queremos adhesiones y no rechazos. El feminismo no es más que una corriente que vela por los DDHH.
Aprende a escuchar y a callar: muchos hombres se sienten personalmente atacados cuando una mujer habla del feminismo. Comienzan éstos a defenderse, a atacar a la prójima, a no dejarla terminar de hablar, a compararla, a desvalorizarla o a emplear algún mecanismo que disminuya la autoridad de esa mujer. Querido, en primera instancia no te estoy atacando a vos; estoy atacando a un histórico sistema de opresores y oprimidos que se refleja en cualquier situación. No te ataco a vos personalmente porque no sos el centro del mundo. Como cualquier humano, digo lo que pienso y siento, si eres demasiado susceptible o vulnerable lo lamento. Tendrías que aprender a escuchar mejor nuestros reclamos y empezar a considerarlos, porque no son ustedes los asesinados por razones de género, somos las mujeres; no son ustedes los violados, somos nosotras; no son ustedes los negados a puestos de autoridad en el trabajo, somos nosotras; no son ustedes los que cambian de recorrido o gastan más plata en taxis para regresar a sus casas por miedo a que un hombre avance sobre sus cuerpos, somos nosotras. Entonces, aprende a escuchar y a callar.
Integra mujeres a tu grupo: es habitual, por lo menos en ciertos ámbitos, que muchos grupos sean exclusivamente de varones. ¿Por qué? ¿Qué hacen o qué sucede allí para que no integren a mujeres? Empleo la palabra “integren” porque a veces se explicita que es sólo para hombres; porque su plan es jugar a la play, jugar al truco… ¿a caso nosotras no podemos hacer eso? ¿Qué piensan que hacemos las mujeres cuando nos juntamos… hablar de chicos, hablar de chismes, hablar de perfumes? Sin caer en el error de generalizar, si no dejas que tus amigas, que tu novia o que otra mujer comparta ese espacio con vos y tus amigos, te cabe.
Ejercita la memoria: cuando alguien te hable de “desigualdades de género” no mires como si no entendieras. Si eres un ser pensante, podrías hacer un repaso por la historia y reflexionar qué razón explica que en el 1400 quemaran a Juana de Arco por “bruja”; que las mujeres no podían tener una cuenta en el banco si no la autorizaba el padre o el marido; que las mujeres no podían votar hasta 1947; que en la dictadura torturaron tanto a hombres como a mujeres pero a éstas además las violaron; que los cargos en la política casi siempre los ocupan los hombres; que la mayoría de las calles llevan nombre de hombres y muy pocas (muy) de mujeres; y la lista continúa. Te toca completarla.
Entiende el no y aumenta la percepción: cuánta cartelería femenina remarcando “NO es no”, ¿verdad? ¿Por qué será? «En nuestra cultura, el NO de una mujer es el inicio de la negociación, no el fin de la conversación» afirma Lidia Infante. Pues claro, cuando una mujer te dice no… quiere decir no. “No insistas en nada, nosotras ya sabemos lo que queremos”.
No englobes la violencia de género dentro de la violencia en general: prácticamente nadie está a favor de la violencia pero -por favor- no metas a la violencia de género en la misma bolsa. Eso no hace más que desconocer e invisibilizar las históricas e innegables desigualdades. En esta línea, el polémico #NadieMenos no hizo más que querer opacar el #NiUnaMenos, al poner en la misma escala todas las violencias.
@sofiadupre “#NadieMenos están banalizando y neutralizando el femicidio que no es sino fruto del machismo y la cultura de la violación”.
@jmfmoran “No nos acosan, violan o matan por ser hombres, ganamos más, etc. Y además de estos privilegios, boicoteamos su lucha con #NadieMenos”.
@BarbaraMarquez “El #NadieMenos es una vez más ningunear la lucha de las mujeres. ¿Por qué justo ahora se les ocurre «empatar»? Empaticen será mejor”.
Tratanos como iguales y a todas por igual: trátanos con igualdad, no nos subestimes, y no lo apliques sólo a tu hermana y a tu vieja, sino a todas: tus amigas, conocidas, compañeras de militancia, de trabajo, a tu novia- esposa – guacha- amante – amiguacha; a tu vecina y a sus hijas; a tu prima y sus amigas, a las trans, a la kiosquera, a cualquiera. Y en la misma línea de acción, permítete indignarte con otros hombres. Con el viejo crudo que se da vuelta a mirar culos; con integrantes de tu familia, cuestiónalos; con tus amigos, armá la discusión; con tus compañeros de trabajo, no se la dejes pasar; con los desconocidos, frénales el carro. Vamos, vayamos a la misma dirección: mediante la empatía a la acción.
*Por Florencia Strasorier para La Tinta / Fotos: Colectivo Manifiesto